Plaza & Janes, Barcelona 1983, 192 p.
Traducción del alemán: Genoveva Dieterich
Günter Grass es uno de los más importantes escritores alemanes en la actualidad. Nació en Danzig en 1927, en una región que había estado disputada durante siglos entre Alemania y Polonia, y que fue el pretexto para que Hitler invadiera Polonia en 1939 y desatara así la Segunda Guerra Mundial. Producto de sus experiencias en la guerra, Grass escribió El Tambor de Hojalata, una visión descarnada de la población civil en tiempos de ese conflicto. Ganó el Premio Nobel de Literatura en 1999.
Encuentro en Telgte también es una obra de guerra: el autor utiliza una reunión que sí existió, al final de la Segunda Guerra mundial, en que Alemania se encontraba disminuida y partida en dos, y ni los alemanes ni sus escritores sabían lo que iba a pasar más adelante con su país ni con su idioma, puesto que en ambos lados se escuchaban los correspondientes discursos de los victoriosos, cada quien ponderando sus propias virtudes y denostando en palabra y obra al pueblo alemán, perdedor. Esta reunión se dio en 1947, convocada por Hans Werner Richter, y dio origen a la creación del Grupo del 47, una especie de unión de escritores alemanes interesados en el futuro de su país.
Inspirado por esa reunión real, Grass inventó una reunión, también de artistas alemanes, que sitúa en 1647. Hay un gran paralelo entre las dos fechas, puesto que Alemania estaba saliendo entonces de una guerra igual de devastadora, que los países europeos libraron en Alemania porque las circunstancias políticas hicieron que en ese territorio estuviera concentrado el movimiento de la Reforma Protestante y la lucha de las potencias católicas por recuperar lo perdido para su propia causa. Como todas las guerras, el interés de fondo era la dominación territorial y las riquezas, y no las convicciones: en este caso eran los Habsburgo, que dominaban España y Austria, contra los países protestantes ayudados por Francia.
A pesar de estos antecedentes tan impactantes, el relato de la reunión en Telgte (una ciudad real, al noroeste de Alemania), transcurre en medio de las preocupaciones materiales del alojamiento, la comida, la lengua y la música; no hay una obsesión morbosa por el futuro de Alemania y su cultura, sino la preocupación natural de los escritores y poetas, que habiendo sido bendecidos con el uso del idioma, dan salida a sus preocupaciones con bromas, chistes, discursos en verso y en risa, noches pasadas con las sirvientas de la posada donde se alojan, y comidas.
La comida juega un papel importante en esta novela. Dice Cecile Verónica Wedgwood en su historia de la guerra de los 30 años que la entretención principal de los alemanes en esa época era comer hasta hartarse, y luego seguir comiendo. Wedgwood es inglesa y se siente su disgusto al leer esta referencia, pero Grass es alemán y sabe encontrarle el lado amable y pintoresco a esta afición (que los alemanes tenían muy descuidada por los estragos de la guerra).
El libro es terriblemente divertido. Está basado escritores de aquella época, que reunían a los cuatro puntos cardinales y a las tres religiones que peleaban entre sí; Grass tiene el talento de encontrar el lado chusco a las diferencias de cultura y de religión, y en vez de hacer una descripción de discusiones ideológicas, presenta lo ridículo de esas divisiones, a la vista del estado que tenía Alemania después de 30 años de matanza y saqueo.
Uno de los escritores mencionados es Grimmeslhausen, autor del Simplicissimus, un personaje análogo al Periquillo Sarniento de Fernández de Lizardi: un joven del pueblo, pícaro e ingenioso, que sobrevive como puede y que ilustra, con sus aventuras y los personajes que trata, el mundo de su época. Grimmelshausen es en Telgte un soldado encargado de procurar alojamiento, comida, diversión, y engaño; es escritor a futuro que se nutre de esas experiencias. La comida final, obra maestra del engaño, es una secuencia larga e hilarante, una especie de risa de alivio para todos aquellos escritores después de haber presenciado tantos años de destrucción.
Yo pensaba, como dice Felipe Benítez Reyes en su prólogo a El Gatopardo (Milenium, Madrid, 1999) que los congresos literarios habían producido un solo resultado de valor, precisamente esta obra de Lampedusa. El libro de Grass me demostró, con la satisfacción de la risa y algunas carcajadas, que yo estaba equivocado.
jlgs/14.1.2012
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