Dicen los médicos que nos acordamos del estómago nada más cuando nos duele: en circunstancias normales ni siquiera pensamos que existe, las sensaciones de la comida llegan al olfato, a la boca y a la garganta y ahí se quedan. Pasa lo mismo con los satélites de telecomunicaciones y los postes de luz, con el agua potable y alcantarillado: nos acordamos de ellos cuando hay problemas. También, muchas de las cosas buenas que tiene México las damos por hechas y no pensamos que podría ser de otra manera, de una manera especial las condiciones macroeconómicas que tiene ahora el país y que favorecen un entorno económico sano.
En diciembre de 1994 se presentó el famoso error de diciembre, que zedillistas y salinistas se echaban la culpa. El país tenía pocas reservas (US$6,148 millones, comparados con US$142,475 millones a fines de 2011) y circulaba un chiste que presentaba a Zedillo reclamándole a Salinas: “Carlos, ya ni la friegas, apenas me dejaste US$6000 millones de reservas.” Salinas voltea a verlo enojado y con cara de frustración: “¿US$6000 millones? ¿Y en qué maldita cuenta se me quedaron?” Como consecuencia hubo devaluación, inflación, los bancos elevaron la tasa de interés, muchísimos negocios quebraron, tuvimos desempleo masivo y miles de personas perdieron sus casas porque no pudieron pagar la hipoteca.
Ese evento y la triste historia económica de 1995 es un ejemplo de inestabilidad macroeconómica. Zedillo fue un presidente más austero que los anteriores, enderezó el rumbo y sextuplicó las reservas en dólares; con los dos sexenios siguientes se ha mantenido un manejo sano de las finanzas del país y tenemos inflación y paridad del dólar controladas, han aumentado sustancialmente las reservas en dólares y los créditos hipotecarios están a uno o dos puntos de rebasar la mítica frontera de los dos dígitos, pero hacia abajo: actualmente se ofrecen hipotecas al 11% anual fijo, indicativo de la confianza de los bancos, y si seguimos así, es posible que en dos o tres años se llegue al 9%.
El ejemplo del estómago viene al caso porque 1994 es la prehistoria para muchos mexicanos o cuando menos la infancia, en donde ellos no tenían que enfrentar estos problemas; muchos millones de jóvenes, los que tienen 27 años o menos, eran hijos de familia en 2000 y no se enteraban de lo que valía el dólar. Es algo semejante a una enorme ventaja de las familias mexicanas con respecto a las norteamericanas: no tenemos el riesgo de que el gobierno convoque al ejército a nuestros hijos para llevarlos a pelear en guerras que sirven principalmente a las empresas petroleras y a los fabricantes de armas; sin embargo no apreciamos ese hecho, sencillamente porque ningún padre mexicano en los últimos 65 años ha corrido ese riesgo.
Los números grandes de la economía no le llenan el bolsillo a la gente, nada más producen un entorno más manejable: no hay amenazas masivas de cierre de empresas, los bancos ofrecen créditos baratos, las fábricas de autos ofrecen vehículos nuevos al 0% de interés, hay multitud de ofertas de comprar a 6 meses sin intereses. Puede usted decir “no voy a comprar casa ni coche, eso no me sirve”, pero la cuestión es que económicamente, los escenarios posibles son extremos: o bien hay muchas facilidades para los créditos, hay inflación y paridad controladas, o bien los bancos dejan de prestar, el dólar sube 50% ó más, hay gran inflación y despidos masivos de personal. En esas épocas de descontrol económico sufren casi todos, hasta los bancos, los únicos que salen ganando son los tiburones que se enteran oportunamente de subidas y bajadas en los mercados financieros y toman a tiempo sus precauciones. Las épocas de descontrol económico son malas para el país.
Parte de lo que se está jugando el país en estas elecciones es precisamente el futuro económico, los grandes números del país, esos que decimos que no nos importan porque no nos afectan. Esta apreciación es falsa, como lo prueba un chiste que oí de Argentina en la época en que allá había inflación galopante. Va un par de amigos a comer a un restaurante, ordenan una botella de vino tino, unos gruesos cortes de carne bien cocida y jugosos en medio, y al final piden la cuenta. Llega el mesero y les dice “son $11,468 pesos,” quedándose parado junto a los comensales, esperando el pago. Los amigos discuten entre sí por el honor de pagar, ya que son ricos. Al ver que no se deciden a pagar, el mesero vuelve a hablar y dice “son $12,102 pesos…, son $12,900 pesos…, son $14,338 pesos,…”
La campaña presidencial ha debatido muchos temas, pero el entorno macroeconómico brilló por su ausencia. Aparentemente los candidatos dan por hecho que las cosas seguirán así, gane quien gane y haga el ganador lo que haga, como si fuera una cuestión inamovible, semejante a la superficie del país. No es así. La macroeconomía, que a todos nos afecta para bien y para mal, depende de un manejo sano de las finanzas nacionales, de una dirección inteligente del Banco de México, y depende también mucho de que no haya demasiadas manos largas en las finanzas del país. Espero que la decisión que tomemos el próximo 1º de julio sirva para mantener el rumbo económico que el país ha seguido en los últimos quince años.
Para que sonría un poco antes de depositar su voto, recordemos la anécdota donde viene a México Bill Clinton, ex presidente de Estados Unidos, y regaña a las autoridades del país porque tenían cierta necesidad económica y muchas reservas de dólares en el banco central; su argumento era que si tenían esos dólares guardados, bien podían utilizarlos para salir del problema urgente. La noticia salió en primera plana y mucha gente aprovechó para criticar la errónea política del gobierno mexicano, invocando la autoridad del visitante, hasta que un funcionario del Banco de México le corrigió la plantilla a Clinton, aclarando que las reservas son precisamente eso, reservas, y por lo tanto, no se pueden utilizar para gastar como lo sugería nuestro ilustre y desorientado visitante.
Yo tampoco entiendo muy bien para qué sirven las reservas, pero sí entiendo lo que es inflación del 100%. Deseo a México que en seis años haya duplicado sus reservas, y que usted siga conservando su casa.

Comentarios

Números — 4 comentarios

  1. Sólo esperemos una transición en paz, que no se repitan esas benditas devaluaciones y que no se destapen “errores” de las administraciones salientes.

  2. Creo que en estos últimos sexenios hemos visto “pan con lo mismo” no deja de haber mediocridad e impunidad entre nuestros gobernantes, llámense como se llamen, ahora hay que esperar cuánto se llevan los que salen de las arcas y cuánto dejan de deudas a los mexicanos.
    Desgraciadamente México es un pais donde ya no se puede vivir, México ha perdido la magia con la que fue creado, sólo vivimos en sombras y todos nos cuidamos de todos. Cada ves somos más pobres y el poco dinero que ganamos ya no sirve de mucho.
    La pregunta ahora es: ¿qué esperamos para estos nuevos 6 años? ¿Cuántas agonias y dolores de cabeza vamos a pasar? ¿qué vamos a ver? En fin, son estas mis reflexiones, estas que no me dejan dormir en santa paz. Un saludo MeisterMesser y…..No somos Nada..!!!!!

    • Estimado Maestro:

      Efectivamente, no somos nada, como decía el filósofo de güemez…
      Pero a pesar del panorama sombrío que presentas, que yo considero cierto, también es correcto decir que hay más información disponible, conservamos nuestra libertad de expresión y por lo tanto los ciudadanos podemos elegir a nuestros gobernantes y legisladores que cumplan como se deben en los puestos para los que fueron elegidos. En la medida que hagamos presión, será más difícil para ellos continuar con conductas como las que describes.

      Te mando un afectuoso saludo,
      JL

  3. Hola José Luis:
    He razonado muy bien mi voto, he leído e investigado a conciencia al candidato que pienso podría ser un buen presidente. Espero que los votos lo favorezcan y cumpla con lo que ha estado promoviendo en su campaña, el de trabajar junto con su gabinete con austeridad para lograr un cambio que beneficie a todos los mexicanos.
    ¡Vamos por el cambio verdadero !

    Saludos,
    Pilar Romero

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