Ucrania representa el país eslavo más grande y más importante de los que se separaron de la URSS en 1991, después de Rusia; Kazajstán tiene un territorio más grande pero está completamente en Asia, en cambio Ucrania forma parte de Europa y su población es predominantemente eslava: entre rusos y ucranianos alcanzan más del 95% de la población. Las ligas entre Rusia y Ucrania datan de muchos siglos atrás: el primer estado ruso que existió fue la llamada Rus de Kiev, hacia el siglo VIII, precisamente con Kiev como su capital. Desde ahí se adoptó el cristianismo como la religión de ese “país”, una organización de principados bajo el dominio de los príncipes Rurik, basados en Kiev. Después, el poder de Kiev declinó y subió el de Moscú, que finalmente se hizo del poder en esa zona hacia el siglo XIV. Los pobladores originales fueron una mezcla de tribus eslavas con los escandinavos que viajaban del Norte por el río Dniepr en sus rutas comerciales hacia Constantinopla; este es, muy a grandes rasgos, el origen de los que ahora se conocen como rusos, entre los cuales hay un subgrupo, los ucranianos.
No únicamente por razones históricas hay ligas fuertes entre Rusia y Ucrania: la tierra en Ucrania es mucho mejor que en Rusia: está más al sur, tiene un clima menos extremo que en Rusia, hay abundantes ríos y la tierra ha sido abonada durante muchos siglos, antes de la historia humana registrada, por residuos orgánicos de árboles, hierbas y animales que la vuelven extraordinariamente feraz; es la famosa “tierra negra” de Ucrania, que Rusia la ha cuidado como posesión preciosa. El actual país de Ucrania tiene 603,000 km2 de superficie y 333,000 km2 de tierra arable, apta para el cultivo y que tiene potencial para ser convertido en un granero de Europa o en un granero de Rusia; es el más grande de los países contenidos en Europa. La proporción tierra arable / territorio es extremamente favorable, 55%. Estableciendo una comparación, países con uso intensivo de la agricultura tienen ese porcentaje mucho más bajo: EEUU, 18%; Argentina, 10.4%; Australia, 6.2%; Alemania, 33.7%; México tiene el 13.94%. Imagine usted que el territorio de nuestro país fuera en su totalidad semejante al de Sinaloa: campos verdes y cultivos hasta donde se cansa la vista: esto daría una idea de cómo es Ucrania. Este potencial agrícola, y por lo tanto económico, es al mismo tiempo una bendición y una maldición para los ucranianos; la parte positiva es obvia, la parte negativa es que despierta la codicia de los demás países. Cuando Hitler proclamó la doctrina del Lebensraum (espacio vital) para los alemanes y entró en guerra contra la URSS, sus ojos estaban puestos en la tierra negra de Ucrania y en los yacimientos petroleros del Mar Caspio; ambos territorios fueron ocupados temporalmente por las tropas nazis.
Rusos y ucranianos no se distinguen mucho exteriormente, hablan idiomas muy parecidos, ambos escritos con caracteres cirílicos, y comparten lazos de raza, religión, cultura e historia. Pero los ucranianos pasaron a depender de los rusos desde el siglo XIV y han sido considerados una especie de hermano menor de los rusos, lo que crea una especie de resentimiento familiar, en este caso viejo de siglos, metido en la sangre, difícil de racionalizar e imposible de ignorar. También tienen resentimientos con otros vecinos: Polonia, que durante la Edad Media fue un reino poderoso y llegó a ocupar partes de Ucrania, es mencionada en una obra de Nikolai Gogol: Tarás Bulba; se narra la historia de un jefe cosaco en guerra contra los polacos, que asiste a la muerte de su propio hijo a manos de los “herejes”, es decir los polacos católicos. La historia cultural de Ucrania está llena de figuras que lucharon por su libertad; el poeta nacional, el que dejó sentadas las bases del idioma ucraniano, es Tarás Shevchenko, quien fue encarcelado en 1845 por publicar poemas en donde se hablaba de libertad para Ucrania.
Los ucranianos se consideran a sí mismos diferentes a los rusos en el carácter, más alegres y más libres; tienen algo de razón, puesto que la idea de convertir a Rusia en una inmensa prisión, en donde se exigía un pasaporte interno para viajar dentro del mismo país, no fue de los ucranianos sino de los rusos. Una buena comparación puede brindarse entre Gogol y Chejov, por el lado ucraniano, Tolstoi y Dostoievski por el ruso. Gogol era un espíritu inquieto, enormemente observador y con gran capacidad de sátira, como en su obra de teatro El Inspector, que todavía hoy en día se representa en todo el mundo; Chejov tiene innumerables historias en donde aborda los aspectos más trágicos y absurdos de la vida, pero siempre como alguien que observa y simpatiza con los pequeños personajes que retrata, por ejemplo Buen Final, que puede leerse en este mismo sitio[1]. Por el contrario, las obras de Tolstoi son de gran trazo, algunas épicas como Guerra y Paz o Anna Karenina, siempre abordando con propiedad los aspectos serios y trágicos de la existencia; y si hay un escritor que escarbe en el alma de sus personajes y los presente como seres jaloneados por sus pasiones y sus circunstancias, ese es Dostoievski. Esta comparación es arbitraria y tanto rusos como ucranianos pueden criticarla como deseen.
Durante la época soviética, Ucrania sufrió enormemente a manos de los rusos. Hay un episodio terrible de esos años, llamado Holodomor (del ucraniano Голодомор: muerte por hambre). Al principio del régimen comunista hubo el caos y la guerra entre rojos y blancos; muchos campesinos ucranianos participaron del lado blanco, y al terminar esa lucha Stalin ordenó la colectivización del campo, como una medida muy dirigida contra los kulaks (campesinos ricos) ucranianos: ya no se podrían cultivar parcelas individuales, todo tendría que hacerse en un koljós, es decir, colectivamente. Naturalmente hubo mucha oposición en Ucrania, y los campesinos se negaban a entregar a los agentes del Estado las cosechas y quedarse con poco o ningún alimento para ellos; esta oposición creció y Stalin tomó medidas extremas: ordenó rodear a los campesinos por el ejército y los dejó morir de hambre. Se calcula en muchos millones los muertos, alrededor de diez. Este hecho está considerado como genocidio.
Años después, Ucrania se desarrolló fuerte económicamente (en el contexto de la URSS), explotando la agricultura, la industria pesada y la aeronáutica.
Cuando despareció la URSS, Ucrania tenía todas las condiciones físicas para alcanzar un desarrollo económico sobresaliente bueno: el Mar Negro para comerciar desde ahí, su gran superficie arable, óptima para muchos cultivos; la industria que estaba funcionando, y una población relativamente homogénea racialmente y sin diferencias radicales en religión como las que existen en los Balcanes y que han originado conflictos por siglos. Pero los ucranianos no estaban preparados para aprovechar esta oportunidad: tenían setenta años viviendo bajo un régimen totalitario, no conocían la democracia, no tenían experiencia en tomar decisiones por ellos mismos. Los más vivos aprovecharon, se manejaron las cosas a la conveniencia de alianzas de grupo, la democracia ha tenido muchos tropiezos y el desarrollo económico está por los suelos, a pesar del potencial de ser el granero de Europa o Rusia, sin considerar otras posibilidades de crecimiento. Los síntomas externos son los de un país inmaduro, en donde no existe la posibilidad de llegar a acuerdos que beneficien a la mayoría; existen varios partidos políticos importantes, pero el que hoy es oposición, al llegar al poder pierde el control, abusa del poder, y después de unos años es señalado como tirano; tal es el caso del actual presidente Viktor Yanukovich, quien peleó en el bando de la oposición en la llamada Revolución Naranja de 2004. Más o menos lo que pasa en México, si usted es mexicano me entenderá.
Durante el año 2013 hubo jaloneo en Ucrania entre dos tendencias opuestas: acercarse a Rusia o a la Unión Europea. El presidente Yanukovich es pro-Rusia, el bando pro-europeo no tiene una cabeza única; geográficamente, el occidente de Ucrania está más cerca y apoya a Europa, el Oriente se inclina por Rusia. Esta división está representada entre firmar un pacto de libre comercio con la UE (Unión Europea) o con la Unión Aduanera de Eurasia, promovida por Rusia y que incluye Rusia, Bielorrusia y Kazajstán. En un mundo ideal no tendría por qué haber dos bandos, Ucrania y sus ciudadanos serían libres de hacer negocios con Rusia o con Francia, pero en este mundo esas pequeñas diferencias cuentan y Ucrania no puede decidir por sí sola; las cosas se le complican mucho por su pobre desempeño económico, a pesar del potencial agrícola e industrial; la situación se agrava por la dependencia de importación del gas ruso, tanto para la industria como para la calefacción, indispensable en lugares con inviernos fuertes.
Como consecuencia, durante todo el año 2013 Yanukovich se vio atraído gentilmente hacia los europeos y hacia Rusia; finalmente ganó Rusia y Ucrania anunció su decisión de no firmar con los europeos en noviembre de 2013. Inmediatamente, de una manera espontánea (según narran las noticias), se levantaron protestas en varias ciudades, especialmente en la capital Kiev, donde han participado decenas de miles y tienen ocupada la Plaza de la Independencia (la Plaza Maidan, de donde viene el nombre Euromaidan para las protestas). Desde diciembre pasado, la situación se ha vuelto más intensa, y las presiones por uno y otro lado, violentas. La policía ha reprimido, los manifestantes ocupan edificios públicos, ya se tienen varios muertos, los europeos lamentan la situación y Vladimir Putin, que había ofrecido una ayuda de US$15,000 millones más un precio reducido en el gas, retira su apoyo y deja a Ucrania al garete político, social y económico.
Parte del problema es la presión de los europeos para que Ucrania adopte medidas fuertes en el control de su economía, ya están escarmentados con los casos de Portugal, Grecia y España y no están dispuestos a apoyar incondicionalmente a nadie. Ucrania es un país en donde la democracia se ha manifestado en forma virulenta: varios grupos, muy combativos y con intereses encontrados entre ellos, que cuando llega al poder uno de ellos se ven avasallados por las circunstancias, el poder incrustado en la burocracia y en las altas esferas económicas y políticas se las arregla para sobrevivir a un cambio de partido, y a la vuelta de poco tiempo las cosas vuelven a ser como antes del último cambio. El actual gobierno (y todos los anteriores) son acusados de los mismos cargos: corrupción, nepotismo, actos criminales de los gobernantes, incapacidad de conciliar los intereses nacionales y de sacar al país del bache en que se encuentra, llevándolo al lugar que corresponde a sus capacidades. El actual presidente tiene presa a la presidenta anterior Julia Timoshenko, con cargos posiblemente justificados (ella está catalogada entre las mujeres más ricas del mundo por Forbes, situación muy cuestionable tratándose de un político), pero el caso ha tomado matices políticos y se la ataca o defiende por lo que representa, no por lo que hizo.
Algunos ucranianos perciben injerencia de los Estados Unidos y la resienten; toman como referencia la experiencia de Yugoslavia, que era un país unido y relativamente fuerte, el único país comunista en Europa que se desligó de la URSS y de China, y que a la muerte de Tito se disolvió en varios países, causando destrucción y genocidios en las guerras balcánicas que padecieron. La situación de Ucrania no se compara exactamente con la de Yugoslavia, porque allá existían dos bandos irreconciliables, cristianos y musulmanes; en Ucrania las diferencias no son tan severas. Sin embargo, la posibilidad de crearle problemas a Rusia con su vecino europeo más importante es una idea que necesariamente tienta a los dirigentes norteamericanos, a quienes no les conviene una Rusia fuerte y la pueden atacar, atacando a su aliada estratégica Ucrania. Y si estalla de plano una revolución armada, tanto mejor para los norteamericanos, para quienes su industria bélica necesita guerras que provoquen demanda de sus productos.
¿Qué les conviene a los ucranianos? Empezar por aceptar que en el mundo actual no existe la independencia de las naciones, ya que ninguna es un ente cerrado y autosuficiente, por cuyas fronteras no pasen personas, productos e información. Las decisiones que se toman como grupo son elecciones entre dos bienes o entre dos males; en este caso comerciar libremente con Europa o con Rusia y sus aliados son las opciones positivas; soportar la ira de Rusia y quedarse sin US$15,000 millones de ayuda, o soportar la ira de Europa y la intromisión de Estados unidos, las opciones negativas. Quien está más cerca de Ucrania, con quien tiene mayores lazos de todo tipo, y quien no va a permitir de ninguna manera que le causen problemas en su mayor frontera europea es Rusia, quien podría cortar el suministro de gas a Ucrania, causar un sinnúmero de perjuicios a su industria y a sus hogares, y en un caso más extremo, estacionar tropas a lo largo de la frontera común. Es más fácil que EEUU acepte que nunca ha tenido a Ucrania y que se contente con crear uno que otro problema a Rusia, a que Rusia acepte que Ucrania se escape hacia Europa.
Se habla de manifestaciones espontáneas en Kiev a favor de Europa, y de manifestaciones pagadas por el gobierno a favor del gobierno. Yo creo que efectivamente existen partidarios de uno y otro bando, quizá repartidos en proporción 50-50 a lo largo del país, y también creo que muchos individuos puedan protestar por su propia voluntad, pero me parece difícil aceptar la versión de todas las del lado europeo son espontáneas y las otras son pagadas. Me parece más fácil aceptar que tanto Rusia, como los europeos y los EEUU tienen metidas las manos en Ucrania y todas tratan de jalar agua para su molino.
La situación ideal para EEUU es que Ucrania se separe completamente del bloque ruso e ingrese a la Unión Europea; la situación ideal para Rusia es que Ucrania pase a formar parte de la Federación Rusa, el nombre oficial actual de Rusia. Creo que ni una ni otra van a suceder, que Ucrania seguirá tomada entre dos fuegos y que en medio de estos problemas, la maduración de la sociedad y los partidos políticos ucranianos será más difícil. Creo que Ucrania va a seguir teniendo gobiernos a los que sucesivamente se les acuse de los mismos agravios.
Hace unos días, cuando el gobierno empleó la fuerza contra manifestantes en Kiev, el Secretario de Estado norteamericano John Kerry manifestó su “disgusto”, diciendo que esa decisión no era aceptable y que tampoco beneficiaba a la democracia. “Los Estados Unidos apoyan al pueblo de Ucrania. Ellos merecen algo mejor”. Este ilustre caballero es el mismo que declaró recientemente que la Doctrina Monroe había dejado de existir, porque EEUU no decidirá unilateralmente en qué lugar de América van a intervenir; al contrario: buscará relaciones en un plano de igualdad y corresponsabilidad, compartiendo asuntos de seguridad. Pero este caballero representa a un país cuyos fabricantes de armas mantienen armados a casi todos los grupos delictivos en Latinoamérica, por ejemplo a los miembros de un grupo de autodefensa en Michoacán que aparecieron manejando un rifle Barret .50, que cuesta US$14,500 y se utiliza para eliminar objetivos a un kilómetro de distancia (Reforma, 17.1.2014). Así es la política norteamericana en Latinoamérica. No creo que sea muy diferente en Europa.