Caminamos por la vida desorientados por la ignorancia y orientados por el deseo; no conocemos nuestra identidad ni el sentido de la existencia, pero luchamos por establecer con claridad uno y otra, por conocer sus límites y tener en esta casa amplia que es la vida, paredes tan claras y tangibles como las de la casa donde vivimos. No lo logramos, la existencia es elusiva; a lo largo de la vida se vuelven cada vez más difusos –o simplemente adquieren más alternativas- los significados de vida, amor y felicidad, tan difusos que terminamos por dejar de indagar con la razón y nos quedamos solamente con el nombre que le habíamos dado y con la sensación que nos provoca en el alma el sonido de aquellas palabras; poco a poco, aprendemos a ser felices sin pensar en la felicidad. O concluimos que vida y felicidad son conceptos vacíos, son huecos o son ilusiones, como lo decía Calderón de la Barca en los versos finales de La vida es sueño:
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
recitados por el protagonista Segismundo, que vuelve a ser encerrado en la torre que había sido su casa, excepto por un breve intervalo en el que creyó conocer lo que era la vida, otra vida, en otra torre, más amplia.
Es más sombría la conclusión de Macbeth, cuando empieza a ver alrededor suyo que se siguen cumpliendo las profecías que una vez le hicieron las brujas; uno de sus ayudantes le informa que acaba de morir Lady Macbeth, la bruja mayor de todas, la que intrigó y se metió adentro de su alma, sembrando la semilla de la ambición y del poder, la que lo empujó a realizar horrores que están a punto de acabar con él. Macbeth aún no está seguro, esa semilla sembrada parece todavía prometer un fruto de ambición, bajo la guisa de confianza; responde con indiferencia a la noticia de muerte y con respuestas que reducen a nada el sentido de todo:
She should have died hereafter; There would have been a time for such a word. Tomorrow, and tomorrow, and tomorrow, Creeps in this petty pace from day to day, To the last syllable of recorded time; And all our yesterdays have lighted fools The way to dusty death. Out, out, brief candle! Life’s but a walking shadow, a poor player That struts and frets his hour upon the stage And then is heard no more. It is a tale Told by an idiot, full of sound and fury Signifying nothing. |
Ella debió haber muerto en otra ocasión; |
Shakespeare: Macbeth, Acto 5º, Escena 5, líneas 17-28 |
Al final, nos quedamos con una palabra, el nombre con que designamos a una cosa, pero vacío de significado:
la vida no es sino una sombra que camina;
porque la vida es sueño
y los sueños, sueños son.
Pero los humanos no podemos dejar de darles nombres a las cosas; si leemos el principio del Evangelio de San Juan y el principio del Génesis, concluimos que San Juan es anterior al Génesis, porque escribe
En el principio era ya el Verbo, y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios.
Y después continúa el Génesis
En el principio creó Dios el cielo y la tierra, que estaba informe y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo.
Las palabras de San Juan declaran que el Verbo, la “palabra mental” de Dios, existía desde siempre; que antes de ese principio inventado por los hombres para referirse al primer trazo de algo que podremos algún día rastrear, ya era Dios. El sentido de estas palabras es a la vez alentador y aterrador: nos da un lugar para empezar pero nos dice que nunca acabaremos en nuestra búsqueda de significados; todo lo que tendremos serán nombres, palabras referidas a la hoja de papel que leemos pero no a los conceptos, ideas y sentimientos que puedan llenar esa hoja; pasamos la vida contemplando la vida, sí, pero terminaremos simplemente recorriéndola y haciendo camino al andar, o declarándola un sueño, o declarándola nada.
Los grandes escritores han sido los grandes maestros de la ambigüedad: ¿Qué significan las palabras
She should have died hereafter;
There would have been a time for such a word.
recitadas por Macbeth al enterarse de la muerte de su esposa? ¿Indiferencia? ¿Acaso sucede en momento inoportuno? Yo me inclino más por pensar en la desesperación: las profecías de las brujas siguen cumpliéndose, una por una, llegará el turno a la que habló de su propio fin; en otro momento hubiera llorado esa muerte, ahora, que está a punto de perderlo todo, no vale la pena llorar por nada, la vida no es sino una sombra que camina, y Macbeth halla una salida a la nada en que terminarán sus esfuerzos –peor aún: a la muerte y destrucción- en el valor de nada que ahora asigna a la vida.
El drama Macbeth ha estado acompañado por la desgracia y la superstición desde que fue estrenado: se dice que el actor que representaría Lady Macbeth (todos los roles eran presentados por hombres) murió, y el mismo Shakespeare tuvo que hacer esa parte; que se emplearon brujas y objetos de brujería reales; que no tenían una caldera para el escenario y el tramoyista la robó de un aquelarre de brujas: el drama fue maldito desde el principio. Los actores que participan en una puesta en escena no pueden pronunciar la palabra “Macbeth” adentro del teatro, porque serán perseguidos por la desgracia; en su lugar usan expresiones como “The Scottish Play” para referirse a la pieza o deformando la palabra del personaje para evitar la maldición. El poder de ese nombre, Macbeth, ha llenado de historias de horror las presentaciones de la obra y los actores que han participado en ella; se habla de dos compañías rivales que la representaban al mismo tiempo, y la rivalidad terminó en una gresca que mató a más de veinte personas. Actores famosos como Laurence Olivier y Charlton Heston son registrados como accidentados y salvados por milagro. Se dan explicaciones como la mayor cantidad de luchas con espadas en esa obra, en comparación con otras de Shakespeare, pero el mito persiste y el nombre Macbeth es amenaza de conjuro maligno para los actores que participan.
El nombre puede ser todo y también puede ser nada; los grandes autores cultivan deliberadamente la ambigüedad, podrían ser condenados por cultivar los malentendidos; hoy vuelven maldito a un nombre, mañana declaran que es nada:
Juliet: O Romeo, Romeo! wherefore art thou Romeo? Deny thy father and refuse thy name; Or, if thou wilt not, be but sworn my love, And I’ll no longer be a Capulet. |
Julieta: ¡Oh Romeo, Romeo! ¿Dónde estás tú, Romeo? Niega a tu padre y rehúsa tu nombre; Oh, si no lo haces, jura por mi amor, Y yo no seré más una Capuleto. |
Romeo (aside): Shall I hear more, or shall I speak at this? |
Romeo (aparte): ¿Debo escuchar más, o debo contestar? |
Juliet: ‘Tis but thy name that is my enemy; Thou art thyself, though not a Montague. What’s Montague? it is nor hand, nor foot, Nor arm, nor face, nor any other part Belonging to a man. O, be some other name! What’s in a name? that which we call a rose By any other name would smell as sweet; So Romeo would, were he not Romeo call’d, Retain that dear perfection which he owes Without that title. Romeo, doff thy name, And for that name which is no part of thee Take all myself. |
Julieta: No es sino tu nombre lo que es mi enemigo; Tú eres tú mismo, no un Montesco. ¿Qué es Montesco? No es ni mano, ni pie, ni brazo, ni rostro, ni ninguna otra parte que pertenece a un hombre. ¡Oh, que sea otro nombre! ¿Qué hay en un nombre? Eso que llamamos rosa Con cualquier otro nombre olería tan dulce; Así sería Romeo, aunque no se llamara Romeo. Retendría la querida perfección que él tiene Sin aquel título. Romeo, renuncia tu nombre, Y en vez de ese nombre que no es parte de ti Toma todo de mí. |
Romeo: I take thee at thy word: Call me but love, and I’ll be new baptized; Henceforth I never will be Romeo. |
Romeo: Te tomo por tu palabra: No me llames sino amor, seré otra vez bautizado; Desde hoy no seré más Romeo. |
Las palabras cobran vida propia, no son más propiedad del autor, una vez que han sido publicadas. La reflexión de Julieta sobre lo que hay en una palabra, en un nombre, se ha transformado con el correr de los años en
A rose is a rose, by any other name (Una rosa es una rosa, con cualquier otro nombre)
y esa reflexión simple encierra la sabiduría acumulada en los pueblos de que “el nombre lo es todo”. Principalmente en los pueblos chicos, donde todo mundo es conocido y etiquetado, a cada quien es asignado un nombre y con el nombre, un significado a su persona. En La letra escarlata, el escritor norteamericano Nathaniel Hawthorne sintetiza en una letra, la ‘A’ de “adúltera”, la condición que debería de soportar la mujer que había tenido un hijo mientras el marido estaba lejos del pueblo; el pueblo completo condena a la mujer y la desprecia, pero ella demuestra, con su resistencia y fortaleza, que aquella ‘A’ no era más que un nombre y un letrero que ella estaba obligada a llevar colgado del pecho, letra infamante pero que no revelaba lo que yacía dentro del pecho. Hay en la obra otros más infames que ella: todos los que la acusaron y se atrevieron a arrojar la primera piedra y en especial el reverendo que era el padre de la niña y que no se atrevió a revelar su propia falta. Ambos, la mujer despreciada y el reverendo respetado, muestran en esa obra que a rose is a rose, by any other name: lo que hay detrás de un nombre, como lo que hay debajo de la vestimenta, puede ser lo contrario a lo que el nombre dice. Un nombre no es sino una convención.
Pero necesitamos los nombres. El libro de cálculo que estudié en la universidad lo dice de una manera ligera: habla de un concepto relativamente elaborado (la pendiente de una curva), da algunos ejemplos, dibuja algunas gráficas, y termina por aceptar el autor Michael Spivak que en este momento “no sabemos” (plural de cortesía que utilizan frecuentemente los autores de libros de matemáticas) lo que significa ese fenómeno que estamos estudiando, pero no obstante
vamos a encubrir nuestra ignorancia en terminología, le daremos un nombre: definimos pendiente de una curva como …
elevando de esta manera el bautizo de un fenómeno nuevo a un ritual que eventualmente desembocará en el conocimiento pleno del fenómeno: empezamos por nombrarlo, por crear una definición que establezca el conocimiento inicial que poseemos del fenómeno, porque con este mero hecho lo aislamos en nuestra mente, fijamos la atención en él, y nos disponemos a estudiar eso que apenas hemos nombrado.
Los nombres de los objetos y los fenómenos son como los nombres de las personas: somos bautizados, somos circuncidados, se nos asigna un nombre; el nombre no es sino la designación de un pequeño individuo que con el tiempo crecerá, caminará, aprenderá a hablar y a pensar y se volverá un hombre de bien –o una mujer hermosa, o un hombre rico, o un digno heredero-; el tiempo y las acciones de esa persona darán al nombre que le dieron sus padres el verdadero significado de ese nombre.
El nombre de una persona, al menos en las poblaciones pequeñas, lo es todo: es algo que se construye en toda la vida y que puede destruirse en un instante, al igual que la fama, el honor y la confianza. Los mejores tratos comerciales son los que se hacen y se cumplen de palabra, aquellos que no necesitan un contrato o lo consideran una simple formalidad; son los tratos que se dan entre dos personas que se conocen y que saben verdaderamente quién es el individuo llamado Juan Pérez, con quien están a punto de cerrar una negociación; el trato se cierra porque “Juan Pérez” es un nombre que significa honor entre ellos.
O puede significar lo contrario. He escuchado historias de un licenciado en mi pueblo que era muy devoto, asistía todas las mañanas a misa en la catedral. Al salir de la iglesia hacía la señal de la cruz con reverencia, y luego elevaba la mano derecha al cielo, con el dedo índice levantado hacia arriba. La gente conocía a este personaje, y le asignó un sentido a su ritual al terminar la misa: cuando levantaba un dedo al cielo pedía “que el día de hoy me caiga uno solo, con eso será suficiente”. El licenciado tenía fama de que los incautos que llegaban a su notaría a escriturar propiedades, salían sin escritura y sin propiedades.
Hay también en mi pueblo un sacerdote que conocí cuando yo era joven, el P. Xavier Castañeda. En aquella época trabajó mucho con los jóvenes y fue de los sacerdotes que no simpatizaban con las maneras muy retrógradas y poco abiertas al diálogo que tenía el obispo de entonces. El P. Xavier fue condenado al ostracismo, enviado a predicar el Evangelio en pueblitos de la diócesis, apartándolo de la juventud en la capital del Estado; yo lo visité cuando estaba en uno de esos lugares, y era el mismo que cuando vivía en la capital, el mensaje y el ejemplo que llevaba a los del pueblo era exactamente el mismo que nos daba a nosotros, sus jóvenes. Intenté sacar algo en claro sobre su estado de ánimo, y todo lo que conseguí fue que me dijera, convencido, que en todas partes podía él tener trabajo. Actualmente está de regreso en la capital, tiene un puesto de honor en la Catedral, y afortunadamente nunca fue tentado por el poder, ni amenazado por él. Hoy en día, hasta los ateos se refieren al P. Xavier como “un hombre de Dios”.
Hay al menos dos grandes hombres que han sostenido versiones opuestas con respecto al sentido de los nombres, Confucio y Pushkin; el primero fue un pensador y orientador, buscaba la precisión; el segundo fue un poeta romántico, buscaba la variedad, la ambigüedad y la dispersión; ambos hay que conocerlos, ambos nos pueden enseñar.
Confucio dedicó un capítulo importante de sus enseñanzas a “llamar las cosas por su nombre”, al pan, pan y al vino, vino. La idea es ilustrada por el poeta alemán Albrecht Haushofer quien escribió, poco antes de su muerte en medio de la destrucción de Berlín al finalizar la 2ª Guerra Mundial
Doch schuldig bin ich anders als ihr denkt, ich mußte früher meine Pflicht erkennen, ich mußte schärfer Unheil Unheil nennen – mein Urteil hab ich viel zu lang gelenkt … |
Pero soy culpable de manera diferente a como piensan, |
Esta reflexión tardía sintetiza bien aquella parte de las enseñanzas de Confucio, añadiendo el sentido de lo irremediable: no habiendo llamado desgracia a la desgracia, ha sucedido que la desgracia abarcó toda Alemania. En tiempo de Confucio, como en Alemania el año 1933 o en México ahora, la claridad que pueda tener un pueblo, la conciencia colectiva que hay acerca de un concepto, puede definir el rumbo que seguirá ese pueblo. El pecado más flagrante contra el precepto de Confucio es el abuso cotidiano y deliberado que se hace del concepto democracia: la nuestra es un ritual, es un día cada seis años; el valor verdadero de esa palabra hoy en día en mi país es exactamente la proporción que hay de un día a seis años: 1 dividido entre los días que se cuentan en seis años, 1/2190. En México todo parte de una mala definición de democracia: es lo que aparece en el COPIFE, lo que no pasa de ser una definición ritualista y no va a la esencia del concepto.
Pushkin no hacía tantas cuentas, no hacía de la precisión el último fin de su arte; Pushkin era un poeta. En este poema pregunta a una amada, que se adivina fue y no es, qué es lo que dice su nombre para ella:
*** | *** |
Что в имени тебе моём? Оно умрет, как шум печальный, волны, плеснувшей в берег дальный, как звук ночной в лесу глухом. |
¿Qué es para ti mi nombre? Él morirá, como triste ruido, de olas salpicando orilla lejana, cual sonido de la noche en el bosque ensordecido. |
Оно на памятном листке оставит мёртвый след, подобной Узору надписи надгробной на непонятном языке. |
En las hojas de la memoria Deja huellas de muerte, detallada greca informando del sepulcro en lenguaje incomprensible. |
Что в нём? Забытое давно в волненьях новых и мятёжных Твоей душе не даст оно Воспоминаний чистых, нежных. |
¿Qué hay en él? Olvidado hace tiempo En olas nuevas y agitadas, A tu alma no le da Recuerdo puro, tierno. |
Но в день печали, в тишине произнеси его тоскуя, скажи: есть память обо мне, есть в мире сердце, где живу я. |
Pero en el día triste, en el silencio Pronuncia su nombre tristemente, Di: hay memoria acerca de mí, Hay en el mundo un corazón, donde he de vivir. |
Este poema no tiene ni siquiera un título; aparece en Verses and Versions de Vladimir Nabokov encabezado por tres asteriscos, también en wikisource. En quién pensaba el poeta, que le inspiró estos versos misteriosos, no se sabe; hay muchas candidatas, sin embargo, casi tantas como amores tuvo. De este amor se despide con dos líneas a las que se pueden dar muchas lecturas: hay memoria acerca de mí / Hay en el mundo un corazón, donde he de vivir. Podemos leerlas como pregunta: ¿hay memoria… hay lugar…?, también como afirmación contundente: ¡hay memoria… hay lugar…!, o bien de una manera muy poética: el poeta pregunta si acaso hay memoria de su nombre; si la hay entonces habrá en el mundo un lugar…, si no la hay, ni siquiera el recuerdo quedará de su nombre.
Hombres como Shakespeare y como Pushkin pueden dar al concepto de nombre una dimensión muy por encima de nuestra vida cotidiana y quizá de nuestra imaginación. Para el quehacer de todos los días, para la punzante necesidad que todos tenemos de saber dónde estamos y a dónde vamos es más aplicable un refrán que se ha atribuido indistintamente a Nikolai Gogol y a Napoleón:
En Rusia no hay caminos, solamente hay direcciones.
Si aceptamos al autor Gogol, es una reflexión sobre su patria, aplicable quizá a la nuestra: no tenemos vías claras por dónde caminar, nada más sabemos que queremos salir de donde estamos. Si pensamos que Napoleón lo dijo, la interpretación es más pedestre, la de sus ejércitos atascados por miles de kilómetros en donde solamente hubo dos direcciones: primero a Moscú y luego a París, y entre una y otra cayó el invierno de 1812, borrando con su nieve caminos y confundiendo direcciones.
Un día me sucedió un hecho curioso. Lucía estudiaba polígonos inscritos en una circunferencia (como el cuadrado del Hombre de Vitrubio dibujado por Leonardo da Vinci) y me preguntó por el valor del número П (pi = 3.14.159…) Estuve pensando unos días cómo darle una respuesta que ella me entendiera, y finalmente llegué a una construcción muy elaborada, donde tomaba una circunferencia e inscribía primero un cuadrado, después un octágono, después un polígono de 16, 32, 64…, lados; en resumen, partía de 4 lados y luego iba duplicando el número de lados, haciendo un polígono con un número mayor de lados cada vez, y con una franja libre entre el polígono y la circunferencia que era cada vez más pequeña. Sabemos que el área del círculo es
area = Пr2
donde r = radio; de ahí y de mis polígonos derivé una fórmula matemática y le expliqué a Lucía que eso era el valor de П. Se me quedó mirando y me dijo “papá, eso ya lo sabía.” “¿Cómo está eso? Fue lo que me preguntaste”, le contesté. “Lo que me dices es la definición de П, yo ya la sabía.”
En la imagen tenemos el cuadrado en azul, el octágono en rojo, el polígono de 16 lados en verde; observe cómo el área comprendida entre cada polígono y la circunferencia se hace menor, a medida que crecen los lados, y esto da una idea del valor aproximado de П que yo quería explicar a Lucía. Pero después del éxito obtenido pensé: dichosos los niños, porque de ellos será el Reino de los Cielos, ya que después de haber aprendido tantas cosas, no soy capaz de enseñar a un niño.
Leonardo da Vinci: Hombre de Vitrubio (estudio de las proporciones)