Yo llegué a conocer la Avenida López Mateos cuando todavía era el arroyo: una tarde mi madre me llevó en coche a ver a su maestra de cocina, que vivía en la calle 16 de septiembre, unos metros al Norte del arroyo. Ella estacionó el coche donde terminaba la calle, y mientras la esperaba me bajé y fui a recorrer esos terrenos. La época era de secas, y el suelo sin agua que corriera, a pesar de que era un arroyo, me recordaba la desgracia de estas tierras, solamente verdes y húmedas unas pocas semanas al año. Poco tiempo después anunciaron que entubarían el río, que encima habría una calle, y a la vuelta de un tiempo, apareció la López Mateos, con sus flamantes tres carriles por lado y un minúsculo camellón al centro. Estábamos todos orgullosos del progreso alcanzado, y empezábamos a ver por encima del hombro a otras ciudades, que no tenían, como nosotros, la gracia de contar con una calle, además derecha, que la atravesara de lado a lado.
Para los más jóvenes que yo, hacia finales de los cincuentas nuestra ciudad apenas llegaba, por el Oriente, hasta el primer anillo, por donde está el Seminario, y hacia el Poniente, también hasta donde está ahora el primer anillo, la Av. De la Convención. Un breve tiempo contamos con ese orgullo, porque un poco después, la visión de ilustres gobernantes nos dotó de uno más, la primera Circunvalación. El colegio Marista estaba (y sigue estando) un poco al Poniente del trazo que apenas se hacía, y me tocó recorrer, muchas veces, a pie y en bicicleta, el camino de tierra que iba cambiando, que amontonaba lo que dejaban los camiones de volteo, que después era aplanado y que al fin, con la nueva avenida reluciente y adelantados inclusive al DF (en ese aspecto seguimos todavía delante del DF), tuvimos nuestro primer anillo periférico.
Para los todavía más jóvenes y para los que no conocen bien la ciudad de México, resulta que el DF tiene algo así como un camino atorado por embotellamientos y construcciones perpetuas, que pretende ser un anillo periférico. La primera parte se hizo en época de López Mateos, y una vez escuché al Lic. Javier González contar que al Presidente le gustaba estrenar su coche jugando carreras en solitario en el periférico, y que un día lo detuvo un policía. Al darse cuenta de su error, porque en este país no se debe amonestar a ningún funcionario, el oficial, por única vez en la historia de este país, se mantuvo en sus trece y le dijo “señor Presidente, estoy obligado a llamarle la atención, porque su vida es preciosa para todos nosotros. Por favor maneje con moderación.” El Lic. López Mateos terminó su mandato en 1964 con un Periférico que nomás iba de Sur a Norte, pero el Periférico se llamó así por decreto y no por que se pretendiera tomar en serio el sentido de esa palabra; ahora se necesitarían como cinco pisos más para que el DF tuviera un periférico decente.
Pero Aguascalientes tenía ya un periférico desde principios de los sesentas. Fue construido con todas las de la ley, con sus respectivos tres carriles por lado, con un camellón unos 50 centímetros más ancho que el de la López Mateos, y con muchos terrenos al lado, unos pocos todavía libres para su compra, para aquellos que no les dieron a tiempo el pitazo “se va a hacer una obra importante… te conviene comprar por ahí”.
Pasaron los años, nacieron más niños, hubo más coches, las perspectivas de crecimiento de la ciudad adentro de la Circunvalación quedaron rebasadas. Hubo muchas construcciones por la parte de afuera, el tráfico de vehículos se hizo abrumador tanto en López Mateos como en la Circunvalación, y se decidió sabiamente por los gobernantes en turno que había que hacer un segundo periférico. Yo vivía en México en esa época, así que no lo vi construir; sin embargo, cuando regresé con mi familia a fines de los ochentas, salía a correr por el segundo anillo desde Jardines de la Asunción, donde estaba la casa de mis padres, y me iba siguiendo esa avenida hasta la salida a San Luis Potosí. En esa época, 1987, la civilización terminaba un poco más delante de la Colonia México, y más allá de las vías del tren se veía solamente una que otra finca, las lomitas que yo subía corriendo, y recuerdo que me gustaba llegar a la parte más alta, porque veía a la izquierda la presa del Cedazo, todavía mostrenca, sin parques al lado; veía los cerros a lo lejos, y abajo, hasta el fondo, la línea de la carretera a San Luis. Hacia la parte de afuera del segundo periférico, no había prácticamente ninguna construcción. La avenida me parecía grande, no nada más a lo largo porque tenía que correr ida y vuelta esos cinco kilómetros, sino también a lo ancho: me parecían majestuosos y llenos de sabiduría gubernamental, los tres carriles que se habían reservado por lado para cuando la ciudad tuviera más tráfico.
Pasaron los años, y la sabiduría de aquellos gobernantes se agotó, porque se llenó de casas todo ese rumbo, Ciudad Morelos, y el segundo periférico se atascó de coches. Los aguascalentenses empezamos a pensar que algo estaba mal, que aquellos anillos concebidos en las mentes de nuestros gobernantes con tanta previsión y con tanto espacio, posiblemente tendrían algún defecto. Sin embargo, era la época en que todavía se respetaba la decisión gubernamental, se cuestionaba poco, y no se necesitaban muchos votos para designar –no para elegir- al siguiente gobernador.
Pero nuestros gobernantes tenían preparada una sorpresa: si el primer anillo y el segundo son insuficientes, hagamos un tercero. Y se hizo. Igual que los anteriores, pero peor. También le dieron sus reglamentarios tres carriles por lado, pero lo dejaron incompleto. Allá hacia el Norte termina por el rumbo de Jesús María, y hacia el Suroeste, acaba en la Av. Juan Pablo II.
Recientemente nuestros gobernantes pensaron con detenimiento en el problema del tráfico en nuestra ciudad, y se dieron cuenta que aunque en 1958 nos adelantamos a los tiempos y tuvimos una avenida que atravesaba la ciudad de Oriente a Poniente, nunca tuvimos una que la atravesara de Sur a Norte. Resulta que posiblemente Dios se equivocó cuando hizo los terrenos donde creció esta ciudad, puesto que nada más nos dio un río que la atravesara de Oriente a Poniente, y no nos dio otro que la atravesara de Norte a Sur. Posiblemente por esta falla en la Planeación Urbana Celestial, nuestros gobernantes no pensaron hasta el grado de ponerlo en el presupuesto que también hacía falta algo que simplificara el tráfico va de Sur a Norte, y dejaron que Héroe de Nacozari creciera a su libre albedrío y se llenara de tráfico, por supuesto con sus reglamentarios tres carriles por lado. Hicieron el Palacio de Justicia a un lado, después la Glorieta del Quijote, y poco a poco, esa avenida empezó a competir en niveles de embotellamiento con el Periférico de la ciudad de México. Ante esta problemática, nuestros gobernantes pensaron, quizá también razonaron, y el caso es que se dieron cuenta que una vez que los talleres de los ferrocarriles hubieran desaparecido, quedaría libre un terreno muy grande en esa zona, pero que había un pequeño inconveniente para darle un uso conveniente: estaba cerca de la vía del ferrocarril, por lo tanto eran terrenos federales, por lo tanto, ni pensar en vender, fraccionar o construir ahí. Y así nació la Av. Manuel Gómez Morín, ciertamente bien construida, porque tiene piso de cemento, con el tren vigilante hacia el Poniente, para que a nadie se le ocurra fraccionar ahí, y con sus reglamentarios tres carriles por lado. Esa avenida, al revés de las otras que ya mencioné, se mantendrá con el tráfico relativamente fluido durante muchos años, gracias a que no hay manera construir fraccionamientos a sus lados. Sin embargo, nuestros gobernantes ya se están desquitando con nosotros, y el último tramo, del lado Oriente, ya lo redujeron a dos carriles, para hacer una ciclopista que podrían haber hecho del lado Poniente sin crucificar a los conductores; quizá, después de todo, tres carriles por lado son un despilfarro.
El último regalo de nuestros gobernantes es esa segunda avenida con piso de cemento, que comunica con fluidez desde el Lienzo Charro hasta la Av. Juan Pablo II, y que yo sospeché alguna vez iba a servir para que al lado hicieran más fraccionamientos, sin darme cuenta que en ese caso, no le hubieran puesto piso de cemento. Sin embargo no, nuestros gobernantes han considerado más oportuno servir en bandeja de plata la fluidez para una zona que será de negocios, donde ahora está anunciado algo que se llama Capital City. A esta zona sí alcanzaron a ponerle cuatro carriles por lado, puesto que el área que sirve lo amerita.
A fines del sexenio anterior se estuvo discutiendo mucho el proyecto del Libramiento Norte Sur. Otro de los honores que goza nuestra ciudad es el de ser una de las más difíciles de atravesar, precisamente en el sentido en que hay más tránsito, Norte-Sur; estamos a nivel de Culiacán a todas horas, de Oaxaca cuando la toman los maestros, y de Veracruz en época de Carnaval. Guadalajara tiene la Av. Lázaro Cárdenas, San Luis Potosí tiene la Diagonal, Zacatecas se atraviesa por el centro con vista panorámica de construcciones coloniales, y si usted es alérgico a las casas de cantera, puede utilizar el libramiento Norte-Sur (el de Zacatecas). No hay necesidad de pasar por León para ir a México, Querétaro se atraviesa en 10 minutos, Chihuahua tiene avenidas anchísimas, Toluca tiene su libramiento, etc. Todos estos datos podrían interpretarse como indicios de que en materia de planeación urbana, no estamos tan bien como se nos ha hecho creer. El caso es que en el sexenio anterior se dieron por aludidos los gobernantes en turno y se debatió durante mucho tiempo si ese libramiento debería construirse pasando al Oriente o al Poniente de la ciudad. Al Oriente están los cerros, con huizaches y algunas nopaleras; al Poniente estaban muchos campos de cultivo, en todo ese terreno plano, húmedo y fértil que ha producido muchas cosechas durante muchos años, en donde una vez hubo viñedos. ¿Qué convenía sacrificar? ¿Las nopaleras o los campos cultivados y con buena producción? Si usted fuera gobernante, sabría con toda certeza que lo que hay que sacrificar son los campos cultivados, porque ahí hay más negocio. Y así se hizo.
En realidad, se hizo a medias, al menos en lo que a libramiento se refiere. En este sexenio se realizó medio libramiento, o sea, ningún libramiento. Empieza por al Sur por la zona del aeropuerto, y termina al Poniente, en la carretera a Calvillo. Es decir, se sacrificaron tierras de cultivo, seguramente se tuvieron que pagar indemnizaciones mucho más costosas por esos terrenos que las que se hubieran pagado por nopaleras –mi marchante todavía me sigue vendiendo las tunas a 15 por $20, señal de que la inflación no ha llegado a aquellos cerros del Poniente- y este sexenio, a menos que Dios enmiende su error de Planeación Urbana y acuda en auxilio de nuestro gobernador, no se terminará el libramiento Norte-Sur.
Después de tantos años y tanta sabiduría gastada en balde por nuestros gobernantes, yo me cuestiono, por ejemplo, por qué fue que prácticamente todas las avenidas importantes de esta ciudad, construidas en un lapso de cincuenta años, se hayan hecho de tres carriles por lado. ¿El número tres tiene alguna mágica atracción para nuestros gobernantes? ¿Acaso saben ellos algo que nosotros no sabemos, y que los hace inclinarse por ese número misterioso? Yo creo que no. Yo acepto que cuando se hizo la Av. López Mateos no podía preverse el tamaño que tiene ahora la ciudad. También lo acepto para la primera circunvalación, pero ya sin tanta convicción. Me doy por vencido con el segundo anillo, como que no sé por qué también ese lo hicieron de tres carriles por lado. Y empiezo a sospechar algo turbio o estúpido cuando veo el tercer anillo. Sencillamente pienso que alguien le habló dulcemente al oído al gobernador en turno, y le hizo ver que 4 ó 5 carriles por lado eran demasiado, y que en todo caso los coches podrían apretarse un poco más –era la época en que habían anunciado los coches elásticos- y que en vez de tanto carril, podrían aprovecharse unos terrenitos ahí a los lados para hacer un pequeño negocio.
Es esa explicación, o simple y sencillamente, nuestros planeadores urbanos estaban planeando el crecimiento de Aguascalientes, pero para 1930.
jlgs, El Herlado de Ags., 14.10.2010