С***Ш***
Las penas que el amante siente cuando quiere ser amante no son nada más del amante: cientos y miles antes que él las vivieron, otros muchos después de su historia repetirán el mismo argumento, cambiando sólo algunos detalles. Y así ha sucedido, y sucederá, que el amor y el cortejo, el éxito y el fracaso, el olvido y la frustración, y al final la soledad, han llenado las páginas de la poesía en todo el mundo. Dice George Steiner que la literatura rusa es la más casta del mundo: siguen faltando en sus clásicos las escenas que poblaron muchas líneas de la literatura francesa e italiana; no hay ni Bocaccio ni Sade en toda Rusia; no ha surgido ninguno ahí que pueda volverse clásico. Pero la poesía amorosa, la que se detiene y no expresa el acto carnal, la que se refiere a la pasión como ardor y fuego, como languidez y dolor pero nunca en letras crudas, es tan abundante en ruso como en español. Posiblemente más allá, porque algunos de nuestros grandes poetas se distrajeron en el amor divino y en metáforas de amor humano nos hablaron de su amor a Dios. El más grande de aquellos poetas rusos castos también es el que dejó el mayor legado de poesía lírica: sonetos, cuartetas, piezas sueltas de poesía que han pasado de labio en labio, a veces entre hombre y mujer y sin palabras, a veces recitándolas para enseñanza de la generación siguiente.
Pero Pushkin el hombre no fue casto, su formación de caballero no se lo permitió. Estudió en el Liceo de Tsarskoe Selo junto con otros muchos hijos de la nobleza dedicados a cultivar la amistad, las fiestas, el ocio y un poco las enseñanzas; eran hijos de familias privilegiadas que no distinguían entre la grandeza de Rusia y sus propios privilegios, que aspiraban al más grande honor de servir al Emperador y al aún más sincero deseo de divertirse, seducir mujeres, jugar a las cartas, ir de cacería y acrecentar su fortuna; el trabajo y los demás valores que se fueron filtrando en las sociedades al desbancar a la nobleza de sus privilegios –mejor dicho: al quitarles sus privilegios- no habían llegado a Rusia. La misma sociedad rusa y el temor que durante siglos nubló el juicio de sus gobernantes, tratando de mantener a la nobleza cerca de ellos para no perderla de vista, pero tan cerca que le impedían hacer nada, no favorecían otra cosa entre los alumnos de Tsarskoe Selo que las diversiones que entretenían a Pushkin y sus amigos.
Pushkin fue un enamorado toda su vida; se enamoró continuamente, se enamoraba y se desenamoraba. Quizá no era más que un hombre como todos, pero tuvo el talento para convertir sus emociones, sus sentimientos primitivos que no lo distinguen de los demás hombres, en letras y versos que lo hicieron único. Creo que únicamente Shakespeare, en toda la literatura que yo conozco, escribió acerca del amor con tal belleza, con tan cautivadora belleza que los versos amorosos de estos poetas se leen ahora tan frescos y tan atrayentes como cuando fueron escritos; es de tanta calidad su poesía que hasta en traducción permea la belleza aunque haya sido desprovista de rima y ritmo, que atraen todavía imitaciones distantes, esos intentos de verter en otro idioma el alma de los primeros versos.
Pushkin vivió suficientes veces el amor como para describirlo: conoció el éxtasis y el desengaño, la sospecha y la venganza, el olvido y la tristeza; quizá la única parte del amor que él no conoció fue la del perdón; quizá era imposible, el perdón es entre pares y él era único. Algunas de sus piezas más famosas son las que hablan del amor en pasado: no describen las ansias del que quiere ser enamorado, sino del que ya lo fue; rescata del olvido el amor olvidado, el que lo marcó y dejó en su alma una huella que más tarde habrá de recordar o comparar. Una de sus poesías más famosas es Te he amado, engañosa en su título: describe al amante que amó y que su amor cambió, pero no tanto como para dejar de ser amor:
Александр Сергеевич Пушкин |
Aleksandr Sergeevich Pushkin |
Я вас любил: любовь ещё, быть может, В душе моей угасла не совсем; Но пусть она вас больше не тревожит; Я не хочу печалить вас ничем. |
Te he amado; el amor aún, tal vez, En mi alma apenas terminó; Pero no habrá él de inquietarte; No quiero entristecerte más. |
Я вас любил безмолвно, безнадежно, То робостью, то ревностью томим; Я вас любил так искренно, так нежно, Как дай вам Бог любимой быть другим. |
Te he amado en silencio, sin esperanza, Hoy tímido, hoy celoso; Te he amado tan sincero, tan tiernamente, Que Dios te permita ser amada por otros. |
Los rusos le pusieron música a esta obra, es una de las poesías que conoce prácticamente todo el mundo en ese país; en la página Yo te he amado-wikitranslate hay varias versiones de la misma canción, mi favorita es la del tenor Vladimir Atlantov. Pushkin se dirige a su amada con el tratamiento formal de usted; la traducción literal del título sería “yo la amé a usted”, que prestaría un servicio dudoso como encabezamiento pero sugiere el tratamiento castizo “yo os amé”; preferí la forma más conocida en Latinoamérica.
La música y los versos de amor no son propiedad de los rusos; a ellos los distingue Pushkin, pero el impulso es universal. México cuenta con un primo lejano de esa canción, Marchita el alma; en la versión rusa el verso es incomparablemente superior a la música; en nuestro canción, el genio melódico de Manuel M. Ponce es tan inspirado en esta obra como lo era Schubert en sus mejores Lieder; la letra es triste y melancólica, pero no tiene ni las imágenes construidas por Pushkin ni el melos que el autor de esta canción utilizó para inspirarse; esta poesía es uno de esos ejemplos que son tan musicales, que facilitan el trabajo al compositor y sabe dónde hacer énfasis, dónde concluir, dónde simplemente narrar. Por ejemplo, el primer verso: Я вас любил: любовь ещё, быть может (ia vas liubil: liubov eshio, byt mozhet) es un portento de belleza en la brevedad. Después de las palabras iniciales Я вас любил (ia vas liubil, te he amado) se hace un alto en medio del verso, sin esperar al fin de la línea; este alto se repite en cada uno de los ocho versos, un momentáneo descanso para tomar aire y pronunciar las siguientes palabras, invariablemente más expresivas que las anteriores; por ejemplo la última: Как дай вам Бог любимой быть другим (kak dai vam bog – liubimoi byt druguim, que Dios te permita – ser amada por otras). Ese era el talento de Pushkin, esa habilidad sobrenatural para contraer en dos o tres palabras una idea, continuarla con otra bien integrada, y crear un microcosmos de contraste, belleza y expresión en una sola línea).
Marchita el alma vive por la música, no tanto por el verso. Las ideas son simples y directas, las expresiones llanas y sin engreimiento, no hay rima pero sí hay ritmo y descripción de la pena que experimenta el amante ante su antiguo amor, emigrado a otra alma y olvidada de él.
Marchita el alma Música: Manuel M. Ponce Letra: Antonio Zúñiga Navarro |
Marchita el alma, Atravesando Marchita el alma, |
Yo quise hablarle, y decirle mucho, mucho, pero al intentarlo mi labio enmudeció. Nada le dije, porque nada pude, pues era de otro, pues era de otro ya su corazón. |
Esta canción ha sido interpretada por multitud de cantantes. A mí en lo personal me gusta la versión del tenor español Alfredo Kraus, quien fue un cantante de formación clásica y amor legítimo por las grandes manifestaciones musicales en nuestro idioma, tanto de su país como de Latinoamérica: cantaba con la misma dedicación un papel de ópera que una canción popular, siempre y cuando fuera buena. Por ejemplo tiene una hermosa versión de Siboney, del compositor cubano Ernesto Lecuona; también Lejos de ti (Manuel M. Ponce), Noche de Ronda (Agustín Lara), Por unos ojos negros (de mi paisano Esparza Oteo) y multitud de piezas que salieron de la zarzuela española. Alfredo Kraus fue un ejemplo en muchos sentidos: una voz muy hermosa, con poder, afinadísiama, educada y tan bien modulada como la de Dietrich Fischer-Dieskau; si queremos un ejemplo más cercano a nosotros de una voz bien educada, escuchemos a Mijares cantando La Malagueña. La versión de Kraus de nuestra canción, hermosa como pocas, está en:
http://www.youtube.com/watch?v=QB1S75YraCU
Escuchar estas interpretaciones le causa a uno la sensación agridulce de éxtasis musical y que el arte de la canción se está perdiendo; hace muchos, muchos años que no veo aparecer una canción ni una interpretación como ésta.
Pushkin vivió muchos romances con mujeres casadas; sin culpa de ellas en algunos de los casos. La bella aristócrata Anna Petrovna Kern (nacida Poltoratskaya; cambió el apellido al casarse de acuerdo a la costumbre rusa) había contraído un matrimonio de conveniencia con un general demasiado viejo para ella, casi cuarenta años de diferencia. La unión nunca pudo ser buena, porque las almas parece que también envejecen, paralelamente al cuerpo, y una reducida vecindad de años es condición necesaria para una feliz convivencia. Conoció al poeta en una temporada que transcurrida en el campo, cerca de la propiedad que tenía Pushkin; él se enamoró y la amó como solamente él podía hacerlo: haciéndola inmortal en la poesía más famosa de la literatura rusa. El título es engañoso: К***; los biógrafos de Pushkin han asumido que significaba “a K”, o “dedicado a K”, pero el maravilloso idioma ruso permitió una acertijo que Pushkin escribió para la posteridad, porque utilizando nada más la inicial evitó la necesidad de declinar el nombre, es decir, modificar la terminación de acuerdo al caso gramatical que lleva; dicho en español: si tradujéramos “para K” al ruso, no habría necesidad de la preposición “para”, bastaría escribir “К”.
Александр С. Пушкин К *** |
Aleksandr S. Pushkin Para K*** |
Я помню чудное мгновенье: Передо мной явилась ты, Как мимолетное виденье, Как гений чистой красоты.В томленьях грусти безнадежной В тревогах шумной суеты, Звучал мне долго голос нежный И снились милые черты.Шли годы. Бурь порыв мятежный Рассеял прежние мечты, И я забыл твой голос нежный, Твой небесные черты.В глуши, во мраке заточенья Тянулись тихо дни мои Без божества, без вдохновенья, Без слез, без жизни, без любви. Душе настало пробужденье: И сердце бьется в упоенье, |
Recuerdo el momento hermoso: Cuando apareciste ante mí, Como visión pasajera, Como genio de belleza pura.Con angustia y triste desesperanza En la ansiedad del barullo ruidoso Resonó en mí largamente una tierna voz Y soñé en dulces facciones.Pasaron años. Un vendaval violento Dispersó sueños antiguos, Y yo olvidé tu tierna voz, Tus rasgos celestiales.Lejos, en prisión silenciosa Obscuramente se alargaban mis días Sin divinidad, sin inspiración, Sin lágrimas, sin vida, sin amor. El alma alcanzó su despertar: Y el corazón saltó en arrebato, |
Esta es otra versión del amor, del olvido y del abandono: la amada se va, el amante la conserva en el alma; un día la vuelve a ver y ella es la misma, la que había amado siempre.
La historia de Anna Petrovna Kern no fue tan idílica. Se divorció de su marido, y cuando tenía treinta y seis años se casó con un primo de diez y seis, pareció que su propia historia no fue suficiente enseñanza. Murió en la miseria, promiscua y referida en muchas cartas íntimas de los conquistadores de su época.
Pero las historias de amor que terminan bien (aunque sea en el ámbito de una poesía) son para cuentos de hadas, no para la literatura, porque toda historia de amor que termina bien, o está incompleta o alguno de los dos ha muerto. La vida y nuestras propias experiencias nos muestran la riqueza –o las complicaciones- y los riesgos –o las alternativas- que hay en toda relación humana, no se diga en aquella en donde está en juego el porvenir de la especie disfrazado de sentimientos amorosos. El gran poeta puede ver el amor con esta visión cínica: el amor no existe, es pasajera ilusión de los sentidos; y también puede verlo como la culminación de una parte importante de su vida, esa que la leyenda rusa refiere:
en un principio, las almas estaban unidas, cada alma con su pareja formaban una hermosa naranja; vino el Maligno, las separó, las lanzó por el mundo y las hace rodar por la vida en busca de su mitad perdida. El amor no es sino la historia de esta búsqueda.
La poesía dedicada a К*** encaja en esta descripción: el poeta canta al amor y describe el salto de su corazón, el reencuentro con esta divinidad pagana que es su amor. La canción mexicana es una canción de pérdida, de alguien que amó y creyó encontrar su mitad, pero aquella mitad vio más adelante y decidió seguir su camino.
La más terrible de las visiones, la que acaso se acerca más a nuestras experiencias cotidianas, es la que describe nuestro descreimiento en la leyenda: el amor vino, se fue, y nos dejó indiferentes. Es terrible porque niega al individuo la habilidad de reunirse con una pareja y de completar en un ser diferente pero complementario, sus posibilidades de convivencia, amor, pasión, ofensa y perdón. Lo que nos narra Pushkin en esta poesía no es sino el tormento de no sentir otra vez el tormento del amor, el tormento de ver el corazón vacío y el alma reducida a una cáscara que le han extraído el fruto; el poeta llora en música que fue palabras antes de ser canción, que había oído indiferente y narrada por alguien como quien cuenta una noticia casual, la noticia de la muerte de ella; el poeta no dice nada más “la olvidé”, sino que llora porque ese olvido, junto con su amor, se ha llevado partes de su alma.
Александр С. Пушкин Под небом голубым страны своей родной |
Aleksandr S. Pushkin Bajo el cielo azul de su propia patria |
Под небом голубым страны своей родной Она томилась, увядала… Увяла наконец, и верно надо мной Младая тень уже летала; Но недоступная черта меж нами есть. Напрасно чувство возбуждал я; Из равнодушных уст я слышал смерти весть, И равнодушно ей внимал я. |
Bajo el cielo azul de su propia patria Ella languidecía, se marchitaba… Se agotó por fin, y fielmente sobre mí La sombra joven volaba todavía; Pero un límite impasable existe entre nosotros. En vano agito el sentimiento; De boca indiferente oí noticias de su muerte, E indiferentemente yo escuché. |
Так вот кого любил я пламенной душой С таким тяжелым напряженьем, С такою нежною, томительной тоской, С таким безумством и мученьем! Где муки, где любовь? Увы! В душе моей Для бедной, легковерной тени, Для сладкой памяти невозвратимых дней Не нахожу ни слёз, ни пени. |
¡A quien yo amé con alma tan ardiente Con tan pesada tensión, Con tanta ternura, persistente aflicción, Con tanto delirio y tortura! ¿Dónde está el tormento, dónde el amor? Ay, en mi alma Para míseras, crédulas sombras, Para dulces recuerdos de días inalcanzables, No encuentro ni lágrimas, ni queja. |
Cuando leí por primera vez las palabras de Mandelshtam: en ningún país se respeta tanto la poesía como en Rusia; aquí matan al autor por su poesía, me pareció un hecho notable, inesperado, casi increíble; lo atribuí a la sensibilidad de ese pueblo, apto para la música y la poesía, al igual que los alemanes son aptos para el trabajo y la organización. Tiempo pasó, se han ido acumulando poesías rusas que puedo leer y estudiar en su original, y la sorpresa se ha tornado en condescendencia: claro que respetan la poesía, teniendo esos poetas. Mi chocante expresión de naturalidad, tan ofensiva como aplicar al arte el sentido común, no ha hecho sino desplazar de lugar el problema: ya no es que un país respete la poesía, sino que un país pueda producir poetas tan grandes que hagan la poesía tan respetada. Hable con un mexicano universitario y pídale que recite de memoria alguna poesía famosa en español; hable con un ruso y dígale que recite a Pushkin; esta prueba simple nos describirá la distancia que hay entre la poesía vista por nosotros, y la poesía vista por los rusos.
Un apunte para explicar ese respeto puede ofrecerse mediante la musicalidad del idioma. El alfabeto ruso tiene treinta y tres símbolos que corresponden a más de treinta sonidos diferentes, más las ramificaciones que se dan por ejemplo cuando la letra ‘о’ es o no acentuada dentro de una palabra; existe la diferencia entre ‘b’ y ‘v’ que en español perdimos ya y hablamos de “un burro grande” o “una vaca chica” para referirnos a esas letras; varias consonantes modifican su sonido cuando van seguidas del símbolo suave ь, y por ejemplo tiene el sonido de la letra ‘l’ del español y el del inglés, producido con la lengua pegada a los incisivos superiores. Y el ruso tiene preparado para el poeta todo un arsenal de rimas, que se hacen posibles por las declinaciones, las que desgraciadamente no existen en español más que en forma muy primitiva: yo-mi-me-conmigo sería una declinación del pronombre “yo”. Pero casa, de la casa, a la casa, en la casa, etc., todos tienen la monotonía de la inmodificable palabra “casa”, hasta que el cuerpo aguante o hasta que un poeta le encuentre rima. ¿Por qué el ruso tiene esa riqueza en sonidos y declinaciones? Las declinaciones fueron heredadas del griego, pero con respecto a los sonidos no lo sé, probablemente su oído es más grande o más fino que el de otros países y ha engendrado generaciones de músicos natos, que cantan espontáneamente, sin formación profesional, a capella y a varias voces cuando salen del trabajo. Porque música y poesía son dos caras de una moneda. De vez en cuando aparece una de la cual conocemos águila y sol, la mayoría de esas monedas viven esperando que alguien como Pushkin las describa en tonos tan vivos que adivinar el otro lado, el musical, sea tan simple como leer el verso.
El otro apunte al respeto ruso por la poesía es más prosaico, es historia. Pushkin no podía escribir y publicar lo que quisiera, su censor personal era Nicolás I; la poesía prohibida, como la fruta prohibida y cualquier placer fuera de nuestro alcance, alcanza mayor valor simplemente porque está prohibida.
Además de todo, Pushkin tenía talento de dibujante: este retrato es suyo, el personaje es precisamente Anna P. Kern: