Lee Iacocca es uno de los directores de empresa legendarios en los Estados Unidos. Su fama es mucho mayor que los logros económicos obtenidos al frente de Ford y de Chrysler, es también su herencia como manager, como impulsor de nuevas ideas y como alguien capaz de enfrentar grandes batallas, cuando su empresa lo necesitó.

Tuvo una carrera larga en Ford, desde 1946 hasta fines de los 70’s. Hacia fines de 1970’s vio que el futuro de los automóviles estaba en vehículos más pequeños y más económicos, y aunque apoyó a los iconos de Ford, como el Mustang, impulsó también carros más pequeños y de motor chico. Muchos lo juzgaron loco y probablemente en retrospectiva podríamos decir que para esa época, él estaba pensando demasiado adelantado. Su temperamento chocó con el archiconservador Henry Ford II, y naturalmente, el hilo se rompió en la parte más delgada. Iaccoca dejó la dirección de Ford y tiempo después tomó el mando de Chrysler. Esta empresa es la “pequeña” de las “tres grandes” en el mercado automotriz norteamericano; la que falta de mencionar es General Motors. Chrysler siempre ha tenido que vivir bajo la sombra de sus dos hermanas mayores, y ha tenido que asumir mayores retos para poder salir adelante, en comparación con GM, más conservador. Por ejemplo, GM todavía el día de hoy utiliza el monoblock diseñado en 1955 (el smallblock), muy modificado en el sistema de inyección, en las camionetas Chevrolet.

Bajo Iacocca, Chrysler enfrentó dos retos, uno tecnológico y otro financiero. El tecnológico consistió en dar un impulso definitivo en el mercado norteamericano a los automóviles compactos, de 4 cilindros y con tracción delantera; a México llegaron como los “modelos K”, de principios de 1980’s. Tomó decisiones atrevidas, como la adquisición por parte de Chrysler de AMG y de Jeep; la primera resultó un fracaso, y la segunda es todavía una unidad muy rentable de Chrysler. Financieramente, a Iaccoca le tocó la bancarrota de Chrysler, algo semejante a lo que hace un par de años enfrentaron muchas de las empresas más representativas de la economía norteamericana. En estos tiempos los norteamericanos ya empiezan a darse cuenta de que también su país está sujeto a problemas como el resto del mundo, y como sabemos, se negoció un ayuda multibillonaria para esas empresas. Pero en los 1980’s todavía estaban enrachados y la quiebra de Chrysler despertó enorme polémica en los medios económicos y políticos de EU: hubo opiniones sustentadas en ambos sentidos. Analistas, columnistas, políticos, todos daban su punto de vista. Algunos senadores y diputados lo apoyaban y otros decían en las reglas de la libre empresa, cuando las cosas iban financieramente mal para una compañía, había tres opciones: inyectarle capital, pedir prestado, o cerrarla. Iacocca luchó porque el gobierno entrara al rescate, se enfrentó a comisiones y obtuvo financiamiento para salvar a Chrysler de la bancarrota. Esta empresa, con sus altibajos, se conserva como uno de los iconos norteamericanos.

La carrera de Iacocca fue larga, muy productiva, polémica en ocasiones, y con una gran dosis de pasión por comunicar sus ideas, tanto a sus colaboradores, a políticos y al público en general. A medida que pasaban los años de su carrera enfrentaba mayores retos que pudo sortearlos con su talento y con el peso de su experiencia. Le daba enorme importancia a la sabiduría acumulada en años de trabajo, le causaba más impacto que un título de Harvard. Publicó sus memorias hacia 1985, y ahí decía que la edad oficial para jubilarse en los Estados Unidos, 65 años, no era una buena edad; afirmaba que una persona con 65 años tiene todavía salud, cierta fortaleza, y un cúmulo de experiencias que puede compartir. Iacocca sugería que esas personas en edad de jubilarse deberían aprovecharse como consejeros, instructores, en puestos en donde los que apenas empezaban a trabajar pudieran aprovechar la sabiduría reunida en las mentes de los que terminaban de trabajar.

No ha sucedido así en México. Hay una razón importante aquí, y es que no se nos ha enseñado a respetar el trabajo. Hay muchísima gente que está empleada en puestos artificiales que no representan ningún beneficio ni para su organización o su empresa, ni para la comunidad. Esto sucede principalmente en las organizaciones o dependencias del gobierno que tienen un sindicato grande, fuerte, y antiguo: IMSS, SME, PEMEX, Maestros, etc. Decía el Dr. Emilio Rosenblueth que los trabajadores habían ido reduciendo la jornada de trabajo “a base de victorias del proletariado”, y así, poco a poco, en una lucha que se divide de acuerdo al ideal maniqueo en buenos y malos, los buenos trabajadores habían arrancado privilegios y privilegios a sus patrones de las dependencias. En contraste con esta actitud, nos llegan noticias de los sindicatos japoneses, en que su huelga consiste en trabajar el doble, para avergonzar a sus patrones. Naturalmente, este esquema supone un honor en los participantes que en México nos ha faltado, tanto en empleadores como en empleados.

No hay empresa que aguante un sindicato como el del IMSS, iría a la quiebra. El IMSS está en números rojos, pero cuenta con la ley a su favor y cada vez que lo necesita, simplemente aumentan las cuotas. El trabajador está protegido, y parte de sus prerrogativas es precisamente jubilarse, a edad más y más temprana. Recientemente se ha querido parar esta tendencia, pero faltan años para que se considere otra vez “natural” jubilarse hasta los 65.

Hay una razón demográfica para jubilar a los viejos de este país: que tenemos muchos jóvenes. Aunque ha bajado la tasa de natalidad y ya es raro ver familias de 8 hijos, todavía se ven, sobre todo en las clases bajas, padres caminando con cuatro o cinco chiquillos por la calle. Como las condiciones de salud han mejorado, hay menos mortalidad infantil, y por lo tanto más crecimiento de la población. Las muchísimas universidades de buena y mala calidad que se han creado en los últimos años cumplen con un doble deber social, que es entretener a los jóvenes por unos años y hacerles creer que al terminar tendrán el trabajo asegurado.

Y al terminar sus estudios, los miles y miles de nuevos jóvenes que están en situación disponible para iniciar algún trabajo son una ola que revienta en las dependencias, en las organizaciones paraestatales, en las empresas, en las escuelas, demandando un trabajo que ellos pretenden saber hacer, o al menos, cobrar por él. A los viejos y no tan viejos, los tienen que jubilar y olvidarlos. De esta manera, no se capitaliza la experiencia por la enorme presión de la juventud, que con todo derecho, aspira a tener un puesto de trabajo.

Hace algunos años se mantuvieron campañas permanentes para bajar la natalidad. Se lograron algunos avances, pero esas campañas se terminaron y el crecimiento de la población lo vemos reflejado en problemas que apenas se empiezan a mencionar en estas líneas. Las otras consecuencias importantes son habitación, educación, y salud. De estos hablaremos en los siguientes artículos.

jlgs/14.7.2010

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