1-El problema.

El internet ha crecido tanto, que en menos de 25 años contiene ya todo el saber que la humanidad ha construido o descubierto durante siglos. Es un logro extraordinario y comunitario, puesto que ni hay un inventor ni un dueño ni un usuario ni un autor: hay muchos, en cada área. El internet es la Biblioteca de Alejandría del siglo XXI, la que soñó Borges para Babel y la que incendió Jorge de Burgos, en un afán increíblemente contrastante entre el hombre de saber y su desdén por la risa; me refiero a El Nombre de la Rosa (Humberto Eco), que le recomiendo leer.

De los ejemplos que mencioné, el más parecido al internet es la Biblioteca de Babel, por la sensación de desesperanza que embarga al que entra a un sitio cualquiera y siente que al lado –porque podría estar al lado- se encuentran otro sitio y otro usuario, de los que acaso nunca sabrá el nombre. Perdido en esas galerías hexagonales está el conocimiento del hombre, los libros que se han escrito y los que en este momento sus autores envían en manuscrito para que el editor los revise. Están los libros que vende amazon y los que circulan en copias piratas, están los discos de música y las películas, también en originales y en copias piratas. Están sitios que venden medicinas en Canadá sin las restricciones de EEUU, y que son enviadas a EEUU para zanjar un obstáculo legal. Está toda la propiedad intelectual del mundo, mejor o peor protegida, porque como decía Sherlock Holmes el candado que un hombre inventa, otro hombre lo podrá abrir.

La propiedad intelectual es el fruto del trabajo del hombre, lo mismo que una cosecha, la mesa del carpintero o el jarro de un alfarero. Quien produjo un bien es en principio el dueño de ese bien, y es a quien corresponde gozar su destino. Lo mismo que el agricultor reclama el pago de su cosecha, el escritor o compositor tiene derecho a reclamar el pago por la reproducción impresa o en CD de una obra suya. O los inventos científicos, que cada vez son menos de los individuos y más de los grupos o compañías, también una nueva fórmula química para tratar la gastritis o reducir el colesterol son susceptibles de derechos de autor, el concepto que otorga la propiedad intelectual y los derechos comerciales sobre un bien, un producto, una fórmula, una creación, un producto de software.

Tomemos el ejemplo de los libros. Hace mil años se escribían a mano, y era labor honrosa copiar un libro; honrosa y apreciada, porque ayudaba a preservar el conocimiento. Luego vino la imprenta y durante unos quinientos años, es decir, desde 1450 hasta 1970, cuando las fotocopiadoras fueron de uso extensivo, el problema del copyright para los libros no era muy fuerte puesto que replicar un libro significaba pasar por el laborioso y costoso proceso de imprimirlo. A partir de las fotocopias la historia cambió, y muchísimo más con la tecnología digital, que permite guardar en archivo PDF cualquier libro, almacenarlo en una memoria USB y traer en la bolsa del pantalón la Enciclopedia Británica de marca pirata. Este acto de piratería es posible porque hay un proveedor pirata, un sitio en internet que tiene una copia no autorizada de la EB y permite que cualquiera descargue la copia, gratis o a un precio ridículo. Lo mismo sucede con las canciones (si se hiciera un censo de las discotecas de las radiodifusoras del país, probablemente encontraríamos un 80% de canciones piratas) y con las películas, y con las partituras, y en general con todo lo que se pueda meter en una memoria USB.

Libros, canciones y videos, películas y software son los productos pirateados por excelencia. También, humildemente, encontré el otro día que un artículo mío (Autos Ecológicos) estaba ofrecido en cierto sitio para beneficio de los estudiantes de preparatoria o universidad, sin que yo lo hubiera aprobado; también yo me puedo sumar a la lista de los autores pirateados.

2-La reacción.

Naturalmente, los autores y las comercializadoras de obras están preocupados, porque la piratería les quita el negocio. Mi opinión es que esta preocupación es legítima, y que lo mismo que respetamos el coche del vecino, aunque nos cause envidia, tenemos que respetar el producto del intelecto de los autores. En México esa preocupación no existe. Si los políticos se roban lo que se roban, si de repente Coahuila aparece endeudada con $35,000 millones que no se sabe dónde están: ¿quién va a apurarse por una copia pirata de $100 del Dr. House? Y así, tenemos desde hace años la flagrancia a la vista de las autoridades en el Eje Central, en Tepito, en la Línea de Fuego (Aguascalientes) y en todos los mercados de pulgas de todo el país. Con el nivel de destrozo que los mexicanos vemos que se hace a nuestras leyes (nombre usted el área que quiera), la piratería es casi un acto de misericordia.

Pero los norteamericanos no piensan así, ante todo porque ahí están los grandes productores de libros, CD, DVD, BluRay, software, etcétera, porque las empresas están autorizadas por ley a hacer contribuciones a las campañas políticas, lo que inevitablemente se convierte en una deuda de honor por parte del congresista elegido con su ayuda. Las empresas presionaron, algunos legisladores prepararon sus proyectos de ley, y los presentaron en las cámaras: SOPA y PIPA, para la Cámara de Representantes y para el Senado; el acrónimo no tiene interés, el sentido es lucha contra la piratería informática.

Hasta ahí, estoy de acuerdo, porque el objetivo oficial de SOPA es promover prosperidad, creatividad, espíritu emprendedor e innovación por medio del combate al robo de propiedades de (ciudadanos de) EEUU, y para otros propósitos.” Si le quitaran los otros propósitos estaría bien, pero así como no hay asamblea sin “puntos varios”, así tampoco hay ley sin “otros propósitos”, que deja la puerta abierta a lo que sea.

El problema de la piratería está bien identificado en teoría:

El principal objetivo de estas leyes son los sitios en los que cualquier persona puede subir cualquier material y dejarlo ahí a disposición del público, como Youtube y Megaupload. Estos sitios se convirtieron en negocios billonarios de la noche a la mañana, porque millones de personas pusieron a disposición millones de libros, videos, canciones, películas, software, etc., y se pueden ver, escuchar o bajar sin costo. El negocio oficial de estos sitios es la publicidad que ellos tienen, porque el internet es también una gigantesca pared en donde hay millones de anuncios. No recuerdo la cifra, pero los creadores de Youtube vendieron los derechos de su sitio en algo así como US$1,600 millones, cuando les había costado 100,000 dólares. Estos negocios tienen tres fuentes de financiamiento. La abierta son los anunciantes, la oculta son los propietarios de derechos de autor de las obras que ahí circulan sin pagar cuota. Y algunos sitios (como Megaupload) tienen una fuente de ingresos abiertamente ilegal, puesto que cobran por utilizar sus servicios y copiar contenidos protegidos.

Además de esos sitios, la segunda fuente más notable de piratería es el tráfico personal de obra intelectual: grabar un disco que nos prestaron, copiar el PDF de un libro, conseguir el Windows 7 pirata, etcétera.

Estas fuentes de piratería son dos mundos diferentes en cuanto a la ley se refiere. En teoría es lo mismo, pero  en la práctica ninguna policía de ningún lugar va a poder rastrear el robo hormiga de propiedad intelectual que se hace de persona a persona, así que las autoridades norteamericanas no pierden el tiempo con los individuos y  se van contra las empresas en el internet que trafican o facilitan el tráfico de obras sujetas a propiedad intelectual sin pagar cuota, y juntan en esta cacería a empresas que hacen otras cosas que no les gustan a los EEUU, como las campañas de anuncios de farmacias y compañías farmacéuticas en Canadá para vender medicinas sin receta a los norteamericanos. Esto último, entre paréntesis, no tiene nada que ver con derechos de autor.

Si el objetivo de estas leyes fuese realmente el combate a la piratería, la solución ya la tienen las autoridades. Estos últimos días salió la noticia de que en Nueva Zelanda arrestaron al dueño y a otros colaboradores de Megaupload (usted hubiera podido encontrar ahí cualquier cosa, pero ya lo cerraron), y están esperando ser extraditados a EEUU para ser juzgados por piratería informática, lavado de dinero y lo que resulte. Esta acción se dio después de que oficialmente fuera postergada en forma indefinida la discusión de esas leyes, es decir, las autoridades norteamericanas NO necesitan ni la SOPA ni la PIPA para combatir la piratería.

3-El lobo con piel de oveja.

Las leyes se propusieron como una serie de medidas extremadamente torpes que no pretenden atacar la piratería, sino dar autoridad al DOJ (Department of Justice) para controlar la misma existencia de sitios que a juicio de las autoridades violen alguna ley. En la práctica, como lo veremos, le da mano libre al DOJ para clausurar sitios cualesquiera con el pretexto de actividades anti-algo, y ya después se ocuparán de darle sustento al “algo”. Por mientras, ya cerraron el sitio.

La ley SOPA da un procedimiento sencillo para cerrar un sitio. Alguien que tiene derechos de autor sobre una obra detecta (o cree detectar) que el sitio X está violando sus derechos. Presenta una queja, y los que se anuncian en X y los que proporcionan servicio a X (por ejemplo, hospedaje) tienen que suspenderlo, lo que equivale a cerrar el sitio X. No se ha visto si efectivamente X es culpable o no, pero de momento ya se cerró. La ley da además inmunidad a los que tomen acciones contra X (no podrán ser demandados por X), y en resumen la situación de X es que en la práctica ha sido declarado culpable sin previo juicio, porque todas estas maniobras tienen un matiz previo a cualquier juicio. En otras palabras, X es culpable hasta que demuestre su inocencia, y no puede desquitarse demandando a nadie.

Habiendo entrado X a la lista negra de sitios bloqueados, los buscadores como google, yahoo, bing, tienen la obligación de quitar el nombre de X de sus sistemas, es decir, no podrán facilitar a ningún usuario de internet encontrar a X, y en caso de que X haya encontrado un hospedaje diferente y ahora esté en una nueva dirección, los buscadores tienen obligación de bloquear el acceso a X. Si no lo hacen, se hacen sujetos a acción legal.

Esto significa que SOPA quiere que los propietarios de derechos de autor, las compañías que los representan, las compañías de hosting,  y los grandes rastreadores le hagan el trabajo sucio al DOJ, logrando lo que aparentemente es el objetivo, es decir bloquear el sitio. Mientras son peras o son manzanas, es decir, mientras llega el juicio, veredicto, apelaciones, es decir, muchos años, el sitio X está cerrado. “Por lo pronto,” dirá el DOJ, “no es una situación permanente”. Pero en la práctica, X pasa a ser un cadáver como empresa.

Si hubiese dudas de mi argumento, considere usted que SOPA prevé autoridad para el Abogado General de EEUU a fin de que pueda bloquear el servicio de DNS (Domain Name Server) para los sitios ofensores. Aquí un tecnicismo es requerido: los sitios no son identificados internamente por su Nombre de Dominio, como google.com, wikipedia.org, elpiratafeliz.com, sino por su dirección IP, que es un conjunto de números con el que se identifica cada sitio/usuario en internet. Un DNS lo que hace es traducir ese nombre, por ejemplo google.com, en su dirección IP, 74.125.227.112. Esta dualidad existe principalmente para comodidad de los humanos, y también porque las direcciones IP pueden variar, pero usualmente el nombre de dominio no cambia. Si el Abogado General puede ordenar a los ruteadores que bloqueen el servicio de DNS para un sitio, significa que todo el tráfico que fuera a dar a ese sitio se bloquearía, lo que equivale a cesar la actividad del sitio.

4-Los argumentos en contra.

Todas estas medidas despertaron una enorme movilización mundial, empezando por la misma Casa Blanca, declarando que “no apoyaría ninguna ley que redujera la libertad de expresión”. En mi opinión ese es el problema central. Las autoridades norteamericanas no tienen ninguna necesidad de SOPAs ni de PIPAs para combatir la piratería, como lo prueban los arrestos de Megaupload. Estas leyes pretendían pasar un strike, dando a las autoridades manga ancha para que bloquearan sitios que fueran perniciosos a sus intereses, un paso más hacia el intento de EEUU de ser el policía del mundo.

Las quejas son básicamente el poder excesivo a las autoridades, y la impunidad con que los particulares podrían bloquear a otros sitios (hasta que el sitio bloqueado probara su inocencia), otorgando inmunidad a los bloqueadores.

Una queja importante también es la cuestión de la jurisdicción. El congreso de EEUU puede votar leyes obligatorias en EEUU, pero no en el resto del mundo, pero estas leyes están plagadas de ambigüedades en donde se “autoriza” a emprender acciones legales inclusive contra sitios hospedados en otros países. Si usted tenía dudas de que algunos norteamericanos piensan que pueden legislar en el mundo, ahí tiene una prueba.

Por otro lado, en mi opinión los legisladores no saben contar. Llevar a cabo la aplicación de estas leyes obligaría al monitoreo efectivo de los millones de sitios que hay, con los trillones de contenidos que tienen, con los cuatrillones de accesos y viajes de paquetes de información a través del internet que diariamente se dan en el mundo. No hay recursos para realizar eso, ni siquiera en el DOJ. A la mejor no son cuatrillones, pero de todas maneras no les alcanzan los recursos.

Las leyes SOPA y PIPA se convirtieron en cadáver, afortunadamente, en vista de las protestas mundiales organizadas el 18.1.2012.

5-Hipocresía

Hay dos apuntes de hipocresía en este intento de legislar que a mí me parecen relevantes. El primero tiene que ver con la pretendida ley para impedir que alguien “le diera la vuelta al bloqueo de DNS”. Como mencioné arriba: si a un sitio X le ponen su Nombre de Dominio en la lista negra, él puede buscar un nuevo hospedaje y una nueva dirección IP. Esta nueva dirección está recién salida del horno y no está bloqueada, y sus visitantes al sitio podrían llegar a través de la nueva dirección IP. Los ruteadores tendrían la obligación de impedir que esos visitantes “le dieran la vuelta al bloqueo de DNS” accediendo a la nueva dirección IP. Ahora bien, resulta que las mismas autoridades norteamericanas hacen exactamente eso, apoyando a grupos que se oponen a autoridades en países que EEUU considera autocráticos (al criterio de EEUU), y proporciona soporte técnico, financiamiento, etc., para que puedan esos grupos superar los bloqueos que les imponen sus respectivos gobiernos. Nos encontramos con la curiosa situación de que la misma acción, cuando es realizada por el gobierno de EEUU sería legal, pero si la hacen los ruteadores privados, sería ilegal.

El segundo punto de hipocresía es más serio. Todo este movimiento se hace para proteger los derechos de autor, es decir, el dinero de las empresas e individuos que poseen derechos de autor. Se llegan a extremos como dar autoridad a civiles para bloquear a otros sitios (previa denuncia de algún propietario de derechos autor, como decía arriba) y les otorga inmunidad a los civiles bloqueadores para que después no vayan a ser demandados. Este es el componente vigilante que tiene la ley. Todo esto eso es oficialmente para impedir que haya daños económicos a las compañías. Los dueños de un sitio donde se pueda bajar mercancía pirata sin que los dueños del sitio cobren, pueden alegar que ellos facilitan el lugar pero no son responsables de lo que hagan los usuarios, subir y bajar mercancía pirata. Sin embargo, tal sitio sería bloqueado y sus dueños perseguidos. La hipocresía aparece cuando se observa que los fabricantes de armas (EEUU es el proveedor mundial número uno) alegan que ellos venden las armas pero no las disparan, por lo tanto no son responsables de los daños y muertes causados. Sin embargo, no creo que necesite argumentar sobre el hecho de la enorme cantidad de vidas que se pierden gracias a esas armas de las cuales los fabricantes no aceptan responsabilidad en cuanto a su uso. En otras palabras, todo este asunto de la SOPA nos dice que para las autoridades norteamericanas es válido que las compañías se quejen que la piratería les hace perder millones, y haya necesidad de legislar contra los piratas. Pero las quejas de todo el mundo contra las armas norteamericanas, contra las acciones como Rápido y Furioso, son desechables porque hablan de un bien menor que el dinero, que es la vida humana.

Nota. Agradezco a mi hijo Rodrigo, quien conoce de computación mucho más que yo, su ayuda en la revisión de este artículo.


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