En muchos lugares del país se celebra el siguiente domingo (7.7.2013) la única fecha en que el pueblo participa en la democracia: el día del voto. En la práctica así se maneja, para beneficio de los partidos políticos y para perjuicio del resto de los ciudadanos.
Hace unos meses me quejaba con un amigo de nuestra democracia, señalando uno y mil defectos que tiene; mi amigo simplemente me refutó: “dime una forma de gobierno mejor que esa”. Dudé unos instantes, repasando algunas formas peores de gobierno, y no pude encontrar una mejor; con resentimiento le concedí la razón, no conozco una forma mejor.
Esto no significa que la democracia es la mejor, porque no hay una sola forma de democracia: hay monarquías parlamentarias, hay dictaduras perfectas (México era la única dictadura que gobernada por una monarquía constitucional heredada en línea transversa, decían de nosotros en 1970), hay democracias con voto directo (como México) y con voto indirecto (como EEUU). Yo no puedo decir que es preferible el voto indirecto que tienen los norteamericanos al nuestro, pero sí creo que la democracia en EEUU funciona mejor que en México; la razón no es la forma de la democracia, sin el fondo del pueblo que la constituye.
La democracia es una forma de gobierno con gradaciones, dadas por la menor o mayor participación del pueblo. La democracia es prácticamente una dictadura cuando el pueblo no participa o lo llevan a votar a fuerzas por candidatos únicos; la democracia es democracia real cuando el pueblo participa, discute, propone candidatos y programas de trabajo. En medio están las que ni son dictaduras ni son ejemplos a seguir, como México, donde buscamos la noticia de impacto (a cuál candidato le han encontrado mayor número de casas) y no buscamos la noticia de fondo (cuáles son las propuestas de los candidatos).
La mejor democracia es la que no se termina para el pueblo el día de las elecciones; aún más: la que el día de la votación es un día intermedio en el proceso democrático, porque antes de ese día el pueblo propuso candidatos y planes de trabajo, escuchó propuestas, no padeció actos de circo disfrazados de campañas, y porque después de la votación exige al ganador que cumpla lo que prometió.
Hoy escribí un artículo que llamé Los demonios colectivos. Trata sobre el poeta alemán Albrecht Haushofer, quien llora y maldice sobre las ruinas de Alemania al finalizar la 2ª Guerra Mundial; el título surge porque el poeta acusa a sí mismo, a su padre y a su pueblo de haber hecho lo que no debían y de no haber hecho lo que sí debían. Por mi cuenta parte incluyo en la culpa a las fuerzas aliadas que dejaron humillada y resentida a Alemania al fin de la 1ª Guerra Mundial y que contribuyeron con su cuota de desastre bombardeando ciudades completas en la segunda guerra. Mi tesis es que la 2ª Guerra Mundial no tuvo un causante individual, sino que fue el fruto de la colaboración –en la mayoría de los casos inintencionada- de muchas personas en muchas naciones que desembocó en ese conflicto.
No tengo una bola de cristal para predecir el futuro, pero puedo aprender del pasado reciente. México tuvo una oportunidad de oro, que desperdició, al cambiar la presidencia del PRI al PAN en el año 2000. Llegaron políticos vestidos de diferentes colores a hacer las mismas fechorías que el antiguo régimen; consecuencia inmediata que ahora vivimos, el PRI regresó al poder sin el lastre de tener que hacer las cosas mejor que el que lo había sustituido; esta es la parte menos grave del asunto, porque a fin de cuentas un partido u otro es más o menos lo mismo, desgraciadamente. La parte grave es que el pueblo está desencantado de la política, se abstiene de participar, se deja acarrear pensando que “siempre ha sido lo mismo”.
Sostengo que es grave porque el vacío de poder que dejamos los ciudadanos al abstenernos de participar en la democracia es llenado por alguien, en este caso por los partidos políticos. No únicamente les cedemos el poder, sino que les dejamos carta abierta para que hagan lo que les da la gana. Mi reflexión hoy para México, después de haber escrito el artículo que menciono, es que estamos desatando demonios colectivos: entre los ciudadanos, el desinterés, entre los que se dedican a la política, el interés rapaz.
Y en estas condiciones, se avecinan épocas de mayor pobreza, mayor inseguridad, y el regreso a una especie de dictadura que ya no será tan perfecta.

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