Ricardo González, que fue mi mecánico de cabecera 25 años hasta que se jubiló, me enseñaba en cada visita alguno de los secretos de su oficio. Un día estaba buscando una transmisión automática usada para una camioneta, y me dijo “nada más tienes que fijarte en el aceite. Con la misma bayoneta del aceite, tomas un poco entre tus dedos y te fijas en el color: si está rojo y transparente, quiere decir que todavía está buena.” Para los motores también valía la prueba del aceite, pero el Probador Universal para un motor era el oído. Si el motor hace ruido de punterías, malo. Si suena como matraca, peor. El escape tiene que oírse parejo, sin sobresaltos ni explosiones. No pueden oírse ruidos como de metales que se arrastran. Me mostró un día su estetoscopio para mecánico, porque lo encontré con una manguera conectada a su oído y la otra punta sobre el alternador. “¿Qué estás haciendo?” le pregunté; Ricardo acercó la parte superior de la manguera a mi oído, y escuché claramente el ruido que hacía el alternador. “También sirve para saber cuál pistón es el que está fallando” me explicó, “vas colocando la punta de la manguera encima de cada uno de ellos, y así sabes cuál válvula está flameada.” Gracias a sus enseñanzas, mis oídos hicieron un catálogo de ruidos inadmisibles en los motores, con los que he podido detectar a tiempo algunos de los problemas de mi camioneta y pude asesorar a mi hermana Gabriela a comprar un coche usado sin que le dieran gato por liebre.
Ricardo es un hombre sabio, lástima que se jubiló. Sus criterios indirectos e ingeniosos para determinar la salud de un motor me han servido de ejemplo para hacer algunos diagnósticos y poder tomar decisiones importantes, semejantes a la evaluación de un médico o el análisis de estados financieros de un contador. También sirve para decisiones menores, como cuando soy sorprendido en despoblado y me toca contestar a alguno de los call-centers que ofrecen tarjetas bancarias; antes de que me fastidie el vendedor con su palabrería le pregunto: “¿cuál es el interés que cobra su tarjeta?” con lo que siempre se sorprenden –así yo gano la iniciativa- y también siempre, la respuesta es un número insultante, digamos 50% anual, porque lo que pagan los bancos por inversiones es algo así como el 6% anual; esto me da una razón válida para el rechazo y para ahorrarme el resto de su discurso. Me sirve también ese interés de Ricardo de ir a lo esencial de un asunto, detectando a tiempo las señales significativas. Por ejemplo, para decidir si vale la pena seguir insistiendo con un prospecto de cliente: si lo llamo 3 veces y nunca lo encuentro, o nada más me da evasivas, es una señal bastante clara de que ahí no vamos a hacer negocio. Si tengo la oportunidad de visitar su casa y su oficina, automáticamente hago una comparación del nivel de ambos lugares, puesto que hay empresarios que nada más ordeñan a sus negocios y no conocen el término “invertir”. Una vez me tocó tratar un personaje que vivía en una colonia exclusiva de México, se hablaba de tú con el chef del Restaurante del Lago y andaba en coche blindado con guardaespaldas, pero sus oficinas tenían computadoras de 8 años de antigüedad; nunca hicimos negocio. Y así, poco a poco y con el paso de los años y el peso de la experiencia, he ido extendiendo la lección que dio Ricardo a muchos ámbitos de la vida.
Con este método de “ir a lo esencial” es posible hacer algunas predicciones. Por ejemplo, EEUU e Inglaterra tuvieron problemas con sus bancos e invirtieron dinero del Tesoro, es decir del pueblo, en rescatar a algunos bancos. El problema se debió básicamente a esquemas de pirámides, que tarde o temprano se caen. Aplico ahora el método de Ricardo: una vez rescatados los bancos, no pudieron meterlos en cintura porque los bancos utilizaron su inmenso poder de lobby –se oye muy feo “sobornar”- y convencieron a los legisladores de crear solamente unas pocas restricciones, pequeñas, a la voracidad bancaria. ¿Cuál es el pronóstico? Sin necesidad del estetoscopio, leemos que el banco Barclays de Gran Bretaña anunció utilidades por 9000 millones de dólares. Usando el estetoscopio, escucho ruidos en ese motor y preveo que durante varios años la mayoría de los bancos grandes seguirán teniendo ganancias fabulosas (independientemente de la economía de sus países), y después, de nuevo se presentarán problemas y quiebras en bancos del mundo, debidos a que atrajeron inversionistas para soportar créditos riesgosos.
Los políticos importantes hacen a veces declaraciones triunfalistas, que inevitablemente fallan. Me acuerdo que una vez López Portillo visitó la India y firmó un “Convenio para salir del subdesarrollo”, como si el subdesarrollo fuera cosa de convenios. Luego vino su famosa afirmación de que “vamos a administrar la abundancia”, que resultó cierta para él y sus amigos, y falsa para el resto de México. Más recientemente, tenemos la declaración de Carstens acerca del catarrito que apenas sufriría México al inicio de la crisis de los bancos, que se convirtió en la enésima crisis nacional.
Los empresarios usualmente son más discretos, excepto Carlos Slim, que acaba de anunciar “en 10 años saldremos del subdesarrollo”. Sorprendido, leí la nota y nada más vi referencias bolivarianas (juntó a Colombia, Argentina, Brasil y Chile en este pronóstico) y muchas vaguedades, como que hay que hay que crear carreras universitarias para las ocupaciones que se necesitan, lo que está cercano a una tautología. En otras palabras, no supe en qué se basaba el Sr. Slim para hacer su declaración, y me veo obligado entonces a aplicarle el método Made in Mexico de Ricardo González. Quiero detectar ruidos en este motor enorme que es nuestra patria. No quiero quejarme de que Slim tiene más dinero que yo, ni criticar la forma en que lo adquirió, ni darle un voto de confianza ni decir a priori que está loco. Quiero ver qué ruidos hace mi país cuando le aplico el estetoscopio, y después hacer mi propio pronóstico.
Empezando con el terreno, México está muy bien: es un país grande con muchos recursos naturales. Contamos con miles de kilómetros de litoral, lo que da para convertirnos en potencia pesquera, por ejemplo, si Slim le entra al negocio y pone un astillero para armar barcos camaroneros o atuneros o sardineros; de otra forma los barcos que vemos en la playa serán más bien para pasear. Nuestra producción agrícola es muy variada y da oportunidades de mayor producción y procesamiento, y de exportación de frutas a muchísimos países donde no conocen la guayaba, por ejemplo. Aguascalientes y La Laguna son cuencas lecheras importantes, a pesar de su clima. Sin embargo, toda la altiplanicie central (la zona centro-norte limitada por las dos Sierras Madre) carece de falta de agua, y no veo remedios a largo plazo, puesto que los pozos se secarán. El noroeste es lugar adecuado para producción de carne, y mucha se exporta. Sinaloa tiene una enorme producción agrícola, que también se exporta, sin contar la droga. Tenemos petróleo en abundancia. En resumen, no nos podemos quejar mucho del lugar en el que vivimos.
Junto con esta abundancia de recursos naturales, sin embargo vemos que importamos gasolina, leche contaminada (recordar a la CONASUPO), carne americana, maíz y otros productos básicos, y montones de chatarra china. Es decir, no explotamos nuestros recursos o lo hacemos mal, como el caso del petróleo, que sigue siendo orgullosamente nacional (el petróleo crudo) aunque la gasolina sea importada.
En salud México está bien, principalmente porque cuenta con el IMSS. Pero no somos un país de gente fuerte, porque no hacemos deporte, ya que nuestro deporte es por televisión. En educación básica estamos fritos, porque no se nos enseña a pensar ni a ser autocríticos, y en la educación moderna el mundo es el culpable de los males de un estudiante, no el estudiante. El SNTE contribuye con su montaña de arena a conservar la educación básica pública en el muy bajo nivel en que se encuentra. La educación superior ha corrido detrás de la ola de jóvenes que aparecen cada año queriendo hacer universidad, y las universidades les dan lo que pueden, no lo que se necesita; una razón estructural de esta deficiencia es que producimos más niños que los que el país es capaz de educar. Las familias y los países deberían producir los hijos que fueran capaces de educar. En justicia se ha avanzado, de origen por la presión social y en la práctica al dotar de medios más modernos para administrar e impartir la justicia, como las computadoras. En seguridad, tenemos el problema más grande que haya vivido el país en los últimos 80 años.
En investigación científica estamos bastante retrasados, pero México es un país que tiene muchísimo lugar para avanzar. Los grandes hospitales del sector público son lugares para investigar todas las enfermedades que se nos puedan ocurrir, y las universidades más importantes (UNAM, IPN, ITESM, ITAM, UdeG,…) dedican parte de su presupuesto a mantener buenos institutos e investigadores. Lamentablemente hay una separación entre Academia y Mundo Real, y en general no se ligan los descubrimientos con las necesidades o las oportunidades que las empresas tienen. Aquí sugiero al Sr. Slim un apoyo extraordinario, subrayo: extraordinario, a la investigación en áreas importantes para el país, por ejemplo el software: México puede convertirse en país productor de software, porque lo único que se necesita es talento y computadoras, inversión mucho menor que la necesaria para la petroquímica, por ejemplo.
A fin de cuentas los países son desarrollados o no, por su gente. Ni la superficie ni las riquezas naturales, es la gente la que hace grandes o miserables a sus naciones. En este sentido veo tres talones de Aquiles para que México pueda convertir a Slim en el rico más acertado del mundo. El primero de ellos es nuestro sistema político. Después de que comprobamos que seguimos mal después del PRI, la mayoría de los mexicanos ha perdido la esperanza en la democracia que tuvo en 2000. La oferta política de todos los partidos juntos vale menos que un salario mínimo, y buena parte de su actuación consiste en criticar al que está al frente, cuando se es oposición. El segundo talón es la corrupción, asunto en el que no podemos culpar al gobierno, porque se necesitan dos para bailar tango. El tercero es la falta de participación del público en general en las actividades políticas. Posiblemente tantos años de acarreo nos amaestraron, como al perro de Pavlov, a saber hacer nada más eso. Aceptamos como un castigo divino a los gobernantes que tenemos, sin alzar la voz para hacer una crítica sustentada y una propuesta razonable. Damos por hecho que siempre ha sido así y que siempre será así.
México tiene el privilegio de absoluta libertad de prensa (notable principalmente en la escrita, por su gran variedad), donde aparecen lo mismo análisis sensatos de nuestros problemas que ataques infantiles y resentidos a los gobernantes. Yo espero que se nos pase pronto esta euforia de libertad que nos da placer cada vez que leemos alguna crítica al gobierno en turno, y pasemos al siguiente nivel, el de esperar propuestas de nuestros medios de comunicación.
¿Cuáles son los países que Slim tiene en mente cuando habla de países desarrollados? EEUU, Comunidad Europea, Japón, Inglaterra, Australia, Canadá (Rusia y China son países fuertes, pero no los considero desarrollados). ¿Qué hay de común en ellos? Gobiernos representativos, bajos niveles de corrupción, participación pública; es decir, ninguno de los talones de Aquiles de México. Veo buena educación básica y excelentes universidades, investigación y ganas de trabajar. A la larga, la educación es el motor del desarrollo, creando una población que sea apta para crear un país desarrollado. En otras palabras, en mi opinión, la educación es el problema número uno de México.
Con todo su dinero, Slim no tiene comprado el futuro. Así que a reserva de equivocarme (en 10 años lo veremos), el pronóstico es más bien seguir en el subdesarrollo, aunque le cambien el nombre. Si el Sr. Slim insiste en su tesis, le pido que nos indique cómo vamos a salir del subdesarrollo, y le sugiero reinvertir una parte significativa de su capital en investigación realizada en México por mexicanos.
jlgs, el heraldo de aguascalientes, 18.2.2011