El avance del emperador Song hacia el sur estaba tapado por un paso montañoso muy estrecho, bien defendido por el ejército enemigo; más adelante estaba su ciudad, resguardada por murallas, pero no podía pensarse en atacarlas cuando el paso obstaculizaba su avance.
Un día aparecieron a la entrada del paso unas grandes estatuas al amanecer, después de la lluvia; desde donde las veían, los pobladores del sur creían advertir la base del arco iris. Se acercaron con curiosidad y advirtieron que en el suelo había piedras de oro. Movían las estatuas y caía oro de ellas.
Se corrió la voz, y venía mucha gente a recoger el oro. Se enteró el rey del sur, declaró que las estatuas contenían dioses que escupían oro, por lo tanto eran propiedad del Estado y decidió transportarlas. Construyeron unas grandes plataformas para moverlas, ampliaron el camino y para no perder todo el oro en el trayecto emplearon al ejército.
Las tropas Song encontraron el camino hacia el sur despejado de enemigos, y pudieron atacar a su ejército cuando estaban atareados en acarrear las estatuas. Pasado este obstáculo, pudieron conquistar el reino.
Fuente:
Leí la mitad de esta historia en 101 cuentos clásicos de la China, recopilados por Chang Shiru y Ramiro Calle.
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