Toda la propaganda electoral en estas elecciones para presidente es basura; puesto la afirmación es fuerte, puesto que existen los pepenadores y sacan provecho de la basura, voy a explicar en qué sentido lo digo.
Las elecciones presidenciales son el acto supremo de ejercicio democrático, bajo el supuesto de que la democracia es un sistema de gobierno creado para beneficiar al pueblo. En este caso, la elección del primer mandatario es la decisión más importante que puede tomar el pueblo, porque el elegido los gobernará durante los siguientes años y sus buenas o malas decisiones afectarán a todos.
Ahora bien, si la democracia no está pensada para el pueblo, o si en la práctica no se emplea para beneficiar al pueblo, entonces la elección presidencial es una farsa, o un circo, o un engaño, o el título que usted quiera darle, excepto acto supremo ejercicio democrático. En este caso cualquier cosa que se haga es “para taparle el ojo al macho” y hacerle creer al pueblo que está eligiendo (proceso que implica un análisis y una decisión) cuando en realidad el pueblo está sencillamente haciendo su parte para un trámite. En este caso las elecciones sirven para legitimar a alguien en el poder, engañando al pueblo y empujándolo a votar basado en elementos que no tienen nada que ver con un análisis ni con una decisión consciente, y en casos extremos (México en 1970, la URSS), ni siquiera tomando en cuenta el resultado de la votación.
En esta categoría de basura se encuentra toda la propaganda electoral. Empezando por los slogans de los cuatro candidatos: AMLO: el cambio verdadero está en tus manos; EPN: mi compromiso es contigo y con todo México; GQ: la nueva alianza es contigo; JVM: Josefina diferente. Si usted toma cualquiera de ellos y le busca pies o cabeza, no lo va a encontrar. Son tan carentes de sentido como la propaganda de la Coca Cola (la chispa de la vida), la del sitio de internet Clase.In (Mexican Nightlife, con toda la actitud) o cualquier producto comercial que usted quiera mencionar. Las empresas y los publicistas han encontrado que mover voluntades para comprar productos se acelera si la propaganda comercial se dirige a zonas no intelectuales: las emociones, el deseo, la angustia, el placer, las frustraciones, los deseos no confesados. ¿Por qué cree usted que si aparece una mujer en un comercial, el 99.99% de las veces es una mujer hermosa? No hay relación entre el consumo de bebidas alcohólicas y una mujer a medio vestir (o medio desvestir), pero los publicistas descubrieron que esas imágenes venden la bebida entre el consumidor masculino, y la publicidad está llena de contenido sexual.
Yo creo que la democracia debe ser para beneficiar al pueblo. Partiendo de ese supuesto, las campañas políticas deberían consistir en presentar al pueblo las opciones disponibles de la manera más clara e informada posible, para que el pueblo vea, oiga, juzgue, y luego decida. Sin embargo, absolutamente toda la propaganda electoral (spots de radio y tv, espectaculares, volantes) pasan por alto la información adecuada para toma de decisiones (“adecuado” en el sentido de lo que beneficia al pueblo) y se dirigen exclusivamente a las áreas de la sique humana que son exactamente las que utiliza la propaganda comercial.
El pueblo y la democracia se merecen más respeto. El pueblo se merece información y no manipulación, y la democracia se merece un apego a los ideales que ella encarna. Manejar la publicidad electoral así como está sucediendo ahora en México es una perversión de la democracia porque al pueblo no se le informa, se le manipula. La democracia actual sale perdiendo comparada a lo que teníamos en 1970, porque ni entonces ni ahora elige el pueblo conscientemente a su presidente, el gasto económico es infinitamente mayor ahora, y el presidente ha perdido tanto poder que tiene que pedir permiso al Congreso para prácticamente cualquier decisión importante.
En este dispendio electoral de las campañas políticas (como si fuéramos ricos) el único evento que tiene sentido son los debates: los diversos candidatos hablan, cuestionan a otros, reciben y dan respuestas. Ahí se ve quién tiene ideas, quién tiene debilidades, quién tiene más propuestas, quién está inflado, quién es inteligente y quién es producto de la propaganda. Esos son los factores que deberían estar presentes en la publicidad, salvo la parte de los cuestionamientos. Yo quiero escuchar a Peña Nieto diciendo lo que propone para educación, por ejemplo; lo quiero escuchar a él porque sus imágenes no me dicen nada. Quiero que Josefina diga cuáles son las alternativas al problema de inseguridad. Quiero que López Obrador me convenza que la educación universitaria debe ser para todos, cuando yo pienso que debe ser nada más para los que sí estudian. Quiero que Quadri me diga qué va a pasar con el SNTE. Quiero que todos los candidatos me hablen de todos esos temas, y mucho más.
No me interesa ver un poster con cualquiera de los candidatos en su mejor pose, ni escuchar propaganda absurda en donde un partido que no tiene nada que perder (salvo su registro) le endosa al gobierno la solución de todos los problemas. No me interesa que me llenen los oídos y la vista y las manos de basura electoral. Quiero ver un debate.
Para eso está el IFE: para darle validez y respeto al proceso democrático. Ya he dicho en otra ocasión que la preocupación del IFE por normar contando hasta los segundos en los spots de radio y TV estaría mejor empleada si exigiera a los partidos políticos contenido en esos spots y no nada más mercadotecnia, pero los spots siguen siendo basura para lo que se refiere a una toma informada de decisiones. En la medida que el IFE permite que spots de mercadotecnia pura sean los únicos que existen, el IFE se está convirtiendo en cómplice de esta moderna perversión de la democracia que padecemos en México. El IFE, un organismo ciudadano que está para velar por unas elecciones limpias y al servicio de la democracia, está convertido en una gigantesca entidad burocrática, costosísima, y que poco a poco va perdiendo su credibilidad y quedándose nada más con la letra de la ley, porque el espíritu de la ley ya se fue volando.
En este circo electoral, el único evento que tiene sentido son los debates, y el duopolio televisivo está torpedeándolo. Yo me imagino que echaron un volado entre Azcárraga y Salinas Pliego, perdió Salinas Pliego y él tuvo que decir abiertamente que no va a transmitir el debate; a Televisa le quedó la forma menos agresiva de transmitir futbol en ese momento. En las interminables horas en que la propaganda electoral bombardea ojos y oídos de los mexicanos no hay un solo momento rescatable, y la oportunidad de que los mexicanos veamos con nuestros propios ojos de qué calidad están hechos nuestros candidatos es bloqueada porque el duopolio dijo que no.
Todos los contendientes en las elecciones excepto el PRI protestaron ante el IFE por esta decisión de las televisoras, el IFE analizó la situación y decidió enviar un exhorto para que sí lo transmitieran, pero dejó la decisión al duopolio. El artículo 62 de la Ley Federal de Radio y Televisión dice a la letra:
Artículo 62.- Todas las estaciones de radio y televisión en el país, estarán obligadas a encadenarse cuando se trate de transmitir informaciones de trascendencia para la nación, a juicio de la Secretaría de Gobernación.
Pregunto yo formalmente, como ciudadano, a los señores consejeros del IFE y al Secretario de Gobernación: ¿el debate presidencial es o no es de trascendencia para la nación? Si cualquiera de los dos me dice que no es de trascendencia, entonces no me interesa la elección presidencial; si es de trascendencia, obliguen a la tv y a la radio a transmitirlo en cadena nacional.
En política no existen casualidades. Todo acto de los actores en el juego político mexicano tiene consecuencias a favor o en contra de los candidatos, todo acto es de intención deliberada. Preguntemos a quién beneficia y a quién perjudica que el debate no se transmita en cadena nacional. La respuesta es simple, y está dada desde la pifia de Peña Nieto en la Feria del Libro de Guadalajara: ahí se vio que no tiene tablas para habar en público, que no sabe improvisar, que no tiene elementos para contestar. En aquella ocasión se le hizo una pregunta que era jugada de pizarrón y resultó un fiasco; quiero imaginarme lo que sucederá si lo cuestionan López Obrador o Josefina sobre cualquiera de los muchos puntos oscuros en su administración como gobernador o sobre sus planes concretos como presidente o sobre el financiamiento de su campaña. El beneficiario directo de un debate inexistente o poco difundido es Peña Nieto.
No es casualidad que el PRI fue el único que no protestó porque el debate no va en cadena nacional; esta falta de protesta es una confirmación de mi párrafo anterior. Por otro lado, ¿por qué están favoreciendo a Peña Nieto las televisoras? La respuesta es conocida desde hace muchos años, cuando su imagen empezó a salir con gran frecuencia en las pantallas, para ir inundando las mentes de los mexicanos de esa figura bien vestida, sonriente, con peinado de estilista. No puedo aceptar como casualidad que las dos televisoras, sin ponerse de acuerdo, favorezcan en un mismo acto a un candidato.
La última pregunta, las más grave de todas, es por qué los consejeros de IFE no se fajaron los pantalones y entendieron que el debate es de trascendencia para la nación, nos dieron atole con el dedo en sus explicaciones y se contentaron con hacer un exhorto. En otras palabras, es como si las dos televisoras grandes y todos los consejeros del IFE que votaron de esa manera se hubieran puesto de acuerdo para favorecer a Peña Nieto.
Pero todavía queda la última palabra: el Secretario de Gobernación puede ordenar a las televisoras y a la radio encadenarse, y hay unos pocos días hasta el domingo 6 de mayo para que tome esa decisión. Ahí veremos de qué color pinta el verde, como decía mi general Obregón.
Dadas estas circunstancias, con la única incertidumbre de lo que hará el Secretario de Gobernación, es como si ya todos los que tienen el mayor poder de influencia en las elecciones se hubieran puesto de acuerdo. Si las cosas son así, yo digo que cuando menos nos ahorremos el IFE, sale demasiado caro para los resultados que está produciendo.
Ayer crucé caminando dos avenidas importantes de Guadalajara. Un beat antrero empezó a aturdirme un par de cuadras antes de llegar, y conforme se hacía más fuerte, vi las figuras de cuatro muchachas con camisa roja y pancartas de EPN, contoneando sus traseros al ritmo del beat frente a los automovilistas que esperaban el siga. Al otro lado de la avenida, un enorme amplificador emitía el ruido, mientras niños, mujeres y adolescentes en su mayoría, pegoteaban y repartían propaganda de EPN en el otro lado del crucero. Yo no distingo entre Tecate y EPN. Pensé que hace tiempo, una escena así en un capítulo de los Simpson habría supuesto una puntada genial, en extremo absurda y divertida, de la farsa que la serie de tv representa. Yo no sabía si reír o enojarme porque estas escenas no son parte de una representación.
Los traseros contoneantes fueron la cereza del pastel ese día, pero ya antes presencié algo similar con azules, aunque un poco menos cómica. Estoy esperando las demás puntadas de los demás imagólogos.
Bajar las manitas en el asunto de la transmisión del debate es todavía más farsesco. ¿Cuál sería hoy la escena que nos parecería en extremo absurda? A ver si en seis años la realidad la supera.
Acabo de recordar que la propaganda no era de EPN, sino de Aristóteles, el ilustre candidato priísta a la gubernatura de Jalisco. Es que se parecen, como todo Gdl lo sabe, sólo que el de Jalisco está un poquito más cachetón.
No queremos difamar la buena imagen de EPN -y por eso aclaro-, que se basta de su guapura para propagandear, y no “ocupa” ninguna muchachona que mueva el bote en nombre suyo.