Entrevista a Sofía Gómez Córdova.

 

En una vieja y deteriorada casa del centro de Guadalajara en el barrio de El Santuario, un gato es presencia y testigo de las historias que cinco jóvenes viven en ella y que son vinculadas en sus cotidianos dramas por otro inquilino que aborda sus existencias. El animal, es llamado Schrödinger  en irónico símil a aquél que el físico Erwin Schrödinger propusiera en un imaginario experimento en el que el felino está encerrado en una caja no traslúcida, junto con un dispositivo radiactivo que en caso de activarse liberará un gas venenoso. Las posibilidades de que el gato esté vivo o muerto a la vez, son las mismas, y ese es el meollo del asunto: la incertidumbre.

Esto último y nada más, es lo que define y justifica la alusión al gato –que es narrador a través de su existencia en escena– en esta historia de la que originalmente se hiciera un corto bajo el título de Los ojos de Schrödinger  (2014), y que ahora bajo el nombre de Los años azules comenzará a rodarse en octubre de este año como un largometraje, ambos bajo la creación y dirección de Sofía Gómez Córdova.

Para obtener recursos para la financiación del filme, este jueves a las 20:00 horas se realizará un evento de recaudación en el Museo Escárcega de esta ciudad, en el que se expondrán obras fotográficas y grabado que podrán ser adquiridas por el público, y que así el dinero se destine al proyecto cinematográfico.

Si se buscan fondos en Aguascalientes, es, a decir de Gómez Córdova, no sólo por sus vínculos familiares en estas tierras, sino también por su interés en que ella, al haber estudiado y ahora ser profesora en el Departamento de Imagen y Sonido de la UdeG, de vivir en Guadalajara desde varios años atrás, y de hacer allá su carrera profesional, pretendería “crear un lazo” entre ambas ciudades, que pudiera generar una cooperación de industria fílmica en la zona.

Gómez Córdova dice que la película aborda “un periodo de incertidumbre, en el que estos chicos están tratando de figurar qué hacer con sus vidas. Todos tienen una aspiración vocacional; algunos muy profunda, y otros que no la han asumido, pero están en un momento de  transición”. El nuevo nombre que llevará el filme, no hace sino reafirmar el concepto, pues está tomado de la palabra “juventud” en japonés que se conforma bajo los ideogramas “azul” y “año”.

La idea de la película le surgió a Gómez Córdova ocho años atrás, sobre el recuerdo de su estadía a los veintiún años en una casa antigua de Guadalajara en la que “me tocó vivir con personas que eran muy diferentes a mí, con las que no hubiera escogido ni siquiera tratar, porque éramos muy diferentes y con valores distintos. Pero que son personas con las que me encariñé y llegué a considerar mi familia adoptada, y con quienes terminé por crecer y conocerme. Entonces, fue un periodo muy rico y al que desde que me fui de la casa comencé a ver con nostalgia”.

La cinta que se enfoca más en la construcción de personajes y las uniones afectivas que hay entre ellos que en ser una trama de sus peripecias, está propuesta dentro del género del dramedy; una suerte de drama ligero con pinceladas de humor, y que parte de la “mirada irónica” de la directora hacia algunas de las situaciones de vida que confrontan los protagonistas, pero que no deja de pretender llevar al espectador a un “momento conmovedor”.

Aunque Gómez Córdova admite que en muchos aspectos puede sentirse identificada con este filme y sobre todo el tono en que está tratado, se siente convencida de que en otros instantes deberá explorar otras posibilidades narrativas y temáticas, sin olvidar nunca que si “uno se centra en los personajes y en que todo sea para lograrlos, entonces el público debería poder responder. No es que no me gustaría que los festivales dijeran que son buenas, pero no es tan importante. Si tengo que escoger entre que una película funcione con un público a que sea una de festivales, escogería lo primero”.

Es verdad que como la propia Gómez Córdova señala, no se deben totalizar las definiciones de cómo podría ser el cine en el caso de México, pero bajo su experiencia cree que “se debería amplificar el rango de películas que se hacen. Aunque hay excepciones, hay un cine del país muy reconocido por la crítica, pero que no encaja bien con el público, porque a mucha gente le parece que son películas incomprensibles o chocantes. Y no es que no deban hacerse, pero entre ésas y las del otro extremo que son muy comerciales y poco preocupadas por el arte de narrar, también existen muchos otros temas y modos de producción que deben ser explorados. Se requiere diversificación, así como desconcentrar la producción para que no sólo se haga en el DF, porque México es un país grandísimo con historias de todo tipo”.

En cuanto a términos de industria, la cineasta afirma que “hay que encontrar modelos adecuados, y sin seguir recetas de otros lugares”, porque es un ambiente cinematográfico particular. Y a pesar de que el oficio conlleva el arte, no se debe olvidar que “el cine tiene un mercado muy claro. Hay que pensar en el tipo de productos que hacemos, en el público y en cómo los producimos, y encontrar otras vías donde todos ganen”.

Pero para ello también sería sano no que hubiera un modelo uniforme de cine en el país, sino que “cada región tuviera su propio esquema, con sus propios temas”, y en los que se pueda apreciar la diversidad cultural de los creadores “que debe ser explotada”.

Sin embargo, hay otra realidad que no deja de afectar a esta cuestión, y es que a pesar de que las escuelas de cine que hay en el país son de buena calidad, y de que se aprende bastante en ellas, así como también se puede hacer cine sin estudios formales, al final, el cine se vuelve más como “algo de moda, hay cada vez más escuelas, pero como no hay una industria, estamos produciendo desempleados. En todo caso, se necesitan menos escuelas y más empresas que se dediquen a las artes audiovisuales”.

18 de Agosto de 2015


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