La paz entre las naciones puede ser creada y conservada a través de la fórmula mágica de Don Benito Juárez: Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz. Ese pensamiento suena muy bien, es grandioso, sólo que tiene la misma probabilidad de aplicarse que la máxima de San Agustín “Ama y haz lo que quieras”, o sea cero. Los humanos somos complicados, egoístas y envidiosos, flojos, somos buenos para criticar al prójimo y permisivos con nuestros defectos, no estamos satisfechos con lo que tenemos y codiciamos los bienes del prójimo; para culminar este mensaje optimista, creo que mis observaciones son válidas a nivel de personas y también a nivel de naciones.

La historia prueba una y otra vez que la paz no es el estado natural entre las naciones; dicho de otra manera, es más fácil que haya conflicto a que no lo haya. Me parece que la única frontera que no ha sido visitada por la guerra es la de Estados Unidos y Canadá, pero esta paz es asunto reciente y bastarán unos pocos años más de 2ª Enmienda y otro presidente como Trump para generar un conflicto en ese lugar. Bueno, también podría considerarse a Islandia, pero sería una comparación injusta porque nunca nadie ha declarado la guerra a los habitantes del mar. La paz se construye y tiene que cuidarse, constituye lo que en matemáticas se llama equilibrio inestable; un punto que está en equilibrio pero donde basta cualquier perturbación para que se pierda, como un lápiz colocado sobre su punta, sostenida en un dedo.

Durante algunos siglos se vivió en Europa la Pax Romana, ese período en que el dominio romano era tan fuerte como para evitar que hubiera conflicto entre las naciones sometidas al imperio. También hubo la Paz Mongola, hacia el sigo XIV en una gran parte de Asia, después de que los pueblos ahí fueron sometidos al yugo mongol y vivieron así, sometidos pero en paz. Suenan tan bonito estos ejemplos que se todavía hace poco de hablaba de Pax Americana, un oxímoron porque hasta donde yo veo lo que quiere EEUU es fomentar guerras en algunas partes del mundo, aún sin necesidad de que viniera Trump a hablar de la mayor de las idioteces, una guerra nuclear.

Después de la 2ª Guerra Mundial, habiendo generado EEUU y la URSS sus arsenales nucleares, todavía existían líderes en el mundo con la inteligencia suficiente para entender que una guerra nuclear era mal negocio para todos, y surgió la política de deterrence, traducido como disuasión: cada bando tenía las suficientes armas nucleares como para convencer al otro país de que si empezaba una guerra nuclear, el país atacado podría lanzar un ataque devastador sobre el atacante. De esta forma, ambos países quedarían destruidos, llevándose al mundo junto con ellos, y por lo tanto, lo mejor es no hablar de ataques nucleares.

Sin embargo, ambas potencias siguieron incrementando su armamento nuclear hasta tal punto que alguien con cordura suficiente propuso un plan de desarme: tenemos cada uno 10,000 cabezas nucleares, bajemos a 5,000 porque de cualquier forma con unas diez o veinte es suficiente para terminar con todo. Esto sucedió hacia 1990, bajó el armamento nuclear pero el mundo continúa con esa amenaza; nadie había vuelto a tocar el tema, salvo en las películas, en los servicios de espionaje, en Corea del Norte y en la cabecita de Trump.

Haciendo a un lado la guerra nuclear, definitivamente mal negocio para todos excepto para los vendedores de tapabocas y máscaras de gas, el mundo ha vivido una etapa peligrosa porque nada más ha habido guerras locales y porque las naciones que han hecho cabeza en generar conflictos en el mundo desde 1500 hasta la fecha –Europa y Estados Unidos- encuentran cada vez más resistencia en su población para enviar tropas a Angola, Afganistán, Siria o dondequiera que alguien se esté peleando. Tony Blair negoció acuerdos vergonzosos para convencer al  Parlamento y al pueblo británico de entrar a la guerra de Irak, esos acuerdos se destaparon recientemente y son un elemento más para convencer al pueblo inglés y a los potenciales soldados de que ellos en lo personal no tienen nada qué hacer ahí, en particular porque no hay ninguna patria que defender y son los intereses de algunos elementos del gobierno junto con grandes compañías los que están creando la sicosis y la necesidad de una guerra.

Convencidos, posiblemente a la fuerza, por la fuerza del voto popular, los gobiernos europeos están cada día más renuentes a participar en conflictos armados lejanos, como Afganistán y Siria. De algo ha servido el internet y la enorme difusión de hechos históricos, en donde cualquiera con un poquito de interés se entera de que la Guerra de las Malvinas fue por orgullo y por el derecho a reclamar un pedazo de la Antártida, de que la guerra de Irak fue por el petróleo de Irak y que la paz impuesta al final de esa guerra es un desastre, de que en Siria no se sabe quién pelea contra quién, y que en todo caso, ni Francia ni Inglaterra ni Alemania tienen mucha vela en esos entierros.

Esta nueva mentalidad europea es una gran amenaza para la Pax Americana, porque ataca el motor detrás de todas las guerras: el interés económico, en este caso el de la industria del armamento. Es un hecho digno de notarse que Estados Unidos, el autoproclamado país más poderoso de la tierra, no ha ganado una sola guerra desde 1945: Corea, Vietnam, Afganistán, Irak, etc., todas son derrotas o empates. No cuento la invasión a Granada, creo que los US$700 billones de presupuesto militar anual de EEUU no se justifican con ese pequeño ejercicio ni con la película que filmó Clint Eastwood: Heartbreak Ridge. De los ejemplos mencionados, el caso discutible es Irak, pero yo defiendo que no han ganado porque grandes partes del territorio siguen y seguirán en manos de los guerrilleros.

Y entonces, a pesar de esa enorme contradicción –cero guerras ganadas, mayor presupuesto militar de la historia- los Estados Unidos siguen siendo el apóstol de la guerra, y así como ellos viven asustados de que los terroristas los vuelvan a atacar, quieren infundir ese miedo en el resto del mundo y en particular en Europa. Está allá de visita Jim Mattis[1] para tratar de convencer a sus aliados de que los rusos se les van a echar encima (o los chinos, o los musulmanes, o … alguien) y que tienen que gastar en defensa al menos el 2% de su presupuesto. Mattis asiste a una conferencia donde habla, en nombre de Europa, la Ministra de Defensa alemana Ursula van der Leyen, quien dice que no están de acuerdo en tal gasto, que los europeos, quienes tienen más que decir sobre guerras que cualquier otro país, por fin creen más en el efecto de la diplomacia que en la fuerza militar.

Todo el mundo armado hasta los dientes y con la sicosis de que en cualquier momento alguien nos va a atacar –ese mundo feliz que imagina la industria armamentista- está muy bien para los republicanos, quienes sugieren como solución a las matanzas en escuelas que todo mundo vaya armado, para que se arme una campal, la mitad de la escuela salga muerta o herida, pero el agresor será contenido. Yo creo que esta comparación entre el mundo y la escuela es válida: generando una sicosis de guerra, es seguro que algún conflicto surgirá, ya sea intencionado o por error de interpretación, pelearán los países A, B y C contra X, Y, Z, y al final quizá ganará uno de los bandos pero todos perderán hombres, recursos, el tiempo y la fe; ganador absoluto en el conflicto, la industria armamentista.

La tónica de los conflictos modernos donde no participa una gran potencia lo marca la guerra ruso-japonesa de 1905. Se pelearon ambos países, Japón derrotó militarmente a Rusia, los dos quedaron muy lastimados y buscaban la paz. Desinteresadamente se ofrece el presidente Teddy Roosevelt a mediar, los convoca a la Conferencia de Portsmouth, y le dice a Japón que lo felicita porque sus soldados pelearon muy bien y el Almirante Togo dio una cátedra naval militar en la Batalla de Tsushima, pero no puede quedarse con la isla de Sajalin ni con las otras conquistas que había logrado. Rusia consiguió en esa conferencia rescatar muchas de sus pérdidas, pero a fin de cuentas lo que pasó fue que EEUU no permitió que hubiera ganador, le interesaba que ambos se debilitaran guerreando entre sí, y cuando los vio en la lona impuso la paz a su modo. Esto mismo pasó en Vietnam (China apoyó a Vietcong y EEUU tuvo que retirarse), en Afganistán, en Irak, etc., donde los países que enfrentan a EEUU encuentran patrocinadores para alargar una situación de conflicto y desgastar al gran enemigo, EEUU, arrastrándolo a una guerra sinfín. Le están recetando a Estados Unidos una sopa de su propio chocolate, no aprendió la lección de Corea ni la de Bahía de Cochinos.

Pero la industria armamentista no quiere que haya un ganador, quiere que haya guerra, y en estos momentos su embajador, Jim Mattis, está sufriendo el desaire de los europeos, que están hartos de ese concepto sinsentido, la guerra, y prefieren buscar la armonía a través de la diplomacia. Si los Estados Unidos hubieran sido más diplomáticos en sus años de poder, hubieran exportado al mundo la 2ª Enmienda, y entonces la industria armamentista tendría el negocio ideal: surtir armas a todos los mexicanos, chinos, franceses, canadienses, y hasta al Papa y al Vaticano. Ni modo, pudo más la ambición y mataron la gallina de los huevos de oro.

[1] https://www.washingtonpost.com/world/german-defense-minister-slams-trumps-military-heavy-approach-to-security/2018/02/16/f0377a58-10e7-11e8-a68c-e9374188170e_story.html?hpid=hp_hp-more-top-stories_munich-2p%3Ahomepage%2Fstory&utm_term=.96e0a5421cc5

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