Una de las promesas de campaña de Enrique Peña Nieto fue reducir el número de plurinominales, ese Frankenstein jurídico que no representa a nadie y que nada más beneficia los partidos y a los ungidos por el voto (del partido); para variar, ni estamos en jauja, ni se ha resuelto el problema migratorio con el vecino del norte, ni se ha dado un paso para eliminar o disminuir a los plurinominales. No pasaría de ser una promesa más incumplida –los mexicanos ya estamos acostumbrados- pero el asunto viene al caso porque los diputados están en el candelero, y no gracias a sus atinadas propuestas legales, sino porque se ha hecho evidente que también ellos, al igual que algunos gobernadores, echan el gato a retozar aplicando el refrán el que parte y reparte, se queda con la mejor parte.
En su infinita sabiduría, los legisladores han tenido a bien asignarse poderes discrecionales para asignar partidas de presupuesto, en contraste con lo que sucede si uno va a cualquier dependencia y propone alguna acción en beneficio de la comunidad, donde aparecen dos respuestas posibles: 1) no hay dinero, 2) sí hay dinero, pero está asignado a otras partidas. El año pasado me acerqué a la H. Secretaría de Servicios Públicos del ayuntamiento para quejarme de que en algunos camellones habían plantado árboles, los abandonaron y se secaron; yo les pedí atender esta carencia. Fui recibido como ciudadano ejemplar, ensalzaron mi amor por los camellones, me llevaron de paseo a la Línea Verde, pero no dieron un paso para atender los camellones deforestados; la explicación: no hay dinero y se tienen muchas áreas verdes por atender. A una persona cercana a mí le robaron su iPhone; presentó la denuncia dando las señas y el número de serie del teléfono, le dijeron que permaneciera en contacto con las fuerzas del orden. Días después apareció encendido el aparato robado en tal y cual dirección, informada por Apple a través de internet. La persona agraviada habla a la policía, dice que el teléfono está en tal lugar, y la policía le responde que tiene que ir con ellos al lugar señalado; se genera una discusión porque la denuncia ya está presentada y la policía tiene la identificación del aparato; finalmente el agraviado decide dar por perdido el asunto. Yo creo simplemente que a la policía no le interesó porque es un asunto de poca monta y les faltan recursos para atender denuncias de este tamaño.
Pero todo presupuesto pasa antes por las Cámaras, y los diputados y senadores han encontrado al menos dos maneras de quedarse con la mejor parte. Por principio de cuentas están los presupuestos gigantescos de una y de otra (en 2014: $3,722,428,466 para los senadores y $ 6,795,524,255 para los diputados), que se emplean sabiamente en dietas, asistentes, gastos de viaje, de representación, ayuda para coche, construir pirámides, etc., lo que sea para acabar el año en ceros. La segunda forma es sublimar su infinita y retorcida sabiduría legislativa, asignándose partidas para gastos en beneficio público, en donde los diputados, discrecionalmente, deciden cuánto y a quién. Lamentablemente el problema no termina ahí, puesto que también deciden el cómo, y ahí es donde entran los moches: te doy cien millones para que asfaltes la ciudad, pero te tienes que caer con un 20% para poder mantener mi interés, y además le tienes que asignar los contratos a mi compadre. Los porcentajes que cobran por su mirada benévola (he leído inclusive de un 35%) hacen que gobernadores como Reynoso Femat parezcan benefactores sociales, puesto que de ellos yo nada más escuché el diezmo, aunque ese diezmo fue suficiente para que no se terminaran ni el Hospital Hidalgo ni el Distrito de Riego 01.
Los plurinominales aparecen en escena porque casualmente dos de los diputados señalados por la prensa a propósito de los moches son Manlio Fabio Beltrones (PRI) y Luis Alberto Villarreal (PAN), quienes son coordinadores de sus bancadas, ambos plurinominales. Es decir, no únicamente estamos pagando muy buenos sueldos a dos personajes que no fueron elegidos por nadie, sino que éstos se colocan en la posición privilegiada de control de sus grupos y de los presupuestos que sus grupos distribuyen. Naturalmente que ambos niegan los cargos, quién vende pan frío; por mi parte no puedo decir que estas noticias hayan sembrado duda sobre la forma en que se asignan los dineros públicos, puesto que existe la certeza en toda la población de que se asignan de manera incorrecta. En cambio, sí puedo decir como mi gobernador Carlos Lozano de la Torre que “cuando el río suena, agua lleva”[1]; él lo declaró hace unos días para referirse a los moches del PAN, yo lo digo ahora para referirme a los moches del PAN y del PRI.
Estas noticias hacen ver a los diputados no como nuestros representantes, sino como depredadores sociales a los que hay que combatir disminuyendo su número; no son quienes cuidan intereses ciudadanos sino son personas que usan en provecho propio su alto cargo para delinquir, según las últimas noticias[2]. Vistos de esta manera nuestros “representantes”, es oportuno recordar aquella promesa de campaña, reducir la nómina de legisladores. No creo que mejore la calidad de los que queden, pero al menos tendrán que pasar por el penoso proceso de acercarse a la ciudadanía, poner cara de interés en nuestros problemas y tratar de conseguir nuestro voto.
Pero quizá sí mejore algo el asunto: en este momento los líderes de las bancadas se deciden exclusivamente por sus contactos en la cúpula del partido, puesto que ambos líderes son plurinominales. Si librados de plurinominales volviera a suceder que los líderes pidieran moches, al menos ya tendríamos un distrito a quien echarle la culpa, ahí donde los eligieron.