La sabiduría de los lenguajes

por

Fiodor Prestuplenievich Nakazanov,

Universidad de Odessa-en-el-Caspio

 

Abstract. El autor estudia un neologismo en español con la ayuda (involuntaria) de un matemático mexicano, y analiza su etimología, encontrando raíces y semejanzas en lenguas para las que no podría pensarse que hubiera deriva genética, aplicada a idiomas.


Por primera vez fue traída a mi atención, gracias a nuestra estimada colega S. A. Myshko, la enorme disparidad con que los diferentes lenguajes se refieren a la misma persona o al mismo objeto. El caso a la mano podría ser referido tanto como persona o como un objeto, puesto que su misma naturaleza produce por igual la impresión de estar frente a un ser humano, a una fuerza de la naturaleza, a un animal salvaje o simplemente a un mueble viejo olvidado hace mucho y nunca desechado.

S. A. Myshko se refirió al tema con su delicadeza proverbial: ella simplemente mencionó un viejo refrán ucraniano:

Si la suegra tiene un criterio ligero, nunca confiará en su nuera.

Yo le argumenté que esto no distingue entre criterios ligeros y criterios estrictos para una suegra, puesto que ninguna suegra tiene suficiente confianza en su nuera, y también que viendo el asunto desde cierta perspectiva, el criterio ligero es el mejor caso posible, puesto que un juicio severo añadiría odio a la ya existente falta de confianza. En este punto, nos embarcamos en una discusión de las distintas palabras utilizadas por varios lenguajes para designar el concepto de suegra.

Empezamos buscando en los diferentes lenguajes con los que estamos familiarizados. Como jefa del Departamento de Lenguas Extranjeras de nuestra universidad, S. A. Myshko había tenido experiencias previas tanto con opiniones de nuestro país como extranjeras acerca del tema. Por otro lado, es muy conocida la gran cantidad de Profesores Universitarios que sufren de angustia debido a la continua opresión de sus suegras, y puesto que cada semestre tenemos habitualmente dos o tres conferencistas invitados, era natural preguntarse cómo podría ser vivir sin una suegra, al menos por el pequeño intervalo de un trimestre o un semestre. Nuestras observaciones sobre este tema nos habían conducido a conclusiones erróneas, según lo averiguamos después. Por principio de cuentas, casi todos ellos venían sin su cara mitad, es decir, nada de esposa. Atribuimos al principio su semblante alegre y la alegría en el corazón de nuestros visitantes a la ausencia de la esposa, pero el destino nos dio la clave de la verdadera razón.


El año pasado a mitad del semestre, el Profesor Rodrigo Rodríguez de la UNAM, México, repentinamente recibió la visita de su esposa. El había estado en los mejores términos con todos nosotros, acostumbraba contar anécdotas acerca de su patria y le gustaba cantar Cielito lindo con una hermosa voz de barítono. Una vez intentó explicarnos qué es un huapango, pero nosotros no pudimos comprender ya que sabíamos que todas las canciones debían de tener un compás de 2/4 ó de 3/4, y él insistía en que el huapango usaba 6/8, y todavía peor, sincopado. La población masculina de nuestro departamento comenzaba a sudar, pensando cómo sería bailarlo al estilo Ruso, con ambas piernas dobladas, y tratando de mantener ese ritmo sincopado en 6/8. Gracias a Dios, esto sucedía únicamente cuando el Profesor Rodríguez tomaba más de 10 vasos de vodka, usualmente él era muy amable con todos nosotros y escuchaba con atención y con deleite a nuestras Romanzas rusas, mientras no tuvo aquí a la esposa. El origen de aquella terrible visita es como sigue.

Una tarde recibió una llamada telefónica, y nosotros escuchamos su conversación hablando en voz alta como si nadie fuera capaz de oírlo. Creímos que puesto que estaba hablando en español, se sentía seguro de que ninguno de nosotros podría entenderle. Pero nuestro viejo y buen profesor V.I. Nekrasov, estudioso eterno de ese idioma, se acercó como por casualidad a la escena, pero únicamente pudo declarar después que las palabras escuchadas eran muy diferentes a las de su método hágalo-usted-mismo, un viejo libro que había sido transliterado a caracteres cirílicos utilizando las palabras originales en Español, con un uso no estándar de los símbolos fonéticos. Más tarde descubrimos que la verdadera pasión del Prof. Nekrasov eran los escritos del rey Alfonso el Sabio, que gobernó en España en el Siglo XIII, y por consiguiente, él estaba esperando escuchar a un idioma hacía mucho tiempo olvidado y enterrado.

El Profesor Rodríguez perdió su alegría en el curso de esa conversación. Por pura suerte o por culpa de la fatalidad, se apareció también Olga Petrovna, jefa del Departamento de Contabilidad, que había estado en los mejores términos con el Profesor Rodríguez. Ella también perdió su alegría y la chispa que había en sus ojos, chispa que había sido adquirida pocos días después de que el Profesor Rodríguez llegó con nosotros. Parece que Olga Petrovna había puesto sus mejores esfuerzos para asegurarse de que nuestro visitante encontrara en esta Universidad tanto el disfrute literario como el regocijo personal.

El Profesor Rodríguez y yo éramos vecinos en la universidad; nuestras oficinas estaban contiguas, habíamos hecho buena amistad, y con toda ingenuidad había tratado de advertirlo de que la pasión verdadera de Olga Petrovna era cantar en su coro. Mi ingenuidad era doble: en primer lugar, él estaba bien enterado del gusto de Olga Petrovna por el canto, y en segundo, también sabía que su pasión no era el canto, sino que era el mismo Profesor Rodríguez. Los vecinos de la casa de Olga comentaban después que su voz había cambiado de alto a soprano, al menos algunas veces, al menos algunas noches, en aquellas felices épocas del recién llegado Prof. Rodríguez.

El Prof. Rodríguez regresó a su oficina después de la llamada telefónica, y el semblante amable de aquel amigo de todos nosotros había desaparecido. Con la debida precaución, me acerqué a él y le pregunté si tenía algún problema.

“¡Maldita storrrba, maldita sea!”

Што (shto)[1]?”

Fue lo suficientemente gentil como para traducir a mi idioma su exabrupto en español, y comentó que había dejado todo bien arreglado en su casa, que él estaría un año sabático completo con nosotros: con nosotros y nadie más que nosotros. Bueno, –yo pensé– principalmente con Olga Petrovna, pero esto no era el punto crucial. Añadió que para convencer a su esposa de permanecer sola con sus dos hijos, había invitado a su suegra a mudarse de Guadalajara a la ciudad de México temporalmente, para que permaneciera en casa con su esposa. De esta forma, él pensaba ingenuamente, su esposa podría estar cómoda y sin deseos de ir tras él en su sabático. Sin embargo, el hombre propone, Dios dispone, llega la suegra y todo lo descompone. Efectivamente, su suegra nunca había sentido simpatía hacia él, ella pensaba que podría haber elegido un hombre mejor (léase: más rico) para su hija, y de vez en cuando, en algunas Navidades, el Profesor Rodríguez y su suegra acostumbraban tener un altercado frente a algunas copas de vino, que terminaba únicamente cuando la señora abría sus regalos de Navidad, siempre y cuando fueran lo que había pedido. Y ahora, Deux ex machina, aquella miserable bruja había convencido a su hija de que sería lo mejor si pudiera ir detrás de su esposo[2], ya que la abuelita podría encargarse de cuidar a los niños por el tiempo que ella estuviera en el extranjero, no importa qué tan largo fuera. Yo le argumenté que Deux ex machina significa una intervención providencial o divina, no una acción del diablo, como ésta en particular parecía ser. Mi amigo asintió con tristeza, pero no le puso atención a mi desviación filológica.

El destino del Profesor Rodríguez para aquella noche era estar solo: ni su alocada esposa, a punto de llegar aquí, ni Olga Petrovna, que estaba ahora en el trance doloroso de regresar a su antigua voz de alto. Lo invité a tomar unas copas, y en la segunda botella le pregunté por aquella palabra en Español, storrrba, que ni la conocía ni la había escuchado antes. El campo de trabajo del Profesor Rodríguez era algoritmos computacionales en lingüística comparativa, y lo que él me enseñó en aquella velada en el bar fue al mismo tiempo una gota de conocimiento en el océano de los idiomas, y un torrente de sabiduría en el fluir de la vida humana.


Comenzó por citar la semejanza entre uno y el mismo concepto en los diversos lenguajes, empezando con el verbo español ‘estorbar’. En alemán es ‘stören’, en inglés es ‘to disturb’, en francés hallamos la palabra ‘obstruer’, aunque en este caso existe una desviación en su significado, es más bien algo como ‘poner un obstáculo para conseguir algo’, pero de cualquier manera, es un significado relacionado. Finalmente, en ruso, nosotros tenemos el verbo прелятсвовать (preliatsvovat), y podemos ver que en todos casos está la presencia de los sonidos ‘s’, ‘t’, and ‘r’. Nótese que son sonidos consonantes, los que de acuerdo a las últimas investigaciones son los que determinan el significado definitivo de las palabras. El Profesor Rodríguez conjeturó que la ausencia del sonido ‘b’ tanto en alemán como en ruso era debido más a la evolución particular de esos lenguajes que a la falta de una raíz común claramente obvia. Esta es una de las pocas palabras que en lenguajes tan distantes como los que estamos analizando, podemos encontrar ejemplos no triviales de palabras comunes. Otro ejemplo a la mano es ‘espejo’, aunque en este caso la semejanza se reduce al español, al alemán con ‘Spiegel’, y al ruso con ‘зеркало (zerkalo)’; vemos que las tres palabras tienen su raíz común en la palabra del latín ‘speculo’. El entusiasmo del Profesor Rodríguez por su campo de acción estaba a punto de explotar en una conferencia sobre una de las Epístolas del Apóstol San Pablo, donde uno puede encontrar cierta reminiscencia del Platonismo, de que sólo es posible ver al otro mundo ‘cum speculum[3]‘, pero con discreción le sugerí que regresáramos a nuestro tema de conversación, es decir, el futuro de su propia alegría y las habilidades recién descubiertas de Olga Petrovna como soprano.

Reencausado y resignado, él cuestionó por qué únicamente en español existe la palabra adecuada para el concepto preciso. Me citó la muy conocida expresión inglesa ‘mother-in-law’, y se quejó de que el inglés no hubiera sido capaz de encontrar una palabra simple para un concepto tan odioso, que había sido necesario, a pesar de los dramas y sonetos de Shakespeare, y a pesar de la aversión de los norteamericanos por las palabras de más de tres letras, utilizar una expresión en lugar de una sola palabra. Sin embargo, después de todo –continuaba explicando y suspirando – las palabras ‘in law’ traen una luz de esperanza para todos aquellos que sufrimos de esa enfermedad: podríamos llamar a nuestros abogados y de esa manera reconquistar nuestro estado anterior de felicidad, o simplemente torcer la ley, especialidad de esos señores. Me enseñó que el alemán es más sabio en este sentido que muchos otros lenguajes: la palabra adecuada es ‘Schwiegermutter’, que viene de otras dos palabras, algo frecuente en ese idioma: la primera palabra, obvia, es ‘Mutter’, pero la sabiduría germánica condujo a la elección de la raíz ‘schwieger’, que significa ‘difícil’ en su acepción antigua y presente en la palabra de uso común ‘schwierig’.

“Y dígame usted, ¿querido amigo, que hay más difícil en esta vida que una ‘Schwiegermutter’?”

“Una cruda, probablemente. Pero tiene usted razón, yo prefiero una cruda a una ‘Schwiegermutter’.”

“El más absurdo de los lenguajes en este sentido, es el francés: ¿qué clase de tonto podría llamar a una bestia, es decir, a una storrrba, con el término ‘belle-mère’? ¿Sabe usted lo que esto significa, Fiodor Prestuplenievich? ¡Quiere decir, ni más ni menos, que ‘mamá bonita’! ¡Los franceses deben de estar locos: en toda mi vida podría yo haber imaginado un sinsentido tan grande en mis estudios de filología, es seguro que el hombre más feliz de todos, Adán, no era un francés!”

“¿Adán? ¿Y por qué dice usted que no era francés?”

“Por principio de cuentas, Adán fue el hombre más feliz de todos, ya que no tuvo suegra; sabía que Eva no nada más lo fastidiaba a él, sino también a yernos y nueras. Si hubiera sido francés, hubiera usado de toda su autoridad para impedir que la llamaran con ese nombre ridículo.”

El consideraba que su opinión acerca del ruso no estaba totalmente determinada, puesto que la palabra ‘тёща (tioshcha)[4] estaba aparentemente relacionada con el verbo ‘тешить (tieshchit)’, que produce los significados ambivalentes de ‘divertirse uno mismo’, ‘confortar’, o ‘halagar’, y conjeturó que en este sentido, el ruso es un idioma sumamente cortés, puesto que oculta de las storrrbas el verdadero sentido de la palabra utilizada para designarlas.

“Sin embargo, querido Fiodor Prestuplenievich, quisiera hacerle una pregunta. Es algo penoso y atemorizante, y no sé si preguntarle.”

“Querido Profesor, ahora le pregunto yo: ¿podría haber algo más penoso y atemorizante que una suegra?”

“Probablemente su suegra y la mía juntas. El asunto es así: busqué en la sección rusa de la Britannica, busqué en la Taiozhnaia Encyclopediya[5] y en otros diccionarios de renombre, y no pude encontrar una palabra que por lo que veo, se ha transmitido en Rusia solamente por tradición oral. Me refiero a algo terrible, a algo sangriento, algo que me recuerda el yugo tártaro sobre Europa y el yugo todavía más fuerte de Iván el Terrible. En voz baja, y cuidando el secreto, dos o tres de mis amigos me han susurrado la palabra свекровь (sviekrov), que como usted sabe, viene de las dos raíces все (vsie) que significa ‘todo’, y кровь (krov) que se traduce en ‘sangre’. Lo terrible del caso es que este es otro nombre para la storrrba, dígame, ¿es cierto?”

“Hm, mi amigo” contesté en voz baja, “me obliga a hablar de lo que no quisiera… esa palabra se remonta a la época del Zar Iván IV, que vio morir en circunstancias misteriosas a su esposa Anastasia, la única persona a la que realmente amó, y en su dolor y en su delirio culpó a todos de su muerte, incluyendo a su storrrba. Mi padre me decía que oyó a mi abuelo contarle que el primero que pronunció la palabra maldita fue precisamente Iván el Terrible. Es una palabra que ha sido proscrita de los diccionarios, pero ya ve usted, los rusos amamos nuestras tradiciones, eso explica nuestro apego a las palabras; además, adentro de cada ruso hay un tártaro, y seguramente esto nos impide sacar a la storrrba de nuestra casa, ya que necesitamos ver algo terrible todos los días. O quizá también podríamos pensar que todas las suegras tienen pasaporte tártaro.”

Mi intención había sido aligerarle el momento a mi amigo, pero terminamos tocando estos temas en una forma tal que me hizo ver que su pena estaba bien documentada, es decir, no hablaba de un sentimiento personal ni pasajero sino de algo que probablemente perteneciera al Inconsciente Colectivo de C.G. Jung. Vivimos unos penosos momentos de silencio, pero la reacción posterior de mi amigo me hizo comprender que la tradicional resignación rusa se aplica equivocadamente en forma exclusiva a mi pueblo, debería más bien ser patrimonio de todos los hombres casados: el Profesor había asimilado su pena y brincó, igual que el Zar Iván, de la depresión a la exaltación.

“¡Oh, pero el español, mi querido y sonoro lenguaje, este es verdaderamente una perla de sabiduría! La palabra española correcta es ‘storrrba’, y usted puede ver aquí, Fiodor Prestuplenievich, el significado claro de la palabra: storrrba significa algo que estorba, ya que viene del verbo ‘estorbar’, algo así como molestar profundamente, al menos en este caso en lo particular. ¡Y por supuesto que ellas molestan profundamente! Oh, yo pensaba que cuando estaba en México, los 600 km de distancia entre Guadalajara y la ciudad de México eran suficientemente grandes, y efectivamente lo eran. Pero equivocadamente pensé también que aquí, en esta hermosa Universidad y con tantas y tan hermosas cantarinas compañías, esos varios miles de kilómetros desde este lugar hasta mi patria serían una barrera suficientemente grande para contener a la bestia, al demonio, a la peor de todas las criaturas humanas, hija de Satán y madrina del Infierno. Y ahora usted ve, mi amigo, una storrrba no necesita estar aquí para arruinar completamente el asunto: ella simplemente convenció a mi esposa, o quizá bastó con sugerirle, que sería en el mejor de nuestros intereses que ella y yo estuviéramos juntos ¿Juntos? ¿Y para qué? ¡Ella no canta ni siquiera Cielito Lindo, ya no digamos esa hermosa canción rusa Adiós ciudad querida[6]! ¡Olga Petrovna verdaderamente canta como un ángel, ella me hace reír y llorar cuando canta, ella trae el Cielo a esta Tierra con su voz!”

En la tercera botella, citó un hecho sumamente interesante: ‘storrrba’ es la única palabra en español que utiliza tres ‘r’ seguidas. El resto de las palabras que incluyen esa letra, o bien usan una simple ‘r’ o dos de ellas: ‘rr’.


Al siguiente día, yo preguntaba por qué nuestros refranes son tan largos, como grandes son nuestras palabras, y me cuestionaba:

“¿Por qué hay necesidad de decir si la suegra tiene un criterio ligero, nunca confiará en su nuera, cuando uno podría decir sencillamente storrrba?”

Traté de confortarlo cuando lo encontré en la oficina, compartiéndole la tristeza muy rusa: en nuestro idioma hay dos palabras relacionadas entre sí, una utilizada enfrente de los niños y otra pronunciada únicamente entre amigos. Ambas palabras se refieren a la misma mujer, la madre de la esposa, que invariablemente vive con uno en casa: бабушка (babushka) y баба-яга (baba-iaga)[7]. Pero estaba tratando en vano: él tenía que aguantar ahora tanto la cruda como a su storrrba.

ERRATUM

La palabra aceptada en español para el concepto que hemos estado analizando es ‘suegra’, que no tiene raíces identificadas. Uno podría pensar, de cualquier manera, que el mismo Diablo ha colocado esta palabra en el idioma Español.

La palabra ‘storrrba’ es un neologismo que el Profesor Rodríguez (invadiendo una especialidad que no es la suya) está tratando de volver de uso común; ha enviado varias cartas a la Real Academia de la Lengua Española, argumentando y sugiriendo la adopción de esta palabra en la siguiente edición del Diccionario de la Real Academia. Hasta la fecha, no ha tenido éxito.

Odessa-en-PontosAxenius, 27.12.2007



[1] ¿Qué?

[2] Es interesante notar el verbo Ruso замуж (zamuzh), que significa ‘casarse’, que está referido sólo a las mujeres, puesto que una traducción literal significa ‘ir hacia un hombre’. El autor se pregunta si la suegra del Profesor Rodríguez podría estar enterada de esta palabra rusa, y por consiguiente, si pudo haber hallado apropiado para su hija que fuera hacia su hombre.

[3] Como a través de un espejo.

[4] Storrrba.

[5] Enciclopedia de la taigá.

[6] El título original es Прощай любимый город (proshchai liubimiy gorad)

[7] Abuelita, y mujer devoradora, respectivamente.