Henri Troyat
Pushkin
Victor Gollanz LTD, London, 1951
508 páginas
Traducción de francés a inglés: Randolph T. Weaver

Es una bendición que podamos conseguir libros editados hace 62 años sin necesidad de realizar una expedición a otros países; cierto que hay muchas obras nuevas de gran valor, pero algunos autores continuarán siendo clásicos en sus propios temas, como Henri Troyat (1911-2007), nacido ruso como Lev Aslanovich Tarassov, emigró con su familia a Francia después de la Revolución y se cambió el nombre por uno más digerible en Occidente. Conservó el apego por su tierra nativa toda la vida, y gran parte de las obras que escribió son sobre temas rusos: biografías de Pushkin, Tolstoi, Chejov, Pasternak, Rasputín, Catalina la Grande, etc. Tiene también sus propias novelas, pero yo lo conozco principalmente como biógrafo.

Troyat era un conocedor a fondo de los temas sobre lo que escribía. Un recurso a la mano cuando se trata de la biografía de un literato es utilizar citas de su obra para explicar y poner en contexto la situación del biografiado en el momento específico que se narra; pero la realidad es que los grandes literatos por lo general trascienden las circunstancias personales y llegan a sus propias obras, disfrazados, únicamente restos de su propia existencia. Sin embargo, la mayoría de los literatos han sido devotos del género epistolar, y ahí hay material de sobra para quien quiere conocer lo que sentía el literato ante un evento determinado, y Troyat echa mano con largueza de las cartas de Pushkin para ilustrar las vicisitudes de su vida.

Pushkin hubiera sido feliz, si no hubiera buscado con tanto ahínco la felicidad. Nació en la pequeña nobleza, con algunos cuantos de siervos como heredad, suficientes para vivir una vida cómoda, preocuparse de la cacería y de corretear, mientras pudiera, a las mujeres jóvenes de su propiedad. Pero Pushkin nació mordido por la ponzoña de la insatisfacción. Dice el poeta alemán Wilhelm Müller en la poesía Rast (alto, descanso), parte del ciclo Winterreise (viaje de invierno) que puso en música Schubert:

Ach du, mein Herz, im Kampf und Sturm
So wild und so verwegen,
fühlst in der Still’ erst deinen Wurm,
mit heißen Stich sich regen!
¡Ay tú, mi corazón, en lucha y tormenta
Tan fiero y tan osado,
Sientes en la calma apenas tu gusano
Moverse con su caliente picadura!

 

Ese fue el caso de Pushkin: no le bastó la pequeña nobleza, quería un título mayor; no le bastaron las conquistas ocasionales, quiso la mayor belleza de San Petersburgo; no se avino a alabar al Zar, prefirió escribir El Caballero de Bronce como un poema en donde Pedro el Grande es el personaje maldito, el que crea su ciudad en medio de un pantano, y arrastra desgracia sobre la ciudad y sus habitantes; el pobre Evegniy, el mísero protagonista que es arrastrado a la locura por una inundación, en el poema se le ve sufrir por la locura de Pedro. Pushkin se enemistó con el Zar, con los nobles, con la policía, con los esposos de las mujeres que sedujo; le quedó nada más el arte, el más sublime que haya podido crearse en ruso, según dicen los rusos.

La biografía escrita por Troyat nos muestra todo en la vida de Pushkin, excepto su poesía, intraducible. Es un libro escrito con amor, con la veneración de alguien que nació en esa misma tierra y tuvo que vivir la mayoría de sus años en el exilio.


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