Cuando la URSS y Alemania Nazi firmaron un pacto de amistad y no agresión en agosto de 1939, el mundo occidental se horrorizó y se sorprendió: dos países totalitarios con ideologías opuestas haciendo un pacto, imposible. Sin embargo, analizando el asunto desde la perspectiva de Stalin, el pacto fue una medida en extremo conveniente para la URSS, porque le garantizó tres años de gracia para armarse ante la inevitable guerra, y le otorgó ganancias territoriales sin necesidad de disparar un solo tiro. Naturalmente, las consideraciones de orden moral no se tomaron en cuenta, como sucede habitualmente en las relaciones entre países. Este artículo narra los eventos que culminaron en aquel pacto.
La narrativa tradicional sobre los orígenes de la 2ª Guerra Mundial gusta de dividir al mundo en dos bandos: las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón) vs el resto del mundo, y decir también que el resto del mundo se levantó al unísono contra el mal personificado en Hitler y sus seguidores. Esto es cierto a medias, porque las potencias del Eje mantuvieron una alianza frágil y que falló en identificar objetivos comunes, y porque el resto del mundo no entró al unísono en la guerra, sino fueron las circunstancias las que indujeron a los participantes, poco a poco, a ingresar al conflicto. De hecho, Estados Unidos y Rusia mantuvieron abiertas sus opciones el mayor tiempo posible. Pero a setenta años de que terminó, la Historia divide en bandos a los participantes, y, siendo escrita por los vencedores, el reparto de culpas es unilateral.
Los personas más importantes en los dos años alrededor del 1º de septiembre de 1939 fueron Hitler y Stalin, el primero por su política agresiva y sumamente mal calculada en el balance de fuerzas, el segundo por su astucia, su paciencia, su decisión de preparar a la URSS para el inevitable conflicto, tratando de dilatar el momento hasta que estuviera lista. Hitler temperamental y Stalin cerebral, el primero un genio de la oratoria y el segundo un maestro de la manipulación, al nivel de Richelieu y de Bismarck. Las acciones de Hitler eran predecibles, ya que se había tomado la molestia de anunciarlas al mundo en Mein Kampf: se trataba de obtener el Lebensraum indispensable para el desarrollo de la raza aria, a expensas de razas inferiores como los eslavos. Las acciones de Stalin nunca fueron predecibles, al menos para los occidentales; no tenía prejuicios con respecto a los países de Occidente porque a todos los consideraba igualmente corruptos capitalistas, y esta falta de prejuicios le permitía analizar con mente fría, llegado el caso, la posibilidad de elegir entre ellos con quién aliarse y maniobrar para conseguirlo.
La falta de prejuicios al hacer alianzas no fue invento de Stalin: Richelieu, que era cardenal, se alió con los turcos musulmanes y con los alemanes protestantes para luchar contra Austria católica, y actualmente los Estados Unidos han tenido a bien predicar y luchar por la democracia en todo el mundo, al mismo tiempo que mantienen al régimen totalitario de Arabia Saudita en status de socio privilegiado; el petróleo y la necesidad de mantener una cabeza de puente en territorios árabes justifican este momentáneo olvido de valores. Stalin maniobró y jugó con los líderes de Inglaterra, Francia, Alemania y Japón en momentos que eran críticos para la URSS porque apenas había salido de la Gran Purga y se trataba de una necesidad de vida o muerte para su país la de ganar por la diplomacia algo de tiempo y además llevar la guerra lejos de sus fronteras. Esto último era de por sí una situación cómoda para EEUU en las dos guerras mundiales: entró al conflicto en Europa en 1917 y en 1944, después de años de dejar a los europeos matarse entre sí por centenares de miles.
De acuerdo a la lógica de las ideologías, no era previsible una alianza entre Hitler y Stalin, ya que cada uno de ellos había manifestado públicamente su repudio por lo que el otro significaba. Hitler era declaradamente anticomunista, echaba la culpa a los judíos y a los comunistas de las desgracias de Alemania, predicaba y buscaba activamente territorio para el crecimiento de los alemanes; era un líder carismático, un orador fuera de serie, emotivo e impulsivo. Stalin era comunista y para él todos los países capitalistas eran iguales. Surgió a la sombra de Lenin y llegó al poder haciendo pelear a sus enemigos entre sí, aliándose hoy con uno para acabar con un tercero, y traicionando al primero también para eliminarlo. Trotsky lo despreciaba porque no era brillante como él ni tenía su carisma, pero Stalin fue más frío, astuto y calculador, y ganó al final. En materia de relaciones internacionales, Hitler iba de frente con todo, como el Anschluß (Anexión) de Austria y el reclamo del territorio de los Sudetes, a costa de Checoslovaquia. Despreciaba arrogantemente la opinión de los demás países porque consideraba tontos e ingenuos a sus líderes y porque subestimaba su poder militar; era cierto que los ejércitos alemanes podrían batir a cualquier otro ejército, pero supuso condiciones imposibles: que se enfrentarían con Alemania uno a uno y que lucharían en territorio en donde era posible maniobrar como en la planicie europea. Stalin calculaba antes de decidir y estaba mejor informado de sus enemigos y de sus aliados que Hitler; despreciaba los discursos pacifistas de Occidente porque consideraba que eran de los dientes para afuera y estaba convencido que siempre, de una manera u otra, trataban de sacar ventaja a costa de otros países. La historia le enseñó esta y muchas cosas más, al contrario de Hitler, quien quería reescribir la Historia y fundar el Reich de los mil años.
Los diplomáticos sostenían como condición previa a una alianza entre países la existencia de una base ideológica común, o al menos coincidir en un objetivo de seguridad colectiva, al estilo de la alianza lograda al final del Congreso de Viena en 1815. En teoría, los occidentales se preocupaban (se preocupan… ) por el bienestar en otras regiones del mundo; en realidad lo que querían y quieren es hacer negocios con todo el mundo, de preferencia en ausencia de competidores. Los Estados Unidos, que habían quedado como el país más fuerte al término de la 1ª Guerra Mundial, estaban dispuesto a impedir la aparición de cualquier grupo hegemónico. En ambas guerras mundiales, EEUU intervino de manera importante, quizá decisiva, pero solamente hasta que los europeos se habían desangrado. Después de la 2ª Guerra Mundial, EEUU ha estado permanentemente en guerra con algún otro país, lo que confirma a opinión que tenía Stalin acerca de los occidentales.
Stalin hacía de la sospecha y la paranoia una segunda personalidad, e interpretaba muchos eventos como amenaza a la URSS. Por ejemplo, cuando fueron excluidos de la Conferencia de Munich (septiembre de 1938), creyó que la omisión era para darle a Hitler carta blanca en caso de que quisiera avanzar hacia el Este. Las condiciones del Tratado de Versalles dejaron un escenario de resentimientos y desconfianzas en muchos países, lo que era un terreno poco propicio a alianzas efectivas y duraderas. Stalin consideraba que la URSS no tendría necesidad de enfrentar alianzas de países débiles, pero temía a Hitler y principalmente a una coalición de los occidentales contra Alemania. Temía que los occidentales llegaran a pensar como él: que eran más las semejanzas entre el régimen de Alemania y el de Estados unidos, que las diferencias entre Alemania y la URSS. Esa paranoia se vio afianzada porque los rusos no asistieron a Munich.
En 1938 Stalin tenía muchos problemas en casa, ya fueran naturales o creados por él: principalmente, una economía débil con los altos mandos del ejército desaparecidos o muertos gracias a la Gran Purga iniciada por él mismo. Al verse excluido de Munich, empezó a diseñar otra estrategia: 1) crear las alianzas que fueran necesarias para que los occidentales se pelearan entre sí, y 2) en caso de que fuera posible arreglarse con Hitler, se arreglaría, prefiriéndolo a los occidentales. Stalin estaba convencido de que después de Munich, el siguiente objetivo de Hitler era Polonia, entre otras cosas porque Versalles había tenido la sabiduría de partir a Alemania en dos: Prusia Oriental (la región donde actualmente está Kaliningrad, en el lugar de la antigua Königsberg) quedó separada del resto, regalando a Polonia un acceso al mar en el Corredor del Danzig, la franja que separaba el grueso de Alemania de Prusia Oriental. Consideraba seguro que Hitler querría unirlas, tratando de recuperar la tierra sacrificada a los polacos, lo que inevitablemente desataría una guerra entre Alemania y Polonia.
A Stalin no le importaba mucho ni poco la suerte de Polonia, un país occidental devorando a otro no era motivo de desvelos para él. Pero sí se preocupaba por la URSS, y en el caso de un conflicto entre Alemania y Polonia, Stalin actuaría de acuerdo a los intereses de la URSS y no en nombre de un bien moral o de una seguridad colectiva, como los occidentales pretendían hacer o al menos así lo declaraban.
El 10 de marzo de 1939 se celebró el 18º Congreso del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética), donde se declaró que la URSS permanecería neutral en un conflicto entre países capitalistas: la URSS busca la paz, y mientras los demás países no se metieran con ella, la URSS permanecería al margen. Esta declaración subrayó para todo el mundo la mentalidad de Stalin: las diferencias entre la URSS y Alemania eran tan grandes como las que había entre la URSS y cualquier otro país occidental. Para quienes sabían leer entre líneas, se trataba de una invitación a Hitler para un acercamiento, proponiendo una repartición Polonia, tratando de satisfacer así las ansias de crecimiento hacia el Este que tenía Hitler.
El 15 de marzo de 1939 Alemania ocupa Checoslovaquia sin guerra, donde es recibido con alegría por la minoría alemana, y con rencor por el resto de la población. Inglaterra entra en pánico y llama a todo mundo a repeler el inminente ataque de Hitler, convocando a una conferencia en Rumania. El Primer Ministro Chamberlain demostró en ese momento (y en varios más) que no comprendía la situación política internacional, al no reconocer las diferencias de enfoque ni las posiciones de los países de Europa Oriental. Por ejemplo Polonia, la víctima designada, no quería tomar partido entre Alemania e Inglaterra, porque arrostrar el riesgo de una guerra con Alemania en la esperanza de que Inglaterra viniera en su auxilio le parecía utópico y además inútil -lo que resultó cierto-, y además Polonia no tenía ningún interés en ir en auxilio de Rumania o Bulgaria, en el supuesto de que Alemania las atacara. Esos países tenían más miedo de Rusia que de Alemania, por los siglos que llevaba Rusia de expandir su territorio a costa de sus vecinos, una historia semejante al crecimiento de los Estados Unidos a partir de su independencia. Cuando la URSS fue invitada, se lavó las manos diciendo que había que organizar una conferencia en Bucarest donde debían asistir todos los países desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro (i.e., toda Europa Oriental) para que llegaran a un acuerdo; era simplemente un ardid para ganar tiempo previendo la imposibilidad de que se juntaran y menos aún, de que llegaran a un acuerdo. Por otro lado, si Inglaterra no tomaba en cuenta su sugerencia, sería un pretexto para mantenerse al margen.
El 20 de marzo de 1939 Chamberlain propone una “declaración de intención” a Inglaterra, Francia, Polonia y la URSS para realizar consultas en caso de que hubiera amenazas a la seguridad de algún país europeo. Una vez más, el Primer Ministro demostró falta de visión, porque invitando a Polonia la ponía en un predicamento, ya que en aquel momento se sentía fuerte frente a Alemania pero no quería nada con la URSS, forzando a Inglaterra a elegir entre una de las dos:
- Si elegía a Polonia, Inglaterra entraría en guerra contra Alemania desde antes de que Stalin tuviera siquiera que declarar sus intenciones.
- Si elegía a la URSS, éstas pediría mover la frontera con Polonia hacia el Oeste, para crearse una zona de seguridad frente al verdadero enemigo de la URSS, Alemania.
Chamberlain estaba muy presionado por la opinión pública. Creía en la fuerza militar de Polonia y consideraba que la URSS estaba mal militarmente por las purgas de generales; finalmente se decidió por Polonia y extendió una garantía unilateral a Polonia en caso de un ataque nazi. Todavía creyó que la URSS se uniría a su iniciativa, pero en realidad allanó el camino a Stalin, porque no tendría que comprometerse con Polonia y en caso de guerra, Alemania pelearía contra Polonia e Inglaterra desde antes que la URSS necesitara tomar partido. Todo estaba saliendo como Stalin lo soñaba.
Chamberlain otorgó garantía a Polonia basado en varios supuestos:
- Polonia era una potencia militar.
- Juntas, Inglaterra y Francia podían derrotar a Alemania.
- La URSS quería mantener el statu quo en Europa Oriental.
- Las ideologías opuestas entre Alemania y la URSS eran tan irreconciliables que hacían imposible una alianza de cualquier tipo.
Todos probaron ser falsos:
- Polonia era un país que podía batirse con heroísmo pero no era ninguna potencia.
- Francia e Inglaterra no enfrentaron juntas a Alemania; al principio, dejaron que la Wehrmacht pulverizara a Polonia en un mes, luego cayó Francia en otro mes, e Inglaterra se quedó sola frente a Alemania.
- Polonia había sido parte del Imperio Ruso, la URSS deseaba crecer hacia el Oeste todo lo que se pudiera (al final de la guerra se quedó con Prusia Oriental) y existía desconfianza de siglos y antagonismo entre polacos y rusos.
- Para Stalin, todos los gobiernos occidentales eran lo mismo, le daría igual hacer alianza con Alemania o con Inglaterra, siempre y cuando beneficiara a la URSS. Efectivamente, al principio de la guerra firmó una alianza con Alemania, pero después fue parte de los Aliados.
Stalin era un hombre mejor informado y con menos escrúpulos, lo que le permitía adivinar las verdaderas intenciones de los países importantes. Como buen calculador, basó su estrategia en convertir a la URSS en el último país en hacer un compromiso, para poder decidir con mayor información. Una vez que supo de las garantías inglesas a Polonia, las preocupaciones de Stalin se convirtieron en:
- Asegurarse de que esa garantía era sólida.
- Averiguar si existía la opción de aliarse con Alemania, dado que estaba abierta la de aliarse con Inglaterra y Francia.
Chamberlain quería efectivamente preservar el statu quo y evitar una guerra; era un soñador, y en cambio Stalin sabía que estallaría la guerra y estaba dispuesto a obtener el mayor beneficio posible de ella, sin necesidad de intervenir. A mediados de 1939, el destino y la torpeza de Chamberlain le ofrecieron lo que quería, la posibilidad de negociar con Hitler y obtener concesiones en Europa Oriental, y luego ver a sus enemigos los países occidentales destrozándose entre sí, mientras la URSS permanecía al margen de la guerra. Stalin se hizo tonto con respecto a las invitaciones inglesas de entrar en alianza, y en cambio inició acercamientos efectivos con Hitler, sabiendo que podía negociar con él ya que tenía algo garantizado en caso de que no pudiera llegar a ningún acuerdo con Alemania.
Stalin no podía dar el primer paso, porque Inglaterra se enteraría y cerraría la posibilidad de aliarse con ellos; había que esperar a Hitler para una iniciativa, pero por otro lado sabía que Alemania tenía urgencia de empezar la guerra contra Polonia antes de las lluvias de otoño y que no le convenía entrar en ese momento en conflicto con la URSS; por consiguiente, buscaría su amistad ofreciendo algo a cambio. Sucedió como Stalin esperaba: Hitler envió un agente comercial en julio de 1939 a decir que Alemania y la URSS no tenían problema “desde el Báltico hasta el Mar Negro”. A mediados de agosto Molotov recibió al embajador alemán, preguntando lo que podía ofrecer Alemania a cambio de su alianza. Hitler, que ni era paciente ni tenía tiempo para esperar, escribió personalmente a Stalin diciendo que podría obtener concesiones satisfactorias si aceptaba recibir a su ministro Ribbentrop a discutir un acuerdo; éste viajó a Moscú, se entrevistó con el ministro Molotov y formalizaron el Tratado Molotov-Ribbentrop, donde acordaron partir a Polonia en dos, y también la repartición de los países bálticos: Finlandia y Estonia serían para la URSS, Lituania para Alemania, y Letonia partida en dos. Al final, la URSS se apoderó de lo que le correspondía por el pacto sin necesidad de guerra, dejando hacer a Alemania el trabajo sucio de pelear con Polonia, y quedándose con la mitad oriental de este país.
Gran Bretaña y Francia se habían movido basándose en principios morales y no estuvieron a la altura de Realpolitik, ya que defendieron los principios pero sin estrategia. Por el contrario, Stalin tomó ventaja, como Richelieu en el siglo XVIII, de la fragmentación de Europa Central, actuando con estrategia y olvidándose de los principios.
Bibliografía. Consulté principalmente la obra Diplomacy, de Henry Kissinger, publicada por Simon & Schuster, NY 1994.
13.8.2015
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