Para los comunistas chinos, la década de los treinta fue terrible. Desde que Chiang Kaichek decidió que no necesitaba a los comunistas y se deshizo de ellos en Shangai (1927), matándolos, la situación entre el KMT (Kuomitang, los nacionalistas) y los distintos grupos comunistas fue de guerra. Hacia 1931 habían obtenido algunas victorias contra los nacionalistas, pero solamente habían logrado controlar regiones muy particulares de China y habían estado a la defensiva. La mayor parte de los grupos comunistas vivía a salto de mata, sondeando el terreno para saber por qué lado los atacaría el KMT; uno de estos grupos pudo establecerse en Jiangxi, en donde crearon un gobierno efímero que se conoció como “el Soviet de Jiangxi”, aunque el nombre oficial era República Soviética de China. Estaban dirigidos por Mao Zedong y habían creado su pequeña nación con el apoyo y la inspiración de los rusos, pero sin hacerles caso demasiado: ya desde joven, Mao adoptó de la ortodoxia marxista lo que él creyó conveniente, y lo que no consideró adecuado para China lo modificó hacia un modelo propio. Mao estaba sostenido por un ejército, el llamado Primer Ejército Rojo; los otros jefes militares comunistas importantes, Zhang Guotao y He Long, tenían a su cargo otros dos ejércitos, el Cuarto y el Segundo. E insertados en el movimiento como una organización civil que pretendía controlar todo el movimiento contra los nacionalistas, se encontraban los líderes del Partido Comunista.

Jiangxi es una región china del lado oriental, cerca de pero no en la costa; es una superficie grande (intermedia entre Coahuila y Sonora), pero su territorio se ve como uno entre muchos, rodeado por las otras provincias de China. Los comunistas estaban cada vez más rodeados por las fuerzas nacionalistas; al mando de Chiang Kaichek se habían organizado varias Campañas de Rodeo, efectivamente para rodear a los comunistas y exterminarlos. Podían aspirar a ese lujo porque contaban con más fuerzas, recursos y regiones bajo su control, y porque los señores de la guerra que peleaban por su cuenta en algunas provincias no consideraban práctica una alianza con los comunistas, por su ideología, y en cambio algunos se arriesgaban a tratar con el KMT. Las campañas de los nacionalistas avanzaban y los comunistas veían perder sus posiciones hacia 1934; a pesar del apoyo y los consejos soviéticos no se percibía una mejora en su situación. Los Nacionalistas iban, poco a poco, adueñándose de toda la parte poblada de China, el lado Oriental (desde Beijing hasta Hong Kong); al resto del país no le hacían mucho caso, porque las regiones occidentales, aunque algunas eran muy grandes, estaban escasamente pobladas y por lo tanto no podrían oponer gran resistencia militar a un gobierno firmemente establecido en el Oriente.

Ese era el pensamiento de Chiang, pero los comunistas analizaron la situación de manera diferente. Aceptaron a regañadientes que la situación era insostenible en Jiangxi y en otros lugares bajo su poder, reconociendo que pronto caerían en manos del gobierno; las opciones era pelear hasta morir, o escapar. La muerte en ese momento serviría de alimento para el olvido, decidieron hacer a un lado su orgullo y pensar en el escape. Como casi todo el Oriente estaba en manos de los nacionalistas, pensaron entonces intentar forzar la salida hacia una provincia lejana –había muchas que podían ser candidatos- hacia el Oeste o el Norte, posiblemente Gansu o alguna zona apartada de Mongolia. Una vez ahí, se atrevían a pensar algunos optimistas, podrían reorganizarse y volver a emprender la lucha. Además, si conseguían acercarse al territorio de la URSS, sería más fácil obtener ayuda de ellos. Finalmente acordaron iniciar la retirada el 16 de octubre de 1934, fecha que señala oficialmente el inicio de la Gran Marcha. Salieron los tres ejércitos mencionados (1º, 2º, 4º) hacia el Oeste tratando de encontrar pasos entre las fuerzas nacionalistas que se encontraban en toda esa zona.

Cada ejército siguió un camino separado. El ejército de Mao recorrió varios miles de kilómetros antes de poder llegar al que se convirtió su destino; en el camino se escondieron, tomaron alimento de donde podían, vadearon ríos y subieron montañas, tuvieron que librar batallas frente a los nacionalistas y sufrieron muchas pérdidas. De los 86,000 que salieron en octubre de 1934, llegaron a su destino aproximadamente la décima parte: por las muertes en batalla, por enfermedades y por las deserciones, no todo mundo estaba suficientemente templado para persistir en esa lucha y contemplar que los altos mandos discutían entre sí, no se ponían fácilmente de acuerdo, y había rivalidades entre los máximos dirigentes, de una manera muy especial entre Mao y Zhang Guotao, el jefe del Cuarto Ejército.

Después de unos diez meses de peregrinación, el 1º y 4º Ejércitos se encontraron Xiaojing, ambos grupos estaban diezmados pero seguía siendo más fuerte el de Zhang, quien era partidario de unirse –bajo su mando- y combatir ahí a las fuerzas nacionalistas. Mao prefería seguir hacia el Norte, más alejado de las fuerzas del gobierno, para descansar, organizarse y plantear una guerra exitosa; en el fondo estaba la lucha por el poder comunista entre los dos líderes. No hubo acuerdo: Mao no quiso quedarse ahí y junto con los suyos, continuó su peregrinar rumbo al norte.

Mao decidió partir aunque tenía fuerzas menos numerosas y estaría subordinado a Zheng; demostró desde joven carisma y sabía cómo atraerse adeptos, unos 8,000 elementos continuaron con él. Zhang se sintió traicionado porque se consideraba la cabeza del comunismo, al comandar el mayor número de fuerzas. Pero no todo es el tamaño del ejército, cuentan otros factores; la zona en donde se encontraban tenía mucha población musulmana, y los jefes locales, también señores de la guerra, consideraron más peligrosos a los comunistas que a los nacionalistas, se aliaron con éstos y atacaron a las fuerzas de Zhang. Tiempo después, con su ejército diezmado, también Zhang emprendió el camino que había seguido Mao, hacia el Norte. Cuando se reunieron, Zhang se subordinó a Mao.

El Primer Ejército llegó a Wuqi, provincia de Shaaxi, donde había otro embrión de república soviética, y los recibieron como camaradas; la fecha de llegada, 20 de octubre de 1935, señala el término de la Gran Marcha. Ahí, en ese lugar remoto al Norte de China, descansaron, se reagruparon y esperaron tiempos mejores, que efectivamente llegaron de una manera inesperada. Poco después (diciembre de 1936) el generalísimo Chiang Kaichek fue secuestrado por un señor de la guerra en Manchuria, Stalin intervino para conseguir su liberación y obligó a los nacionalistas y a los comunistas a hacer la paz, para que juntos atacaran a Japón, que se perfilaba como aliado de la Alemania Nazi y a Stalin le preocupaba en ese momento más el poder combinado de Japón y Alemania, que el estado de cosas en China; este último estaba tan enredado, que podía esperar unos años más para orientar las cosas a su favor. De esta manera, en parte por su previsión de alejarse de los nacionalistas y de los japoneses, y en parte por la suerte, Mao eligió la estrategia que preservó las fuerzas comunistas.

La Gran Marcha se convirtió en símbolo y leyenda de la China comunista. Con fines de propaganda y para elevar la figura mítica de Mao se les atribuyen hazañas inverosímiles en esa epopeya, como el haber recorrido a pie más de 12,000 km en el curso de un año, haber destruido o rechazado millones de soldados enemigos, haber defendido puentes vitales, etc. Las hazañas puntuales es muy difícil comprobarlas o refutarlas, pero la afirmación de la distancia recorrida es una exageración. 12,000 km en un año significan 32.87 km diarios, los que se recorren en seis horas y media, sosteniendo un paso rápido. Es posible que se sostenga ese paso un día, una semana, quizá un mes. Pero sostenerlo durante un año por toda una columna de miles de gentes, más provisiones, más armamento, es inverosímil, sin necesidad de tomar en cuenta que el camino no fue sobre plano sino que tuvieron que subir y bajar montañas, vadear ríos, sostener batallas, etc. En condiciones óptimas, según reporta Endymion Wilkinson[1], el ejército de Alejandro el Grande avanzaba 20 km diarios; una pequeña fuerza de soldados romanos llegaba a alcanzar 37 km diarios; los más rápidos eran los guerreros mongoles, que viajaban con varios caballos de repuesto cada jinete, se les atribuye poder viajar 160 km diarios. Probablemente la mitad de esos 12,000 km (que sigue siendo una gran distancia) es un número más aceptable.

Pero al margen de exageraciones, la Gran Marcha fue una proeza de heroísmo y supervivencia, porque consiguieron brincar el cerco nacionalista, huir siendo perseguidos, atravesar terrenos abruptos y finalmente llegar a territorio amigo. Una buen parte de los jefes importantes en los primeros treinta años de la República Popular China eran veteranos de la Gran Marcha, y acostumbrados a las dificultades, apoyaron a Mao cuando él decidió imponer sacrificios enormes a su pueblo.


[1] [WILKINSON], pág. 318

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