El debate del domingo 20 de mayo mostró muchos aspectos interesantes sobre la personalidad, la preparación y las propuestas de los candidatos. Estuvo centrado en el tema de la migración y los problemas de las ciudades fronterizas, pero permitió lucirse a quien tenía buenas respuestas, y exhibió al que no las tenía.
Meade y Anaya se prepararon a conciencia, tuvieron respuestas meditadas para las preguntas que les hicieron, mostraron dominio del idioma y de los tiempos. Yo creo que ellos dos fueron los que hicieron el mejor papel; fueron acusados de un número grande de delitos y felonías, pero siempre conservaron la compostura y tuvieron una respuesta a lo que se les acusaba, con excepción de los apodos que les caían encima. El Bronco salió a lucir su desparpajo, no va a ganar la presidencia y no tiene nada que perder; es bueno para la ocurrencia, las cuenta con la franqueza de una conversación de cantina entre amigos, resultó un Edipo dedicado a la política –mi máximo ídolo es mi mamá-, y negó, como lo hacía Quadri hace seis años, la cruz de su parroquia: los malos son aquellos tres, los que representan a los partidos políticos. No toma en cuenta que siendo gobernador y habiendo quebrantado una promesa importante, la de no dejar el puesto, ha reunido los requisitos para ser miembro del selecto club de políticos mexicanos. López Obrador es el mismo de siempre, con la cantaleta de siempre, con un traje que ya le empieza a quedar grande, como a los viejitos que se están encogiendo; lo suyo no son las ideas, sino el slogan, tampoco la argumentación, porque eso precisa argumentos, materia en la que fue reprobado.
Todos le entraron al populismo, declarando una variedad de caminos para aumentar el salario mínimo: después del ritual desgarramiento de vestiduras porque el mínimo no alcanza ni para 5 kg de tortillas, uno dijo que lo multiplicaría por 10, otro que lo elevaría a 30 pesos, un tercero propuso un incremento gradual y ninguno, absolutamente ninguno, dijo cómo controlaría la inflación cuando declaren que al mínimo le aumentarán el número que pensaron. Como dije arriba, en este punto todos le entraron al populismo. Anaya y el Bronco dijeron que bajarán los impuestos, Meade todavía no supera el trauma de haber estado en Hacienda y yo creo que le dio pánico escénico al hablar de impuestos, el Peje no necesita bajar los impuestos, porque el Reino Celestial bajará a la Tierra el próximo 1º de Diciembre, todos seremos honestos y con el dinero que se ahorre podremos publicar un decreto diciendo que no únicamente tenemos derecho a ser felices, sino la obligación, puesto que se nos habrán terminado los pretextos para el lloriqueo y la infelicidad.
A todos los hicieron preguntas sin respuesta fácil: qué harán con la frontera norte, con los migrantes, con el flujo de droga a Estados Unidos y de armas y dinero a México. En este contexto, en mi opinión el problema más importante es el círculo vicioso que se da entre productores de droga mexicanos, cárteles norteamericanos (de esos que no existen), y fabricantes de armas; como decía Felipe Calderón, México pone los muertos, Estados Unidos pone las armas. El único que centró atinadamente este problema es Meade, quien dijo que exigiría a los vecinos que hicieran “algo” para limitar el tráfico de armas, citando la facilidad con que cualquiera puede ir a una tienda allá, comprar una AK47, y pasarla en la cajuela del coche, porque los millones de vehículos que cruzan las garitas y la tecnología con que cuentan no permiten ni una revisión individual ni una detección automática de armas. En este contexto, “algo” y nada es lo mismo: ¿usted cree que los gringos, quienes prefieren padecer matanzas de niños en sus escuelas antes que imponer controles a la venta de armas, van a preocuparse de lo que sus armas puedan hacer en México? Ellos, como mercaderes que son, lo que quieren es vender, el resto no importa.
Anaya recibió una de las preguntas difíciles: legalizar la mariguana o no. Después de darle muchas vueltas, sin explicar claramente las razones, dijo que no. Los demás tampoco se manifestaron por permitir su cultivo y consumo, el Peje se inspiró, puso los ojos en blanco y dijo que hasta a los campesinos en la sierra de Guerrero podría convencerlos de cambiar el cultivo de la hierba por el del maíz, sin importar condiciones del terreno –algo que le refutó el Bronco- ni la cuestión económica. Un error grave de los organizadores es dejar de lado el beneficio económico de quien cultiva droga: ¿con qué argumento van a convencer al campesino que siembra mariguana o amapola que deje ese negocio redituable y regrese a sembrar maíz y frijol? Hay tres soluciones: la fuerza del ejército para obligarlos, subir el precio de maíz y frijol, bajar el precio de la mariguana, artificialmente alto precisamente porque está prohibido.
La relación con Estados Unidos fue otro de los asuntos centrales del debate: todos hablaron de firmeza, de la soberanía, de una relación de respeto y otras perogrulladas (porque son absolutamente ciertas y totalmente inútiles). Ninguno llegó con un análisis sumamente importante: la relación México-EEUU es crítica para ellos porque nuestro país actúa como un primer freno para impedir el flujo de migrantes indocumentados a su país, y es una carta que se puede jugar. Estados Unidos exige a México que controle el flujo de droga a ellos, pero ellos no hacen nada, absolutamente nada, por controlar el flujo de armas a México. Inclusive, lo incrementan con armas que ellos “siembran” para después “rastrear”, como el caso del agente Camarena, muerto hace algunos años en SLP, y que significó un desastre de relaciones públicas para la administración de Obama. Pero no llegamos a tanto, el debate no estuvo tan bueno. Colaboraron el Peje con su mensaje evangélico de que el “honor” de México sería suficiente para lograr un trato digno al negociar con Estados Unidos, y colaboraron los organizadores, desviándose a los migrantes centroamericanos que atraviesan nuestro país rumbo al norte, y el ejemplo ejemplar de los haitianos avecindados en Tijuana, alguien citó que ya hasta se habían casado con lugareños.
Anaya propuso que al negociar “se pongan todos los temas sobre la mesa”, es decir no nada más los que ellos quieran; Bronco dijo que le pasaría a Trump la factura del gasto educativo de los migrantes que se van con un grado de educación, y el Peje, inspirado, dice que “la mejor política interior es la exterior”. Un apunte de negociación, una puntada, un mensaje mesiánico. Con razón está en peligro el NAFTA.
Hubo una puntada muy interesante. AMLO dice que va a convertir a todos los consulados en EEUU en “procuradurías de defensa del migrante”, porque actualmente no hacen nada por ellos. En el posdebate organizado por IMAGEN le tundieron al asesor del Peje, John Ackerman, diciendo que manifestaba de esa manera una ignorancia y un desprecio de las labores que efectivamente se realizan en los consulados, porque efectivamente asesoran y ayudan a los migrantes. ¿Procuradurías en un país vecino? ¿No están enterados los de MORENA que las leyes no tienen efecto extraterritorial? A la mejor no entendí y ahora México va a llamar “procuradurías” a sus consultados, pero aparte de la asesoría directa y las notas de protesta que puedan presentar, es poco el campo de acción que México tiene en territorio extranjero, ese es el reino de la diplomacia, no es coto de caza de políticos ni declaracionistas. La conclusión de los otros asesores presentes en IMAGEN fue que López Obrador es ignorante de México y totalmente desconocedor del extranjero. Él proclama que ha estado en todo el país y en muchas ciudades de Estados Unidos, pero yo pienso que le sucede como a los turistas que van a Europa, ven la torre Eiffel, el Coliseo y la Puerta de Alcalá, y regresan diciendo que conocen Europa y exclamando “qué hermoso es ese lugar”.
Otra puntada, anacrónica y ahistórica, es la que propone AMLO de construir un ferrocarril que una el Golfo con el Pacífico a la altura del Istmo de Tehuantepec. Anaya le revira que ese ferrocarril ya existe desde hace muchos años y que está subutilizado, no ve la necesidad de construir una vía adicional. El Peje insiste que va a servir para unir a los países de Asia con la costa Este de EEUU, porque será un ferrocarril de carga para contenedores. Aún en este caso: ¿cómo convencerá a las compañías navieras de utilizar dos barcos (en el Golfo y en el Pacífico) en vez de uno para la travesía, y de someterse a las maniobras de carga y descarga y a los consiguiente trámites aduanales porque la mercancía viajará por suelo nacional? ¿Cómo convencerá a las compañías que ese plan es preferible a dirigirse a Panamá, atravesar el Canal, y seguir con el mismo barco hasta su destino?
López Obrador repite lo que dijo en el debate pasado: en mi período al frente del DF es cuando hubo más inversión. Inmediatamente le revira Anaya, como si ya se supiera de memoria las declaraciones de AMLO: ya conozco tus números, y están inflados porque incluyen la venta de Banamex y Bancomer, que no la gestionó el DF sino el Gobierno Federal. El Peje no responde. Más adelante, Anaya vuelve a la carga: dime sí o no, está incluida en tus números la venta de Banamex y Bancomer. Silencio.
Todos los candidatos excepto AMLO mostraban soltura, respuestas, desparpajo, estadísticas, planes razonablemente aterrizados cuando les hacían preguntas. Con López Obrador era como esperar a que el agua saliera por la llave, cuando apenas se acaba de llenar el tinaco: ahí está uno, parado frente a la llave sin hacer y sin pensar nada, mirando nuestra cara de tontos frente al espejo, hasta que el agua se digna aparecer. Yo creo que hay algún problema en la plomería cerebral del Peje, el agua no le sube a la azotea. En el posdebate, la mejor puntada de todas fue la de Javier Lozano, al comentar la lentitud de López Obrador para responder: “eres más lento que un suero que le inyectan a uno”.
Yo creo que el Bronco se está divirtiendo en esta campaña, gozando de sus 15 minutos de fama; Anaya y Meade están haciendo su mejor esfuerzo, se preparan para el debate, muestran ideas y propuestas. López Obrador, que su fuerte no son las ideas sino los slogans, sigue repitiendo machaconamente las mismas cosas, como si fueran una mantra, como si fueran el “OOOMMMMM” de los monjes tibetanos: vamos a eliminar la corrupción, y el dinero ahorrado nos alcanzará para todo, como en la parábola del Evangelio en donde Jesús multiplicó los panes y los peces. Pero nunca he escuchado cómo va a eliminar la corrupción. ¿Usted sabe cómo?
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