The Equalizer (2014), dirigida por Antoine Fuqua.
Protagonizada por Denzel Washington.
En México fue titulada El Vengador.

La figura de Denzel Washington es casi omnipresente en la cinematografía norteamericana; está activo de 1981, lleva docenas de películas filmadas y es un personaje con el que el espectador fácilmente se identifica, porque tiene esa propiedad cameleónica de encarnar lo mismo a un padre que cuida a su familia, que a un gangster al que solamente le importa el dinero.

Esta es una película de acción que narra la historia de Robert MacCall, un antiguo agente de la CIA a cargo de operaciones encubiertas, quien aparentemente hizo cosas muy turbias de las cuales es preferible olvidarse; no puede olvidarse de su mujer a quien perdió también, en circunstancias que no son aclaradas. Retirado de la vida activa, lleva una existencia tranquila trabajando por las mañanas en HomeMart y leyendo por las tardes los clásicos que debió haber leído antes, siguiendo el ejemplo de su mujer. Tiene una personalidad tranquila, fuerte y segura, que convoca alrededor suyo a los compañeros de trabajo y hace que una prostituta rusa, explotada por un mafioso, también le tome confianza hasta el grado de que él se involucra cuando descubre que fue terriblemente golpeada por su patrón. Intenta pagar por su rescate, ofrece $9,800 dólares por la libertad de ella que el mafioso rechaza y ahí se desata la verdadera trama: en vez de irse como llegó y buscar otras formas de ayudar a la joven -dándole el dinero para que huya, por ejemplo-, decide regresar a la habitación, cierra la chapa por dentro y examina a los mafiosos: uno carga una pistola Heckler & Koch, otro tiene un cuchillo en la mano, el tercero simplemente está muy grandote y el jefe observa, sentado y estupefacto, a ese negro norteamericano al que desprecia, quien incomprensiblemente se ha encerrado con ellos. En un close-up de los ojos de MacCall se intenta recrear el análisis y la estrategia que diseña, concretada en una escena rápida en donde desarma al de la pistola, dispara en el cuello al jefe, quita el cuchillo de la mano de su oponente, entierra un sacacorchos en el cuello del grandote, y se acerca al mafioso mayor para informarle que le quedan treinta segundos de vida, describiendo la sensación de ahogo que experimentará cuando su corazón deje de latir. La preparación mental de MacCall para eliminar a los rusos es la versión seria de aquella otra (de caricatura), donde un Sherlock Holmes interpretado por Robert Downey Jr. analiza a su oponente y dice para el espectador los golpes que va a aplicar y el efecto que tendrán. En realidad, no es tan serio MacCall, también es un fanfarrón: pone su cronómetro a funcionar, después de hacer el cálculo de lo que tardará en eliminar gente, y al final, naturalmente, coteja los escasos segundos de diferencia.

El resto de la película es una colección de escenas de gran violencia en donde MacCall muestra la calidad del entrenamiento que ha recibido, defendiéndose cuando es atacado y atrayendo a trampas a sus enemigos, a lugares en donde les ha preparado sorpresas: explosiones, lanzas, cargas que caen, muerte por una arrojadora de clavos que puede más que la ametralladora del gran matón que envió el jefe de jefes, un ruso que se llama Pushkin. En el camino, los malos policías y políticos de Boston son descubiertos, aprehendidos o muertos, y se descubre una operación para empacar dólares y enviarlos a Rusia en donde la unidad menor es un rectángulo de dólares de 3 x 2 x 2 metros.

MacCall descubrió sin querer a una célula de la mafia rusa, a la que combate y extermina.  Muestra el lado bueno de haber sido agente secreto de la CIA, es decir su capacidad de engañar, superar y matar al enemigo. MacCall es una especie de supermán negro, con su identidad secreta de trabajador en HomeMart, capaz de acabar con el que le pongan enfrente, así sea el jefe de la mafia, curiosamente llamado Pushkin.

Yo creo que el subtexto de la película es ese, en primer lugar: cultivar una vez más el mito norteamericano del superhombre, del que puede acabar con todos aquellos que no hacen el bien. En segundo lugar, la obra fomenta el chauvinismo nortemaricano, en este caso cultivando la enemistad que traen contra los rusos desde 1945; los rusos simbolizan el mal, los que traen droga a Estados Unidos, los que corrompen a oficiales de policía, los que esclavizan a jovencitas que importan con engaños y convierten en esclavas sexuales. La escena cumbre de violencia, absurda, consiste en que MacCall, él solo y viajando a Rusia con ayuda de algún alto poder, invade la fastuosa y hermosa residencia de Pushkin, mata a todos sus guardaespaldas y finalmente a Pushkin. El intento de señalar a Rusia como el enemigo es evidente en la elección del nombre para el jefe de jefes, Pushkin. Se trata de la feliz coincidencia con el más grande poeta ruso, Aleksandr Pushkin. No eligieron Dmitriev, Goncharov, Petrov, que son apellidos bastante más comunes, sino precisamente aquel al que los rusos tienen en un altar muy merecido por la calidad de su obra.

En resumen, se trata de una película de acción que se disfruta a condición de poner el cerebro en stand-by; en cuanto empieza uno a pensar, saltan las inconsistencias, los absurdos y el intento patético de crear un héroe bueno, aunque haya salido de las filas de la CIA.

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