Los mecanismos, mientras más elaborados y sofisticados, son más frágiles y más difíciles de mantener en condiciones de operación. Cuando vivía en México, un día amaneció enfermo el Dodge ’74 que teníamos, arrancó con mucha dificultad y se atoraba en la subida de la rampa del condominio. Agoté mis conocimientos de mecánica tratando de calibrar las espreas y llamé a un mecánico de la Col. Cuahutémoc que había patentado el tono chilango al hablar, pero que era muy simpático y sumamente capaz: “¿qué pasóhijooo… qué le duele al coche?” Le describí los síntomas y respondió que la cadena de distribución se había brincado un diente. “Pero no te aflijas ni te aflojeees… nomás adelanta el distribuidor todo lo que se pueda y me traes el cocheee…”. Adelanté el distribuidor, el coche subió por la rampa y lo dejé con el mecánico, que había diagnisticado bien el problema. También mi cuñado Pino y yo pudimos cambiar al coche los baleros cónicos de una rueda delantera; en un viaje desde el DF mi Vocho ’71 se quedó atorado en La Punta (pasando Ojuelos); examiné y llegué a la conclusión de que la bomba de gasolina no trabajaba, y funcionó un remedio que había escuchado: enfriar la bomba poniendo un trapo mojado sobre ella; llegué a Aguascalientes, y llevé el coche al mecánico. Pero recientemente, se detuvieron en la calle mis vehículos de colección: Silverado ’97, Ford F150 ’93, BMW ’98, todos con el mismo síntoma: iban caminando y de repente se para el motor. En los tres casos declaré mi incompetencia y le hablé al que sí sabía. Aunque esos tres últimos vehículos no son nuevos, su nivel de complejidad ya está por encima de mis capacidades; hoy en día puedo aspirar un coche y cambiar sus llantas, nada más.

Esta pequeña historia se aplica a organismos vivos y a la sociedad humana. Los organismos muy primitivos, como algunos gusanos, puedes partirlos en dos y cada uno sigue vida independiente; algunas víboras venenosas pueden morder todavía horas después de que la cabeza fue amputada del resto; muchas plantas pueden crecer a partir de injertos, hoy cortas una rosa y la semana siguiente ya florecieron otras, a mis árboles del camellón les basta el agua que riego, la luz del sol y la tierra en que están sembrados; digamos que llevan una vida de pobreza evangélica. Pero los humanos no podemos sacrificar más que las uñas y el cabello, todo lo demás cumple una función única, no es reemplazable, y la necesitamos.

Pasa lo mismo con las sociedades. Si a una población nómada se le agota el pasto para sus animales, deshacen el campamento y se van a otro lugar, pero las sociedades modernas no tienen esa opción. Por ejemplo, que ya no fuera posible llevar agua a CDMX o de que se agoten los pozos en Aguascalientes; naturalmente, el gobierno va a ser el culpable, pero a lo importante, qué hacer, nadie tiene una respuesta.

No es necesario hablar de cosas tan drásticas como el agua: hay cientos de recursos que las sociedades modernas utilizan igual que los hombres al estómago: nada más nos acordamos de ellos cuando hay problemas. Carreteras, ETN, servicio de limpia, electricidad, gasolina, alimentos en el mercado y en el super, semáforos funcionando, internet, hospitales. La sociedad humana es como un enorme castillo de nipes que esté edificado sobre una multitud de bases indispensables para que esa sociedad siga funcionando: elimine usted cualquiera de ellas y la sociedad se vuelve un caos.

La analogía con el castillo de naipes no es perfecta, porque las sociedades son dinámicas, y lo que hoy es indispensable mañana puede cambiar; ejemplo el carbón para calentar las casas europeas en el S. XIX, fue sustituido por el gas; hoy casi ninguna familia tiene un caballo o un burro, pero prácticamente todas tienen automóvil. Otros serán siempre indispensables, como la producción de alimentos, otros se volverán cada vez más indispensables, como los servicios de salud.  ¿Nunca leyó usted una historia de que el esposo salió a buscar al médico al pueblo vecino porque la señora iba a dar a luz? Yo nací en una casa de la calle Morelos, pero todos mis hijos fueron de hospital. Otros pasarán a la historia, como el caballo de Don Quijote, el motor de combustión interna y la gasolina, y lo pueden hacer en el curso de muchos años, como el caballo, o relativamente rápido como el petróleo y las máquinas que alimentan; digamos, unos treinta o cuarenta años más.

El fin puede ser provocado por que un cambio en las condiciones en que se sustenta un mercado, como sucedió con el carburador (sustituido por inyección electrónica), o las ruedas de madera (cambiadas por llantas); las manecillas de reloj luminosas con una capa de material radioactivo, que se usaron hacia 1900, desaparecieron cuando se descubrió que la radioactividad es peligrosa; las bolsas de plástico del super, se usaban el año pasado y ya no. En algunos casos la muerte de algún producto es lenta, otras veces súbita; en casi todos los casos es anunciada, como cuando se descubre que es nocivo, o por razones económicas: aparece algo mejor, sinónimo de que en un futuro ya no será rentable el producto.

Los países petroleros (cuando una gran parte de sus ingresos viene del petróleo: Arabia Saudita, Rusia, Venezuela, México, Nigeria) están jugando con fuego: una guerra de precios entre ellos, todos pierden. Estos mismos países, si no aprovechan los años de bonanza relativa del petróleo para prever y cambiar esa fuente de ingresos, para reorganizar su economía en torno a un paradigma del futuro, están anunciando su propia destrucción. Hay dos crisis permanentes en torno al petróleo. La primera está causada por la codicia humana, por ejemplo la guerra actual entre Rusia y Arabia, y las manipulaciones que se hacen a los precios del petróleo como en época de López Portillo, en donde sus secretarios se enriquecieron hipotecando el valor futuro del mercado. La segunda crisis está causada porque el humano encontró algo mejor, gratis y limpio: la energía del sol, el viento, la geotermal, las olas del mar, agua acumulada en presas. A diferencia del petróleo, esas fuentes de energía estarán ahí disponibles en todo el futuro previsible de la humanidad, no contaminan, y algunas están al alcance del individuo, como los paneles solares. No hay borracho que coma lumbre ni hombre en sus cabales que se aviente de un rascacielos, con excepción de yasabesquién.

El día de hoy 20.4.2020, por primera vez en la historia, el petróleo a futuro de Estados Unidos se cotiza en números negativos. Pido a mis 3.5 lectores que no pasen la noticia a Palacion Nacional, porque podrían pensar “necesito mucho dinero, y ahí me pagan por comprar futuros de petróleo: voy a sacar unos cuantos billones –gratis- de la Bolsa de Nueva York”. Para el ignorante, es una oportunidad de hacerse rico sin invertir: usted compra unos cuantos miles de títulos en obligaciones petroleras, y le entregarán los millones de dólares que necesite para el super de toda la cuarentena. Otra cuestión será dónde almacenar los barriles del petróleo que compró; por mientras, usted será muy rico.

Vemos que hay señales para concluir que el petróleo tiene sus días contados, que la industria del petróleo va de salida y quedará como una industria que sirve a un mercado reducido (los aviones, pero no el automóvil), que seguirá costando un dineral extraer petróleo por cualquier medio, y que se hará más y más difícil venderlo. ¿Por qué? Porque todos queremos gastar menos (idealmente, un coche Tesla que viene con carga de batería de por vida), porque en muchos casos es más que costeable la inversión para sustituir una fuente de energía por otra (insisto: compre paneles solares y olvídese de la cuenta de la CFE) y porque tarde o temprano, todos los fabricantes de automóviles se lanzarán en estampida a producir vehículos eléctricos, volviendo marginal y caro el vehículo de combustión interna, y dejando en calidad de reliquias para el deshuesadero a nuestros vehículos actuales. En los países europeos ya se están promoviendo leyes para volver ilegal la venta de autos de combustión interna, otra señal que indica a dónde caminamos.

Esto aplica para los individuos y para las naciones. Me gustan mucho mis vejestorios (Ford F150 & Cía.) pero acepto que tarde o temprano dejaré de utilizarlos y buscaré un hombre de mucha fe que todavía crea en ellos. A los países que producen petróleo, en el caso de que esa industria genere excedentes, más les vale aprovechar el dinero que les queda para desarrollar otras industrias y otras fuentes de energía, haciendo la famosa reingeniería de moda 20 años antes, pero a nivel del país. Cuando el país pierde produciendo petróleo… ¿qué podríamos decirle? Hoy pierde un peso y mañana perderá diez.

La refinería de Dos Bocas estará lista en… ¿cuántos años? Si esto no sucede con suficientes años de anticipación al día en que la gasolina se vuelva obsoleta, tendremos un producto que nadie querrá comprar; una razón más para no construirla.

Esto lo entiende cualquiera, excepto un loco, un idiota, o un perfecto ignorante.

Agradezco a mi hijo Rodrigo su revisión crítica.

//20-4-2020

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