Estoy en desacuerdo con lo que usted dice,
pero defenderé hasta la muerte su derecho de decirlo.
Voltaire
Durante mucho tiempo la Iglesia Católica insistió en que los católicos tenían obligación de creer en los dogmas de la religión, y combatió lo que en su opinión eran desviaciones de la ortodoxia, por ejemplo condenando herejes a la hoguera. Stalin utilizó discrecionalmente el pretexto de la ortodoxia comunista para fusilar o enviar a Siberia unos cuantos millones, y Mao superó con creces a sus maestros soviéticos. Después de muchos años en los que cualquier cosa que dijera Mao era forzosamente cierta, el deshielo chino empezó cuando se empezó a aceptar que de vez en cuando Mao podía estar equivocado, y de una forma semi científica asignaban un valor a los errores del líder: “Mao está en 90% correcto”, “lo que dice Mao es 70% cierto”. El estricto apego a las normas religiosas o ideológicas ya no está de moda y el castigo por separarse de una religión pasa casi desapercibido, excepto en el Islam, donde todavía se debate si la apostasía debe ser castigada con la muerte.
El enfoque moderno ante la religión es un avance de los últimos años, el derecho de cada individuo a pensar lo que quiera; su relación con Dios, una de las convicciones más íntimas y trascendentes que el hombre puede tener, se acepta como parte de la libertad de que todos debemos disfrutar, con excepciones contadas como el Islam. Antiguamente no era así: cuando por fin el campo católico aceptó que la reforma protestante era un hecho, los líderes se sentaron a negociar la religión del pueblo, y se adoptó el principio latino cuius regio, eius religio (como es la religión del rey, así es la de sus súbditos), imponiendo de esa manera a regiones enteras la manera de pensar del príncipe gobernante. Cuentan que un general soviético pasaba revista a sus tropas cierto Domingo de Pascua; dio unos pasos y escuchó el tradicional saludo ruso del día: “¡Tovarich general, Cristo ha resucitado!” El general voltea buscando al soldado ofensor, no lo encuentra, frunce el ceño y sigue adelante. Otra voz grita lo mismo: “¡Buenos días, mi general, Cristo ha resucitado!” Tampoco encuentra quién lo dijo, su ánimo se vuelve más sombrío. Casi llegando al final de la fila de soldados, alguien más grita “¡Cristo resucitó, tovarich general!” Voltea el general a la tropa y dice en voz alta: “Sí, ya me habían informado.”
Dogma tiene principalmente un sentido religioso: lo que deben creer quienes profesan cierta religión, algo que está más allá del razonamiento y que no está sujeto a discusión: para empezar la creencia en Dios en las tres grandes religiones monoteístas, después, las versiones divinas de cada religión. Para los católicos está también la autoridad del papa, los protestantes dicen que la fe lava cualquier pecado, los mahometanos sostienen que Mahoma es el profeta de Dios. Los matemáticos utilizan un concepto parecido, el axioma, pero haciendo muy claras las reglas del juego: por ejemplo en geometría se aceptan los axiomas de Euclides, como que dos puntos definen una recta, y el 5º Postulado (por un punto fuera de una recta puede pasarse exactamente otra recta paralela), pero se acepta que son dogmas que pueden variar, como el caso del 5º Postulado: sobre el Ecuador de la Tierra, al trazar dos rectas paralelas al ecuador, se juntan en los polos, lo que quiere decir que todos los meridianos son paralelos entre sí, y a pesar de eso se juntan. Hasta cierto punto es una verdad de Perogrullo: la geometría de un plano es diferente a la de una esfera. Las reglas del juego matemático dicen que los axiomas pueden cambiar, pero no nos va la vida en ello.
El Santo Grial de las modernas convicciones ya no es la religión, sino la democracia. Llamar a alguien “demócrata” es una alabanza, llamarlo “antidemócrata” es insultarlo; todo mundo pone los ojos en blanco al hablar del tema, principalmente la CIA cuando organiza un golpe de estado en Latinoamérica. Hay enormes diferencias entre una y otra democracia. Por ejemplo, en Brasil ya corrieron a la presidenta Rousseff y están a punto de botar al siguiente; en el mundo empiezan a correr las quinielas acerca de cuánto tiempo dura Trump en el poder, pero en México el presidente sigue en funciones a pesar de la Casa Blanca, de Ayotzinapa, de escándalos en licitaciones, de gobernadores corruptos y de una manifiesta inhabilidad para gobernar. No obstante las numerosas evidencias de mal gobierno en casi todo el mundo, es dogma de fe que democracia es el ideal al que tienden los países atrasados, al igual que los miembros del Pacto de Varsovia perseguían el socialismo, siempre dando respuestas equívocas sobre si lo habían logrado o no. ¿Qué es la democracia? Cualquiera cita las palabras de Lincoln, “el gobierno del pueblo y para el pueblo”, pero al momento de examinar la manera en que “el pueblo” ejerce el poder, vemos que en todos los países los partidos políticos han secuestrado el concepto y son sus miembros los dueños del poder, y utilizan el poder para beneficio propio y de sus partidos. En un enfoque estrictamente leguleyo, somos una democracia porque hay elecciones, pero yo cuestiono el valor de unas elecciones donde un tipo como Trump es elegido, o donde los partidos políticos son juez y parte al momento de revisar sus propias acciones, como en México al dictaminar el presupuesto de las Cámaras. Yo creo que todo mundo debería emitir un voto informado y razonado acerca de quién debe gobernar, pero hay que empezar por quitar a los partidos el privilegio de proponer candidatos y el monopolio y el abuso del poder; concretamente, hay que multiplicar su presupuesto por 2-4. En 1970 padecíamos la dictadura del PRI, ahora padecemos la dictadura de los partidos.
Otro dogma moderno es el llamado “EL Holocausto”, los muertos judíos a manos de los alemanes durante la segunda guerra mundial. Literalmente es un dogma en varios países del mundo, donde está catalogado como crimen negar que hubo tal holocausto: Australia, Austria, Bélgica, Francia, Alemania, Rusia, Polonia y naturalmente Israel son países en donde se persigue al que diga que no hubo holocausto, efectivamente persiguiendo por sus creencias a estas personas. En Estados Unidos no puede progresar esa ley, porque se atora con la Primera Enmienda, que protege de una manera muy clara y amplia la libertad de expresión. Personalmente estoy de acuerdo con la posición norteamericana: las convicciones de cada individuo son su derecho, como también lo es la expresión pública de lo que cada quien piensa. En algunos países se ha optado por coartar la libertad de expresión, a pesar de la palabrería rimbombante en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, aceptada por la ONU en 1948.
Yo pienso que cada quien es libre de pensar y opinar como quiera, por eso usé el epígrafe de Voltaire. Si los musulmanes creen en Allah y en Mahoma, adelante; si Richard Dawkins dice que no hay Dios, esa es su opinión; si mi amigo Maximino Morán le va al América, es por su cuenta y riesgo. Yo puedo estar en desacuerdo con ellos, pero respeto su libertad a pensar como quieran. Lo mismo con quienes han visto OVNIS, los católicos que van de peregrinación a San Juan, los que afirman y los que niegan el holocausto judío: respeto creencias y derecho a expresarlas.
Mi punto de vista con respecto al holocausto judío está relacionado con otros sucesos históricos. Me parece inadecuado que se apropien del término (“el” Holocausto) y lo reserven para la matanza de judíos en esa época: lamentablemente ha habido muchos holocaustos, algunos de ellos cometidos por los mismos países que el día de hoy, santurronamente, desgarran sus vestiduras ante los crímenes nazis. Por ejemplo, la matanza sistemática de opositores reales o imaginarios que llevaron a cabo Stalin y Mao nos da cifras de muertos mucho mayores que los seis millones atribuidos a los nazis: con Stalin se habla de 10 a 20 millones, a Mao le achacan entre 20 y 50. La Historia es escrita por los vencedores y hasta hoy no se ha considerado políticamente correcto en el mundo occidental acusar abiertamente a estos dos líderes de genocidio, pero hay abundante documentación histórica para etiquetarlos así. La matanza por hambre de campesinos ucranianos llamada Holodomor en 1933, que acabó con la vida de 7-10 millones, es un hecho reciente de dimensiones mayores que el holocausto judío, y esta es solamente una de las hazañas de Stalin.
Otro holocausto fue el de los indígenas de América Latina en manos de los españoles, quienes murieron por millones en los siglos que duró la dominación española; sobrevivieron muchos, cuyos descendientes vemos ahora, en buena parte por los oficios de los frailes que temperaron la espada del conquistador. En Estados Unidos, la exterminación de los indios fue casi total. Uno de los héroes de la Guerra Civil, Phillip Sheridan, acuñó la frase “el mejor indio es el indio muerto”, pero la historia oficial lo considera más como vencedor de la Confederación que como asesino de indios; en aquella época y lugar, matar un indio no era asesinato.
Un holocausto que causa polémica es el del pueblo armenio. En 1915, el gobierno turco llevó a cabo un proyecto sistemático de eliminación de armenios en su territorio, matando a más de un millón. Turquía no ha asimilado las enseñanzas de los alemanes, y todavía el día de hoy niega la matanza de armenios, aunque casi todos los países reconocen el hecho.
En 1250 la ciudad de Bagdad era una de las más florecientes en todo el mundo. Los califas árabes habían levantado una ciudad con mezquitas, palacios, bibliotecas y una población que en ese momento era de las más avanzadas; los musulmanes eran los beneficiarios de las civilizaciones que surgieron desde la antigüedad en Mesopotamia, junto al Tigris y al Éufrates, y habían aprovechado la extensa red de canales que se construyeron para irrigar esas tierras. Estos canales, llamados qanat, eran un diseño muy ingenioso para traer agua de regiones montañosas hacia las planicies donde se utilizaría para riego y beber: se perforaba un pozo, digamos a unos 50 metros de profundidad, y desde el fondo, en sentido horizontal y con poco declive, se empezaba a cavar un túnel hacia la planicie; un poco más adelante se levantaba sobre el túnel otro pozo que servía para bajar al túnel y dar mantenimiento; se volvía a avanzar con el túnel junto con pozos cavados a espacios apropiados, y al final se tenía un conducto adecuado para traer agua potable en forma subterránea hasta la llanura, conservando limpia el agua y evitando la evaporación. El sistema de qanats convirtió a Mesopotamia en una región altamente productiva, que hospedó a varias civilizaciones por milenios.
Hulagu, hermano del Khan mongol Kublai Khan, nietos ambos de Gengis Khan, recibió la orden de conquistar Persia hacia 1255, invitando a sus habitantes a someterse al dominio mongol, y amenazando con la muerte si no aceptaban. El Califa de Bagdad Al-Mustasim minimizó la amenaza y contestó en términos ofensivos al ultimátum de Hulagu, quien echó a andar esa maquinaria de guerra que era el ejército mongol, sitió la ciudad, rompió los diques del río Éufrates para dañar el abastecimiento de agua, y finalmente rompió las murallas y tomó por asalto Bagdad. Los mongoles, que eran unos amos relativamente benévolos con quienes se sometían, se ensañaron con Bagdad, mataron a casi todo el mundo; al Califa lo envolvieron en una alfombra, pasando después por encima con sus caballos, porque tenían el prejuicio de no derramar sangre real. Además de la población, arrasaron con casas, palacios, mezquitas, bibliotecas y jardines. Siendo nómadas, no le veían utilidad a la agricultura ni a los canales; destruyeron el sistema de canales que tenía milenios de existencia y convirtieron la región de fértil a páramo. La destrucción de los mongoles no fue únicamente contra las vidas humanas, sino contra toda una civilización. En términos de holocausto, las estimaciones de pobladores asesinados van desde 90,000 hasta un millón de personas.
Otros dos casos de holocausto, en mi opinión, fueron los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki. Si nos atenemos a la definición de genocidio como “la destrucción intencional de un pueblo, total o parcialmente”, estos dos eventos califican perfectamente. El problema es político, porque se acusaría de crímenes recientes a un país que todavía es poderoso. Pero los años pasarán y creo que Hiroshima y Nagasaki se juntarán en el mismo concepto con las matanzas de los nazis en esos mismos años.
Tristemente vemos que el hombre es el lobo del hombre, y que la hipocresía moderna nos hace calificar a hechos muy semejantes con criterios diferentes, básicamente los criterios del vencido y el vencedor. Entiendo que se sacralice el término “democracia”, pero lo que es realmente sorpresivo es que países europeos avanzados eleven a la categoría de dogma la existencia del holocausto judío, y lo mismo que la Inquisición y que Turquía, persigan a los que se expresan de forma diferente.
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