Desde siempre los hombres estamos acostumbrados a achacar las grandes desgracias a hombres con un talento especial; malvados, sí, pero inteligentes. Hitler, Stalin, Mao, Genghis Khan, Napoleón, Atila: todos ellos trajeron consigo muerte y destrucción, y a todos se les reconoce talento. El acto terrorista más importante (11 de septiembre) fue planeado y financiado por Osama Bin Laden, otro genio del mal; el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki pudo realizarse porque contó con la mayor concentración de genios físicos que ha visto la historia; a cada acto de esa naturaleza podemos asociarle un gran talento detrás. Cualquier individuo, aunque no sea tan inteligente, también puede matar a decenas, como el reciente atentado en Las Vegas, pero habitualmente el ámbito de acción de una persona de inteligencia normal o mediocre no es muy grande. Al crack del 2008 insisten las fuentes oficiales en no encontrarle culpable, pero es claro que fue obra de la codicia de los grandes banqueros norteamericanos, quienes encontraron la forma de inflar el mercado inmobiliario, lucrar con él, y en muchos casos, retirarse a tiempo.
Dicho de otra manera, no nos cuidamos de los imbéciles, porque está escrito que esas personas nunca llegarán a tener mucho poder. ¿Quién puede hacer mucho daño? El dueño de una enorme compañía, el jefe de las fuerzas armadas, el presidente; pero esos puestos, por la dificultad para llegar a ellos, están vetados a un imbécil, por lo tanto “no puede” haber mucho daño por ahí.
Esta verdad es cuestionada por la llegada a la presidencia de Trump, candidato minimizado durante la campaña como loco, marginal, ignorante, ojoalegre, vividor, estafador, pendenciero, narcisista, tonto, etc.; para bien y para mal, con todas esas características llegó a la presidencia, y ni los Estados Unidos ni el mundo estaban preparados para lidiar con un “cisne negro”, con un hombre que se distanciara tanto de los patrones de un presidente.
Thomas L. Friedman, en un excelente artículo publicado en NYT[1] analiza razones para afirmar que efectivamente le falta inteligencia a Trump para “unir los puntos”, es decir para encontrar las relaciones de causa y efecto entre las cosas que se observan en el mundo; usted y yo no estamos obligados a entender la situación de Níger, país africano, pero el presidente de EEUU sí tiene que saberlo cuando le matan a unos soldados en ese lugar, y tomar medidas acordes a las circunstancia, en vez de decir simplemente “en Níger hay tipos malos, convocaré a mis generales quienes los matarán, y yo tomaré el crédito”, que fue en resumen la respuesta de Trump. La situación de Níger es muy compleja, empezando por el clima desértico y por el cambio climático y el avance de la desertificación, que ha generado escasez de agua, muerte de ganado, malas cosechas, hambre y éxodo en un país de por sí pobre. Tienen una de las tasas de natalidad más altas del mundo, por la escasez de métodos anticonceptivos, y este cocktail de problemas es un caldo de cultivo para que los jóvenes sean reclutados por los cubanos y los rusos (si todavía lo hicieran), los chinos, el ISIS, capos de la droga, o quienquiera que les proporcione un AK47, $100 dólares al mes y la consigna de estar disponible para lo que se les ofrezca.
No está claro lo que estaban haciendo ahí los soldados norteamericanos, sí están claras muchas cosas que podría hacer un país rico como Estados Unidos para aliviar las condiciones de Níger: la respuesta de Trump al atentado fue simplemente enviar más soldados. Friedman describe en dos líneas a Trump y su comportamiento:
That’s just stupid, reckless and irresponsible — and it evinces no ability to connect the dots or think without a box.
Eso es simplemente estúpido, insensato e irreponsable, y evidencia carencia de habilidad para conectar los puntos.
Friedman analiza otros asuntos en los que Trump ha decidido estupideces: el retiro del TPP (Alianza del Pacífico) y de los Acuerdos de París, insistir en levantar un muro con México en vez de negociar con nuestro país para limitar el mayor problema de indocumentados, los que vienen de Centroamérica.[2] Acorralado, México no le hará el favor a EEUU de detener a esos indocumentados, y con un peso golpeado y una actuación deficiente del Gobierno Federal, nos enfrentamos en 2018 a unas elecciones de pronóstico complicado. No importa, nos lo merecemos, ya Trump nos señaló como violadores y traficantes de droga.
Estos cuatro ejemplos muestran lo que Friedman califica de incapacidad de unir los puntos en Trump. La frase anterior es sumamente usada en inglés (connecting the dots) y no es muy llamativa, pero Friedman encuentra otra que dice lo mismo, de manera más brillante y contundente: Trump es alguien sin segundo párrafo. Todo lo que dice se concentra, se resume y se expresa en una línea: construir el muro, romper el acuerdo con Irán, acabar con el TPP, derrotar ISIS, enviar tropas a Níger y Afganistán para matar terroristas, acabar con las políticas climáticas, acabar con la planeación familiar, bajar impuestos, elevar gasto militar. “Cada cuadro marca nada más una línea de aplauso que él necesitaba en algún lugar para ser electo. Nada se conecta, y pagaremos por eso.”
La Democracia metió gol al Pueblo, esa es mi opinión con respecto al origen de este problema. La Democracia, como cualquier burocracia, tiene que sostenerse con autoelogios, que en el caso de EEUU es la gloriosa declaración de “el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, que en época de Lincoln sonaba muy bonito pero ahora enfrenta muchas inconsistencias. El primero es la atomización de los grupos humanos en ese país. En 1865 había tres: blancos del norte, blancos del sur, negros; ahora hay blancos White collar, blancos blue collar, negros de NY y negros en Alabama, chinos, japoneses, mexicanos, irlandeses, italianos, judíos, árabes, rusos, polacos, etc. Además están los ricos del 0.1%, los del 1%, los de la clase media, los homeless, demócratas, republicanos del Tea Party, seguidores de Bernie Sanders, neonazis, una legión de drogadictos, etc. La gloriosa Primera Enmienda le presta el micrófono a cada norteamericano cinco minutos en la vida (en promedio) para decir su verdad, y se pretende que todas esas verdades son igual de importantes las unas que las otras, aunque muchas de ellas sean contradictorias entre sí. No únicamente la sociedad está dividida en grupos, tiene grupos que son definitivamente antagónicos de otros, como KKK contra negros, blancos vigilantes en la frontera sur vs latinos, 0.1% vs resto del país (porque tienen al Congreso en el bolsillo para dictar leyes a favor de las grandes empresas), y últimamente NY + California + Washington vs. Ohio + Pennsylvania + Texas (estados que más se opusieron vs los que más apoyaron a Trump). En estas circunstancias de división y enfrentamiento, ¿es posible saber cuál es la voluntad del pueblo? ¿Es posible elegir un Presidente para todos? Ciertamente que es imposible, la última vez que eso sucedió fue en 2001 cuando Al Gore, civilmente, reafirmó su apoyo al Comandante en Jefe George W. Bush; a partir de este período, la política presidencial norteamericana se parece a la mexicana, en donde los que perdieron cuestionan, con una variedad de argumentos, la legitimidad del que ganó; peor aún, en Estados Unidos el que ganó cuestiona la legitimidad de la que perdió.
Pero era necesario pasar por el ritual y elegir un presidente, que saldría necesariamente de los demócratas o de los republicanos, aunque un conocido demócrata dijo “yo no soy miembro de ningún partido político organizado. Yo soy Demócrata”[3], y aunque los líderes republicanos no representen ni a Trump ni a los republicanos. En un país así desunido, era teóricamente posible que un candidato semiindependiente se apoyara en un partido, contara con una firme base de votantes, y que esa base, por la anacrónica forma en que funciona el Colegio Electoral, le diera la presidencia aunque perdiera el voto popular. Ganó Trump y ahora tanto los norteamericanos como todos los demás padecemos a Trump.
Lo primero que hace un imbécil que se respete cuando llega a una posición de poder es rodearse de imbéciles, cosa que ha hecho a conciencia Trump, con los gloriosos ejemplos de la secretaria de educación, el de energía y el del medio ambiente. Rick Perry, el de energía, es tan inteligente que el otro día descubrió que gracias a los combustibles fósiles es posible bajar la agresión sexual[4]. Trump tuvo como jefe de gabinete a un papanatas, hasta que le dijeron que lo corriera, y puso a un general en su lugar, John F. Kelly, a quien se considera una persona íntegra e inteligente, pero ya Trump se encargó de ponerlo en su lugar enviándolo a contradecir las declaraciones de una congresista de Florida, aunque hay fe en muchos lados de que lo que ella dijo es lo cierto. En resumen, rodearse de imbéciles, y si no lo son, forzarlos a actuar como tales.
Durante muchos años, EEUU y el mundo arrastrarán las consecuencias de este desliz democrático. Si Trump consigue llevar adelante su agenda antiecológica, el mundo pagará, quizá irremediablemente. A un nivel interno, Trump está haciendo todo lo posible para borrar la estricta separación de poderes y el respeto entre ellos que se había conservado por más de 200 años.
Y otra consecuencia, quizá la más importante, es la destrucción y trivilización de la comunicación que varias veces al día lleva a cabo Trump.
Casi todo asunto que debe resolver un Presidente es complejo e importante, es imposible enunciar en una frase o un párrafo en qué consiste el asunto, ni detallar las posibles alternativas de acción con sus pros y contras, señalar razones por una decisión y prever posibles consecuencias. Pero para Trump, todo cabe en un twitt: el último atentado en NY, el penúltimo en Las Vegas, la relación con México, el NAFTA, el TPP, lo que sea. Lo mete ahí, aunque sea con el calzador del mal lenguaje, y pretende convencer de su micro mensaje. ¿Qué clase de mensaje cabe en 140 caracteres? A lo mucho el 1er párrafo, nunca el segundo; cabe algo trivial como “ja ja ja”, “abajo el América”, “saludo a mis fans en Atotonilco de Enmedio”. Si fuera un merolico más gritando sus verdades en twitter no sería un problema, es problema es que es el POTUS, y ahí tienen al resto del mundo investigando lo que dijo y no quiso decir en esas pocas frases en mal inglés. Es como un niño chiquito que siempre dice “dadada” y los padres se desviven por saber si quiso decir “tengo hambre”, o “los quiero mucho”, o “me aprieta el pañal”, y se le festeja la gracia sin tomar medidas para que algún día domine el idioma.
Considero grave esta trivialización de la comunicación porque ya era una epidemia mundial (los jóvenes no investigan en internet: ven videos o hacen copy & paste para sus tareas, nada más), y ahora el POTUS habla como mal estudiante de secundaria. El ejemplo que da a los norteamericanos y al mundo es terrible, porque como decía Einstein “hay que hacer las cosas tan simples como se pueda, pero no más simples”. Solo espero que no se presente espontáneamente una mutación en el hombre que reduzca la capacidad del cerebro a 140 caracteres, porque entonces sí, el Teufel y el Dmitri[5] van a tener que mantenerme.
[1] https://www.nytimes.com/2017/10/31/opinion/trump-niger-africa-desertification.html?rref=collection%2Fcolumn%2Fthomas-l-friedman&action=click&contentCollection=opinion®ion=stream&module=stream_unit&version=latest&contentPlacement=1&pgtype=collection
[2] Este asunto nos consta en Aguascalientes, porque en los últimos meses están parados pidiendo limosna en algunas esquinas jóvenes que hablan español, que parecen negros, seguramente de Centroamérica.
[3] https://www.washingtonpost.com/opinions/the-midterms-are-democrats-to-lose-and-boy-are-they-trying/2017/10/31/16f981fc-be79-11e7-97d9-bdab5a0ab381_story.html?hpid=hp_no-name_opinion-card-f%3Ahomepage%2Fstory&utm_term=.aac6757f86a1
[4] https://www.washingtonpost.com/blogs/post-partisan/wp/2017/11/02/does-rick-perry-still-not-know-what-his-job-is/?utm_term=.9624e48acbcc
[5] Mi perro y mi gato.
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