3-Siglos de avance árabe.
El escritor británico Noah Gordon narra en su libro El Médico los primeros años de vida de Rob Cole, que nació junto a la ribera del Támesis y desde pequeño tuvo el extraño don de estrechar la mano de una persona y con ese acto, conocer su salud; de esta manera sabía, sin saber cómo, que alguien postrado en cama con fiebre se curaría, y que alguien que caminaba, moriría. El tiempo es el siglo XI, hacia 1020. Cole hace su vida como ayudante de un barbero y médico y charlatán y adivino y prestidigitador, y recorren los pueblos del sur de Inglaterra curando, adivinando y entreteniendo. El patrón muere y el ayudante se queda con el negocio, viajando ahora por su cuenta y sanando al que de todas maneras iba a sanar, y ayudando a morir al que estaba marcado. En uno de tantos pueblos conoce a un médico judío que le cuenta las maravillas que aprendió en Córdoba, y le dice que mucho más lejos, más allá de Constantinopla, está un reino en donde saben de medicina lo que no se conoce en el mundo entero. Cole decide viajar hasta allá porque nunca ha comprendido su saber, ese conocimiento que le llega de alguna manera y le hace distinguir al que le faltan años por vivir y al que ya vivió lo que le tocaba, pero quiere conocer. Viaja en caravana a Constantinopla, se deja crecer la barba para parecer judío, en los muchos meses de camino se junta con otros peregrinos y aprende sus idiomas, y con un grupo de judíos viaja hasta Isfahán, porque quiere estudiar con Avicena.
En este resumen está implícito el tributo que rindió Noah Gordon al poder y al saber islámico: comparado con Persia, cualquier país de Europa estaba atrasado entonces. Los europeos estaban en medio guerras que duraron muchos siglos, el Papa quería sobrevivir y la forma de su siglo era siendo un rey fuerte; los reyes querían dominar al Papa, el Papa había coronado a Carlomagno como emperador a cambio de que lo defendiera de los príncipes del norte de Italia; el saber estaba confinado a los monasterios y el pueblo era analfabeta, los señores feudales vendían protección a sus súbditos contra otros señores feudales, y comercialmente hablando, Europa producía poco, y no tenía gran cosa para exportar. Persia volvió a ser el centro del mundo, el centro fijado en medio del Tigris y el Éufrates donde la leyenda dice que apareció el hombre: ahí fundó el califa al-Mansur (de la dinastía Umeya) la ciudad de Bagdad, eligiendo un lugar estratégico por su ubicación y por su pasado histórico, ya que estaba junto a dos ríos con caudal abundante todo el año, y cerca de ahí había estado Babilonia. La fundó el año 765, apenas 150 años después del inicio oficial del Islam (la Héjira, en 622). Es uno de los avances más notables de un pueblo para conquistar una región a lo largo de toda la Historia. Ciertamente que se han dado otros: los españoles reconquistaron España, pero se tardaron ocho siglos; los mongoles conquistaron media Asia, pero su conquista fue destrucción; los rusos conquistaron 22 millones de km2, pero en cuatro siglos; los norteamericanos colonizaron, compraron o conquistaron en un siglo el terreno actual de su país, pero no crearon una civilización nueva (en mi opinión no cuenta como civilización esa carrera por el consumo de bienes en que han metido al mundo entero); probablemente el ejemplo más parecido sea la conquista española en Latinoamérica, que unificó la lengua, cambio las antiguas religiones por el cristianismo, pero que se hizo, por parte de la Corona Española, principalmente con el fin de obtener los tesoros de plata y oro que les sirvieron para financiar sus guerras europeas.
El avance del Islam en sus primeros años se cuece aparte. Primero, por su magnitud: empezó en La Meca, ciudad en medio del desierto, en la mitad de la nada para el que no sabía seguir los pasos en la arena. A la vuelta de 150 años (hacia el 770 d.C.) incluía la mitad de España, toda la costa norte de África, toda Arabia y el Medio Oriente (exceptuando Turquía), Irán, Irak, Pakistán, Afganistán y el noroeste de la India. Segundo, la palabra del Profeta unificó primero a todas las tribus árabes nómadas, les dio una razón para vivir (la conquista de territorios para el Islam) y una razón para morir (ingresarían al Paraíso sin escalas si morían en esas conquistas). Tercero, sucedió que durante los primeros años tuvieron en la persona del Califa un guía de todos y para todo, porque era guía militar y también espiritual. Creo que la presencia de este factor religioso tan especial fue lo que volvió especial el avance del Islam. Avances ha habido muchos, pero la costumbre ha sido que cuando un pueblo avanza, no asimila lo que encuentra a su alrededor, sino que lo destruye. Los mongoles son el ejemplo más terrible, porque los guiaba nada más la sed de conquista: muchos años después, en 1258, Hulagu destruyó Badgad hasta la última piedra y mató hasta el último hombre que encontró. Más tarde los mongoles se convertirían al Islam, pero ya habían destruido a Persia con sus ciudades y sus tesoros: eran analfabetas, no conocían de arte, ¿para qué les servían pergaminos y jarrones? Los españoles que llegaron a América la convirtieron al cristianismo en parte por convencimiento y en parte por imposición; por ejemplo, en el centro de la Ciudad de México, en el subsuelo, todavía se siguen descubriendo ruinas de los antiguos templos de los mexicas; encima de ellos, están el Palacio Nacional, la Catedral y los edificios construidos por los españoles.
4-Reyes interesados por la cultura
El Islam nació con un reconocimiento explícito a sus antecesores: el judaísmo y el cristianismo; el Islam declara que después de Mahoma no habrá más profetas, pero reconoce la personalidad de Abraham y de Jesús, y a ambas religiones las respeta; Jerusalén es declarada ciudad santa para el Islam. Como consecuencia, los avances árabes de los primeros años no trataron de destruir a judíos ni a cristianos, sino a convertirlos, y si no querían, los obligaban a pagar tributo. Fue con los siglos de pleitos entre gentes de estas religiones que llegamos al lamentable estado que vive hoy el mundo, pero no se vivía así hacia el año 700.
Y como en la historia de todos los pueblos, la personalidad de los dirigentes contó mucho. Los Estados Unidos vivieron unos años frágiles al inicio de su independencia, porque varias colonias querían ser país aparte; entre otras razones se conservaron unidos por la gran honestidad de Washington y la gran inteligencia de Jefferson. Isabel I de Inglaterra se dejaba ayudar por sus hombres de confianza, y su rival Felipe II quería ver hasta el último pormenor de su enorme imperio; con esa perspectiva, no es extraño que Inglaterra saliera ganando y que España iniciara su decadencia. Porfirio Díaz y Lázaro Cárdenas imponían hasta cuando estaban callados; López Portillo empezó hablando como Demóstenes y terminó llorando por no cuidar el peso. En época de Pascual Ortiz Rubio decían que había un letrero en Los Pinos: “aquí vive el presidente, el que manda vive enfrente”. Las paranoias de Iván el Terrible y de Stalin enviaron a la muerte a millones de rusos. Algunos de los ejemplos que he dado se refieren a países oficialmente demócratas, lo que me permite cambiar el dicho anterior: “aquí vive el pueblo elector, arriba vive el dictador, no sé donde está la democracia”.
Los cuatro primeros califas (Abu Baqr, Omar, Othmán, Ali) vivieron para conseguir que Islam sobreviviera y se afianzara. Para el saber, el paso más importante que dieron fue establecer una sola versión oficial del Corán, a partir de los memoristas que lo recordaban íntegro, y empezar a reunir los hadith, que eran palabras atribuidas a Mahoma, pero que el Profeta que no las había declarado como revelación de Dios, como el Corán. Este trabajo requirió formar un grupo de expertos que reunieron e hicieron un análisis de lo que se sabía de la Revelación y de los dichos atribuidos a Mahoma; aplicaron una cierta investigación histórica, en el sentido de rastrear lo que alguien atribuía a Mahoma hasta el origen, y luego decidían si era correcto o no. Los califas tuvieron que reunir a muchos expertos y proporcionarles los recursos y la autoridad para realizar este trabajo. Esta experiencia de crear un grupo de sabios para estudiar un tema fijó un precedente importantísimo en el Islam: de ahí en adelante, se les hizo fácil, porque ya sabían cómo, juntar a un grupo de expertos en un tema a que lo estudiaran, lo pusieran por escrito, lo divulgaran y en muchos casos lo agrandaran. Con las matemáticas y la medicina acumularon todo el saber de los antiguos y lograron avances que dejaron atrás al resto de los países del mundo.
Muadwiya fue el primer califa de la dinastía de Umeya; movió el centro político del Islam hacia el norte, vivió como rey y señaló el principio de la asimilación de los poderes terrenales, que casi todas las grandes religiones han tenido en su historia; dicho de otra forma, los gobernantes han utilizado a la religión como un instrumento más de dominación, lo que no habla mal de la religión, sino de su aprovechamiento por parte de muchos gobernantes. Dicho de un tercer modo: los primeros cuatro califas fueron santos para el Islam; después de ellos nada más fueron califas. Pero la dinastía Umeya aportó varios gobernantes distinguidos al Islam, y el más conocido de todos es Harun al-Rashid (763-809), el célebre rey de Las mil y una noches. Atrajo a Bagdad a muchos estudiosos, artistas, poetas, músicos y científicos, y la convirtió en la capital cultural del mundo. Ninguna ciudad europea podía compararse en saber ni en esplendor con Bagdad. Cuando los árabes se expandían, conocieron a los griegos y a los persas y se dieron cuenta que detrás de esos pueblos recién conquistados se encontraban siglos de saber, conservados en pergaminos, en escuelas, y en sabios. Los árabes tuvieron el tino de identificar que eso tenía valor, en vez de desecharlo y destruirlo como la mayoría de los arrogantes conquistadores de la Historia, lo tradujeron al árabe y más adelante al persa. Fue así que los escritos de los filósofos y científicos griegos llegaron a Europa: Platón y Aristóteles fueron traducidos al árabe, luego viajaron las traducciones hasta España, y de ahí se filtraron al resto de Europa. Bagdad era algo así como el paraíso de los intelectuales: ¿sabe usted árabe o persa, y puede traducir a esos idiomas del griego, del chino, de alguna de las lenguas hindúes? Tenemos trabajo para usted. Cualquiera que haya estudiado inglés para algo más que comprar en los malls sabe que con el nuevo idioma, llega un nuevo saber. Los cientos, y probablemente miles de estudiosos que vivieron en Bagdad a expensas de erario público, traduciendo y estudiando en todas las ramas del saber humano, es el ejemplo más estimulante de amor por el saber que yo he encontrado. Todavía hoy, en algunas de las hermosas construcciones que nos dejaron, podemos admirar su arte e imaginar su saber.
Es imposible producir una dinastía ininterrumpida de grandes gobernantes, y los Umeyas finalmente cayeron en 737; gobernaron luego los Abasidas y a partir de 961 entran en acción los turcos, que tienen una historia muy interesante: los jefes Abasidas se habían vuelto muy ricos¸ muy flojos, y muy desconfiados. La anécdota del primer Abasida que atrajo a una reunión a todos los de la familia Umeya para matarlos y quedarse sin oposición estaba reciente, no querían que les pasara lo mismo y decidieron traer gente de fuera para que los cuidara. ¿De dónde? De Asia Central, donde abundaban las tribus que todavía vivían nómadas, que producían gente fuerte, y a donde podían hacer algunas incursiones para secuestrar niños, criarlos aparte lejos de su familia y de sus orígenes, para que no tuvieran más lealtad que con su dueño, el sultán; así aparecieron los mamelucos. Se volvieron la guardia personal del Sultán, lo defendían de los lugareños y lo aislaban de todo mundo. También el administrador del reino, su visir, juntaba a sus pequeños huérfanos, los criaba y los hacía cuidar de su persona y creaba su propia guarda de mamelucos. Con el tiempo se convirtieron en un poder dentro del reino, que mantenía contento al sultán disfrutando de los placeres de la vida pero impidiéndole darse cuenta de lo que pasaba afuera del palacio. Como consecuencia, muchas regiones remotas a donde se había enviado algún príncipe a gobernar por cuenta y orden del sultán, eran gobernadas por el pequeño príncipe como su fueran sus posesiones. Así se fue relajando la disciplina de los gobernantes y fragmentando el Islam, y con esto, preparando el camino para que los turcos se adueñaran del poder. Puesto que ya había muchos turcos ahí, los mamelucos, no hubo necesidad de una invasión: los guardianes del Califa decidieron que era mejor mandar que obedecer, y se pusieron en su lugar. Hacia el año 950 había ya tres califatos en el Islam: el de Bagdad, el de Egipto y el de Córdoba. Por simple geografía, el ingreso de los turcos en la escena mundial se hizo a partir de Bagdad; pero el fin de la edad de esplendor fue por causas internas, no porque otro pueblo los conquistara.
En el año 1053 gobernaba la provincia de Jorasán un príncipe de la tribu seleúcida: Alp-Arslan. Tenía tres virtudes: casi 2 metros de estatura, fuerte y con unos bigotes que se acomodaba detrás del cuello; designó como visir a Nizam-al-Mulk, uno de los mejores ministros de la Historia, al nivel de Riechelieu, de Cavour, de Bismarck; era un genio militar. Él se dedicaba a conquistar, y el visir administraba sabiamente. Alp Arslan dio el golpe de gracia al poderío de los Bizantinos en la batalla de Manzikert, en Turquía central. Se enfrentaron el año 1071 la caballería pesada de los bizantinos contra la ligera de los musulmanes, pero el emperador Romano IV cometió el error de atacar con su caballería a la del enemigo: Alp Arslan se dejó perseguir, agotando a los bizantinos y hostigándolos con flechas. Al final, se cansaron los bizantinos y regresaron a su base, pero en la noche los atacaron los turcos por todos lados y los masacraron. Cuando presentaron al emperador vencido frente a Alp Arslan, en vez de matarlo, le dio regalos y lo mandó de regreso a Constantinopla, uno de los grandes nidos de traiciones de la Historia (seguramente porque duró nueve siglos, no porque Londres, Madrid y Washington hayan estado habitados por gente virtuosa); los mismos bizantinos le sacaron los ojos y finalmente lo mataron. Cuando murió Alp Arslan, en un duelo imprudente contra un prisionero, heredó por última vez un Califato unido a su hijo, Malik Shah, que conquistó más territorios (como Siria y Tierra Santa) pero se le recuerda principalmente por la obra de su visir.
5-Nizam-al-Mulk
El visir había sido el preceptor de Malik Shah, que cuando subió al poder siguió la política de su padre, dejando hacer en la administración del reino lo que quisiera Nizam-al-Mulk. En esos años el reino ya contaba con tres razas muy diferentes: árabes, persas, turcos. El genio de esta pareja consistió en encontrarle a cada grupo el lugar más conveniente para el reino: los árabes aportaban el elemento religioso, los persas administraban, los turcos guerreaban. Gobernar una raza ya es difícil, ahora imagine usted gobernar a tres. El visir organizó el sistema de impuestos, creó caminos y los hizo seguros; así consiguió que los mercaderes se animaran a pasar por su reino pagando en tributo pero con la seguridad de que no serían despojados, y la famosa ruta de la seda pudo atravesar la tierras del Islam.
Era un hombre que apreciaba el saber y lo mostró creando escuelas y atrayendo sabios. Las escuelas que hizo recibieron el nombre de Nizzamiyas, y pueden considerarse un precedente de las actuales universidades. Los sabios que llegaban a Bagdad (como Omar Khayam) podían trabajar a sus anchas sin preocuparse del sustento, y así, por última vez, Bagdad se afirmó como el centro cultural del Mundo. Nizam-al-Mulk escribió un Tratado del Gobierno, que es un clásico de la manera correcta de administrar un país.
El fin del rey y del vizir es trágico y nos enseña mucho del grado de división dentro del Islam. Más que el grado, el origen de esa división. Conozco dos versiones de este fin, las narraré. El califato de Bagdad se había declarado sunnita, una de las dos grandes ramas del Islam. Los shiitas gobernaban El Cairo y trataban de convencer al rey en Bagdad de que se convirtiera al shiismo, enviando un grupo con la propuesta de discutir públicamente las bondades de uno y otro bando, es decir, un debate público. Nizam-al-Mulk los escucha primero y luego acepta organizar el debate, con los sabios de Bagdad discutiendo contra los shiitas. Hay un texto que narra en detalle los argumentos: sucedía que los sunnitas trazaban su origen al momento en que los Umeyas se hicieron del poder, y ese era el problema, porque no se trataba nada más de que fulano derrotó a zutano, sino que el perdedor había sido Alí, yerno del profeta, hombre virtuoso y el último que podía decir que vivía como lo quería el Profeta: entonces, el sunnismo se había hecho del poder pasando por encima y aún más, asesinando al heredero directo del Profeta; no era posible que el sunnismo fuera una doctrina correcta. Los expertos que debaten citan en todo momento al Corán y los hadiths, pero el sentir de la discusión es que estaba perdida desde un principio para los sunnitas por el asesinato de Alí. Sin embargo, los argumentos públicos no consiguieron el cambio de bando en Nizam-al-Mulk ni en Malik Shah, y el califato siguió siendo sunnita. Poco después, el vizir fue asesinado en la plaza pública, y a los pocos días, también el rey.
La otra versión tiene que ver con la secta de los Hashishin, o de los asesinos. Había un hombre llamado Hassan Sabbah, que ambicionaba el poder pero no tenía los medios para obtenerlo, y era miembro de una de las muchas ramas que se habían formado dentro del shiismo. Se las ingenió para apoderarse de un fuerte en la cima del monte Elbruz, llamado Alamut (nido del águila), y se convirtió en intocable. Como no podía hacerse del poder, se propuso infundir terror en el reino mandando matar a funcionarios, a ricos, a gente del pueblo. El objetivo era convencer a todo mundo que podía ser víctima de un ataque de Hassan. La leyenda dice que intoxicaba a sus seguidores con hashish para que se atrevieran a cumplir el objetivo; siendo musulmanes, morir por sus convicciones shiitas les abriría el Paraíso. Se mantenía en secreto la identidad de los hashishins (de ahí viene la palabra asesino), y parte del terror creado por Hassan era que nadie sabía quiénes eran, y por lo tanto, no sabían de quién cuidarse. Ejecutaban sus muertes de manera espectacular, de preferencia los viernes en medio de la oración. Ya habían matado a dos califas, y se encargaron de matar a Nizam-al-Mulk y a Malik-Shah.
Es imposible afirmar que una versión sea cierta, quizá ninguna lo es. Lo que sí se puede asegurar es que después de Malik Shah, el califato de Bagdad se desmembró en muchos pequeños reinos, peleados entre sí y debilitándose, y de esta manera le facilitaron el camino a la conquista de los mongoles. El Islam ya había crecido demasiado como para ser un solo reino, y la insistencia de cada una de sus facciones en que ellos eran los que poseían la verdad, creó divisiones que todavía hoy podemos contemplar.
jlgs / El Heraldo de Ags. / 18.6.2011