Durante Noviembre, Diciembre y Enero pasados se escuchó fuerte la voz de una parte del pueblo ucraniano en la plaza Maidán de Kiev: protestaban porque el presidente Yanukovich había dicho que no al pacto con los europeos y en cambio había aceptado la ayuda de Rusia y alinearse con Putin en vez de con los occidentales. El acercamiento a la Unión Europea (UE), y eventualmente ser miembro de ella, es el sueño o la pesadilla de todas las naciones europeas con excepción de Rusia; las reacciones populares y las manifestaciones de apoyo son por llegar a una especie de tierra prometida en donde van a vivir tan bien como los alemanes, aunque su país tenga condiciones muy diferentes. Por parte de los gobiernos y los pueblos que ya son miembros de la UE, como Alemania, Francia, Italia y España, no hay ninguna tierra prometida sino una realidad que como cualquiera, tiene su peso para poderla cargar y llevar adelante. Por ejemplo, los alemanes se quejan de que tienen que pagar el costo de “la fiesta y la siesta” en Italia y España, dos países miembros que están actualmente en problemas; los gobiernos de Francia y Alemania condicionan su ayuda a España a que ésta adopte medidas fiscales y de gasto muy austeras, y los españoles protestan contra la “intromisión” de la UE en la vida nacional. El caso de España no es único, también Italia y Grecia tienen la espada de Damocles sobre su cabeza, alinearse con las directivas de la UE o quedar fuera de la unión. Los países europeos fuertes tienen además muchos problemas con la inmigración de ciudadanos de países pobres, europeos o africanos, y buscan la manera de controlar la situación, un problema semejante al de EEUU. El sueño de una Europa unida y fuerte se ha topado con una realidad difícil: las condiciones de los diferentes países europeos son muy diferentes, la mentalidad y la actitud ante el trabajo de sus pueblos también varían grandemente, algunos son capaces de organizarse y someter la mayoría de las decisiones a sus gobernantes, quienes en general han honrado el puesto que ocupan, y en otros países se protesta por todo, los gobernantes sin incapaces de controlar la situación o inclusive se llegan a encumbrar abusadores de menores como Silvio Berlusconi en Italia; dicho en palabras breves, la madurez de los pueblos europeos varía en un espectro muy amplio. Todos estos problemas hacen que la UE ponga muchas condiciones al ingreso de nuevos miembros e inclusive a alguna propuesta de colaboración, como la que se estaba gestando para Ucrania, quien no está considerada en este momento como un candidato, aunque muchos ucranianos creyeran o desearan que el pacto discutido durante 2013 estaba encaminado a convertir su país en miembro. La realidad es que los países que están en la periferia de Europa, como Bulgaria y Ucrania, son para los europeos occidentales un buffer que los defiende de las inmigraciones masivas de ciudadanos del oriente de Europa.
El 21 de noviembre de 2013 Yanukovich les dijo que no a los europeos, e inmediatamente muchos ucranianos se reunieron a protestar contra la decisión, y decidieron estacionarse en la plaza Maidán; es posible que la protesta hubiera muerto de inanición, pero la gente congregada en la plaza creció y se mantuvo por meses, elevando el nivel de la tensión, provocando enfrentamientos con la policía, tomando edificios gubernamentales, convirtiendo la plaza en un basurero, hasta que hubo disparos, muertos y heridos, la situación se salió de control y Yanukovich huyó; su hueco lo ha llenado un gobierno provisional que tiene previstas elecciones para el 25 de mayo. Oficialmente fue un movimiento estrictamente nacional, los ucranianos espontáneamente protestaron y terminaron por derrocar al presidente; esta es la versión que la prensa occidental ha difundido. Sin embargo, los mexicanos tenemos un patrón de referencia de primera mano, podríamos decir que poseemos un PhD (doctorado) en plantones y manifestaciones, donde los capitalinos tienen inclusive un post-doc (estudios de post-doctorado). Durante muchos meses padecimos a los maestros en la Plaza de la República en el DF, acampados ahí para protestar por diversas reformas que se estaban gestando en el Senado; en esos días tuve que viajar a México y al solicitar una reservación en mi hotel que dijeron que no era posible, porque estaba ocupado completamente de policías que habían traído para mantener la paz alrededor del Senado. Salió hace poco en las noticias que el gobierno de Oaxaca había dado a los maestros $700 millones, una respuesta parcial a la pregunta: ¿Quién mantiene a los profesores acampados en la Plaza de la República? De la misma manera, yo pregunto de qué vivieron los manifestantes en la plaza Maidan durante los cuatro meses que duraron ahí.
Los ucranianos tienen motivos más que suficientes para protestar, ya que desde su independencia en 1992 los gobiernos que han padecido se han caracterizado por su ineptitud, estupidez y voracidad. Los problemas de Ucrania son semejantes a los de México: ambos países tienen tierra abundante y con grandes recursos, ambos países carecemos de la experiencia de gobernarnos a nosotros mismos, ambos hemos producido gobernantes bastante mediocres; en EEUU califican a sus presidentes de acuerdo a lo que hicieron a favor del país, en México los calificamos por la cantidad que se han robado, y creo que Ucrania está mucho más cerca de nuestra experiencia que de la de EEUU. Recién llegado al poder, Yanukovich decidió encarcelar a Julia Timoshenko, quien fue Primer Ministro y se enriqueció exorbitantemente durante su gestión, quien bajo cargos relacionados a su riqueza mal habida fue a dar a la cárcel. Sin embargo Yanukovich, quien venía de orígenes pobres, se dio prisa por volverse billonario, y para muestra basta el botón de su casa, que puede contemplarse en
Esta mansión supera a nuestra infame Colina del Perro; invito al lector a deleitarse con el lujo y a imaginar de dónde salió el dinero para poder crear una estancia así:
Un país que tiene presidentes con mansiones tan lujosas, junto con una economía por los suelos, desempleo, moneda devaluada, etc., está soñando si cree que puede volverse miembro de la UE. Los problemas de Ucrania están por principio de cuentas en Ucrania y en las generaciones de políticos rapaces que han generado a partir de la independencia, que ninguna asociación internacional va a resolver. Sin embargo, soñar no cuesta nada y las multitudes son incapaces de razonamiento, las mueven las emociones, y los que rechazaban la medida de Yanukovich de acercarse a Rusia en vez de a Europa continuaron estacionados en la plaza hasta que tumbaron al presidente. A medida que crecía el tono de la protesta, la prensa fue informando y hablando de que “el pueblo de Ucrania” manifestaba de esa manera su repudio a las medidas pro-rusas de Yanukovich, otorgando una bendición implícita a los manifestantes y repudiando las medidas de Putin por atraer Ucrania a su lado.
Caído el presidente, la situación en Ucrania es de completa incertidumbre, ya que aparentemente los ucranianos están totalmente de acuerdo en que hay que eliminar los problemas: desempleo, devaluación, deuda, presidentes ladrones, pero no saben cómo actuar. Su historia se parece a la de México: se cansan de un presidente, lo cambian por uno que encabeza la esperanza, y junto con el nuevo mandatario llegan nuevas generaciones de ladrones que perpetúan el saqueo sin sacar el país adelante. Ucrania está compuesta predominantemente por un grupo racial eslavo emparentado con los rusos; los tártaros en Crimea; y muchos grupos menores (húngaros, judíos, polacos) concentrados en el occidente del país. Los tártaros y los grupos minoritarios no quieren a los rusos, pero los eslavos están aproximadamente divididos al 50% en favorecer un acercamiento a Rusia o a Europa. Esta división es mucho más fuerte que la de México, en donde nuestra población es mayoritariamente apolítica y miramos con resignación nuestra ubicación, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos; en cambio los ucranianos tienen relativamente cerca dos opciones plausibles, y la población se divide en bandos muy encontrados, como si estuvieran todos en un estadio de futbol apoyando cada quien a su equipo.
Las fronteras de Ucrania son hasta cierto punto arbitrarias. El occidente ha estado en manos del Imperio Austro-Húngaro, de Polonia y de Rusia; Crimea era patria de tártaros que se asentaron ahí desde hace diez siglos, pero llegaron los rusos, los hicieron vasallos y Crimea se volvió parte de Rusia hasta que Khrushev decidió “regalarla” a Ucrania en 1952, un acto que muchos consideran un error histórico. La región alrededor de Kiev, la cuna de la civilización rusa, es un lugar que claramente es ucraniano, pero el resto del país está sujeto a la interpretación y a la opinión de muchas partes. Sin embargo, los orígenes comunes se manifiestan en el lenguaje: tanto el ruso como el ucraniano son idiomas oficiales, y unos y otros se entienden en la conversación casual. La religión también es un punto de referencia, porque la mayoría de la población es cristiana ortodoxa, aunque en el occidente hay muchos católicos.
Sin embargo, la mentalidad de Ucrania es la de un país que ha vivido subordinado a otras potencias y posiblemente esta insatisfacción crea conflictos internos suficientes como para que no se pongan de acuerdo entre ellos mismos; una vez más, algo semejante a lo que pasa en México. Por el contrario, las grandes potencias europeas, que hace setenta años estaban en guerra, hoy forman parte de un mismo grupo y discuten y atienen sus asuntos con una mentalidad de iguales, como Inglaterra, Francia y Alemania.
La salida de Yanukovich dejó un vacío de poder formal y de autoridad que propició divisiones entre los ucranianos y que para las potencias extranjeras significó una oportunidad de meter la mano para ganar a río revuelto, de una manera para EEUU, atacando el domino de Rusia en esa región. Oficialmente todo iba bien para el lado occidental, porque el presidente que se oponía a la UE había caído; todo sería cuestión de esperar que las elecciones de mayo producirían un gobierno pro-europeo; el gran riesgo es que surgieran levantamientos armados, pero en ese aspecto el país ha estado tranquilo. Los ganadores en esta situación, poco a poco se hizo ver en la prensa, eran Estados Unidos y los europeos; el gran perdedor, Putin. Leí hace poco un artículo en donde decía que el presidente ruso era conocido por su habilidad de convertir las situaciones adversas en motivos de triunfo, y los acontecimientos de los últimos días dan la razón al comentario.
La felicidad en Occidente se terminó cuando apareció en escena Crimea, una península en el Mar Negro donde están ciudades importantes en la cultura rusa: Yalta, Sebastopol, Feodosia, conocidas de nosotros a través de Chejov y Tolstoi. Crimea se convirtió en una posición estratégica para Rusia debida a la debilidad geográfica número uno de este país: su acceso al mar es limitado, porque al norte los puertos están helados casi todo el año, en el Pacífico también, no tiene acceso directo al Atlántico. Por eso fue que San Petersburgo se fundó, para crear una salida al mar aunque fuera en un lugar bastante encerrado, y por eso Crimea es importante, ya que es la base de la flota del Mar Negro. Desde hace siglos Rusia se estacionó ahí, deportó a los tártaros a Asia Central y pobló la península con rusos. Cuando cae Yanukovich la situación de Crimea se vuelve doblemente importante, porque la península está prestada por Ucrania a Rusia en un tratado que terminará dentro de treinta años, pero ante la volatilidad política muchas cosas pueden suceder y tanto los rusos que viven en Crimea, como Putin, sienten que el porvenir es incierto.
Y en una forma tan “espontánea” como las protestas en la plaza Maidan, el pueblo de Crimea sale a la calle a protestar contra el nuevo gobierno ucraniano, a quien no reconocen, consideran que ellos son rusos y no ucranianos y el parlamento local declara que Crimea es parte de Rusia, convocando un referéndum para el domingo 16 de marzo, que con probabilidad del 99.9% dirá abrumadoramente que el pueblo de Crimea quiere pertenecer a Rusia. Para Putin la situación de desastre se ha convertido en triunfo, pero los occidentales ponen el grito en el cielo por la intromisión de Rusia, el atentado contra la integridad territorial de Ucrania, más lo que resulte después de consultar el diccionario de felonías internacionales.
Existe una expresión interesante en inglés para referirse a alguien que se considera virtuoso y que desde su altura critica a los demás: self-righteous. Esta expresión le queda perfectamente a las declaraciones de los países occidentales cuando juzgan a Ucrania, a Yanukovich y principalmente a Rusia y su presidente Putin. Por ejemplo, desgarraron las vestiduras cuando fuerzas del gobierno dispararon contra los manifestantes, matando a civiles y a policías; sin embargo, después se filtró a la prensa una conversación entre Lady Ashton (de la UE) y el Ministro del Exterior de Estonia, en donde éste decía que los tiradores no habían sido del gobierno, sino de los opositores. Los europeos critican abiertamente la riqueza malhabida de Yanukovich, pero por otro lado exigen la liberación de Julia Timoshenko, encarcelada por cargos de corrupción. Critican a Putin por intervenir en Crimea a petición de los rusos que viven ahí, pero declaran que los manifestantes de Maidan eran espontáneos, y les otorgaban un status de representantes del pueblo ucraniano. Crimea es un lugar que ha sido ruso durante los últimos tres siglos pero a los EEUU les parece mal que Rusia meta las manos ahí; en contraste, los occidentales organizan excursiones militares a Kuwait, Irán, Irak, países que nunca han formado parte de ningún país occidental, y estas acciones están bendecidas porque atacan al “eje del mal”.
EEUU y sus aliados occidentales, self-righteous todos ellos, tienen una visión maniquea del mundo: todo es blanco o negro, eres bueno o eres malo, estás conmigo o estás contra mí. Ni siquiera en los pleitos de pareja puede establecerse con claridad un culpable, y sin embargo los EEUU, en su papel de policía del mundo, bendicen o satanizan –sin puntos intermedios- las acciones de los demás gobiernos. Yanukovich debe caer porque es corrupto y se opone a Occidente, pero Timoshenko debe salir de la cárcel aunque también sea corrupta; es aceptable que la UE presione a Ucrania hacia su lado, pero no es correcto que Rusia estaciones tropas frente a Crimea y que amenace que respetará el referéndum. Las manifestaciones de Maidan son democráticas y representan la voluntad del pueblo, pero el referéndum en Crimea es ilegal y su resultado será inválido. Estados Unidos, que se apoderó de más de 2 millones de km2 en una guerra con México provocada por su presidente Polk, hoy desgarra sus vestiduras porque Rusia quiere apoderarse de 26,000 km2. Y finalmente llegamos a la paradoja de que una manifestación suprema de la voluntad popular, un referéndum, es rechazado para favorecer al actual gobierno de Ucrania, que llegó al poder mediante un golpe de estado.
Desde 1945, el insulto supremo a un gobierno es tildarlo de fascista. Lamentablemente para los occidentales, no pueden utilizarlo contra Putin, ya que grupos de ultraderecha en Ucrania participaron en Maidan y forman parte del actual gobierno; tanto es así, que la propaganda que hoy circula en Crimea para el plebiscito incluye una imagen en donde dice que la elección está entre la svástica y la bandera de Rusia. Pero Putin es criticado por lo que hace y lo que no hace: ayer leía con interés un reportaje de la prensa australiana (http://www.news.com.au/world/europe/things-you-didnt-know-about-russian-president-vladimir-putin/story-fnh81p7g-1226845669588) en donde Putin es criticado, entre otras cosas, porque le gusta nadar en lagos de agua gélida, y muestra una imagen suya nadando de mariposa, mostrando una musculatura de atleta de treinta años; a mí me dio envidia la foto, pero no puedo criticar a Putin porque sea un hombre fuerte. También aparece aplicando una llave de judo a un oponente, platicando con motociclistas, conduciendo un auto de carreras, todo intentado dar un matiz negativo.
Mañana domingo, con seguridad Crimea votará por ingresar a Rusia, y los rusos los recibirán con los brazos abiertos; Rusia se habrá apoderado (o anexado, o haciendo un Anschluss, o invadiéndola; como usted lo quera decir) sin disparar un solo tiro. Adelantándose a este desenlace, en las provincias orientales de Ucrania han surgido choques entre pro-rusos y pro-ucranianos, y Rusia utilizó el pretexto para realizar ejercicios militares frente a la frontera de Ucrania y declarar que está lista para proteger a los rusos. Es muy probable que otras regiones de Ucrania como Donetsk y Kharkov, que tienen población predominante rusa, también quieran seguir el ejemplo de Crimea, y mientras llegan las elecciones del 25 de mayo, el actual gobierno de Ucrania será impotente para defenderse de Rusia.
De esta manera, una situación comprometida para Putin se ha convertido en una de triunfo. El gobierno de Ucrania está demostrando debilidad, y Rusia muestra fortaleza; la población rusa en Ucrania manifiesta que quiere ser parte de Rusia, y ésta les abre las puertas. Los occidentales hablan y debaten y declaran su indignación en los periódicos, amenazan con sanciones económicas a Ucrania, pero no harán nada. ¿Por qué? Porque el único interesado en las sanciones es EEUU, todos los demás países fuertes europeos tienen infinidad de negocios con Rusia que no pueden echar a perder. Por ejemplo, Alemania importa 30% de su gas de Rusia, y hay miles de empresas alemanas operando en Rusia; Francia tiene contratos para producir buques de guerra para Rusia; Londres es el mayor centro de operaciones financieras (junto con NY) y por ahí pasan transacciones millonarias de operaciones en Rusia; ayer apareció en The Guardian un documento filtrado en donde se decía que no se podrían imponer sanciones a Rusia de tipo financiero, porque los bancos tienen prestados millones a Rusia, y como dice la sabiduría popular: si debes poco dinero al banco, estás en sus manos; si le debes mucho, lo tienes en tus manos. Económicamente hablando Rusia es, como China, un lugar tan grande y tan atractivo para los hombres de negocios occidentales que tanto una como otra pueden darse el lujo de poner condiciones.
Tampoco la ONU tomará medidas, porque Rusia es parte del Consejo Permanente y vetaría cualquier resolución. Además, después de sopesar la situación, China decidió no alienarse con los occidentales y declaró que no tiene posición, automáticamente dejando el paso libre a Rusia.
Por otro lado, no nada más en Ucrania están disociados el pueblo y su gobierno. A pesar de que Angela Merkel ha amenazado a Putin con sanciones, la mayoría de los alemanes no son partidarios de sancionar a Rusia. Es curioso que les pese más a los alemanes la influencia de los Estados Unidos que el recuerdo de las guerras sangrientas que lucharon contra Rusia en el siglo pasado. En cambio, Putin cuenta con el apoyo absoluto de los rusos, quienes consideran hermanos a los habitantes de Crimea.
¿Dónde están los ucranianos en estas noticias? Lamentablemente, cada vez brillan más por su ausencia. Hay reuniones entre ministros de Rusia y EEUU, declaraciones de Alemania y de Francia, estudios sobre el pasado histórico de Crimea, etc., pero la realidad es que un problema que era estrictamente ucraniano: padecer un gobierno inútil y rapaz, se ha convertido en un problema mundial en donde todos opinan y deciden, excepto los ucranianos. La situación de Crimea, actualmente parte de Ucrania, se ha decidido en el Kremlin a pesar de los Estados Unidos.
15.3.2014
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