En diciembre de 2012 hubo la enésima matanza de civiles en Estados Unidos; esta vez, el adolescente emproblemado Adam Lanza tomó las armas que su madre guardaba, la mató, fue a la escuela donde ella daba clases y mató a más de veinte niños. También en 2012, otro hombre mata a doce personas y hiere a más de cincuenta en un cine en Colorado. Y así ad nauseam, continúa la historia de matanzas de civiles inocentes en manos de personas que pudieron procurarse armas porque la 2ª enmienda a la Constitución de EEUU permite a los ciudadanos portar armas, y porque en la administración Bush tuvieron a bien relajar los controles para poder vender rifles de asalto, y porque todas las administraciones han considerado a esa enmienda tan sagrada como la Constitución.
Las armas han servido desde siempre para un propósito fundamental que es herir y matar; el hombre primitivo se defendía de las fieras con cuchillos de piedra, y luego fue refinando las armas y el destinatario, cuando surgen las guerras, nombre heroico para decir que un país quiere apoderarse de algo que pertenece a otro país; todo esto surge con la carga de violencia que el hombre, animal al fin, cuenta entre sus genes, disfrazados o mezclados con el instinto de supervivencia. Los impulsos de violencia pueden aparecer por muchísimas razones en la sociedad moderna: desprecio a sí mismo, desempleo, la novia lo dejó, no consigue trabajo, el maestro lo reprobó, está deprimido, etc. Sin que sea coincidencia, la inmensa mayoría de estas matanzas han sido perpetradas por varones, lo mismo que la inmensa mayoría de los ejércitos están integrados por varones.
La 2ª enmienda (1791) surgió en una época en que las fronteras de EEUU estaban definiéndose y los blancos establecidos en la costa Este se habían lanzado a la conquista del Oeste, habitado por tribus “hostiles” que atacaban a los blancos que llegaban a establecerse (y de paso a acabar con ellos) en los territorios que habían sido suyos por siglos. Ley hecha por los blancos y para los blancos, se justificaba, desde la óptica de los blancos, por las condiciones de aventura y peligro que imperaban en muchas zonas de Estados Unidos. Los norteamericanos se habían organizado en “milicias”, ejércitos de ciudadanos que podían conformarse para un fin específico, digamos defender una población que estuviera en la frontera, y se necesitaban las armas para esa defensa. Dos siglos después, con ciudades y carreteras y policías en todo el territorio de EEUU, las condiciones han cambiado drásticamente con respecto al peligro constante en que podían encontrarse los primeros pobladores, pero la Suprema Corte ha sostenido la facultad de los individuos de poseer y portar armas, y algunas administraciones han inclusive abierto la puerta a la venta a civiles de armas tradicionales del ejército o la policía, como los rifles de asalto (AR15 y AK47, por ejemplo).
¿Qué hay detrás de este asunto? Dos puntos principales, en mi opinión. El primero es la violencia que todo humano tiene guardada en su pecho, mezclada con el instinto de supervivencia, y que en ocasiones extremas puede servir para defender su vida o la de sus seres queridos; con los años, con el establecimiento de sociedades regidas por la ley, con policía en cualquier país, la necesidad de defender violentamente la vida o la propiedad ha bajado muchísimo, pero está latente dentro de cualquier humano y de cualquier manera no podríamos borrar en unos 500 años los millones de años que le llevó al hombre evolucionar hasta el estado actual.
El otro asunto es el dinero, con dos grupos que se benefician. El más obvio son los fabricantes de armas, que con su poderoso grupo de lobby en Washington, agrupados en la NRA (national rifle association), se las arreglan para convencer pacíficamente –irónicamente: sin armas- a los legisladores para que se siga permitiendo la posesión y la venta de armas. El otro grupo son todos los creadores de espectáculos que lucran con la violencia, porque al igual que el sexo, el romanticismo y la risa, son los temas que más atraen el público al momento de promover un espectáculo: película, serie de tv, video juego. Puede alegarse que estos espectáculos sirven para que el humano encamine su violencia como espectador de cine y no como actor en una matanza, pero mi opinión es que la omnipresente violencia en los espectáculos se convierte, por su abundancia, en una invitación inconsciente a ejercerla, más que una vía para fugarla como espectador.
Naturalmente, cada vez que hay una tragedia como la de Connecticut se da un ritual de desgarramiento de vestiduras en todo EEUU, y esta vez hasta el Presidente Obama derramó algunas lagrimitas por los pobres niños inocentes. Pero todo sigue igual. Montones de artículos y editoriales donde expresamos nuestra opinión con mayor o menor énfasis sobre lo que hay que hacer, mientras los de la NRA se desaparecen durante un tiempo, guardan perfil bajo mientras se pasa el escándalo y al final todo continúa como estaba antes de que Adam Lanza asesinara a los niños de esa escuela.
Irónicamente a las armas, diseñadas explícitamente para herir y matar, se les permite la venta, y a la mariguana no, que es una sustancia relativamente inocua entre las muchas cosas a las que recurre el humano para sentirse mejor. La lección que obtenemos es que en la sociedad norteamericana pesa más el poder de la NRA que la amenaza hecha realidad con harta frecuencia de que algún loco (como los hay en todo el mundo) pueda disponer de un arsenal (como sucede precisamente en EEUU) y decida matar civiles inocentes.

Comentarios

Violencia y armas — 1 comentario

  1. Ciertamente, la violencia que subyace en el ser humano sigue aflorando día a día y no existe en la intención de los grupos de poder contribuir con uno de los fines de los Estados Soberanos: procurar la paz y felicidad del ser humano.
    Pero no podemos únicamente hacerlos responsables de ese triste devenir; también nostros, quienes nos consideramos masa crítica somos un tanto responsables pues en cuanto nos volvemos, olvidamos. Esa mala memoria se convierte en cómplice de la violencia.

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