A mi krok, en su cumpleaños.
1.11.2012
El tema más popular en mi sitio es la educación, juzgando por el número de visitas y los comentarios. En particular, varias personas han preguntado sobre la forma de detectar a un niño superdotado y han pedido orientación sobre cómo tratarlo. Lo que sigue es un apunte elaborado por alguien que no es experto en el tema; no tome mis opiniones como algo definitivo y si usted no está de acuerdo con ellas, lo invito a plantear sus puntos de vista como comentarios al artículo.
1-Cómo detectarlos.
La regla general es equiparar al superdotado con alguien que tiene un IQ superior, digamos de 130 para arriba. Pienso que es un buen criterio de inicio, pero ni es el único ni es totalmente de fiar. Por ejemplo, podemos cuestionar el significado de “inteligencia” y la manera en que se mide; viendo las cosas en extremo, esta escala graduada de inteligencia es tan absurda como las preguntas de cuestionario “diga usted el % de satisfacción con respecto a su trabajo”, como si fuera posible meter todos los factores de satisfacción o disgusto en una licuadora, batirlos y luego medir con un pantone el color de la mezcla resultante. La inteligencia es una característica extraordinariamente variada: alguien puede ser un genio para las matemáticas pero ser un inepto para la pintura, Beethoven fue un compositor genial pero no hizo ningún descubrimiento científico, etc. Unos pocos hombres han brillado en una amplia variedad de campos: Leonardo da Vinci, Goethe, Johann von Neumann, Aristóteles, Lomonosov, Benjamin Franklin, etc., pero la mayoría de los que tienen su certificado ISO de genialidad brillan en uno o dos campos: Laplace (matemáticas), Champollion (idiomas), Mozart, Octavio Paz, Proust, Chejov, Gauguin, y algunos miles más, afortunadamente.
Dada esta enorme variedad de temas, pregunto: ¿cómo sería posible homologar la capacidad para escribir poesía con el talento musical y asignar una escala numérica que afirme que 131 en uno y en otro lado identifican a un superdotado? O más claramente: ¿cómo se mide la capacidad de pintar? Viene a la mano una anécdota de la época stalinista:
En la gran exposición artística de París, Picasso ha olvidado su invitación; no lo dejan pasar.
-Demuestre usted que es Picasso.
De un solo trazo del lápiz, el maestro dibuja la paloma de la paz.
Lo dejan entrar.
Ekaterina A. Furtseva también llega sin invitación, y tampoco la dejan pasar.
-¡Yo soy la Ministro de Cultura de la URSS!
-¿De qué manera puede usted demostrarlo? Picasso llegó sin invitación, pero nos hizo un dibujo.
-¿Y quién es ese Picasso?
-Todo está en orden, señora Ministro de Cultura. Puede usted pasar.
¿Hay algún criterio para calificar como genio al que puede pintar una paloma de un solo trazo? La verdad es que no hay que hacer mucho caso a estas clasificaciones tan lineales. Yo terminé de desconfiar de este método un día que leí un libro sobre el tema, que después de definir el IQ afirmaba que había varias maneras de aumentarlo; una de ellas era “realizar muchos exámenes de IQ”.
Me parece más adecuado dar una serie de criterios generales que pueden identificar a un niño superdotado, mientras los padres preocupados encuentran (o no) la institución que le otorgue ese nombramiento a su hijo.
- Curiosidad. El deseo de aprender es una característica de la mayoría de los genios y superdotados. Su naturaleza les lleva a querer conocer más, y en el momento en que han aprendido algo acerca de un tema, el nuevo conocimiento les abre la puerta a nuevas preguntas. Vale la pena distinguir este tipo de curiosidad de la del niño(a) que quiere enterarse de chismes y de la vida y milagros de sus compañeros(as), esto no está catalogado todavía como índice de genialidad.
- Buena memoria. Casi siempre la capacidad de memoria está asociada con el talento intelectual, y la razón es muy simple: el hombre creativo lo hace a través de asociaciones: tiene dos ideas en su cabeza y la mente crea una conexión entre ellas; de esta manera, la tercera idea (la conexión) depende de la existencia previa de las dos primeras. Sin embargo, memoria e inteligencia no son sinónimos. Un ejemplo muy descriptivo está descrito en un episodio de la serie Dr. House, donde tratan a una mesera que recuerda todo lo ocurrido en su vida, pero al ser cuestionada sobre el significado de sus recuerdos responde “yo guardo todas esas cosas en mi cabeza, pero no sé lo que significan”. O si usted es muy culto y desprecia las series de tv, lo refiero al relato de Borges llamado Funes el memorioso.
- Comprensión rápida. Los niños talentosos no necesitan que les expliquen muchas veces la tarea que tienen que hacer, usualmente la hacen y se van a jugar o buscan algún tema nuevo para entretenerse.
- Preguntas frecuentes. Un matemático ruso (Vladimir I. Arnold) dijo en su primer día de cátedra: Dicen que un tonto puede plantear preguntas que cien hombres inteligentes no sabrán responder; de acuerdo con esto, empezaré planteando a ustedes cien preguntas que pueden ser interesantes. La ciencia avanza principalmente en base a las preguntas que se plantean los científicos, no por las respuestas. Una de las pruebas de genialidad es saber plantearse la pregunta adecuada en las circunstancias adecuadas: ¿por qué caen los cuerpos? (Newton). ¿Cuál es el proceso natural que sustenta las evidencias que encontré de Evolución? (Darwin). ¿Cómo se mueven las partículas que componen un átomo? (Bohr). ¿Hay alguna relación entre el número de moléculas de los distintos gases y sus volúmenes? (Avogadro). ¿Es posible escribir música que no esté basada en las relaciones clásicas de tonalidad? (Schoenberg). ¿Cómo expresar el horror de la invasión francesa a España? (Goya). ¿El concepto matemático de derivada puede aplicarse a los pulsos eléctricos? (Dirac). Todos los niños hacen preguntas, y para los padres el reto es discernir si están haciendo preguntas naturales o extraordinarias. Desgraciadamente, no conozco un método para responder esto.
- Aprender a hablar y a leer rápidamente. Hay muchos casos de genios que sabían leer a los 2 años, pero otros ejemplos como Einstein no brillaron en su juventud; Einstein fue Einstein hasta los 26 años, cuando publicó sus famosos artículos; las preguntas que se hacía en su juventud acerca de lo que pasaría si viajáramos a la velocidad de la luz eran cuestionamientos de adolescente, que sólo en su caso evolucionaron al genio. Sin embargo el manejo del lenguaje es uno de los dos factores primordiales en el desarrollo del intelecto (el otro es la habilidad para razonar), y por lo tanto hay que dar especial cuidado a este punto.
- Hablar con propiedad. Nuestro idioma español tiene el maravilloso recurso de los verbos para probar la inteligencia de una persona: la enorme variedad del español en tiempos verbales (¡tenemos 19!) es una buena prueba de cómo funciona el cerebro, cuando hay que usar el condicional, el subjuntivo, el antepresente, etc.
- Escribir con propiedad. Por ejemplo, que conozca y aplique las reglas de acentuación, suficientemente simples en español para plantear una primera prueba del dominio del lenguaje.
- Habilidad en matemáticas. Actualmente las matemáticas ocupan un lugar central en la educación (o deberían ocuparlo) puesto que es en esta disciplina donde se aprende a razonar y donde se practica al máximo la habilidad discursiva, el arte de distinguir causa y efecto, el arte de deducir efectos a partir de causas. Por otro lado, si usted quiere que su hijo sea científico o ingeniero, no hay de otra sino que aprenda matemáticas, porque toda la ciencia moderna está basada en ellas.
- Aburrirse en clases, pero el aburrimiento genuino y no esa enfermedad de nuestros días en que por definición las cosas que ven en clase aburren a nuestra juventud. El último caso es una pose, una moda que se retroalimenta para descalificar a la generación anterior. El aburrimiento genuino nace de que la exposición del maestro es demasiado clara, o que el tema ya lo conoce el niño, o que el maestro repite mucho y el niño había entendido a la primera. Puede usted preguntarle a su hijo ¿qué haces cuando te aburres? Si le contesta que se duerme o se pone a aventar avioncitos a los compañeros, malo; si le contesta que leyó El Monje Negro de Chejov o que jugó ajedrez en la clase de matemáticas, muy bueno.
- Habilidad sobresaliente para algún arte. Menciono explícitamente música, poesía y pintura, que me parecen los primeros candidatos. Observe si su hijo se siente atraído por algún instrumento musical, si compone versos o sabe dibujar, tratando de ejercer un criterio para juzgar si es interés genuino del niño y si los resultados de ese interés son sobresalientes. Si el niño quiere estudiar piano y usted puede, cómprele un piano y haga que el niño toque; como decía mi abuelo Josué Westrup al artista que explicaba lo difícil que era la obra que iba a interpretar: “toque, toque”. Intente descubrir en los dibujos del kínder si son de un pequeño Picasso o de un simple aficionado. Todos los padres se entusiasman con estos dibujos por el significado emocional que tienen para ellos, pero hay que intentar discernir si hay real talento. El arte está en otra dimensión que el razonamiento, es algo diferente a saber manejar los números y a hacer deducciones lógicas. Prácticamente todo buen científico tiene que ser también un buen matemático, pero el artista, en principio, no necesita más que dominar su propio arte.
2) Sobre el IQ y los exámenes de inteligencia.
Naturalmente todo padre intrigado quisiera una prueba fehaciente de que su hijo es genio o superdotado, y la tentación de conseguirse un diploma que clasifique al niño así es muy grande. Esto crea un mercado para los tests de inteligencia que muchos padres están dispuestos a pagar, confiando en que la persona o institución que lo realiza sabe lo que hace. Sin embargo, me permito comparar esa urgencia por obtener el certificado de inteligencia con la furia actual que tienen muchas universidades por “certificarse”; este caso es más fácil de entender. ¿Qué hace una certificación ISO? Simplemente dice que hay un método establecido y seguido para realizar cierto proceso. No garantiza los resultados, nada más dice que siempre hacen el proceso de la misma forma. Si el proceso diseñado es bueno o malo, si produce buenos o malos resultados, no está garantizado por el ISO, y en mi opinión esta furia ha desvirtuado y desvalorizado las certificaciones, entre otras cosas porque se detectan abusos. Un caso relacionado es el de las escuelas que dicen estar “incorporadas”, aunque en realidad no lo estén. El ISO y cualquier certificación son tan buenas como el diseño del proceso al que sirven: en el caso positivo ayudarán a que se ejecute bien siempre (cómo producir una silla, cómo enseñar una materia), pero si el diseño fue regular o malo, esos dos títulos sirven para mojarlos y limpiar los vidrios con ellos. Y hay que tomar en cuenta también la infinitamente mayor complejidad de la enseñanza con respecto a producir una silla, que vuelve muy difícil el diseño de procesos adecuados en la enseñanza.
Surgió en EEUU a principios del siglo XX toda una industria de test de inteligencia, porque apareció una demanda que empujaba a los empleadores a exigir un test de inteligencia antes de contratar, antes de entrar al ejército, etc. Proliferaron los test y degradaron la idea original que tuvo un sicólogo francés, Alfred Binet (1857-1911), quien había recibido el encargo de su Ministerio de Educación para diseñar una manera de identificar a los estudiantes con deficiencias, a fin de darles mejor atención. Binet diseñó una serie de pruebas encaminadas a este fin, que tuvieron éxito en señalar a los niños que serían beneficiados con educación especial. Sin embargo, los seguidores de Binet, principalmente los norteamericanos, desmantelaron (la expresión es de Stephen Jay Gould) las intenciones originales de Binet:
- Las calificaciones obtenidas tenían un valor práctico únicamente, no eran una teoría de la inteligencia.
- La escala señalada por Binet es una guía aproximada para identificar a niños con retraso ligero.
- El énfasis debe dirigirse a tratar a esos niños con problemas y proporcionarles una educación que los ayude a mejorar.
Sin embargo, los sicólogos norteamericanos tomaron los estudios de Binet y los utilizaron para intentar definir la inteligencia, para medirla y para aplicarla todo mundo. Estos “científicos” se empeñaron en reducir la inteligencia a una sola medida, quizá prefigurando esa moda científica que dice que lo que no puede medirse no entra en la ciencia, y forzaron metiendo con calzador a ese enorme complejo de capacidades que es la inteligencia en una sola medida. Pregunto: ¿cómo pueden compararse a un músico como Mozart con un científico como Gauss? Uno sabía componer a los 4 años, el otro corregía los errores en las cuentas del papá a esa edad; ¿cuál de los dos era más inteligente? Creo que esta es una de las preguntas tontas que NO hacen avanzar a la ciencia, sino que la retrasan. No tiene sentido decir que Mozart tenía un IQ de 185 y Gauss uno de 200, o al revés; sus talentos no son comparables, van en direcciones diferentes (¡no opuestas!). Los test de inteligencia se convirtieron en una moda en EEUU, con todos los abusos de cualquier moda; piense usted por ejemplo en esa moda absurda de usar los pantalones con agujeros, que convirtió en posible la venta como nuevos (¡) de pantalones de mezclilla rotos y deshilachados.
De esta forma, Lewis M. Terman y muchos sicólogos norteamericanos avanzaron a su manera las teorías de Binet, inventaron una serie de test y emplearon recetas matemáticas para generar una sola medida de la inteligencia a partir del grupo de pruebas que aplicaban a niños y a adultos. Los sicólogos inventaron el análisis multifactorial, una técnica estadística que puede servir tanto para encontrar como para inventar relaciones entre los datos dispersos en alguna estadística. Jay Gould propone el siguiente ejemplo: relacionar la edad de uno mismo, el crecimiento de la población de México, el precio de la gasolina y la distancia de la Tierra al cometa Halley; observando que con el tiempo los cuatro datos van aumentando con el tiempo, ¿qué relación subyacente puede haber entre ellos? Ninguna, el ejemplo es claro. El intento de relacionar con un único valor numérico (el IQ) a una serie de test de habilidades intelectuales es tan disparatado como el ejemplo anterior; lo que sucede es que el sicólogo quiere creer que existe una relación entre ellos, y busca en sus pruebas una manera de justificar su creencia. Burlándome un poco, es algo así como la estadística que invocaba el comercial “tanta gente que cree en IBM no puede estar equivocada”; lo mismo podría haberse dicho de la gente que atacaba a Galileo “tanta gente que cree que la Tierra es el centro del Universo no puede estar equivocada”. Ambas estadísticas, las más simples de todas, puesto que estaban referidas a una sola variable, a la postre no tuvieron ninguna validez, aunque los números en bruto podrían hacer suponer la certeza de lo que tanta gente creía.
El libro a que me refiero es La falsa medida del hombre, del biólogo norteamericano Stephen Jay Gould (Crítica, Barcelona 1997). Jay Gould analiza este movimiento y lo desmitifica, afirmando que esa escala lineal de la inteligencia (acomodar a los humanos entre el número 0 y el 300) es una falacia, ya que la capacidad intelectual es un conglomerado de funciones y capacidades, muchos de los cuales ni siquiera se entienden bien, mucho menos podemos medirlos. De mi cosecha, menciono a Thomas S. Kuhn, quien se burlaba de los que pretendían colocar a idiomas como el alemán, el ruso y el griego por encima de todos los demás, diciendo “es como si la Naturaleza fuera una gigantesca conspiración para producir el toro de lidia o la vaca Holstein”. Todos los devotos de los test de inteligencia deberían revisar sus creencias a la luz del libro de Jay Gould.
Algunos sicólogos han tratado de ligar la inteligencia con la raza, con el sexo, con el país y hasta con el ingreso de los padres, asignando puntos de más o de menos a sus examinados dependiendo por ejemplo de si el hijo era norteamericano de generaciones (1 punto más) o era inmigrante de Irlanda (-2 puntos), si el padre era de familia próspera (+2 puntos) o estaba desempleado (-3 puntos), si era blanco o negro, etc. La sicología, que trata con un objeto sumamente elusivo, la mente humana, ha sido terreno fértil para el florecimiento de charlatanes.
Para finalizar, si usted todavía cree que es indispensable que le hagan el test de inteligencia a su hijo, medite en lo que va a pagar (negocio del que realiza el test) y cuestione a quien lo va a realizar: ¿en qué se basa? ¿qué significa inteligencia para esa persona? ¿cómo puede comparar las habilidades científicas y las artísticas? Que no le digan, que no le cuenten, que no le citen autoridades: “el test que le aplicaremos a su hijo es exactamente la última versión (actualizada, ver. 7.45.8356B) que se aplica en Harvard”, trate de que lo convenza a usted de que es posible acomodar a todos los humanos en fila, desde el más tonto hasta el más inteligente. Utilice su criterio y trate de averiguar en qué se basa ese experto para afirmar que con su test milagroso puede desentrañar el secreto, y medirlo, de la inteligencia.
3-Sobre la capacidad de entender, de memorizar, y de crear.
Las primeras condiciones requeridas para reclamar algún talento son entendimiento y memoria: comprender algún objeto de estudio, y poder guardar información en la cabeza. No hay manera de avanzar en ningún área si no se tiene un conocimiento y una comprensión mínimas de ella. El que quiere tocar el piano tiene que empezar por identificar los sonidos del teclado, agruparlos en octavas, reconocer que si se toca una nota y la octava siguiente es como si se estuviera duplicando un sonido, etc.; el estudiante de guitarra tiene que conocer las seis cuerdas y empezar por sacar, entre las muchas combinaciones que puede haber, los acordes que a su juicio serán armoniosos. El que quiera avanzar en física tiene que entender las leyes de Newton del movimiento, etcétera. Sin embargo no toda capacidad de memoria es índice de talento: por ejemplo hay personas que conocen 1000 refranes o citas famosas, y los mencionan a diestra y siniestra: “Cicerón dijo tal cosa en estas circunstancias y Napoleón dijo ¡qué frío hace! cuando llegó a Rusia”; me parece más inteligente Pepito-hispano, en el chiste en donde la maestra norteamericana menciona frases famosas y Pepito contesta informando quién es el autor.
Tampoco cuenta como señal de genio el saberse de memoria las estadísticas del futbol o del beisbol, en ese caso los insignes comentaristas deportivos serían unos genios. Tampoco cuenta el que simplemente tiene un montón de datos en la cabeza, porque el mero almacenamiento de información no es suficiente para calificar la inteligencia; si aceptáramos esto, entonces las computadoras serían muy inteligentes, y las podríamos volver genios comprando un disco duro externo de 3Tb. Una cosa es almacenar datos y otra es entenderlos, como el ejemplo que mencioné arriba de la paciente memorista del Dr. House. La memoria es la base del trabajo científico y artístico, y mientras más datos se tengan en la cabeza, mejor; sin embargo, poder memorizar El brindis del bohemio no significa que el hijo es superdotado, nada más ha pasado la primera prueba.
Uno de los mejores científicos actuales, Sir Roger Penrose, escribió una obra llamada The Emperor’s New Mind (Oxford University Press, Oxford 1999), donde explica sus rayones de por qué las máquinas nunca podrán emular el pensamiento humano; esta es otra manera de ubicar a la memoria, una facultad que las computadoras tienen muy desarrollada, dentro del espectro de las facultades mentales: ocupa el lugar más bajo.
Cuando la policía investiga algún crimen, si es posible elabora retratos hablados de los sospechosos. Aquí entran en juego los testigos, y mientras mayores y de más precisión sean los rasgos que un testigo recuerde, mayor será la ayuda que pueda prestar para esclarecer el crimen. Un testigo podrá hablar con precisión de la estatura, complexión, vestimenta, color de los ojos, peinado, etc., y demostrará que tiene buena memoria. Sin embargo, si añade detalles como “caminaba con mucha calma, como si supiera lo que hacía”, o “no volteaba a otros lados para ver si lo seguían”, o “llegó junto a la víctima, le disparó dos veces y se fue entre la gente, caminando con normalmente” entonces habrá dado un paso adelante, porque ayudará a entender qué clase de gente cometió el crimen; la descripción de nuestro testigo mejor da a entender alguien de sangre fría, que va decidido a hacer su trabajo, a un pro, como dicen en Estados Unidos.
Nuestro testigo se elevó de la simple descripción de rasgos externos del sospechoso a un nivel en donde intenta entender cómo era: su carácter, su posible ocupación (criminal a sueldo). La memoria de los rasgos estaba ahí, pero el testigo tuvo una intuición de quién era el sospechoso.
El famoso episodio en donde Arquímedes grita ¡eureka! al encontrar la razón de que los cuerpos flotan, relacionó dos hechos: una botella flotaba en la bañera y el nivel del agua se elevó un poco cuando sumergió la botella. Al asociar ambos fenómenos, Arquímedes descubrió que los cuerpos flotan porque al sumergirse en agua “levantan” una cantidad de agua, que al nivelarse con su propio peso, dejan flotando el objeto. Por esta razón el cuerpo humano con los pulmones llenos de aire puede flotar, y un objeto de metal sólido se hunde sin remedio.
La capacidad de crear es básicamente la capacidad de encontrar una relación hasta ese momento desconocida entre dos o más entidades ya conocidas. Por ejemplo, igualar energía con masa y velocidad de la luz, en la más famosa de todas las ecuaciones, E = mc2. Por ejemplo, utilizar las notas de la escala en re mayor para componer el himno a la alegría, de Beethoven. Por ejemplo, darse cuenta que es posible identificar a las personas por las huellas dactilares, descubrimiento del inglés Francis Galton en 1892. Por ejemplo, juntar las palabras adecuadas para componer el verso
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de adorarte.
(atribuido a Santa Teresa)
La capacidad de crear es sumamente difícil de medir. Estamos hablando de que una persona inventó algo nuevo a partir de hechos o teorías ya conocidas; ¿contra qué se va a comparar eso que acaba de crear? Si no hay una referencia clara de comparación, cualquier medida de la calidad o de la calificación que pueda tener ese nuevo objeto es cuestionable. Esto no quiere decir que todo invento cae en el mismo saco y es igual a todos y cada uno de los inventos anteriores; el que patentó las rueditas retráctiles de las maletas se hizo millonario, pero como invento es una idea bien simple, mucho menos importante que el descubrimiento de la penicilina en 1928 por el investigador escocés Alexander Fleming, o el invento del fonógrafo por Thomas Alva Edison en 1877. La capacidad de crear es entonces difícil de medir, para empezar por la falta de referentes de los objetos recién creados. Si es difícil de medir, ¿qué clase de test podría cuantificar la capacidad creadora, una de las señales más importantes del genio y del superdotado?
4-Sobre las deficiencias de los superdotados.
En el lado negativo, las personas con altas capacidades intelectuales tienen por lo general muchos problemas. El primero de todos es la sensación de soledad, de ser diferentes y por lo tanto la dificultad para identificarse con los demás. Los niños superdotados no disfrutan los sencillos placeres de la infancia como los demás, tienen una tendencia a retraerse, con frecuencia son tímidos y se convierten en objeto de burla de sus compañeros; de este modo, la superioridad intelectual puede convertirse en sensación de inferioridad por que no saben defenderse ellos mismos ni tienen la sagacidad de los niños normales para hacer alianzas que los protejan. Pueden ser muy inquietos y hacerse muchas preguntas –preguntas válidas, con contenido, no nada más las quejas típicas de los adolescentes- que son difíciles de contestar. Los maestros de México no están preparados para encontrarse con casos así, si ven un alumno distraído la reacción natural es pensar que no presta atención suficiente a la clase, no consideran la posibilidad de que el alumno ya conoce el tema y por eso se aburre. Los niños superdotados fácilmente se convierten en un problema dentro de la clase, por el “mal ejemplo” que les dan a sus compañeros al distraerse o estudiar poco; los compañeros no se fijan en los resultados que obtiene ese compañero raro sino nada más en el hecho de que no estudia, y posiblemente lo consideren una injusticia; posiblemente en esto tienen razón, pero la culpa es de la vida.
La parte emotiva de los superdotados es muy difícil de manejar. El panteón de los literatos está lleno de cruces prematuras, de genios que se suicidaron. Curiosamente esto sucede mucho más en literatura que en música, y no se me ocurre otra explicación que la siguiente, quizá endeble: la literatura describe y exacerba los sentimientos, da la posibilidad de que el creador se vea reflejado en ellos y consiga aumentar sus dolores mediante escribirlos y volverlos a leer; por el contrario la música es más abstracta, no hay manera de escribir exactamente en lenguaje musical ideas como la del joven Werther, suicidado; la música llega a una embriaguez en la melancolía, pero no a los niveles de desesperación que puede originar la literatura. Lea usted las últimas páginas de Madame Bovary, esa descripción descarnada de la agonía de Emma, quien se ha suicidado ingiriendo arsénico; lea usted En el barranco (Chejov), y llore con la descripción del niño quemado con agua hirviendo, que le arrojó a propósito una cocinera; lea usted el Libro de los Reyes, e indígnese contra el rey David, que mandó a su general Urías al frente de batalla a morir, para quedarse con la esposa; lea e imagine el tormento de los condenados que llegaron y leyeron a la puerta del Infierno Lasciate ogne speranza, voi ch’intrate (abandonad toda esperanza, vosotros que entráis). La literatura también puede causar risa, como los innumerables chistes en todos los idiomas, o si le parece inapropiado el ejemplo, algunas de las escenas de Don Quijote o El Inspector de Gógol. Lo más parecido a la risa que he podido obtener en la música es Ein musikalisches Spaß (una broma musical), de Mozart, o el desenlace del tema principal en el 2º movimiento de la 8ª Sinfonía de Beethoven, pero la literatura es campo fértil para describir y sucumbir al morbo que representa la descripción de nuestras miserias; pienso que esta es la razón de que haya más suicidios entre los literatos que en otros creadores.
El superdotado corre riesgo de convertirse en frustrado; posiblemente mayor será el riesgo, cuando más grande es el talento, porque más grande será la separación de ese individuo con los demás. Un niño así no halla la manera de dejar salir la presión interna, ya sea porque no se comprende a sí mismo o porque encuentra oposición a su alrededor, como las burlas de los compañeros o la incomprensión de sus mayores. Otro riesgo de frustración en estas personas es creer que su talento es superior a la realidad, dimensionar demasiado sus propias capacidades. En este caso es muy fácil que se conviertan en alguien odioso, alguien que desprecia a todos y que al final es objeto de burla de los demás y en el fondo, desprecio de sí mismo por saberse incapaz de lograr sus ambiciones.
Estos niños requieren mucha atención, y de calidad especial. Hay una anécdota que ilustra las diferencias abismales entre ellos y el resto de las personas. Un día estaba el pequeño Johann von Neumann en su casa, y veía a su mamá que estaba seria, no se comunicaba con él; parecería abatida, pero el hijo le preguntó “mamá, ¿qué es lo que estás calculando?” porque él se entretenía en eso, en hacer cuentas en la cabeza, y no pasaba por su cabeza que la preocupación de su madre estuviera en el corazón.
5-Qué hacer con un niño superdotado.
En mi opinión todo se resume en apoyarlos y formarlos, es decir ayudarlos a desarrollar su talento y su carácter, porque las dos cosas van juntas a lo largo de la vida para tener éxito, inclusive en esa resbaladiza profesión que es la del genio. De Thomas Alva Edison es la cita “el genio es 1% inspiración, 99% transpiración”, expresado en términos más burdos como “1% genio, 99% trabajo”. La perfección que admiramos en las obras de Mozart y en las poesías de Pushkin (al menos, eso dicen los rusos…) es fruto de la inspiración, naturalmente, pero también de revisiones encima de revisiones, de perfeccionar punto por punto sus creaciones para que pudieran llegar a ese nivel. Gustave Flaubert era fastidiosamente perfeccionista, buscaba en cada línea de sus obras le mot juste (la palabra precisa), ese toque final que podría dejarlo satisfecho. El interferómetro que diseñaron Michelson y Morley llegó después de incontables errores sucesivos y de pruebas, después de años de perfeccionar una idea.
En términos más prácticos, mientras los padres encuentran la escuela para genios y el dinero para pagarla, mis sugerencias de acciones al alcance de la mano son:
- Poner libros a su disposición, los más que se puedan, sobre todo en los temas que interesen al niño.
- Computadora y acceso a internet para aprender. El internet es como el mundo, sirve para bien y para mal; hay que ejercer algún criterio para que el niño aproveche este recurso en su beneficio.
- Hablar con los hijos.
- Escuchar a los hijos, aceptar sus preguntas e inquietudes como algo natural en ellos y como un reto para el padre o el maestro, en vez de tomarlo como un fastidio o una locura.
- Si es posible, que se junte con niños semejantes.
- Si es posible, que asista a una escuela especializada, pero entendiendo que la escuela (especializada o no) es responsable a medias, y la mayor parte de este peso recae en los padres.
- Enseñarle que es diferente y que tiene capacidades superiores a los demás, pero que él será el responsable de aprovechar sus talentos. Posiblemente un recordatorio como Dios da el agua pero no la entuba, podría ser adecuado de vez en cuando.
A fin de cuentas, los superdotados estarán tan solos como el resto del mundo, lidiando con los mismos problemas todos los días: casa, comida, sustento, pareja, hijos. Hay que enseñarles a reconocer, aceptar y aprovechar su naturaleza excepcional, pero conscientes de que frente al mundo, los problemas, las enfermedades y la muerte, no hay gran diferencia entre un tonto y un genio.
Para los padres: las oportunidades en México son pocas. Creo que es mejor hacerse a la idea de que ustedes mismos tendrán que hacer cabeza para apoyar a un hijo superdotado, y mientras Televisa no invente un CRIT para superdotados, aléjelo de la televisión.
Nota. El autor agradece las críticas y sugerencias de Rodrigo Gómez Córdova y de Alejandro Franco Villagrana.
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