Aleksandr S. Pushkin (?)
Diario Secreto 1836-1837
Editorial Funambulista, Madrid, 2011
229 páginas
Traducción al español: Olga Volkonskaya
La obra empieza como novela política, un emigrado de la URSS a Estados unidos tratando de sacar de contrabando un texto original de Pushkin, recibido con mano trémula por el contrabandista, las dificultades para leerlo en el tren y la reflexión de que aunque el autor tuviera muerto siglo y medio, seguía siendo ídolo en Rusia por lo tanto intocable. El prólogo relata los problemas y el riesgo de cárcel que tuvo que arrostrar el contrabandista; ya la propia editorial había encabezado el volumen con la advertencia de que el diario secreto es una obra “de culto” y pero de paternidad discutible, que a pesar de todo valía la pena publicarla en español. Todo sería aceptable, si llegando al diario nos encontráramos a Pushkin; su lugar lo ocupa alguien que escribe tan bien como el autor del prólogo, posiblemente también de la advertencia, pero no pude encontrar al maestro.
Pushkin era famoso por la multiplicidad de significados por darle a una expresión, por la enorme variedad de expresiones para referirse a la misma idea, por su habilidad para convertir en poesía los asuntos más triviales de la existencia. El diario es una descripción larguísima, repetitiva, y sin talento de todo lo relacionado con el sexo; apoyándose en el hecho comprobado de que Pushkin era un Don Juan, que no despreciaba a mujer rica ni pobre, ahora es dotado también de la capacidad de sentir atracción, pasión, ardor, deseo y frustración por cualquier mujer. Se convierte a Pushkin en un adolescente que no tiene lugar en su cabeza ni en su corazón sino para las conquistas amorosas, alguien que se levanta, desayuna, va al teatro, a los bailes, a dondequiera, con un único propósito: tener sexo con alguna mujer, de preferencia que sea por primera vez con la dama en cuestión, porque al cabo de unos pocos días se aburrirá, la pasión por ella morirá y tendrá que buscar nuevas conquistas.
Yo creo que en la vida de todo hombre existen episodios como los descritos en el diario, pero también hay muchas cosas más; si el hombre está dotado de genio, hay muchísimas cosas más. Pushkin tenía grandes preocupaciones además de las ansias sexuales, por ejemplo la falta crónica de dinero, pero éstas son referidas brevemente, como por cubrir un expediente, no con el realismo de quien verdaderamente las padece, ni con la habilidad de un maestro para narrar con arte. De acuerdo al diario, Pushkin era un garañón, y nada más; cierto es lo primero, pero muy incompleto lo segundo.
El hecho que llevó a Pushkin a su muerte prematura en un duelo fue su mala suerte de haberse casado con la mujer más hermosa de San Petersburgo, que también era una de las más tontas y superficiales, Natalia Gonchárova; fue una suerte que se buscó, porque ejerció al máximo sus dotes de conquistador para convencerla y convencer a su madre de ese matrimonio. Según el diario, perdió el interés por ella rápidamente, un mes bastó; después empezaron y reaparecieron los problemas cotidianos: discusiones, inhabilidad para entenderse entre un genio y una mujer poco inteligente, dinero, el gusto de ella por asistir a los bailes y por ser halagada y asediada por un gran número de hombre, entre ellos el zar Nicolás I. Apareció entre estos hombres el más hermoso de todos, D’Anthés, un francés que había sido adoptado por un noble ruso y que consiguió un puesto en el ejército, que era muy buen bailarín y que empezó a cortejar a Natalia. Los celos provocados en Pushkin lo llevaron a un duelo con D’Anthés, en donde perdió la vida.
El diario analiza estos hechos, pero de la forma más insulsa posible: lo mismo que había relatado con palabras explícitas la imagen y las bendiciones que lo esperaban en cualquier sexo femenino, ahora repite que odia a D’Anthés, que siente celos por él, que por su honor y el de su familia tiene que retarlo a duelo, que seguramente morirá pero que esta vez no le temblará la mano al apuntar su pistola. Los celos, esa versión posesiva del amor, aderezada siempre con sentimientos de inseguridad e inferioridad, es campo extraordinario para producir obras maestras: Otelo de Shakespeare, y En busca del tiempo perdido de M. Proust son dos ejemplos de lo alto que puede llegar la literatura cuando habla de celos; Pushkin no era inferior a Shakespeare ni a Proust, pero el que escribió ese diario simplemente tomó como referencia hechos conocidos en la vida del maestro, y los unió con rayas, líneas rectas que recuerdan los dibujos hechos a partir de puntos numerados y la instrucción de unirlos mediante rayas; así de burda es la descripción de los celos, de las escapadas que hacía para escapar de los celos, de lo que pensaba de Natalia cuando ya no la deseaba él pero seguía siendo la más deseada para todos los demás.
Terminé el diario a pesar de mi fastidio, porque es frecuente que se utilice la figura de un gran personaje para crear, bajo su nombre, obras que desmerecen; aunque el arte mayor de Pushkin, su poesía, llegue al español pálida y desplumada, hay algunas obras en prosa que podemos apreciar y comparar con este pretendido diario. Es una obra tan mal escrita, que no excitaría ni a un adolescente. No encontré a Pushkin ahí, excepto como presunto autor.