Estoy listo para hablar de lo que sea durante media hora;
Si voy a hablar cinco minutos, tengo que prepararme.
Oscar Wilde
Cada vez que veo un fragmento del Gran Dictamen de la mañana –siempre por morbo, nunca por convicción, ni siquiera por aburrimiento- me acuerdo de estas palabras. Al presidente le sueltan cualquier pregunta y suceden invariablemente cuatro cosas: 1) no contesta, 2) se queja de lo mal que estaban las cosas antes que él, 3) quema kilos de incienso alabando lo que él hace, 4) divaga más de media hora, validando el dictum de Oscar Wilde
La semana pasada Jorge Ramos, periodista que había sido encarcelado por Nicolás Maduro, benefactor de Venezuela, agradeció al presidente su intervención para liberarlo y preguntó, con números, sobre los muertos del sexenio. Dijo, grosso modo, que eran más que en sexenios anteriores, y que a este ritmo la presente administración terminaría como la más violenta de la historia moderna del país. Naturalmente, el presidente dijo que no, que blablablá y que los que atacaban eran fifís, pero cometió un error táctico en su refutación:
“Tus números están mal, yo tengo otros números” dijo Andrés López.
“Muy bien, muéstrenos esos números que usted tiene” le contesta Jorge Ramos.
“Mira, tú hablas de totales de muertos mensuales, pero eso está mal. Yo tengo los promedios diarios” y como por encanto, aparece proyectada una gráfica con los números oficiales. Viniendo de ese lugar yo esperaba una absoluta burrada, como “el día tal mataron 70 individuos y medio”, pero no pasó así, eran números enteros. El día de febrero que miraron tenía 84 muertos, y el presidente afirma triunfante:
“¿Ves esta gráfica? Aquí están los números correctos, los promedios diarios. Tú hablas de totales por mes, pero eso es incorrecto.”
Ramos traía un número para febrero del orden de 2350 muertos, pero no pensó suficientemente rápido: si la versión oficial es el promedio diario, se multiplica ese promedio diario por el número de días promedio al mes, treinta, y se obtienen los totales del mes:
Totales del mes = 84 x 30 = 2520 muertos
Por lo tanto, para cualquiera que haya cursado primaria, la cifra oficial para febrero será superior a la de Jorge Ramos: el presidente le estaba dando la razón, y todavía le regalaba ciento setenta muertitos. Pero Jorge Ramos es periodista, no matemático.
Lo imperdonable de esta situación es que en el cuarto de guerra de asesores presidenciales, nadie entró al quite ayudando al presidente y ofreciendo algo que efectivamente contradijera la versión del periodista, tan fácil como tener preparada una hojita de Excel en blanco e inventar números en runtime (es decir, durante la misma reunión) que validaran lo que decía el patrón; los burros que asesoran al presidente me recuerdan el dicho latino pares cum paribus congregantur, algo así como los parecidos se juntan, y le sembraron un cuatro a su jefe para que tropezara, en vez de ayudarlo. Excelente oportunidad desperdiciada, hubiera exhibido tanto la ignorancia elemental del presidente como el hecho de que él contradice por oficio cosa que sea desfavorable, aunque las cifras oficiales den la razón a quien dice algo “incorrecto”.
Después busqué comentarios en la prensa al evento, y hablaban en términos vagos: que Ramos se le puso al tú por tú al presidente, que Ramos lo humilló, etc., pero no encontré este argumento, tan simple y tan contundente. Quizá los que redactan los encabezados de los periódicos no saben tampoco multiplicar, porque no pasaron de expresar una opinión.
Mi conclusión de este episodio es muy pesimista. Fallaron en aritmética de primaria cuatro partes: 1) Andrés López, lo que era de esperarse; 2) sus asesores, lo que es vergonzante y preocupante; 3) Jorge Ramos, a quien podría disculparse por la presión del momento; 4) los redactores de encabezados de notas periodísticas.
En base a esta minúscula muestra de población, México está reprobado en aritmética elemental. ¿Y qué?, podría usted decir. Pues mucho, porque la aritmética (+, -, x, ÷) se usa en todos los órdenes de la vida: no es aconsejable gastar más de lo que se gana, a las mujeres ni todo el amor ni todo el dinero, más vale pájaro en mano que ciento volando, dos cabezas piensan más que una, hay que romper dos huevos para hacer un omelette, no tengo ocho manos (se quejaba Rodrigo cuando le ordenábamos guardar sus juguetes), ¿por qué tan poquito? (nos reclamó Rodrigo cuando pasamos por él a casa de mis papás después de solamente tres días). Los pequeños y grandes asuntos de una casa tienen una influencia mucho menor que los destinos nacionales, pero la aritmética que los gobierna es la misma, 84×30=2520 en todo el país excepto en el cuarto de guerra de asesores.
¿Dónde vamos a parar si el presidente no sabe multiplicar y no conoce la relación tan evidente que existe entre promedio y total? Seguiremos gastando lo que no se tiene y ayudando a zánganos al repartir dinero del presupuesto en forma oficial, para carne de cañón electoral. Un taxista me decía:
“Yo voté por el PRI, pero mi mamacita votó por Andrés López. Y por qué, le pregunté. Porque nunca antes nadie nos había dado nada, me dijo mi mamá.” Cierto que hay diferencias entre este sexenio y los anteriores: antes estaba prohibido comprar votos.
Algunas personas a quienes yo respeto sostienen que Andrés López es muy listo. Yo no estoy de acuerdo, aunque le concedo la astucia elemental de hablar de cosas elementales en forma elemental a personas elementales, como decir que va a acabar con la corrupción, como regalar dinero, como llamar fifís a los opositores. No se necesita gran inteligencia para decir esas cosas, pero eso tan simple funciona porque México está reprobado en educación, en aritmética y en muchos otros temas. Si el nivel de educación efectiva en el país fuera de un bachillerato, las cuentas no hubieran cuadrado desde la elección y tendríamos otro presidente. Con una educación como digo, al hacerle una pregunta y ver que empieza a cantinflear, probablemente lo interrumpirían para decirle: “señor presidente, no está contestando”.
Cuando la ignorancia sobre cuestiones elementales marca a un individuo, él pagará las consecuencias; cuando marca a un país, el pronóstico es terrible. Yo no quiero insinuar que todos los mexicanos son ignorantes de aritmética, pero sí digo con toda claridad que en puestos muy importantes en este país hay personas que no saben hacer cuentas, o no las quieren hacer, o piensan que en última instancia, la imprenta del Banco de México vendrá en su auxilio. Eso es igualmente terrible, porque a nivel país es inflación, carestía, descontento general y lo que sigue, dependiendo del tamaño de las colas para comprar comida.
Pero ese es nuestro presidente, alguien que puede cantinflear durante dos horas (creo que este es el promedio de duración en las mañaneras) pero no puede prepararse para convertir el promedio diario al total mensual.
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