La Naturaleza, gran maestra.
Hace tiempo leí un artículo sobre las diferencias de comportamiento entre grupos de animales: perros, burros, caballos, gatos, lobos. El objetivo era ver si existe entre esas especies algún instinto de colaboración para mejorar el resultado final para el grupo, o si cada individuo se rasca con sus propias uñas, compite con sus semejantes y al final, como decimos en México, el que tiene más saliva traga más pinole.
El experimento dio resultados claros con varias especies: si un grupo de perros detecta comida, cada uno busca obtener la mejor porción, y si es necesario pelea contra los demás. A los perros se les puede educar a comer, cada uno en su respectivo plato, pero en estado silvestre hay competencia entre individuos. Con los gatos sucede lo mismo: el gato alfa se despacha lo que le cabe en el estómago, y después sigue el turno de los mortales comunes; para compensar, los gatos son solitarios, pueden pasar horas en silencio sin que la esposa gata les pregunte en qué están pensando. Con otras especies sucede algo diferente.
Los grandes animales herbívoros, como los bisontes y los búfalos, forman manadas para defenderse del enemigo, y así pueden luchar y ahuyentar a los leones, quienes en lucha individual podrían someter a un búfalo. Las cebras son otro ejemplo, viven en manadas, se mueven en manadas, tienen a sus críos cerca de un mayor que lo protege, y es parte de su instinto de supervivencia. El ejemplo por excelencia son las abejas y las hormigas, en donde hay una organización social completa, con una jerarquía a la que todos se someten, y que muestran en sus panales cómo se hacen las cosas para conseguir que la especie sobreviva.
Los lobos son otro excelente ejemplo: viven en manada, cazan en manada, cuidan a sus críos en manada, y están sometidos a la autoridad del macho alfa, quien dice para dónde ir, a qué ritmo ir, dónde buscar caza, distribuye la comida y la hace de juez y Suprema Corte, porque él decide cómo solucionar los pleitos entre miembros de la manada. Vi un día una foto de un grupo de lobos que marchaba en la nieve en fila india; fue tomada a la distancia y no se observaban todos los detalles, pero podía decirse cuáles eran los miembros jóvenes (los más esbeltos), cuáles los adultos en plena capacidad, cuáles los ancianos y quién era el líder. Los ancianos eran los animales rezagados, aquellos a quienes les costaba seguir el paso de la juventud y se veían como puntos más esparcidos en la cola. El líder era el último de la cola, que ocupaba esa posición para marcar el ritmo al que debía caminar la manada, aceptando algún grado de alargamiento en la fila, pero no demasiado. Probablemente los miembros saben que deben voltear atrás regularmente para buscar al líder; si no lo ven es que ya están muy adelantados, y se detienen. La responsabilidad del líder es grande, por ejemplo para dirigir la manada hacia aislar a una presa y separarla de su propio grupo, para poder atacarla en manada y obtener alimento para la manada. El precio de ser un mal líder es usualmente la muerte del líder o la disolución del grupo.
En 1822 se encontró una cigüeña en Alemania con una flecha atravesada en su cuello, que se atoró en el plumaje y no le ocasionó daños mayores; la madera era originaria de África. Esta fue una de las primeras evidencias documentadas de la capacidad migratoria de las aves, puesto que entre Alemania y África hay varios miles de kilómetros. Algunas aves pueden volar distancias increíbles: Sterna Paradisaea, un ave parecida a las gaviotas, hace recorridos anuales de 90,000 km[1], y ha podido seguirse el vuelo de algunos individuos colocando rastreadores en sus patas, pero es más frecuente la migración de parvadas completas. Los gansos canadienses emigran en grupo y utilizan un patrón de vuelo clásico, la ‘v’ invertida:
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El ganso presidencial (el que va en la punta) es el que recibe de frente la fuerza del viento, la suya es la posición más cansada, corta el aire para los que vienen detrás. El gusto de ser presidente dura un rato, ciertamente menor a un sexenio, y el que estaba en la punta se va a la cola, entra de relevo el siguiente ganso, y optimizan entre todos el uso de la energía del grupo. Una táctica parecida siguen los ciclistas: corren en fila india, con la estrella del equipo colocada en medio para que se canse menos y pueda guardar sus energías para el sprint final.
La humanidad, buenos alumnos y malos.
Después de varios milenios, las agrupaciones más relevantes de la humanidad son las naciones: establecen límites físicos (fronteras), códigos de conducta (leyes), y existe una autoridad que decide sobre los asuntos que afectan a la nación. Hay naciones grandes y pequeñas, ricas y pobres, armoniosas y conflictivas, con leyes justas o injustas, con buenos y malos gobernantes. Es difícil establecer juicios sobre las naciones en su conjunto, pero es relativamente fácil opinar sobre lo que hacen los líderes de cada país en momentos especiales. El presidente James Buchanan estuvo a cargo cuando se calentaba el ambiente separatista que terminó en la Guerra de Secesión (1861-1865), es considerado uno de los peores presidentes que tuvo el país, porque fue incapaz de conciliar intereses y dejó que las cosas siguieran su curso separatista. Apoyó además el infame caso de Dred Scott, un esclavo negro fugitivo cuyo asunto llegó lasta la Suprema Corte, quien decidió que el Congreso no tenía poderes para prohibir la esclavitud, y Dred Scott debería ser regresado a sus legítimos propietarios[2].
Por el contrario, el siguiente presidente, Abraham Lincoln, supo crecer como líder, tuvo la visión de un país que conservara la Unión que existía y estuvo al frente de los norteños durante casi toda la guerra, enfrentando a los sureños contra sus intenciones separatistas y su legislación esclavista. No vivió para ver el triunfo, pero en la memoria de los norteamericanos ocupa probablemente el primer lugar en la lista de sus presidentes.
Dejando a un lado las consideraciones religiosas y morales, Mahoma fue un gran líder, porque convirtió la tribu de nómadas donde nació en una nación victoriosa que llegó a gobernar en toda las península arábiga. Churchill galvanizó a los ingleses en los momentos críticos en que Londres era bombardeado por la Luftwaffe y temían la invasión alemana. Franklin D. Roosevelt tuvo la visión para diseñar un plan que sacara al país de la Depresión, y reorganizó la economía del país para orientar su enorme capacidad industrial al servicio de la guerra; sin esta capacidad industrial, es probable que Alemania hubiera ganado, en particular la URSS se hubiera quedado sin la gigantesca ayuda que llegó de Estados Unidos vía el acuerdo Lend-Lease, que proporcionó Jeeps, camiones, cañones y armas a la Unión Soviética.
El mundo está ahora en medio de una gran crisis doble y es momento de que los líderes de cada país demuestren de qué están hechos.
Hay que cuidar la salud de la población:
(realizar pruebas, identificar enfermos, aislarlos,
dictar reglas de distanciamiento,
prever participación de hospitales y sistemas de salud)
y lidiar con los problemas económicos
que forzosamente se ocasionan por el distanciamiento social.
Una vez que se identificó la existencia del Covid-19, velocidad de propagación, efectos en los humanos y la inexistencia de medicina, todo el párrafo en cursivas es jugada de pizarrón y no se necesita ser un gran líder para entenderlo, basta ser líder, a secas. La manera rápida o tardía, el poder de convocatoria, la efectividad de las medidas tomadas es lo que define a los buenos y los malos líderes. Los mejores son los de países que en otros momentos también han dado ejemplo al mundo: Angela Merkel en Alemania, Macron en Francia, Jacinda Ardern en Nueva Zelanda; Ardern había dado muestras de que tiene los pantalones bien fajados a raíz de un ataque terrorista con armas largas: se prohíbe la venta de fusiles de asalto y se inicia un programa de entrega voluntaria de quienes las poseían.
Por el contrario, dos líderes iluminados de nuestro hemisferio probablemente no saben lo que es un virus, tampoco están enterados de que puede vivir en estado latente durante años y reactivarse, como un robot, al alcanzar un ambiente adecuado, tampoco entienden por qué llaman CORONAvirus al Covid-19 ni mucho menos que esa capa que lo defiende es donde están concentrados los laboratorios, para destruirla y llegar al “cuerpo” del virus. ¿Qué, hay que aislar a la población? Para qué, virus ha habido desde siempre, yo mismo he tenido gripa y me curo, no veo la necesidad de aislarlos a todos, se crearía malestar.
Las respuestas de Trump y de López Obrador han sido muy semejantes, no sé quién copió a quién. No se dieron por enterados, no tomaron medidas oportunamente, ambos países están metidos ahora en problemas de salud muy serios; nuestros vecinos llevan estadísticas de muertos por estado y por condado, nosotros no sabemos ni cómo nos llamamos y el ilustre doctor López-Gatell tiene el encargo oficial de desmentir los números que le pasan de algunos lugares del país.
Pero en Estados Unidos el poder económico es el que manda y Trump tiene obsesión por elevar la productividad y el nivel de vida del país, por lo tanto sabe y acepta que hay que tomar medidas para reactivar la economía; él mismo es empresario y sus hoteles y campos de golf se quedan sin clientes si los ricos dejan de ser ricos. De ahí vienen las presiones que ya llegaron a México para reabrir algunas industrias, como las de partes automotrices y aeronáuticas.
A su manera, Trump ha trabajado durante su vida: la lista incompleta de sus haberes y débitos incluye universidades patito, negocios quebrados, deudas sin pagar, bluff, alardear, presunción de billonario, codearse con los más ricos. A su manera, López Obrador también ha trabajado: cobrando en distintos partidos, en dependencias del gobierno, y consiguiendo financiamiento para su larguísima campaña. En días pasados Carlos Loret de Mola publicó un artículo que revela al impoluto Manuel Bartlett como uno de sus financieros[3]; quiénes más habrán apoyado su campaña, sólo quedará la certeza entre los mexicanos de un origen sinaloense. Pero trabajar-trabajar, así como los que asistimos a una oficina o a una fábrica, cobramos un sueldo, si tenemos mala suerte checamos el horario de entrada y de salida, o como le hacen campesinos y ganaderos, eso sí que no lo conoce López Obrador.
Ojos que no ven, corazón que no siente: por eso ni nos siente, ni nos ve, ni nos quiere ni nos entiende a los que sí trabajamos. Ni amor le tengo, ni cuidado le pongo: eso deberíamos pensar todos los mexicanos que trabajamos acerca del cariño de López Obrador, pero no es que nos haya echado mal de ojo, sino que al ojo del amo engorda el caballo, y los pobres caballos que son nuestras empresas están cada vez más como Rocinante, caballo que el presidente nunca ha comprado, le fue regalado, y aún sabiendo que a caballo regalado no se le mira el diente, insiste en seguirlo viendo como mejor montura que los famosos Babieca del Cid y Bucéfalo de Alejandro Magno, insiste en mirarlo como no es, porque después de pasar las noches de claro en claro y los días de turbio en turbio, llegó a perder la razón y a cargar tanto peso al caballo como si fueran dos mulas, y olvidó darle de beber, y olvidó también el pienso, y olvidó él mismo el pensar, y armó un castillo en su fantasía y un molino en la lejanía contra el que se lanzó y lanzaba a Rocinante, quien más cuerdo que el dueño, se negaba a avanzar, pidiendo el pienso, bufando al amo piensa en el pienso, que el pensar es tu primer trabajo, así como el mío es cargarte, pero piensa junto a mi pienso, aquí donde yo lo como, porque sin él, no podré llevarte hasta donde habías pensado. Rocinante antes creía que no hay carga más pesada que una mujer liviana, pero ahora siente ya en sus costillas que no hay carga tan ingrata como la del amo que no piensa, no da ni pienso ni acierto, vive en un hilo que colgó del aire entre su castillo y las aspas de aquel molino e insiste en treparlo ahí, y piensa en repetirle “pues, desa manera, aquí encaja la ejecución de mi oficio: desfacer fuerzas y socorrer a los miserables” con la esperanza del entendimiento de que el amo entendería que su caballo era el miserable, y que se parecía cada vez más al que tuvo casa y hacienda y carruaje, al que una vez fue rico y se daba de liberal hallando siempre quien canonizara sus desafueros y calificara por buenos sus malos gustos, y no como sucedía ahora, que su amo era el amo y encontraba a muchos que ensalzaban sus desafueros, cuando Rocinante, él mismo, quería darle a entender que ya no lo quería de amo, que le costaba en muchos dolores darse con la mollera contra la pared del molino, que estaba tan flaco que un ijar se juntaba con otro, que el primer deber del caballero es amar a su buen caballo, y que por el contrario, el mayor contrario que el amor tiene es el hambre y la continua necesidad en que a él, Rocinante, lo tenía así su amo. Rocinante busca en sus recuerdos recordar el dicho ah, si la juventud supiera; ah, si la vejez pudiera, pero de hambre se tuerce el verso que encapricha su memoria y le dicta al jinete ah, si ahora que puedes también supieras, lo que sabrás de viejo cuando yo reviente, entonces será después de ahogado el niño, a tapar el poza, porque ves la tempestad y no te hincas, aunque todo lo justificas diciendo nadie escarmienta en cabeza ajena.
Reforma publica que la decisión del gobierno de posponer la reactivación escalonada y selectiva de las industrias altamente integradas a las cadenas productivas del Tratado que nos une con Estados Unidos y Canadá, rompiendo la sincronía entre las empresas que forman cada cadena, costará muy caro al país. NYT, Washington Post, Financial Times, El País y otros diarios importantes a nivel mundial publican noticias y análisis muy negativos sobre México y la conducción del país que hace el presidente.
López Obrador declara “los periódicos famosos del mundo mienten”[4].
Si los mexicanos fuéramos una nación gansos, nuestra formación de vuelo sería una ‘w’ invertida:
ʍ
El lado izquierdo y el derecho de esta formación representan a los mexicanos, queremos ir hacia arriba; en el centro está el presidente, que insiste volar en otra dirección.
…y él se enfrascó tanto en su lectura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el cerebro de tal manera que vino a perder el juicio. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamientos como de pendencias, batallas, desafías, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo.
Agradezco a mi querido hijo Rodrigo sus desvelos para regresarme la cordura.
Debo reconocer la colaboración involuntaria de Miguel de Cervantes.
//16.5.2020
[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Sterna_paradisaea
[2] https://jlgs.com.mx/articulos/historia/mexico-y-eeuu/esclavitud-en-eeuu-un-caso-juridico/
[3] https://www.washingtonpost.com/es/post-opinion/2020/05/10/la-sede-oficial-de-amlo-cuando-fue-presidente-electo-era-una-casa-bartlett/
[4] https://www.reforma.com/aplicacioneslibre/preacceso/articulo/default.aspx?urlredirect=https://www.reforma.com/los-periodicos-famosos-del-mundo-mienten-amlo/ar1943422?utm_source=bcm_nl_coronavirus_reforma&utm_medium=email&utm_campaign=nl_coronavirus_reforma_20200515
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