Los artistas de talento tienen voz propia y pueden hacerse oír desde escenarios inesperados, como González Iñárritu cuando recibió el Oscar, quien dijo “ruego porque podamos encontrar y construir el gobierno que merecemos”. Lo respeto como cineasta, pero no me parece acertada su expresión, porque hay dos elementos que la perturban: los gobiernos no se encuentran, verlo así es algo así como ir caminando por la calle y esperar encontrar un billete de mil pesos; es más adecuado decir que un gobierno se construye, pero aquí interviene mi otra inconformidad, ya que en mi opinión, tenemos el gobierno que merecemos, ni mejor ni peor.

Esta última expresión, la del merecimiento, puede analizarse en teoría: lo que de acuerdo a nuestra dignidad de seres humanos corresponde. O puede verse más crudamente, como cosechar lo que se ha sembrado. La primera interpretación no conduce a ningún lado, es plañidera y es colocarnos en el papel de víctimas de un gobierno injusto; efectivamente somos víctimas de muchas arbitrariedades del desgobierno, pero la simple queja o el deseo de un futuro mejor no conduce a ningún lado. Yo pienso que lo que dijo González Iñárritu es mejor analizado como una oportunidad de reflexión acerca de los orígenes de este mal gobierno, de este desgobierno que padecemos los mexicanos, y la tesis central de este artículo es que el gobierno de México puede ostentar con orgullo el sello Made in Mexico.

Para empezar, todos los políticos que hay en México son mexicanos, heroicos hijos de la raza de bronce, ninguno es extranjero ni alienígena; nacieron aquí o se nacionalizaron, respiraron el aire de nuestros pueblos y ciudades y asistieron a las escuelas que existen en el país. Las leyes están hechas por mexicanos e incumplidas por mexicanos; afortunadamente aquí no tenemos invasiones ni ocupación extranjera como en otras partes del mundo, por tanto si alguien transgrede la ley en México, 99.99% seguro que es un mexicano. Este país está lleno de parásitos (me refiero a los partidos políticos, que viven de un generoso presupuesto), pero sus miembros no son rusos ni canadienses ni haitianos, son mexicanos. Los policías que están en la cárcel acusados de participar en bandas delictivas, también son mexicanos. Granier, Villanueva, el gober piadoso, el gober precioso, Aguirre, Reynoso Femat, César Duarte (el que es accionista de bancos), Manuel Velasco (el que inunda el país de promoción personal), Juan Sabines y Moreira (que dejaron endeudados a sus estados), todos ellos son mexicanos y comen tacos de carnitas con frijoles y chile jalapeño, igual que usted y yo.

Cuando yo era joven veía que muchos hombres y mujeres con ambiciones se iban “a la cargada”, para apoyar al candidato del PRI, esperando encontrar su hueso en la siguiente administración. Luego se hizo famosa la frase “estar fuera del presupuesto es vivir en el error”, después fue obligado el PRI a compartir el poder, y los hijos de aquellos hombres ambiciosos heredaron la ambición (que ahora puede ser de distintos colores), con un campo más extenso para vivir del presupuesto, ya que están abiertas las puertas de los partidos, los tribunales electorales, el INE y los institutos electorales estatales, todos y cada uno de ellos viviendo del presupuesto. En pocas palabras, juzgando por mi experiencia, este país mío tan querido es una fuente inagotable de personas con ambición de vivir del presupuesto.

Viene a cuento la historia ya contada de los tres métodos para sacar adelante el país:

  1. Método científico: la Virgen de Guadalupe se le aparece en sueños al presidente preguntándole cuánto dinero necesita para resolver sus problemas, Peña Nieto está muy despierto en el sueño y dice una cantidad, en dólares. Al día siguiente, en su buró está un cheque por la cantidad pedida.
  2. Método milagroso: todos los mexicanos nos ponemos a trabajar.
  3. Método actual: los mexicanos le buscan como pueden y donde pueden, sin fijarse mucho en los medios.

Dado el rating de las telenovelas y las pasiones que despierta el futbol (no la ópera ni el teatro), ¿qué tiene de raro que nuestro actual presidente no haya podido citar tres libros? Reviso su página en Wikipedia y leo que nació en Atlacomulco, estudió Derecho en la Universidad Panamericana y una maestría en administración de empresas en el TEC de Monterrey, campus Edomex; no hay ciudad extranjera ni universidad del primer mundo a la que podamos echar la culpa de aquel olvido. Dice mucho de ambas universidades el hecho: primero, el honor de haber producido un presidente, segundo, la vergüenza de que un exalumno no pueda citar tres libros.

Y sin querer he llegado a lo que en mi opinión es el meollo de nuestro asunto: la educación. El difunto ingeniero Rodolfo Córdova (cuyo padre era un hombre muy sabio) contaba la historia de que cuando llegó a asentarse en Aguascalientes, a principios de los cincuentas, lo invitaron a dar clase en la preparatoria. Aceptó y se aplicó a la tarea, pero se le pasó la mano y utilizó un criterio incorrecto para juzgar a los alumnos: al que no estudiaba, lo reprobaba. Llegaron las quejas a oídos del rector Palomino Dena, y convocó al maestro disidente a retomar el buen camino: “mire, ingeniero, aquí entretenemos a los muchachos por un tiempo, pero nada más dos años, no queremos que se queden porque vienen más generaciones, busque la forma de aprobarlos sin tanto problema”. El Ing. Córdova renunció y no volvió a dar clases.

Muchos años después, dos familiares míos cercanos han dejado sus clases en la UAA, porque ahora no se puede tocar a los alumnos ni con el pétalo de una rosa, el maestro que reprueba es reprobado, y los alumnos tienen varios recursos para quejarse de sus maestros, lo que incrementa simultáneamente el número de egresados de las universidades y el de profesionistas desempleados; aprobaron las materias sin aprender lo suficiente, y el mercado laboral les pasa la factura, lo que me recuerda la anécdota de mi maestro Octavio García, quien proponía que para ahorrarse problemas con los estudiantes inconformes, mejor los formaran en una fila, les preguntaran qué título quieren, se los entregaran y así tendríamos profesionistas libres de traumas escolares, dejando para la maestría los que sí quisieran estudiar.

Para completar el cuadro educativo, recuerdo a los maestros que acamparon en Reforma unas semanas antes, a quienes yo vi con sus tiendas de campaña, todas del mismo color y modelo, lo que me llevó a reflexionar en la extraordinaria casualidad de que esos profesores se hubieran puesto de acuerdo para comprar sus tiendas en el mismo negocio.

Con esta educación, ¿qué esperamos? ¿Podremos producir un gobierno mejor?

Usted podrá argumentar que no es profesor, que sí estudió en la carrera, que paga impuestos, que usted no participa en los problemas que he mencionado; permítame contar una anécdota personal. Desde hace dos años he estado sembrando árboles en un camellón olvidado de las autoridades, después de criticar al gobierno por su olvido durante aquellos años de olvido; actualmente hay unos 80 árboles que he plantado y cuidado, crecen y me hacen sentir orgullo. Los he plantado a la luz del día y me han visto cientos de personas; ocasionalmente alguien se detiene y me felicita, una vez fui interrogado por la policía por esta actividad sospechosa, y hasta la fecha he gozado de la ayuda de don Alberto Briones, quien una vez me ayudó a regarlos. El resto de las personas que me ven sembrando o regando, pasan de largo, sin detenerse y sin ayudar. Lo que hago no es ninguna hazaña, es simplemente una pequeña contribución a mi ciudad que yo esperaba rindiera frutos y animara a otras personas a participar, pero no ha sido así.

Y regreso al punto del principio: tanto por la educación que tenemos en México, como por mi pequeño experimento sociológico, no veo condiciones para que podamos producir “el gobierno que merecemos”, vamos a seguir teniendo más de lo mismo hasta que todos nosotros, o al menos un número muy grande de mexicanos, queramos hacer las cosas mejor que como las hacemos ahora.

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