Las elecciones del 7 de junio fueron las más importantes de los últimos años porque rompieron un tabú, que era necesario ser postulado por un partido político para poder ganar. Durante muchos años el PRI se defendió “como gato panza arriba” cuidando su monopolio a los puestos públicos; poco a poco, gracias principalmente a la perseverancia del antiguo PAN, fue posible que otros partidos consiguieran gubernaturas, y ya tenemos años hablando de la composición política del Congreso. Actualmente todos los partidos son cómplices en el mismo intento, tratar de monopolizar para ellos las elecciones, y solamente gracias a las incontables críticas que reciben, y a estar en el caño de la apreciación popular, es que esos partidos permitieron primero que hubiera candidaturas sin partido, y ahora tienen que soportar que haya gobernadores y diputados sin partido.
No todos piensan así. En un artículo reciente (El Heraldo, 14.6.2015), don Roberto Díaz Ruiz dice que “la llegada de gente sin preparación, con odio y rencor, y con dudosa participación de recursos, más que beneficiar puede poner en entredicho la democracia”. En resumen, es muy riesgoso que aparezcan candidatos sin partido y por lo tanto es mejor que los partidos políticos sigan conservando el monopolio. Estoy totalmente en desacuerdo, y hay infinidad de razones. La principal es que los partidos políticos han tenido más que suficientes oportunidades para probar lo que son, y los resultados son espantosos. Esta crisis por la que pasamos ahora está fundamentalmente ocasionada por la incapacidad de los partidos que nos han gobernado para hacer las cosas bien, para no robar, para meter en cintura a los que toman carreteras y los que asaltan en la vía pública o en la vía todavía más pública, es decir, desde el gobierno. Para tranquilizar al Sr. Ruiz, ya se ha legislado que los candidatos independientes pueden recibir aportaciones privadas, y por otro lado, la danza de los millones perdidos en Cohahuila, y los $25 millones enviados por paquetería de Xalapa a Toluca nos comprueban que el manejo transparente de recursos no es el fuerte de los partidos políticos.
Yo creo que la competencia es buena, y merecen una felicitación tanto El Bronco como y el pueblo de Nuevo León por abrir un capítulo nuevo en este experimento medio fallido de democracia mexicana. Jaime Rodríguez llega después de hacer muchas promesas y falta ver si cumple o si le sucede lo que a Vicente Fox cuando llegó con el PAN a Los Pinos. Eso está por verse, pero por el momento creo que la noticia es más que positiva. Que el gobernador Rodrigo Medina ponga sus barbas a remojar, porque el que llega ya anunció que no le va a cuidar las espaldas.
La otra noticia positiva es que las elecciones se celebraron en forma pacífica, a pesar de los amagos de boicot por parte del CNTE. A pesar de todo el ruido que hacen esos “maestros”, la participación tranquila de los ciudadanos que votaron fue un repudio a aquellas tácticas. Yo ya había percibido ese fastidio de la ciudadanía contra los maestros, porque las últimas veces que estuve en el DF coincidieron con marchas y plantones, y todas las personas a las que les pregunté (taxistas, boleros, periodiqueros, tenderos, policías y compañeros de trabajo) me decían lo mismo, que estaban hartos de que llegaran a estacionarse en cualquier lugar de la ciudad. El hecho de tener elecciones pacíficas y el tamaño pequeño de los votos nulos (4.7%) dan una lectura precisa de que el sentir popular no apoya a la CNTE.
Sin embargo, la mala noticia, muy mala, es el abstencionismo: el 52% del electorado no votó, y esto nos lleva al problema principal (porque todo gobernador electo es nada más una promesa y hay que esperar a su desempeño), que es precisamente el paupérrimo desempeño de la clase política al frente de nuestro país. Lamentablemente yo no puedo culpar exclusivamente a los políticos, yo estoy convencido de que la culpa está repartida entre todos los mexicanos; con menos proporción entre los que no hacemos de la política un oficio, pero también nos toca. Creo que esto se debe, entre otras cosas, a que nuestra idiosincrasia no es participativa, consideramos que los asuntos de gobernar son “del gobierno”, no son nuestros. Los mexicanos tenemos la mano extendida para recibir los favores del gobierno, pero no la tenemos preparada para entregar nuestra aportación, y esto lo vemos en los asuntos más grandes y en los más sencillos. Por ejemplo, Aguascalientes es una ciudad muy limpia, pero no es gracias a la ciudadanía sino gracias a los ayuntamientos. Vaya usted a la Isla San Marcos después de algún evento y lo encontrará convertido en un muladar, y las calles que llegan ahí mostrarán también las huellas de la fiesta: cascos de cerveza, latas, colillas de cigarros, hasta pañales sucios he visto. Al día siguiente ya llegaron los del servicio de limpia y la zona está como antes, pero no fue gracias al ciudadano, fue a pesar del ciudadano.
El problema del abstencionismo es semejante al de la gallina y el huevo, ¿cuál fue primero? El abstencionismo favorece que los partidos organizados tengan las mejores posibilidades de ganar, lo que sucede casi siempre; más tarde, el ciudadano se convence de que su voto no hubiera contado, justifica su abstención, y empieza un sexenio más de desinterés por las cosas públicas. En la siguiente elección de gobernador, el ciudadano está todavía más convencido de que siempre es lo mismo, y continúa sin votar. En mi opinión, el abstencionismo no es nada más dejar de votar, sino dejar de participar en la vida pública: desinteresarse de las decisiones del gobierno, arrojar basura en la calle, descuidar los camellones, hacer de la queja un oficio e ignorar la responsabilidad propia.
La última mala noticia es que el contenido en las campañas políticas es casi cero. No consigo comprender cómo se justifica que los candidatos gasten nuestro dinero (es decir, las participaciones federales o estatales) para hacer las campañas que hicieron: circos, danzas, slogans, fotografías. En mi opinión eso no es democracia. Yo prohibiría los spots con efectos especiales: si el candidato quiere que vote por él, que diga con palabras por qué, así de simple.
A pesar de los pesares, creo que las noticias son más buenas que malas: nuestra democracia la libró, y ya tenemos un gobernador independiente. Que cumpla y demuestre que hay opciones efectivas fuera de los partidos políticos; que no nos suceda como con Fox, quien demostró que da lo mismo tener un presidente del PAN o del PRI.
16.6.2015
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