1-Antecedentes
El tamaño de China (9 millones de km2), su población numerosa, la diversidad de climas y los recursos naturales del suelo hicieron a este país fuerte y bien establecido desde antes que las naciones de Europa empezaran a formarse; ya era el Imperio Chino desde la época del Imperio Romano, y para 1839, cuando empezó la Primera Guerra del Opio, ya había cuando menos 3000 años de historia china. Esto pudo ser por el tamaño y los recursos naturales: Australia tiene extensión semejante, pero nunca podrá albergar 1000 millones de personas, porque su territorio no es tan pródigo como el de China.
Con el paso de los milenios, China se volvió grande, imponente y arrogante. Esto pudo ser porque no tuvo vecinos que pudieran compararse con ella, y porque se volvió autosuficiente: producía todo el alimento, los bienes y el saber que necesitaban los chinos, no necesitaba nada de los extranjeros, excepto sumisión. El Emperador chino tenía el Mandato del Cielo, posición que los mexicanos entendemos perfectamente cuando reflexionamos que cualquier ciudadano, elevado a un cargo gubernamental, inmediatamente sufre de vértigo y ya no lo volvemos a ver caminando por las calles, sino levitando sobre la tierra.
Los chinos no estaban tan mal, cuando menos hasta 1839; leído de otra manera, tuvieron razón para su arrogancia durante más de 3000 años, un período aceptable. Ante la ausencia efectiva de retos del exterior, eliminaron la necesidad de estar alerta, de aprender cosas que no hubieran inventado ellos, y si el caso se daba, de estar a la par de otras naciones para que efectivamente ninguna la rebasara. En ese sentido, los primeros milenios de su historia (salvo las periódicas revueltas que terminaban con una dinastía) fueron una repetición de la anécdota atribuida a López Portillo, quien pregunta qué horas son, y un secretario obsequioso (se oye muy feo lambiscón) le contesta “las que usted diga, señor Presidente”.
2-El comercio con Inglaterra y Europa.
China no necesitaba nada de otros países, pero generosamente podía permitir que los extranjeros gozaran de los productos chinos, y por ejemplo la seda había sido una fuente de comercio con Europa desde hacía muchísimos años. En el siglo XVIII exportaban también porcelana y té, al que los ingleses se hicieron adictos. Como China no estaba interesada en lo que pudieran llevar los europeos, exigía pago en plata, y esto generó un mercado totalmente deficitario para los europeos, en particular para Inglaterra, quienes tenían que comprar la plata que llegaba a Europa desde América (pagando el costo de la transacción) para llevarla a China. Los mercaderes ganaban, puesto que vendían caros en Europa los productos chinos, pero como países, Inglaterra y todos los países que comerciaban con China entraban en déficit.
Inglaterra buscó medidas para resolver este problema, por ejemplo creando un impuesto al té para las exportaciones que hacía a Norteamérica la British Eastern India Company, que gozaba del monopolio de todo lo que pudiera traer de la India y de China. Los norteamericanos se rebelaron, en Boston fundaron el Boston Tea Party, arrojaron al mar la carga de té que estaba guardada en los barcos ingleses del puerto en 1773, y este es uno de los antecedentes directos de su Guerra de Independencia.
China se había desinteresado de la navegación marítima desde 1400, y los ingleses tenían el amplio mar para hacer ahí lo que quisieran, pero el negocio estaba en el comercio con China, un concepto que los ingleses habían conocido y madurado mucho pero que para los chinos era hablar de un tema sin interés; China se negaba a salir de su espléndido aislamiento de milenios, pensando que no le hacía falta, y ponía todas las trabas posibles a los comerciantes extranjeros; entre otras cosas, el enfrentamiento armado que se generó no fue únicamente una lucha militar, sino también un encuentro de civilizaciones.
Los chinos quisieron concentrar todo el tráfico de mercancías con el extranjero a través del puerto de Cantón, situada en la desembocadura del Río Perla, en el sureste del país. El río tiene un cauce muy grande (2400 km) y es servido por una cuenca enorme (más de 400,000 km2), por lo que al desembocar tira al mar 9500m3 por segundo, y no calculo la cantidad de Presas Calles que se juntan en un día con esta agua porque me daría coraje. China impuso una tasa del 20% a cualquier cosa que los europeos llevaran a Cantón y una serie de medidas de apariencia enérgica y de intención controladora que terminaron arrojadas al río, porque en esa época y en ese país, el control que podía ejercer la corte del Emperador en Pekín (a más de 2000 km de Cantón) era prácticamente cero. Las autoridades chinas no podían ver lo que pasaba en la frontera, al revés de las autoridades modernas que no quieren ver lo que pasa en sus fronteras.
Los ingleses habían descubierto las ventajas del free trade y a los chinos no les interesaba. Esa es la mitad de las razones de las Guerras del Opio.
3-El Opio
Esta sustancia se conoce desde los tiempos de la antigüedad, producto de una planta llamada Adormidera (papaver somniferum), y de ella se extrae la morfina, y más recientemente, la heroína. Las propiedades de la morfina también se conocen desde hace muchos años, y se ha utilizado para fines medicinales y terapéuticos desde los tiempos de los egipcios; Homero mismo dice que es algo que hace olvidar cualquier pena, lo que lo clasifica en el ramo de los alimentos o bebidas “recreativos”, eufemismo que se inventó recientemente cuando quieren hablar de que alguien se puso bien “high”, como decía el Presidente Calderón cuando tocó el tema frente a los legisladores norteamericanos. Bajo control médico puede utilizarse como un analgésico muy potente, y dejado al libre uso del individuo, produce adicción y degradamiento, al igual que las demás drogas.
El opio vino a salvar el comercio deficitario de Inglaterra con China. Hacia 1750 Inglaterra había decidido que la India formaba parte del Imperio Británico, y parte de su acción civilizadora consistió en aprovechar las condiciones climáticas para producir la adormidera en cantidades industriales, y venderla a quien quisiera comprarla. Naturalmente, encontraron un mercado bien dispuesto en los consumidores chinos, y las exportaciones a China crecieron: 15 toneladas en 1730, 75 en 1775, 900 en 1820, 1400 en 1839. Estos volúmenes de opio y el incremento en el precio por la demanda que se generó en el mercado chino compensaron con creces a Inglaterra de la plata que tenían que pagar por seda, porcelana y té. Inglaterra estaba feliz, más o menos como está feliz ahora EEUU porque es el exportador de armas número uno del mundo.
Pero China no estaba contenta, porque estas importaciones le ocasionaban dos problemas. Económicamente dejaba de ingresar plata al país, y cada año miles de chinos ingresaban a las filas de los adictos. En la corte del emperador debatían las medidas para atender este problema, y entonces como ahora, había dos posiciones:
- La línea dura, que respetuosa de las enseñanzas de Confucio quería mejorar al hombre y consideraba que el opio, siendo dañino para los individuos, había que prohibirlo.
- Los partidarios de la legalización, que pragmáticamente veían que el problema era muy difícil de controlar y que preferían tener a la vista a los traficantes de opio que ocultos actuando como contrabandistas.
Es interesante notar que Confucio, quien mostraba bastante poco aprecio por los comerciantes, tiene ahí una semejanza más con Cristo, a quien se le menciona en los Evangelios una única vez como enojado, cuando corrió con látigo en mano a los mercaderes del templo.
Mientras el Emperador se decidía, los chinos obstaculizaban el comercio del opio, y los ingleses recurrían al soborno de funcionarios, y al contrabando con la ayuda local, puesto que los extranjeros no tenían permitido viajar más allá de Cantón. Finalmente la decisión oficial fue enviar en 1839 a Cantón al funcionario Lin Zexu, un seguidor estricto de Confucio quien tomó a conciencia el encargo de eliminar el opio, bloqueó a los comerciantes que estaban en la ciudad y les ordenó entregar el opio que estuviera en su poder. Al frente de los europeos estaba Charles Elliot, quien los convenció de obedecer, y les hizo la promesa de que la Corona les resarciría las pérdidas ocasionadas por esta decisión de los chinos. Lin Zexu destruyó la droga incautada y resolvió el problema, de momento.
Cuando el Primer Ministro Palmerston supo de la promesa de Charles Elliot de que la Corona pagaría los platos rotos, pudo considerar el asunto de dos maneras:
- La Corona Real estaba ante una situación imposible, puesto que ella no era responsable de lo que hicieran las potencias extranjeras prohibiendo o permitiendo importaciones inglesas.
- Charles Elliot –loado sea su nombre- ha puesto en bandeja de plata un excelente pretexto para la guerra.
Naturalmente, como buen político, eligió las dos opciones: no les pagó a los comerciantes pero declaró la guerra. Como un riesgo calculado, después de muchos años de conocer a los chinos, Inglaterra sabía que tecnológicamente estaban atrasados con respecto a Europa: peores barcos y peores armas, el único tema que interesaba en el momento. Dadas esas premisas, Palmerston podía desgarrar sus vestiduras por el ultraje hecho a Inglaterra al requisar el opio inglés, exigir satisfacciones a los chinos, cosa que no iba a ocurrir, y ante la intransigencia de China, verse obligada a declarar la guerra.
Antes de que estallaran las hostilidades, Lin Zexu envió a la Reina Victoria una carta famosa, exponiéndole sus razones para hacer lo que había hecho. Está redactada en el tono de superioridad y condescendencia que los chinos utilizaban al relacionarse con cualquier extranjero, pero el meollo de esta carta eran dos principios muy simples:
- El opio causa adicción y daños en la salud, vuelve inútiles a los individuos y además perniciosos para la sociedad, y por lo tanto debe prohibirse.
- Si un extranjero fuera a Inglaterra a hacer comercio allá, tendría que obedecer las leyes inglesas; por lo tanto, si un inglés viene a China y quiere hacer comercio aquí, tiene que sujetarse a las leyes chinas, que entre otras cosas prohíben el comercio del opio.
Los ingleses afirman que la carta nunca llegó a la Reina Victoria, lo cual puede ser cierto o falso. La cuestión de fondo es que los intereses mercantilistas de Inglaterra, apoyados por su superioridad militar, la pusieron en condiciones de librar una guerra en la que tenían calculado el riesgo, para imponer a un país extranjero el comercio con drogas, más o menos lo mismo que hacen ahora los EEUU con sus armas en … casi cualquier parte del mundo.
4-La primera guerra del opio
Una serie de incidentes en Cantón dieron a Inglaterra el pretexto para iniciar hostilidades. En abril de 1859 marinos ingleses y americanos se fueron de juerga, vandalizaron un templo y mataron a un chino. El crimen sucedió en suelo chino, y desde siempre, cada país juzga los crímenes cometidos en su propio país. Sin embargo los ingleses argumentaron que puesto que los chinos no tenían un sistema jurídico como el de los ingleses, entonces no era admisible que los chinos juzgaran a esos marineros, y que ellos los juzgarían. Fue el primer incidente registrado en donde una potencia europea exigía a los asiáticos (después lo hicieron con los japoneses) extraterritorialidad, en resumen, que los europeos no podían ser juzgados por las autoridades locales.
Charles Elliot argumentó que dentro de su nombramiento estaba el de hacerla de juez, y entonces a él, le tocaba administrar la justicia, aunque el crimen hubiera sido cometido en suelo chino. Los Qing (los funcionarios chinos al servicio de la dinastía Qing, por extensión) quisieron poner las cartas sobre la mesa y declararon que prohibirían hacer comercio a los europeos que no se comprometieran a respetar las leyes locales, y la eventual adhesión de algún comerciante, por ejemplo los que no traficaban con opio, a esta directiva china hubiera debilitado la posición de Elliot. Entonces Elliot se llevó a los ingleses y les prohibió comerciar con China.
En Octubre de 1839 llegó el barco Thomas Coutts, que pertenecía a los cuáqueros, a hacer negocios. Como no traficaban con opio, a los cuáqueros no les importaban las restricciones a la importación de droga que habían puesto los chinos, hablaron con las autoridades de Cantón y solicitaron permiso para hacer sus operaciones. Atracaron en los muelles del puerto, y este ejemplo puso a Elliot en una circunstancia decisiva, puesto que otros barcos podían seguir el ejemplo de Thomas Coutts y continuar con su comercio lícito; la decisión de Elliot fue bloquear el puerto de Cantón, tapando la desembocadura del Río Perla, y bombardear a los barcos europeos que querían llegar a Cantón a hacer su comercio sin opio. Este evento señaló el principio de las Guerras del Opio. La versión oficial de esta historia esto, ante la posteridad y en boca de los partidarios del liberalismo, es de que las naciones europeas llevaron a Asia los beneficios del free trade. Pero la reacción de Elliot, de impedir el comercio a aquellos que no querían traficar con drogas, muestra el fondo de la cuestión: libre comercio (free trade), pero no tan libre como para que se les impidiera a los ingleses el más jugoso de todos los negocios, la importación de opio a China.
Elliot contaba con el apoyo del gobierno inglés, empezando por el Primer Ministro Henry J. Temple, Vizconde de Palmerston. Cuando se discutía este asunto en las Cámaras, el futuro primer ministro William E. Gladstone lo denunció como protección de un comercio infame, pero Palmerston supo mover los hilos adecuados y se salió con la suya. La lucha armada terminó en un desastre para China, puesto que se enfrentó a fuerzas mejor armadas y preparadas, por ejemplo con barcos de vapor, que aniquilaron a las fuerzas chinas. Los ingleses se apropiaron fácilmente de Cantón, tomaron otros puertos y se apostaron en la desembocadura del río Yangtse, donde está Shangai, amenazando desde ahí con adentrarse en China y atacar militarmente al país en su mismo interior. El Yangtse tiene 6400km de largo y es navegable durante varios miles de kilómetros, más que suficientes para amedrentar a los chinos ante el pensamiento de que los europeos, que ni siquiera tenían permiso de asomarse al interior de China, fueran a estar de repente metidos tierra adentro y haciendo la guerra. China pidió la paz y se firmó en Agosto de 1842 el Tratado de Nanking. Los acuerdos fueron
- Indemnización económica a Inglaterra
- Abrir cuatro puertos más al comercio inglés
- Ceder a Inglaterra la isla de Hong Kong
- Reconocer la igualdad como países de China e Inglaterra
- Extraterritorialidad para los súbditos ingleses en China
- Permitir la importación de opio.
Vale la pena analizar estos acuerdos. Todas las guerras, al terminar, exigen indemnización y si se puede, cesión de tierras. La condición 4ª no fue más que sacudir a China de su sueño de que era el país más importante del mundo. La 2ª condición fue algo así como imponer comercio a fuerzas, pero todavía no era una ofensa mayúscula. Sin embargo, las dos últimas condiciones (extraterritorialidad, importar opio), que enseñaron a la Historia que ahora los europeos eran los que se sentían dueños del mundo, son las que merecieron el nombre de Tratado desigual para el que analizamos. Fue el primero de muchos, celebrados siempre entre los europeos o EEUU por un lado, y China, Corea o Japón por el otro.
Los tiempos habían cambiado mucho desde que Alejandro Magno inició su conquista de Asia, saliendo de Atenas en 334 A.C. Tuvo éxito en sus andanzas, puesto que los años que todavía vivió fueron un continuo avanzar por tierras e imperios nuevos, derrotando a sus ejércitos y conquistando. Por su temperamento y por la mentalidad militarista que entonces tenían los griegos y macedonios, buscó la conquista per se, avanzando siempre (llegó hasta la India), y en estas guerras se agotaron él y sus ejércitos. Extendió tanto sus líneas de comunicaciones que la influencia en Atenas se diluyó y terminó por perderse: era el rey de los griegos oficialmente, en la práctica gobernaba su madre. Vino a terminar sus días a miles de kilómetros de su tierra, en Babilonia (territorio actual de Iraq) en 323 A.C., sus generales se dividieron los restos de su impero y a la vuelta de unos pocos años su influencia pasó a la Historia. Por el contrario, a los ingleses no les interesaba la conquista. Conocían más geografía que Alejandro, y enterados de la extensión de China, sabían que se agotarían en una guerra tan distante de su casa intentando conquistar un país tan vasto como China; así fue que decidieron imponer el comercio en vez de sojuzgar a China.
5-China entre dos guerras
La dinastía Qing, que reinaba en China desde 1644, poco a poco se había ido corrompiendo. El avance decisivo en esta carrera hacia la destrucción fue el reinado del emperador Qianlong, que se infatuó con un general joven, Hashan, lo hizo su favorito en 1775 y se convirtió en el verdadero poder. El emperador ya estaba muy viejo y Hashan se dedicó a gozar la vida y a acrecentar su poder. Como consecuencia vino una corrupción generalizada en todo el gobierno, junto con una gran ineficiencia, y un descuido de obras importantes de la administración pública, como el mantenimiento de los diques a lo largo de los muchos ríos caudalosos que dieron vida a la civilización china. El Río Amarillo, uno de los más importantes y que desemboca al norte cerca de la capital Pekín, se desbordó y generó inundaciones que provocaron muerte y destrucción. La gente interpretó esas señales como símbolos de que se había provocado a los dioses, lo cual en estricto sentido es cierto, puesto que en cualquier país y con cualquier gobierno corrupto las consecuencias siempre son las mismas: problemas de toda la población, inconformidad, pobreza, calamidades, revueltas armadas, aumento del crimen y de la inseguridad; en tiempos antiguos era frecuente que el hambre y las enfermedades aparecieran también en escena. En otras palabras, el país era visitado por los cuatro jinetes del Apocalipsis: muerte, hambre, peste, guerra.
Hubo muchos levantamientos durante esa época (1800-1864), y el más importante de todos fue la revuelta Taiping, que duró desde 1850 hasta 1864. Surgió como un fenómeno muy interesante, la prédica a las multitudes de alguien que pretendió ser hermano menor de Jesucristo y que se llamaba Hong Qiuquan. Este hombre había nacido en 1813 hijo de una familia campesina pobre. Tuvo contactos con misioneros cristianos europeos y mezcló estas enseñanzas con las tradiciones chinas del confucionismo, y empezó a predicar a las multitudes la rebelión contra el gobierno y los terratenientes, proponiendo una especie de comunismo y ejerciendo una repartición de tierras entre los que decidían seguirlo. El hambre y la pobreza son caldo de cultivo para todos los mesías, y Hong Qiuquan consiguió miles de seguidores, y en unos años, millones. Organizó el reparto de tierras de una manera sistemática y jerárquica, formando núcleos de 5 familias, y luego agrupando los núcleos en 5, etcétera, imponiendo una disciplina y una leva forzosa para el servicio militar, puesto que las familias tenían que aportar jóvenes para el ejército que se estaba formando.
La revuelta prosperó mucho, porque había muchos problemas que orillaban al pueblo a tomar medidas desesperadas como la rebelión, y porque el gobierno era ineficiente, corrupto y burocrático. Se extendieron por grandes regiones hacia el Oriente de China, se apoderaron de Nankin y la hicieron su capital. Parte del fuego que los animaba era el resentimiento de los chinos contra la dinastía Qing, que era de origen manchú, emparentada con los mongoles; pretendían suprimirla y restaurar a los Han, los creadores originales de la nación china.
El gobierno no pudo reaccionar, por su propia degradación interna y porque los europeos asentados en algunas ciudades de la costa eran la mayor preocupación. La revuelta Taiping progresó y llegó a amenazar seriamente al gobierno, y con sus objetivos muy nacionalistas, llegó a representar también un peligro potencial para el negocio de los europeos. Finalmente, en 1864 se formó un ejército de europeos y norteamericanos que se puso al mando del príncipe Gong y así pudieron sofocar la rebelión y forzar al líder al suicidio.
En este contexto de muchos problemas internos, sangrado económico por la indemnización de guerra y las importaciones de opio, corrupción e ineficiencia, el gobierno chino hizo con los extranjeros lo que mejor sabía hacer: burocratizar todos sus requerimientos. Les atoraba todos los trámites, lo que se podía hacer en un día se tardaban seis meses, y esta situación terminó por exasperar a los extranjeros, que pensaron que China necesitaba una nueva lección. Para entonces, hacia 1858, los otros países importantes (Francia, Rusia, EEUU) miraban con codicia y con resentimiento el negocio que estaba haciendo Inglaterra en China, y querían participar en el reparto de China, y dividirse al país en ese eufemismo para ultraje que se llama Zonas de Influencia.
6-La segunda guerra del opio.
Un incidente sin mayor importancia dio a los europeos el pretexto que andaban buscando. En octubre de 1856 los chinos abordaron un barco pirata con bandera inglesa frente a las costas de Cantón, se enredaron los ingleses y los chinos en una discusión acerca de si tenían razón para abordarlo o no, el acuerdo no podía llegar y la guerra tenía que estallar. En Londres el Parlamento se opuso a las acciones militares y Palmerston resolvió el problema disolviendo al Parlamento, y convocando a nuevas elecciones. Ganó el grupo que lo apoyaba y tuvieron la guerra que querían. Inglaterra hizo una cordial invitación a Francia, Rusia y EEUU para que se le unieran en la lucha contra China –cubriendo la eventualidad de que China hubiera hecho progresos militares increíbles después de que fue derrotada en 1842- y las potencias occidentales se arrojaron encima de China.
Naturalmente, perdieron los chinos. En junio de 1858 se firmaron los Tratados de Tientsin en donde se acordó:
- Los occidentales establecerían relaciones diplomáticas normales (al modo occidental) con China, es decir, tendrían embajadores en Pekín
- Se abrirían otros diez puertos al comercio europeo
- Los barcos extranjeros podrían navegar libremente en el Yangtse.
- Los extranjeros podrían transitar dentro de China
- China pagaría una indemnización de guerra.
Por su parte, Rusia obtuvo la cesión de la orilla izquierda del Río Amur, en Manchuria, y en los terrenos recién adquiridos, que le daban acceso al Océano Pacífico un poco más al sur de lo que ya tenía, fundó Vladivostok en 1860 (que sigue siendo a la fecha su puerto más sureño en ese mar).
Todo iba bien, al menos para los occidentales, pero ciertamente que podía ir aún mejor. En favor de estos intereses aparece el bando nacionalista en la corte del emperador, que lo convence de defender la ciudad de Tientsin, donde los occidentales pensaban establecerse y mandar como en su casa. La burocracia labora también para los occidentales, porque decide darle largas a los tratados y no firmarlos. Con estas circunstancias, las potencias visitantes vieron recibida en bandeja de plata la invitación a continuar la nueva guerra, y aprovecharon. Toman Tientsin por la fuerza y aprovechando que Pekín no les quedaba muy lejos decidieron avanzar sobre la capital. Los chinos se les opusieron, los occidentales se enojaron por la resistencia y en represalia primero saquearon y después destruyeron uno de los monumentos históricos más importantes de China, el Palacio de Verano, donde una sucesión de emperadores habían ido atesorando riquezas y muestras del arte y la artesanía chinas desde hacía muchísimos años, y destruyeron en el camino cerca de 10,000 libros en donde estaba atesorada una buena parte del saber chino, que se perdió para siempre.
Con estas acciones benevolentes, los occidentales demostraron que estaban a la par de los romanos, cuando destruyeron Cartago al final de la Tercera Guerra Púnica en 146 A.D.; de los mongoles, cuando destruyeron Bagdad en 1258; de los cruzados, cuando saquearon y destruyeron Constantinopla en 1204; de los españoles, que enterraron los palacios aztecas y construyeron sus edificios encima de ellos; de los aliados, que bombardearon Dresden hasta destruirla (sin objetivo militar) en 1945; de los norteamericanos, que no quisieron quedarse con la curiosidad acerca de qué tan efectivas eran sus nuevas bombas, y destruyeron Hiroshima y Nagasaki en 1945. La Historia está llena de linduras como éstas.
China pidió paz y le fue graciosamente concedida el 18 de octubre de 1860 en el Tratado de Pekín:
- China firmará ratificará inmediatamente el tratado de Tientsin.
- Se abrirá Tientsin al comercio extranjero.
- Se cederán partes de la península de Kowloon (frente a la isla de Hong Kong, ya cedida) a Inglaterra.
- China tendrá libertad religiosa.
- Los ingleses podrían llevar chinos bajo contrato para trabajar en EEUU
- Indemnización a Inglaterra y Francia
- Legalización del tráfico de opio.
- China cede el lado Oriente del Río Ussuru a Rusia.
Los occidentales impusieron la ley de su fuerza a un país que tenía una cultura milenaria, muy avanzada en algunas ramas, pero que había descuidado el avance de la tecnología. Para China fue una sacudida bestial, que la enfrentó a la realidad de que su país era uno entre muchos y que sus pretensiones de tener el Mandato del Cielo estaban más en la imaginación de la gente y de los aduladores del Emperador, que en la realidad de la correlación de fuerzas con el resto del mundo. China se dio cuenta que en sus milenios de espléndido aislamiento habían sucedido muchas cosas en el mundo, de las que ella no estaba enterada y que la ponían en situación de desventaja con respecto a los occidentales. China pudo haberse desintegrado como país ante este río de calamidades, pero no fue así. China sobrevivió y encontró la manera de asimilar lo que le convenía de la cultura occidental, sin dejar de ser China.
Estos temas serán asunto de otros artículos.
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