Todos los años en estos meses aparecen noticias que hablan de incendios forestales. Creo que la expresión es exagerada, incendios forestales, me gustaría que aquí hubiera en realidad bosques y no nada más matorrales, pastizales secos y huizacheras; pero esa escasa vida vegetal que vemos es lo que tenemos, no hay más, y los incendios que se reportan destruyen ese mínimo que hace la diferencia entre el desierto declarado y un medio ambiente como el que nos rodea. En esta ocasión Reforma publica la teoría de que fue un incendio provocado, probablemente por agricultores y fraccionadores que quieren desmontar los cerros entre el DF y Morelos; la Secretaría del Medio Ambiente del DF lo dicen técnicamente: extender las invasiones a áreas de conservación ecológica.
Los incendios forestales son una gran tragedia, porque se pierde una parte de vida que a la Naturaleza le ha costado años crear. Un bosque con árboles de tres metros o más de altura es un bosque joven que probablemente lleva unos cincuenta años sin experimentar catástrofes, creciendo al ritmo que puede con lo que puede tomar en forma natural; los árboles “en cautiverio”, los que nosotros sembramos en jardines o camellones, son por lo general más cuidados que los que viven en vida silvestre; un ciprés o un fresno se tardan cinco años cuando mucho en alcanzar tres metros en un jardín, pero en la vida silvestre es el albur de sobrevivir o no, por la menor cantidad de agua y de nutrientes.
Nos hemos vuelto hombres de las ciudades y el interés por el campo y por los alrededores de nuestra ciudad ha ido decreciendo con los años. Las ciudades nos ofrecen tantas cosas para entretenernos y para pasar el tiempo que la mayoría de las personas no tienen ojos para lo que pasa en la punta del Cerro del Muerto, del Cerro de la Silla, del Macuiltépetl, del Cerro del Cuatro, del Nevado de Toluca o del Nevado de Colima; que hay una columna de humo allá en el cerro, mala suerte, ojalá los bomberos combatan pronto ese peligro. Con esta complicidad pasiva cuentan los que deliberadamente provocan incendios, porque saben que la gente no está presente ni interesada, no protestará ni ayudará a combatir el fuego, verá como responsabilidad del gobierno prevenirlos y combatirlos, y si las cosas salen mal, seguiremos teniendo al gobierno para echarle la culpa.
Estamos acostumbrados a leer las noticias como espectadores pasivos y resignados; pasivos porque no generamos las noticias, resignados porque rogamos al cielo que no anuncien una desgracia. Es lo mismo si nominan a uno o a otro como candidato, si tapan la calle para construir un puente, si hay un incendio, si subió o bajó el dólar: todas son noticias que llegan desde lo alto y nos toca acomodarnos para minimizar los daños. Esta cultura cívica pasiva –incultura cívica sería un mejor nombre- me parece una herencia que los mexicanos traemos desde la Colonia, en donde los dones se otorgaban y se quitaban desde la Corona, allá en España, convirtiendo a la mayoría de la gente en sujeto pasivo y los que eran activos, lo eran para saber buscar los favores reales. Como actualmente, porque sigue siendo una mentalidad acercarse al gobierno para hacer negocios, porque ahí es donde están los más grandes.
No hay manera de cambiar una mentalidad en poco tiempo, mi prédica es bastante más limitada; quiero hablar, una vez más, de nuestro medio ambiente y lo que en lo individual podemos hacer para mejorarlo; es una invitación a preocuparse del medio ambiente en forma activa, no nada más viendo las noticias. La mayor petición que le hago a usted, que en realidad es el mínimo que todo ciudadano debería cubrir, es no dañar al medio ambiente: no tirar basura, si está en el campo y enciende un fuego apáguelo cuando se vaya, no dañe los árboles, etc. En mi pueblo es una vergüenza ver lo que deja el respetable público como recuerdo después de un evento en la “Isla” San Marcos: papeles, bolsas, botellas, cigarros, basura para juntar varios camiones. La Presidenta Municipal no nos va a poner a cada uno de nosotros un pepenador para recoger lo que tiremos en el suelo.
La segunda sugerencia es muy diferente: disfrute su ciudad caminando o en bicicleta. Hablando de la mía, hay muchos lugares que pueden llamarnos la atención: naturalmente el centro, la Alameda, Gómez Morín, y muchas calles en donde ya han puesto ciclopistas. Pero no necesita usted una ciclopista para hacer por ejemplo los recorridos siguientes:
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José Ma. Chávez hacia el sur hasta el inicio del libramiento Norte-Sur, pasando Nissan, son unos 8km. Ahí puede doblar a la derecha y tomar el libramiento hasta la carretera a Calvillo, 20km. En este punto hay que dar vuelta porque se termina el libramiento, puede elegir regresar a la ciudad, serán unos 10km. En total, 40km en donde la mayor parte del camino va a estar rodeado por las nubes, el cielo y los cerros.
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Otra ruta es tomar Gómez Morín hacia el norte, luego continuar por la salida a Zacatecas y avanzar hasta la desviación al Medio Kilo, en total 20km, contando ida y vuelta unos 40km.
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O bien, tomar el Tercer Anillo hacia el Poniente, pasar Miguel de la Madrid y más adelante encontrar el camino que va a salir a la carretera a Calvillo, también son unos 35-40km.
Estimado José Luis:
Creo que el problema principal es que el ciudadano no tiene una conciencia plena de la situación tan grave que está viviendo el país en cuestión ambiental. En muchas ciudades el país, por ejemplo, no ha llovido lo suficiente en varios años, los cerros se encuentran secos y tristes y muy propensos a sufrir incendios. Para ver un mejoramiento en la calidad de vida, primero es necesario empezar a cambiar esa actitud pasiva que tanto nos cuesta cambiar. Si todos los mexicanos nos enfocamos a cuidar nuestro medio ambiente, el impacto sería muy favorable.
Por otro lado, quiero creer que el incendio que consumió 40 hectáreas de la reserva ecológica en Morelos no fue causado adrede porque entonces propongo que vayan directo a la cárcel. Ojalá que las autoridades investiguen a fondo esta situación.
Por lo pronto, me diste una buena idea para retomar con mis niños este tema del cuidado de nuestro planeta.
Un abrazo y hasta la próxima…
Pilar