El año de 1803 los norteamericanos hicieron el mejor negocio de toda la Historia, al comprarle el Territorio de Luisiana a Napoleón. Pagaron US$15’000,000 de dólares (unos 220 millones de hoy) por un territorio más grande que México, que tiene en medio uno de los ríos más caudalosos del mundo, el Mississippi, que es alimentado por una cuenca de más de 3 millones de km2 y es un terreno prácticamente plano. Si alguien quería un lugar gigantesco y con un enorme potencial para la agricultura y la ganadería, ese es el mejor lugar del mundo, comparable en calidad a las tierras negras de Ucrania, pero unas 5 veces más grande. Cuando se les pasó el susto de esa gigantesca lotería que se habían sacado, los norteamericanos empezaron a apreciar su suerte y a considerarse un pueblo elegido, uno que había sido favorecido especialmente por Dios y que tenía una meta diferente a la de las demás naciones; esta compra es una de las raíces de la doctrina del Destino Manifiesto.
La parte continental del territorio de USA es aproximadamente un rectángulo, más ancho que alto, con una cola en el extremo inferior derecho, la Florida. Hay dos cadenas montañosas que lo cruzan de norte a sur: las Rocallosas del lado izquierdo, los Montes Apalaches del lado derecho. En medio de ellas está una extensión inmensa, casi plana y con mucha agua, que es la cuenca del río Mississippi, que nace casi en la frontera con Canadá y desemboca en el Golfo de México, cerca de Nueva Orleans. El Territorio de Luisiana estaba ahí, su límite derecho era el Mississippi, y el izquierdo las Rocallosas. Quizá usted ha recorrido partes de México en donde ve a los lados kilómetros y más kilómetros de tierra cultivada: por ejemplo el norte del Valle de Aguascalientes, o el estado de Sinaloa, y conoce la satisfacción que dan grandes extensiones de tierra cultivadas y produciendo. Para lograrlo, en nuestro estado se aprovecha el agua que se puede juntar en la Presa Calles (que nunca figurará entre las más grandes del mundo), pero la mayoría de los cultivos son con agua de pozos. En Sinaloa se ha aprovechado la lluvia que cae en la Sierra Madre Occidental y se construyó una serie de presas que son las que han vuelto verde a esa región. Usted puede entrar a Google Earth y ver desde el aire cualquier zona en el trayecto del Mississippi, la encontrará también verde. El gusto en Aguascalientes dura unos 40 km, el gusto en Sinaloa dura unos 400 km, y el gusto a lo largo del Mississippi dura 3700 km. No es nada más la longitud del río, sino el agua que transporta: en un día de poco caudal, ese río arroja al mar 4502m3/segundo, y en un día bueno arroja 86719m3/segundo. Para entender lo que eso significa, consideremos nuestra Presa Calles, que tiene una capacidad de 340 millones de m3 y nunca ha estado llena hasta el tope. Si usáramos el agua que el Mississippi arroja al mar para llenar la presa, se llenaría en 21 horas (en un día malo) y se llenaría en 1 hora 10 minutos en un día bueno. Con estos parámetros, no es sorpresa que USA se considerara un país elegido después de comprar Luisiana. Otro factor, desconocido para nuestra experiencia en México, es la pendiente cercana a cero del Mississippi, ya que en 3700 km baja apenas 450 metros: esto significa que el agua se mueve a lo largo de un terreno prácticamente plano, y por lo tanto su recorrido es lento y adecuado para la navegación.
Las 13 Colonias que en 1776 se unieron para declarar su independencia como país están junto al Atlántico y abarcan toda la costa oriental de los Estados Unidos excepto Florida. Los colonos ingleses, holandeses y alemanes que llegaron ahí desde el S. XVII se asentaron en una región limitada entre los Montes Apalaches y el Oceáno Atlántico pero desde los primeros tiempos de la colonia hubo exploradores que viajaron hacia el Oeste, cruzaron los Apalaches y alcanzaron el río Mississippi; después de conseguir la independencia de Inglaterra se dieron a la tarea de colonizar tanto el sur (hacia Florida) como la franja de terreno entre el Mississippi y los Apalaches. Este río se convirtió en una frontera natural entre Estados Unidos y “otros países”, para denotar de esta manera ambigua a la parte Occidental del río Mississippi, porque ni se conocía bien el terreno ni se podía identificar de una manera categórica a quién pertenecía. Por ejemplo los españoles, que pudieron haberse lanzado a colonizar intensamente esa zona, encontraron más rentable explotar las minas de plata de la Nueva España y de esta manera sucedió que los territorios al norte, donde lo único que se podía hacer era cultivar la tierra, quedaron inexplorados o en todo caso, no fueron explotados por ellos. Mantuvieron una presencia en Florida y en Nueva Orleans, pero los territorios río arriba no los exploraron. En cambio, los franceses se habían apoderado del norte de América, lo que hoy es Canadá, y fundaron varias ciudades cerca de los Grandes Lagos (Montreal, Quebec, Ottawa), y llegaron al Oeste del Lago Superior que es donde nace el Mississippi y desde ahí empezaron a explorar el río abajo toda la región, declarándola parte de Nueva Francia y llegando hasta Nueva Orleans, que tiene todavía hoy una gran herencia cultural francesa.
Los norteamericanos tuvieron, efectivamente, mucha suerte. Resulta que al terminar una de tantas guerras europeas, en 1763 hay nuevo reparto de botín y pago de indemnizaciones, y Francia tiene que ceder a Inglaterra todas las tierras al lado Oriente del Mississippi y le da la orilla Occidente del Mississippi a España. Por lo que respecta al margen oriental, una vez consumada la Independencia en 1783, todo lo que era inglés pasó a formar parte de Estados Unidos; en cuanto a la orilla occidental, se la da Francia a España cuando ya era un país en decadencia y que no iba a poder controlar esa zona. De esta forma la zona se convirtió en un regalo a futuro para los Estados Unidos, porque ganaron unos años de gracia en que ninguna potencia europea podría apropiarse de ese territorio, mientras los Estados Unidos crecieron, avanzaron en su colonización y llegaron al Mississippi. Transcurrieron unos 40 años en que la Luisiana Francesa fue española, aunque nada más de nombre y de derecho (suponiendo que los europeos tuvieran el derecho a repartirse el mundo) pero no de hecho. Así llegamos al año 1800, cuando Napoleón, que entonces era Primer Cónsul, obliga a los españoles a devolver a Francia la Luisiana, para tratar de que empiecen a acomodarse las piezas en su plan de crear un Imperio Francés Mundial.
En esa época el presidente de EEUU era Thomas Jefferson, creador de la Declaración de Independencia y uno de los mejores presidentes que han tenido; había sido embajador en Francia, tenía simpatías por ese país y había hecho buenas amistades con ellos, así que estaba bien informado de lo que pasaba en Europa. Se enteró del tratado por el que España cedía la Luisiana Francesa a Francia, y vio el asunto con aprensión: mientras ese inmenso territorio estuviera en manos de un dueño que no lo podía cuidar, así estaba bien y esperarían el momento oportuno de colonizarlo o conquistarlo; sin embargo, en manos de una potencia como Francia, que tenía intereses en Canadá, la situación era totalmente diferente y él sus colaboradores empezaron a pensar lo que podían hacer.
La geografía intervino una vez más a favor de los norteamericanos. Napoleón no podía lanzarse directamente a mover gente y tropas al Mississippi, porque estaba muy lejos y eso provocaría la reacción directa de los Estados Unidos, pero podía utilizar como base militar una isla en las Antillas que había sido francesa y que recientemente había ganado su independencia por medio de una revuelta de esclavos. Se trataba de Haití, y a Napoleón se le hizo fácil enviar una fuerza de 20,000 hombres para reconquistar la isla y convertirla en su base de operaciones en América. Militarmente, los nativos negros no podían enfrentarse a los soldados franceses, y todo empezó a salir como planeaba Napoleón hasta que apareció la fiebre amarilla y acabó con el ejército francés. Cuando el asunto terminó, Francia ya estaba metida en una nueva guerra contra Inglaterra y no había manera de distraerse con América, así que Napoleón olvidó sus sueños mundiales y empezó a pensar qué hacer con la Luisiana, que seguía siendo una propiedad muy valiosa pero que estaba lejos y no la podía atender.
Para 1800 el Mississippi ya era un río muy importante en la vida comercial de Estados Unidos, porque las ciudades al norte de su cauce lo utilizaban como camino para transportar mercancía a Nueva Orleans y desde ahí, distribuirla. Esta ciudad estaba en manos españolas y había un tratado por el que los comerciantes asentados río arriba tenían derecho a utilizar el puerto como bodega, pero en 1801 el gobernador español en turno prohibió el depósito de mercancías norteamericanas, y fue este incidente el que desató la crisis de la Luisiana.
La solución que se le ocurrió a Jefferson fue simple y brillante, porque fue capaz de hacer un análisis geopolítico y estimar acertadamente sus posibilidades: propuso comprar o rentar el puerto (o un lugar cerca de la desembocadura del río) para resolver este problema, el del tránsito de mercancía. La compra tendría que hacerse a Francia, y envió a sus agentes a negociar con Napoleón, quien ya había meditado el asunto y llegó a las siguientes conclusiones:
- Francia no podría colonizar y defender la Luisiana
- por consiguiente, era una propiedad inútil
- había que deshacerse de ella del modo más conveniente posible
- lo mejor sería venderla a Estados Unidos, que era un país amigo, y no a Inglaterra, con quien estaban en guerra.
Así que cuando se presentaron los enviados de Jefferson a comprar Nueva Orleans, se encontraron con la contrapropuesta francesa de adquirir toda Luisiana por 18 millones de dólares. Los representantes se vieron en un aprieto puesto que no tenían facultades para hacer eso, pero razonaron que esa oportunidad no volvería a presentarse y que si no la aprovechaban ellos alguien más lo haría; regatearon y firmaron la compra en 15 millones.
Cuando regresaron a Estados Unidos con esas noticias, el presidente se enfrentó a un hecho consumado que rebasaba totalmente su encargo, pero prefirió también tomar la oportunidad y se dispuso a lidiar con su oposición, el Partido Federalista. Desde cualquier punto de vista era una ganga extraordinaria para los Estados Unidos, pero los opositores de Jefferson se le echaron encima acusándolo de violar la Constitución, puesto que no había ninguna ley que autorizara al presidente a comprar territorio a otra nación, tachándolo de hipócrita ya que él había sido un partidario del apego estricto a la Constitución, y toda la operación estuvo a punto de atorarse en el último lugar imaginable, el Congreso, donde a fin de cuentas se aprobó por una diferencia de 2 votos.
Con esta compra, Estados Unidos duplicó su superficie, lo hizo por medios pacíficos, y adquirió una enorme cantidad de tierra con un potencial inimaginable para la agricultura, la ganadería, la industria y el comercio. Sicológicamente significó quitar un tapón que les impedía avanzar hacia el Oeste, y convenció a los norteamericanos de que habían dejado de ser una nación de colonos europeos y se habían convertido en una potencia continental. Aunque hay una infinidad de factores aparte, yo pienso que esta compra es la causa individual más grande de la grandeza de Estados Unidos. Napoleón, un genio que podía ver muy lejos en el futuro, hizo el comentario: “con esta venta, he creado una nación que tarde o temprano humillará a Gran Bretaña”. Hasta ahora no ha resultado cierto porque Estados Unidos e Inglaterra trabajan como aliados, pero en muchos otros aspectos, la mera comparación de poderes es una humillación para el más pequeño de los dos.
Los juristas han analizado esta compra desde varios puntos de vista y han llegado a concluir que fue ilegal. Por principio de cuentas, Napoleón forzó a España a cederles ese territorio, y ahí hay una fuente de discordia, puesto que si se acepta que la cesión era ilegal, entonces Napoleón no podía vender lo que todavía era de España. Por otro lado, asumiendo que Luisiana fuera francesa, en 1803 Napoleón era nada más Primer Cónsul y no tenía facultades para vender parte alguna de Francia, ni Jefferson estaba autorizado por su Constitución a comprarla. Pero a fin de cuentas, aunque pudieron quedar muchos inconformes con esta operación, no hubo ningún país que pudiera alzar la voz, exhibir mejor derecho y soportarlo con la fuerza de sus armas. De mi cosecha, planteo la siguiente duda jurídica: ¿tenían los europeos algún derecho para adjudicarse el Nuevo Mundo?
Territorio de Luisiana (parte sombreada de verde)
La imagen está tomada de http://en.wikipedia.org/wiki/File:LouisianaPurchase.png, y es utilizada bajo los términos de GNU Free Documentation License.
jlgs / El Heraldo de Ags. / 9.7.2011
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