El carácter de los rusos se ha formado en la adversidad; han tenido las pruebas que enfrentan la mayoría de los pueblos, pero las han tenido de manera continua; poseen el territorio más grande entre todos los países, pero con riquezas ocultas por una naturaleza que lo hace inhóspito; han padecido hambre, guerras, revoluciones, terror, luchas por el poder, traiciones y deserciones; de lo único que se han librado es de la sed, porque hay ríos y agua para dar y prestar, y de material para vivienda, porque los inmensos bosques de su territorio los volvieron carpinteros y artistas de la madera desde hace mil años.
El zar Iván IV murió en 1584. Dejó una herencia polarizada: en el extremo glorioso, había afirmado y extendido el poder de Moscú, había sojuzgado a los últimos restos del dominio tártaro; en el extremo de la crueldad y el terror estaban las purgas a los boyardos y los excesos cometidos por los enviados del zar, horrores que los rusos habrán de sufrir más adelante, repetidos en el terror stalinista. Iván pudo haber dejado un heredero semejante a él, con fuerza e inteligencia para continuar su trabajo, pero él mismo mató a su hijo mayor, en uno de sus tantos arranques de ira y sospecha; al final quedaron dos hijos, uno débil y otro muy pequeño. Se eligió zar al mayor, Fiodor. Padecía de mala salud y era limitado mentalmente, pero tenía sentimientos muy religiosos y era generoso de corazón, alcanzando a ver –o a aceptar- que los asesores gobernaran en su nombre. El más hábil de todos, Boris Godunov, ya había trabajado con el zar Iván IV y consiguió sobrevivir a las purgas que periódicamente realizaba el zar entre los boyardos cuando creía identificar en ellos a los principales enemigos de su régimen. Tenía razón, porque en Rusia había muchos príncipes, que no habían tenido la suerte de nacer en la familia de los Rurik que poco a poco, aceptando la suerte que les tocaba y también labrando su suerte con decisión, habían levantado su condición, habían convertido a Moscú en la principal de las ciudades rusas, habían derrotado a los tártaros y enterrado el recuerdo de Kiev como la ciudad de donde toda Rusia había partido; los otros príncipes y grandes nobles veían poca diferencia entre ellos y el zar, algunos alcanzaron a escuchar en su familia relatos de cuando los Rurik y ellos se trataban como iguales. En esos tiempos casi todo boyardo veía en sí mismo al que debía estar en lugar del zar.
Boris Godunov eligió el camino de la colaboración: ganó la confianza del zar Iván y a su muerte heredó las riendas del gobierno y la confianza de Fiodor; era hábil, inteligente, capaz en la intriga pero diplomático si ese era el mejor camino. Fuerte y enérgico, puso sus capacidades al servicio del Estado. Una de sus obras fue simbólica y de largo alcance en la historia rusa, tuvo que ver con la Iglesia. Moscú tenía un Metropolitano al frente de la iglesia local, subordinado al Consejo de los Patriarcas, la máxima autoridad en la Iglesia Ortodoxa; había habido deseos desde tiempo atrás de elevar la sede de Moscú al rango de Patriarcado, semejante al de Jerusalén y a Jeremías, el de Constantinopla; a este último lo convenció Boris Godunov de elevar el nivel de la sede en Moscú, y naturalmente puso ahí a un aliado suyo, el Patriarca Job. Este acto era sumamente importante porque el pueblo ruso ha sido muy religioso y con el crecimiento en importancia de Moscú era natural pedir que esa ciudad, que se consideraba a sí misma la Tercera Roma, tuviera el rango de patriarcado.
Al noreste de Moscú, a las orillas del Volga se encuentran la ciudad de Uglich y una hermosa iglesia que recuerda la tragedia del príncipe Dmitri Ivánovich, hijo menor del difunto zar. Junto con su madre, se habían retirado a vivir ahí, y era el siguiente en la línea de sucesión al trono, puesto que su hermano Fiodor, que gobernaba, no tenía hijos. Pero un día apareció degollado el pequeño príncipe, apenas de nueve años de edad. Cuando se enteraron en el pueblo, atacaron la casa donde vivía y lincharon a los criados. Se organizó una investigación que encabezó el príncipe Basil Shuisky, y concluyeron que había sido un penoso accidente, una crisis epiléptica; no fue creída pero nadie tuvo nunca una explicación convincente. Ante la debilidad del zar Fiodor, podía pensarse que moriría sin herederos, y el beneficiario directo de la muerte de Dmitri sería Boris Godunov, quien acabó condenado por la leyenda y la posteridad.
Pero un historiador importante, Sergei F. Platonov, observó que la calidad de aspirante de Dmitri era más bien tenue, porque era hijo de la séptima esposa de Iván, y la Iglesia nada más aceptaba tres esposas, una después de otra; además no estaba decidida la descendencia de Fiodor, era joven y podría quizá tener hijos; finalmente recuerda Platonov que Boris Godunov era un hombre muy hábil e inteligente y que de haberlo querido, hubiera realizado un mejor plan. Esto siembra la duda sobre la culpabilidad de Godunov, pero deja en la oscuridad el nombre del autor. El enorme significado de esta muerte es que con Dmitri se terminó la dinastía Rurik, porque unos años después Fiodor murió, sin hijos; en poco tiempo se vio Rusia sin un heredero natural al trono, y esto desató con toda fuerza las luchas entre los boyardos, creó debilidad en el país, creó oportunidades para los países vecinos, y fue la razón dinástica más importante de los innumerables problemas en el tiempo que relatamos.
La iglesia de la foto se llama Iglesia de San Demetrio en la Sangre, porque la Iglesia canonizó al difunto príncipe.[1]
A la larga, si creyéramos en la culpabilidad de Boris, la muerte de Dmitri le causó más problemas que beneficios. Procedía de una familia tártara que se rusificó y convirtió al cristianismo, un hecho más bien normal en esa época de la historia. Era iletrado pero inteligente, hábil para la intriga, sabía mover sus hilos: por ejemplo consiguió que el zar Fiodor se casara con su hermana Irene, lo que le daría una posibilidad más, en caso de que tuvieran hijos y alguno de ellos, su sobrino, se convirtiera en zar. Durante unos cuatro años a partir de la muerte de Iván (1584) luchó para superar a sus competidores boyardos, y para 1588 se hizo del poder efectivo. El zar Fiodor se mantuvo como figura emblemática, pero quien mandaba era Boris; los embajadores tenían que ir ante él después de presentar sus respetos al zar, Boris mantuvo una corte paralela, que era la que efectivamente tomaba las decisiones y las ejecutaba. Cuando Fiodor murió en 1598, Boris consiguió que los boyardos lo nombraran zar, pero su reinado fue problemático, débil y breve.
La muerte de Iván representó para el país la inminente desaparición de la dinastía Rurik, y fue como una señal de arranque para desatar todas las pugnas por el poder entre los boyardos; Moscú tenía una costumbre, elevada al nivel de ley por el uso repetido, de elegir al siguiente zar entre la familia Rurik. Una vez que hubieron muerto Iván y todos sus hijos, el símbolo de poder representado por los Rurik desapareció y cualquier boyardo vio en este hecho una oportunidad de volverse zar. El resto de la nobleza, los que no venían de las antiguas familias de príncipes sino que debían su condición al favor directo del zar, eran los llamados nobles de servicio, porque estaban obligados a servir al zar en cualquier encargo que les hiciera, de por vida, y en compensación recibían tierras para su uso, y la propiedad de los siervos. Rusia funcionó durante siglos como un país en donde no existía la propiedad de la tierra –el zar la podía quitar a quien se la había dado- pero sí existía la propiedad de los siervos; la nobleza de servicio vivía de lo que producían sus tierras pero no podía dedicarse al cuidado de sus tierras porque estaba al servicio del zar, y este es un factor muy importante en el atraso económico que vivió Rusia comparado con Europa occidental. La literatura está llena de ejemplos de nobles que “no atendían” sus tierras y estaban en manos de administradores, que eran unos miniburócratas que trataban de aprovechar su puesto en su propio beneficio, imponiendo contribuciones arbitrarias a los siervos y robando cuanto podían a su señor. La nobleza de servicio estaba obligada a proveer siervos para el ejército cuando el zar lo pedía, y nunca fue un factor de riesgo en la estabilidad de Rusia porque su posición la debían al zar y tenían que pagar con lealtad. Al revés de ellos estaban los boyardos, que eran la nobleza antigua, príncipes (князь = kniaz, en ruso) que constituyeron el núcleo de los que se elevaron al poder en Moscú, y que después extendieron su dominio a otras ciudades; los boyardos eran nobleza hereditaria, no le debían el puesto al zar sino a la sangre y tenían hondos resentimientos contra el zar Iván, que los había perseguido, diezmado y tratado de eliminar como fuerza política[2]. Las persecuciones y muerte de boyardos creó en la sociedad de Moscú un vacío de poder que fue llenado con oportunistas que estuvieron cerca del zar Iván o de alguien adecuado para que les dieran el patrimonio y el poder que los boyardos muertos o exiliados dejaban; el zar ganaba porque se deshacía de una clase enemiga, pero toda la sociedad perdía porque la antigua nobleza era sustituida por improvisados, y esto contribuyó a la descomposición social que estalló cuando los Tiempos de Tribulaciones, porque los problemas que aparecían encontraron a Rusia mal parada: vecinos enemigos, ausencia de zar, desaparición de los Rurik, luchas entre los boyardos, falta de autoridad central, y calamidades naturales.
Por ejemplo, Novgorod y Pskov habían sido ciudades importantes, a la par que Kiev y Moscú; cuando Iván IV quiso afianzar su poder, los nobles de Kiev no representaban problema porque habían sido controlados por los tártaros y luego quedaron en manos de los polacos, pero los de Novgorod y Pskov eran boyardos que sí representaban una amenaza al zar, y fueron por lo tanto los destinatarios favoritos entre las purgas de boyardos que organizó. Cuando murió Iván, los nobles que había puesto en esas ciudades en lugar de los antiguos boyardos no conocían su oficio tan bien como los nobles de generaciones, no había hacia ellos el respeto que el pueblo tenía a los antiguos señores, y vieron en estos cambios una posibilidad de mejorar su condición.
Los campesinos empezaron a tratar de escapar a regiones más lejanas y más fértiles, principalmente hacia Kazán y Astraján, que habían sido liberadas de los tártaros y estaban más al sur. Esto provocó que los dominios de los señores se quedaran sin manos que trabajaran el campo, los señores maniobraron con el gobierno y la solución que encontraron fue ligar al campesino a la tierra: no podía salir de los dominios del señor, tenía que servir al señor, y para su mantenimiento le daban una franja de tierra; si quería salir de esos dominios tenía que obtener una autorización escrita del señor. Finalmente acabaron por llamar a las cosas casi por su nombre, y a esos campesinos, dependientes en todo de los dominios y la voluntad del señor, se les llamó siervos (крепостной, krepostnoi) pero no se les llamó esclavos. Los escritores que miraban con ojos más objetivos a la sociedad rusa, como Pushkin y Chejov, llenan sus relatos de siervos e historias relacionadas con la miseria en la que vivían; otros como Tolstoi los idealizan (al menos por escrito) y describen escenas hermosas en donde el patrón, trabajando a la par que sus campesinos, siega los campos.
De esta forma el zar y la nobleza de servicio se volvieron codependientes; en Rusia todo mundo era nominalmente súbdito del zar, pero dentro de cada dominio el dueño organizaba las cosas a su manera, dictaba leyes, impartía justicia, se servía con la cuchara grande, y los siervos más revoltosos eran enviados a servir de por vida en el ejército. Una curiosa excepción fueron los cosacos, que poblaban regiones del sur, alrededor de los ríos Dniepr, Don y Volga; a ellos se les permitió conservar sus propios usos y leyes y no se les sometió a la condición de servidumbre que tenía la mayoría del pueblo en el país. Ni aún así la nobleza de servicio estaba contenta, porque siempre había quejas sobre los impuestos que exigían los agentes del zar; pero a fin de cuentas, el que terminaba por pagar los impuestos y los platos rotos era el campesino, el siervo de los señores. La servidumbre se convirtió de esta manera en la base económica del país, porque el noble de servicio, el boyardo, el gobierno y el ejército comían de lo que producía el campesino, y además el ejército llenaba sus filas con ellos, pero los rangos estaban reservados para los nobles.
Reinado de Boris Godunov (1598-1605)
Boris intentó hacer bien las cosas, pero fue un zar con mala suerte. Una parte era predecible, la oposición de los boyardos ya que él mismo era uno de ellos, encumbrado a zar; pero otros problemas como la oposición de la Iglesia a su iniciativa de crear una Universidad en Moscú (hubiera sido la primera), además de previsibles resultaban absurdas, porque la Iglesia mandaba de esa manera un mensaje a todo el país en el sentido de que la instrucción y el conocimiento no eran necesarias. Sin embargo, los problemas más fuertes vinieron de fuera, sin esperarlos.
- Hambruna de 1601-1603. El invierno de 1601 fue terriblemente severo, extendió la temporada de tierra helada varias semanas, redujo la producción de cosechas y generó hambre en todo el país. Las investigaciones modernas ligan este fenómeno a la erupción de un volcán en Perú, el Huaynaputina, el 9 de febrero de 1600. Arrojó enormes cantidades de humo y polvo a la atmósfera, que cubrieron buena parte del cielo en todo el mundo, bajó la temperatura y creó inviernos artificialmente fuertes. En Rusia murió aproximadamente 1/3 de la población, posiblemente la mayor catástrofe de la historia en proporción al número de los habitantes. Además del hambre, hubo enfermedades y epidemias, cadáveres tirados en donde quiera, gente desesperada y hambrienta, dispuesta a lo que fuera para conseguir comida, asaltos, inseguridad en todos los caminos, necesidad de ocupar a las tropas para combatir bandas de asaltantes, etc.
- Falso Dmitri. La muerte del príncipe Dmitri persiguió a Boris hasta su propia muerte. La explicación de que había sido un accidente no convenció y continuaron los rumores sobre la culpabilidad del zar, pero sucedió una cosa inesperada: apareció alguien que pretendía ser el príncipe Dmitri, contando la historia inverosímil, pero repetida y aumentada en todas partes, y creída por los que querían creerla, de que el verdadero príncipe había escapado y el que murió era un pobre muchacho campesino que habían puesto en su lugar. El impostor era de la nobleza de servicio, había sido monje, se salió y vivía en Moscú hacia 1601 cuando empezó a declarar que era el príncipe Dmitri; su verdadero nombre era Grigori Otrepiev, y cuando vio que la policía iba por él se escapó con los cosacos y fue a dar a Lituania, continuando con la prédica de que era hijo del zar Iván. Ahí conoció a un sacerdote jesuita que lo puso en contacto con autoridades en Lituania y Polonia; uno quería extender el catolicismo a Rusia, los otros querían lo que quieren todos los gobernantes, extender su poder y sus dominios. Aquí aparece en escena Marina Mnieszech, hija de un noble polaco que se enamora del impostor, decide ayudarlo y está destinada a jugar un papel perturbador y trágico en esta historia. Ya con el apoyo de los polacos, otros grupos enemigos de Boris Godunov vieron en el falso Dmitri una oportunidad para hacerle la vida imposible al zar, y si también se pudiera, destronarlo, ya después verían qué hacer con el impostor. Boris Godunov se enteró, hizo una purga de boyardos, y los que quedaron añadieron esta afrenta a la lista de rencores que tenían contra el zar. El impostor invade Rusia desde Polonia en octubre de 1604, al frente de 1500 cosacos, más algunos mercenarios polacos y los aventureros que buscaban la emoción de la lucha y la rapiña después del combate. Extrañamente, tuvo éxito con una empresa tan descabellada y con apoyos tan heterogéneos: la gente lo aclamó y se proclamó zar. Boris Godunov trató de convencer a todos, hasta a los que no querían escucharlo, con el argumento de que el verdadero príncipe Dmitri había muerto en Uglich, por lo tanto que el nuevo Dmitri era un impostor, y lo hizo excomulgar por la iglesia. No le sirvió. En esos tiempos tan difíciles, con hambruna encima de las calamidades de todos los años, la gente estaba cansada, harta y resentida, y el primer culpable era el zar. En el sur de Rusia (lo que ahora es Ucrania) el falso Dmitri consiguió muchos adeptos, que eran combatidos por las fuerzas leales a Boris, eran derrotados, y volvían a organizarse. Posiblemente a la larga Boris hubiera dominado la situación, porque era inteligente y enérgico, pero murió repentinamente en abril de 1605, posiblemente envenenado. Algunos nobles aprovechan para asesinar también a la esposa y al hijo de Boris, y el camino está abierto para que el impostor entre en triunfo a Moscú.
Muerte de la esposa y el hijo de Boris Godunov por agentes del falso Dmitri, por Konstantin E. Makovsky, Galería Tretiakov, Moscú.
False_Dmitrys_agents_murdering_Feodor_Godunov_and_his_mother.
Reinado del Falso Dmitri (1605)
Repentinamente todos los personajes importantes se dieron cuenta que el Falso Dmitri era el verdadero Dmitri. El príncipe Basil Shuisky cambió su versión original, declarando que el hijo del zar Iván no había muerto, y que era el nuevo Dmitri que ahora tenían todos frente a sí. Llamaron a la viuda de Iván, la madre del difunto-no difunto Dmitri (parecía un gato de Schroedinger), y en una escena digna de televisión moderna estalla en llanto por la alegría de reconocer a su hijo y mostrando como prueba el lunar que tenía precisamente en la espalda, como el del joven que veía ahora. Había que reorganizar el gobierno y para empezar le cancelan el contrato al Patriarca Job, amigo de Boris, y ponen en su lugar a Ignatius, traído de Grecia. El nuevo zar perdona a los boyardos que había exiliado Boris, y les permite regresar, y convoca también a Filareto, el antiguo Fiodor Romanov convertido en monje, sacándolo del convento donde lo había desterrado Boris, y lo hace metropolitano de Rostov. Dmitri era más bien feo, pero ya desde la época de los zares era milagrosa la oración “Dios mío, quítame lo pobre / que lo feo con dinero pasa” y el uso liberal del poder real lo volvía aún más atractivo; era inteligente y enérgico, pero no astuto ni calculador, no hizo lo que debía para ganarse el apoyo sostenido del pueblo, una vez que se había pasado la borrachera de la aclamación, y pagó las consecuencias. También era contradictorio, porque repudió el pacto con los polacos de impulsar el catolicismo, pero se mantuvo rodeado de una corte de polacos que despreciaba a los rusos, acusándose mutuamente de herejes, y terminaron odiados por el pueblo de Moscú. Dmitri no cuidaba las formas de etiqueta social, se vestía como polaco, no atendía a los servicios religiosos, no respetaba la siesta sagrada de los moscovitas.
El problema de fondo era que no tenía la estatura de un para zar, y que los boyardos consideraban que ya había cumplido su objetivo, deshacerse de Boris, y él era el siguiente en el turno. Basil Shuisky y sus amigos empezaron a correr el rumor de que siempre sí era un impostor; las fuerzas del orden los apresaron y Dmitri nada más los exilió y luego los perdonó, probablemente porque para estas alturas ya estaba convencido de que él era el verdadero Dmitri. En noviembre de 1605 se celebran en Krakow los esponsales de Dmitri y Marina, ella viaja a Moscú con un grupo adicional de polacos, se casan el 2 de mayo de 1606 y ella permanece católica. Mientras la pareja real celebra su luna de miel, por las calles de Moscú hay enfrentamientos todos los días entre los polacos y los rusos, el 26 de mayo llegan los príncipes Basil Shuisky y Basil Golitsyn con fuerzas militares y atacan a la guardia del zar proclamando al mismo tiempo “vamos a salvar al zar de los polacos” y “este zar es un impostor”. Toman preso a Dmitri, le dan legitimidad a la acción trayendo a la viuda de Iván para que se desdiga de que este Dmitri es su hijo; ella se acomoda a los tiempos declarando que es un impostor, y los rusos matan a Dmitri junto con unos dos o tres mil polacos.
Reinado de Basil Shuisky (1605-1610)
Basil era más inteligente que el anterior, y comprendió que no podía enfrentar a los boyardos directamente, difícilmente habría otro zar como Iván, con el poder para hacerlo; maniobró dándoles seguridades:
- No ejecutaría a nadie sin la aprobación de la duma boyarda, como era la costumbre.
- No perseguiría a los familiares inocentes de alguien declarado culpable, como era la costumbre.
- No se aceptarían denuncias sin una investigación competa, como era la costumbre.
- Los informadores en falso serían castigados.
Estas medidas tenían que ver con los boyardos, eran garantías para ellos; al resto del pueblo, boyardos y nobles podían seguirlos tratando como quisieran. Pero el cáliz de la amargura no estaba agotado para Rusia, y tuvieron que pasar muchas más calamidades para comprender que solamente podía haber un zar, y que toda lucha por el poder supremo llevaba un costo de sangre y de desolación que a la larga no lo podría soportar el país.
Los boyardos continuaron atacando al zar, porque cada boyardo estaba convencido de que él podría hacer un mejor papel, y en derechos, todos tenían los mismos.
Basil creyó que había que legitimar su posición, tenía la mitad del camino andado: quien acabó con Boris Godunov fue el Falso Dmitri, él cargaría con esa culpa; al nuevo zar le correspondía aclarar que el anterior era efectivamente un impostor, preparando un nuevo capítulo del recurso banal para convencer al pueblo:
- Se declaró que mediante artes de magia, el falso Dmitri se había hecho del trono y convencido a la monja Martha de que era su hijo.
- Se expuso su cadáver en la Plaza Roja, se quemó, y las cenizas fueron disparadas por un cañón en dirección a Polonia.
- El Príncipe Dmitri de Uglich fue canonizado, y sus cenizas traídas a Moscú.
Pero Basil era el cuarto zar en apenas trece meses y llegó con la autoridad minada. Si reinado fue una historia de intrigas, asesinatos y revueltas; los boyardos habían conseguido garantías y siguieron formando alianzas contra Basil; el pueblo no mejoró con el cambio, y nada más se acumuló más pobreza, más hambre, más vejación y más descontento. En resumen, Basil contó con el apoyo de casi nadie, y se sostuvo como pudo con la fuerza de las armas.
Aparecieron rebeliones en las fronteras. Al sur se levantó el príncipe Grigori Shajovski, en la zona del Volga y Astraján el gobernador Ivan Khvorostinin. La enésima oleada de rumores surgió, ahora inventaron que el falso Dmitri estaba vivo porque había escapado, y los que querían utilizaban ese pretexto para levantarse en armas en su nombre; los siervos y esclavos se rebelaban contra sus señores; entre todas esas revueltas, sobresalió la de un antiguo esclavo, que había conseguido escapar de turcos y tártaros, Ivan Bolotnikov. Curtido en las dificultades, fuerte por las luchas en sobrevivir, organizó en el sur del país a los que cargaban con la suerte más miserable: siervos, campesinos, esclavos, fugitivos y vagabundos; la suya fue la única revuelta organizada en torno a aspectos sociales, elaborando manifestos en donde señalaban los abusos de las autoridades y se quejaban de los grandes propietarios. Avanzaron hasta Moscú, pero en octubre de octubre de 1606 fueron detenidos por el príncipe Mijail Skopin-Shuilsky, el aliado más hábil que tuvo el zar en todo su reinado. Después de esta derrota los rebeldes se dividieron en varios grupos:
- Los de Riazan, mandados por los hermanos Liapunov (que volverán a aparecer en la historia), se retiraron de la lucha y terminaron aliándose con el zar.
- Los de Tula, bajo Pashkov, también se fueron al lado del zar.
- Las fuerzas de Shajovsky y Bolotnikov, aliadas, enfrentaron a un ejército del zar, fueron derrotados y exiliados, pero siguieron peleando en nombre del Falso Dmitri. A alguien se le ocurrió declarar que un joven que andaba por ahí era otro hijo del zar Iván, y apareció así un Falso Pedro, que después cayó en manos de los zaristas, y lo colgaron.
Y apareció todavía otro impostor, el Falso Dmitri Dos, quien tuvo la idea de declarar que él era el Falso Dmitri, que no había muerto en Moscú. Todos los que querían creer se juntaron en torno suyo, se le unieron los que tenían algo de qué quejarse, y se volvió el centro de la rebelión cuando Bolotnikov fue derrotado. El nuevo impostor atrajo a cosacos, mercenarios, aventureros de Polonia y Lituania, y prosiguió con la tragedia cómica nacional, puesto que Marina Mnieszech lo reconoció públicamente como su marido, se juntó con él, y llegaron a tener un hijo. Era necesario, para sacralizar el acto, que la monja Martha interviniera, y lo hizo reconociendo a este nuevo impostor como al hijo que se decía, equivocadamente, había muerto en Uglich. Se juntó mucha gente alrededor de él, y con la fuerza del número derrotó en la primavera de 1608 a Dmitri Shuisky, hermano del zar, acercándose mucho a Moscú. Pero no tenía madera de zar. En vez de avanzar y persistir en tomar Moscú, se quedó en un pueblo cercano, de nombre Tushino, que ahora está en la periferia de Moscú. Ahí organizó una corte paralela, con su propia duma de boyardos, cuerpo administrativo, otorgando títulos y creando impuestos; dependiendo de las circunstancias, muchos rusos cambiaron de bando varias veces, otros preferían llevar el asunto en paz y pagaban impuestos a Moscú y a Tushino. El impostor quiso tomar por la fuerza el Monasterio de San Sergio- Santa Trinidad, le puso cerco durante seis meses y fracasó; para sostener su lucha enviaba a sus recolectores de impuestos, y ante sus exacciones, los pueblos que se le habían unido lo pensaron mejor y desertaron de bando. La historia conoce a este impostor como el Felón de Tushino. Hay un cuadro famoso, pintado por Sergei Ivanov, que se llama “Tushino”, y que describe con elocuencia de colores lo que con palabras sería difícil, cómo era esa corte.[3]
En febrero de 1609 Basil Shuisky está tan desesperado que recurre a los suecos para terminar con la rebelión; recibe tropas de ayuda a cambio de abandonar las pretensiones rusas en la región de Livonia, que ahora está ocupada por los países bálticos (Letonia, Lituania y Estonia). Los suecos, junto con Skopin-Shuilsky, limpian el norte de bandas leales a Tushino, levantan el sitio al monasterio, y finalmente, en la primavera de 1610, consiguen que el pretendiente huya a Kaluga.
Pero aquí interviene Polonia, que con dos pretextos suficientes: ya los de Tushino le habían pedido al rey Segismundo III que mandara a su hijo Wladyslaw como zar, respetando condiciones como la religión ortodoxa en Rusia; por lo tanto un ataque de Basil Shuisky era un ataque a su hijo. Además, los mismo rusos se habían aliado con Suecia, enemiga de Polonia; por lo tanto, ambos eran sus enemigos. En 1609 declaró la guerra e invadió Rusia, pero sus tropas fueron detenidas en Smolensk, que había sido fortificada por Boris Godunov en previsión de ataques de los polacos, y la ciudad sufrió entonces uno de los peores episodios de su historia, un sito de veinte meses que redujo su población a la décima parte. Pero salvó a Rusia de los polacos. Smolensk es recordada una y otra vez en la historia rusa como una ciudad heroica.
En marzo de 1610 el príncipe Skopin-Shuilsky entra en triunfo en Moscú y parecía que las cosas terminarían por fin de arreglarse, pero en mayo el príncipe muere repentinamente, fuerte y joven, de 24 años. Es una de tantas muertes sin aclarar en este período, y la sospecha ha recaído en la esposa de Dmitri Shuisky, quien ambicionaba el trono para su marido porque Basil no tenía hijos. Los beneficiarios indirectos fueron los polacos, los que cargaron con las consecuencias fueron el zar Basil y como siempre, el pueblo, que aguantó todavía tres años de tribulaciones.
Enviaron a Dmitri Shuisky a liberar Smolensk, pero no tenía la habilidad del difunto Skopin-Shuilsky, y lo derrota el comandante polaco Stanislaw Zolkiewski, que se estaciona en Rusia durante algunos años e inclusive llega a convertirse en cronista de esos tiempos. Las gentes en las áreas ocupadas por los polacos juran lealtad a Wladyslaw, y el reino de Moscú está partido en tres. Basil Shuisky reconoce que no puede seguir gobernando y abdica, se hace monje y no vuelve a meterse en asuntos públicos. En su lugar eligen a un Consejo de siete boyardos, bajo el príncipe Fiodor Mstislavsky, para que se haga cargo del gobierno, y Rusia vive sin zar por unos años.
Interregno (1610-1613)
Es difícil decir cuál etapa fue la peor, en la historia que analizamos. La hambruna de 1601 parece un buen candidato, pero es curioso que es mencionada sin mayor insistencia en los relatos, y en cambio se habla una y otra vez de las revueltas y las guerras internas; posiblemente es porque las demás calamidades fueron tan fuertes que opacaron la magnitud de las desgracias ocasionadas por el hambre. De cualquier manera, este ha sido uno de los muchos episodios en la historia que probaron y templaron el alma de los rusos, convirtiéndolos en un pueblo extraordinariamente resistente. A partir de que desapareció el zar, el país se quedó sin cabeza y todas las calamidades se presentaron juntas: Polonia y Suecia metiendo las manos, los rebeldes del sur, los boyardos insatisfechos por oficio, la corte de Tushino, las revueltas en el Volga; el pueblo resentía las vejaciones de todos, la inseguridad y el hambre.
No había manera de convocar al zemskii sobor, la asamblea general que era la encargada de analizar y tomar las grandes decisiones. Para empezar, los importantes de Moscú estaban divididos en tres grupos:
- Los que apoyaban al Príncipe Golitsyn
- Los partidarios de Mijaíl Romanov, hijo de Filareto el monje, quien antes era Boris Romanov.
- Los del bando polaco, que querían a Wladyslaw.
Las clases bajas se identificaban y apoyaban al Felón de Tushino, y esto provocó que no hubiera un candidato realmente fuerte (los boyardos ya habían pensado mejor si realmente querían ser el zar) y por eliminación, el ganador fue Wladyslaw. En agosto de 1610 se llega a un acuerdo con los polacos, informando al comandante Zolkiewski que había que enviar una representación para solicitar al príncipe que aceptara el trono ruso, solicitándole que se volviera ortodoxo. Los moscovitas juran lealtad a Wladyslaw, mandan de embajadores a Golitsyn y a Filareto a Smolensk, donde estaba el rey Segismundo sitiando la fortaleza. El Felón de Tushino vuelve a huir, los polacos entran con libertad a Moscú, y Rusia estaba a punto de volverse un principado polaco cuando Segismundo dijo que no a la conversión, tampoco quiso levantar el sitio, arrestó a Filareto y lo mandó preso a Polonia. Probablemente quería impresionar a los rusos, vencerlos en guerra en vez de aceptar una corona negociada y ganar tiempo para quedar él en el trono en vez de su hijo, puesto que de ahí en adelante se dedicó a este fin, por la fuerza de las armas, de la diplomacia, la intriga y la propaganda.
La situación de Rusia en el otoño de 1610 era así:
- No había zar.
- Moscú estaba en manos de los polacos.
- Polonia tenía dominado el occidente del país.
- Suecia declaró la guerra cuando los rusos juraron lealtad a Wladyslaw. Avanzaron por el norte, amenazaron Novgorod, y querían imponer en el trono a su propio candidato, el príncipe Philip.
- El Felón de Tushino seguía vivo, aumentando seguidores entre los desposeídos del oriente, que era casi toda la población.
- Bandas de asaltantes en todo el país.
- Hambre, muerte, guerra y desolación generalizadas.
Viendo las cosas desde afuera, el reinado de Moscú como la primera ciudad rusa llegaba a su fin, y el territorio se partiría en lo que hacía poco había sido: Novgorod al norte (posiblemente en manos de los suecos); Kiev al sur (regresando a manos de Polonia); más al sur podría revivir el Khanato de Crimea o quizá Turquía extendería sus dominios; al oriente y al sur, las ciudades de Kazán y Ástrajan se declararían independientes; los cosacos, fieles a su vocación nómada, no aprovecharían para crear un estado cosaco. En medio de todo quedaría Moscú, en manos de un amo todavía indeterminado. Tiempo probable para suceder: unos dos o tres años.
Pero no sucedió así, por varias razones, algunas muy comprensibles, otras cercanas al milagro. Las razones obvias eran que los enemigos externos de Moscú (Suecia, Polonia, Turquía) eran enemigos entre sí y llegado el momento competirían por los restos del territorio ruso; los enemigos internos (cosacos y la corte de Tushino) estaban muy desorganizados y eran depredadores oportunistas, les faltaba la estructura, y por lo tanto la amenaza, que podían tener naciones bien organizadas como Turquía. Las otras razones son más bien inexplicables: la enorme resistencia del pueblo, las casualidades que minaron a las fuerzas externas, y la capacidad de convocatoria de la Iglesia para reunir a los rusos en torno a la fe y darles fuerza en esos tiempos difíciles.
La suerte empezó a sonreír a los rusos cuando un camarada resentido mató al Felón de Tushino en diciembre de 1610. El comandante polaco Stanislaw Zolkiewski lo narra así:
Después de haber bebido fuertemente en la cena… él ordenó que prepararan un trineo, poniendo frascos de aguamiel ahí. Saliendo al campo abierto, se puso a tomar con algunos boyardos. El príncipe Piotr Urusov, junto con otros jinetes con los que estaba en acuerdo, cabalgó detrás de él, aparentemente escoltándolo. Pero cuando el impostor estuvo muy borracho junto con los boyardos, Urusov sacó de su cinto una pistola que traía preparada y galopando hasta el trineo, primero le disparó con la pistola y después cortó su cabeza con el sable, y siguió su camino.
Era difícil que sucediera algo muy diferente al Felón de Tushino, dada su personalidad y la vida que llevaba; Urusov era uno de tantos que había mandado azotar en castigo por cualquier falta, pero lo conservaba como uno de los suyos, manejando su corte y su ejército como un caudillo primitivo y no como un jefe de gobierno; le faltó la inteligencia para darse cuenta que esos que humillaba y conservaba, armados, a su lado, podrían fácilmente desquitarse algún día. O posiblemente, decidió disfrutar la vida mientras le duró.
A partir de esas fechas se empezó a gestar un alza en el espíritu nacional de los rusos. La muerte del Felón de Tushino significó que se acababa una de las amenazas, y el rechazo de Segismundo III a que su hijo Wladyslaw se convirtiera al Cristianismo Ortodoxo, en vez de amedrentarlos, los ofendió porque les tocó una fibra sensible, la de sus creencias religiosas. El Patriarca Hermógenes le dio un empujón al asunto, declarando que los rusos estaban libres del juramento de lealtad a Wladyslaw, y envió emisarios a varios pueblos para exhortarlos en nombre de su religión a formar un ejército y liberar a Moscú de los polacos.
Procopius Liapunov (uno de los hermanos que combatieron junto a Bolotnikov) organizó en Riazán ejército con nobles, campesinos y los restos de fuerzas bajo Skopin-Shuisky. Marchó a Moscú y en el camino también se le juntaron algunos que habían combatido con el Felón, algunos cosacos y fuerzas bajo el príncipe Dmitri Trubetskoi. Este primer ejército nacional empezó a actuar como gobierno, y asustó a los polacos que ocupaban Moscú, que se retiraron, quemaron la ciudad y fueron a refugiarse detrás de las murallas del Kremlin. Pero el grupo era muy heterogéneo, había diferencias y rencillas entre los miembros, los cosacos se enojaron porque se habían aprobado medidas favorables a los nobles y en represalia mataron a Liapunov en julio de 1611. Los temas que irritaban a los cosacos eran algunos que estuvieron todavía en el tintero por muchos años: la dotación de tierras, perseguir a los siervos fugitivos y a los bandidos polacos, y probablemente también influyeron algunos documentos apócrifos hechos circular por los polacos. Como consecuencia, los nobles quedaron resentidos con los cosacos, no quisieron seguir y el gran ejército se terminó, nada más quedaron los jefes Trubetskou y Zarutsky en Moscú.
El mismo mes de julio, finalmente los polacos toman Smolensk, donde quedaban 8,000 de los 80,000 pobladores originales. En Pskov aparece el tercer Falso Dmitri. En Kaluga, Marina Mnieszech, viuda no oficial del Felón de Tushino junta alrededor de su hijo a gentes descontentas, y también quieren participar en la toma de botín; de este hecho salió el nombre de Feloncito para su hijo. Los suecos tomaron Novgorod ese verano, sin batalla.
La caída de Smolensk y Novgorod fue el punto más bajo en la historia de estos sucesos: todas las calamidades ocurridas habían preparado el camino para que desapareciera Rusia. Pero no fue así, empezando por dos casualidades. Después de tomar Smolensk, el rey polaco Segismundo III se durmió en sus laureles y no avanzó sobre Moscú, nada más envió un poco de caballería que fue bloqueada por los cosacos; los suecos también se pusieron a descansar, quedando contentos con los avances hechos. Por el contrario, en el lado ruso surgieron líderes muy diferentes: por un lado el Patriarca Hermógenes junto con el Abad Dionisio del Monasterio de Santa Trinidad exhortaron al pueblo a levantarse en armas contra los invasores, y por otro sucedió en Nizhni-Novgorod, junto al Volga, que el carnicero Kuzma Minin arengó a los habitantes de su ciudad y los convenció de donar 1/3 de sus bienes para la causa del rescate de Rusia. Organizaron un ejército bajo el príncipe Dmitri Pozharsky, en donde Minin fue el administrador que se convirtió en un Segundo Ejército Nacional, y fue el que terminó con los problemas militares. Minin y Pozharsky son considerados, junto con Alexandr Nevsky, los héroes populares más conocidos en Rusia. Su ejército fue algo muy singular, combinaban las operaciones militares con jornadas de oración y ayuno, inspirados en la tradición crisitiana. En este levantamiento popular, la Iglesia jugó un papel aglutinador, invocando el cristianismo profundo –o al menos, muy enraizado- de los rusos, como un motor para rescatar al país de sus enemigos, preservar la unidad y reconstruirlo.
En septiembre de 1612 llegaron a Moscú, atacaron las fortificaciones polacas, y finalmente en noviembre toman el Kremlin, y matan a todos los polacos que encontraron ahí. El rey Segismundo III reaccionó tarde, envió un contingente a ayudar, pero fue rechazado.
Mijail Romanov.
El objetivo era deshacerse de los invasores, porque de una manera natural, basado en las amargas experiencias recientes, los rusos estaban cansados de luchar entre ellos mismos. Una vez que arrojaron a los polacos, se necesitaba tener un gobierno legítimo, y la única forma que conocían era elegir un zar en el que todos estuvieran de acuerdo. Pudieron convocar a un zemskii sobor a principios de 1613, en donde hubo representantes de todas las clases sociales: clérigos, boyardos, nobles, citadinos, campesinos; de los 500 a 700 asistentes, se conservan 277 firmas en los documentos supervivientes, de los cuales 12 corresponden a campesinos. La primera parte de las negociaciones fue sencilla, porque todos estaban de acuerdo en excluir a cualquier candidato extranjero. Se mencionaron varios nombres, pero uno de ellos se mantuvo como favorito y triunfó, por una serie de razones extrañas, de esas que se daban en ese tiempo y en ese lugar. Se trató de Mijail Romanov, hijo del monje Filareto cuando todavía era Fiodor Romanov. Los rusos le daban enorme importancia al linaje, a identificar al candidato como miembro de una familia distinguida y con años de trayectoria; el ancestro identificado fue Anastasia Romanova, la primera esposa del zar Iván, la única que él amó y que también fue muy querida por todo el pueblo. Un hermano suyo, Nikita Romanov, sirvió a Iván y fue de los pocos que defendieron exitosamente a algunas de las víctimas del zar; con el tiempo, Nikita fue el padre de Boris, que después se convirtió en el monje Filareto, padre del joven Mijail, que tenía 16 años en 1613. Su juventud jugó en su favor, porque no tuvo la oportunidad de contaminarse en las luchas fratricidas que llevaban ya 15 años, y además, había sido el favorito de Hermógenes, quien murió en cautiverio de los polacos antes de la liberación de Moscú.
Hay una historia muy hermosa relacionada con la elección de Mijail Romanov como zar. Cuando el zemskii sobor tomó su decisión, había que ir a avisarle a Mijail, obtener el permiso de su madre, y traerlo a Moscú para su investidura; él vivía en Domnino con su madre, pueblo que era propiedad de la familia y no estaba muy lejos de Moscú. Los polacos se enteraron y enviaron una misión para interceptar los mensajeros y deshacerse, si fuera posible, de Mijail; llegaron a un pueblo cercano y como no conocían bien el camino a Domnino, un viejo del lugar, llamado Ivan Susanin, se ofreció a guiarlos, con la intención de perderlos en el frío del febrero ruso, de noche en algún bosque. Los polacos confiaron en él, de cualquier manera el viejo respondería con su vida del buen resultado, y aceptaron su guía. Nunca se volvió a saber ni de los polacos ni de Iván Susanin; la leyenda dice que cuando los polacos se dieron cuenta que todos estaban perdidos, mataron a Susanin y luego murieron ellos de frío o devorados por las bestias. Iván Susanin, naturalmente, es uno de los héroes del folklore ruso; es el tema de la ópera Una vida por el zar del compositor Glinka.
El 21 de julio de 1613 Mijail Romanov fue coronado zar, y esta fecha da por terminado oficialmente el Tiempo de Tribulaciones. La dinastía Romanov gobernó Rusia hasta 1918.
Bibliografía.
Para escribir este artículo consulté varias fuentes, principalmente:
- Nicholas V. Riasanovsky: A History of Russia, Oxford University Press, NY 2005.
- Paul Milioukov: Histoire de Russie, Libraire Ernest Leroux, Paris 1932.
- diversos artículos de wikipedia.