Esta obra hace un recorrido de la historia de China desde el pasado muy remoto hasta la actualidad. Cubre los hechos relacionados con la vida del Primer Emperador, la dinastía Han, los Tang, la invasión mongola, la dinastía Qing y naturalmente los hechos sucedidos en el siglo XX. Son un poco más de 400 páginas en formato medio, con letra grande, abundantes ilustraciones, mapas y cuadros sinópticos. No es un libro para especialistas, sino está dirigido al lector que quiere empezar a conocer de China; pensado de esa manera, el libro cumple con su objetivo, informar los hechos básicos de la historia y la cultura chinas, y probablemente va más allá, puesto que consigue despertar la curiosidad de quien lee por conocer más; al final da una bibliografía de apenas página y media, adecuada para el lector novato en los asuntos chinos. A mí en lo personal, cuando apenas empiezo a conocer un tema, me abruman las bibliografías que son capítulos enteros, porque no sé por dónde empezar; aquí hay una lista breve (14 obras) que es estimulante pero no apabullante.

Los cuadros sinópticos son pequeños breviarios que también estimulan la imaginación y el deseo de conocer más. Por ejemplo, el de la emperatriz Cixi apenas rebasa la página, menciona su arribo a las esferas del poder por la puerta de servicio –empezó como concubina real- y relata algunos de los incidentes sobresalientes en su vida, aquellos que mostraron su carácter y ayudan a entender cómo fue que una mujer que no era miembro de sangre de la dinastía Qing pudo controlar la política china por cincuenta años. Los cien días de Pekín (septiembre de 1898), ese período que quiso modernizar a marchas forzadas al país, es narrado en media página, pero no deja una impresión de superficial por lo breve, sino que se percibe como un intento honesto del autor por mostrar unos pocos datos significativos y entusiasmar con ellos al lector a que investigue por otro lado. Fréches es francés, pero no se muestra muy benévolo con los europeos que llegaron a perturbar la vida china en el siglo XIX, ni siquiera con los franceses. Por ejemplo, en otro cuadro habla del condado que recibió un general francés a cargo del grupo expedicionario de su país en 1860: se encontraron un obstáculo en su marcha a la capital y lo destrozaron. El problema es que se trataba de una obra de arte, un puente de piedra que databa de hacía dos siglos, que había merecido un nombre: Puente de Bali Qiao. Al general lo condecoraron cuando regresó a su patria y en el camino se torció el nombre del puente, y aquel general destructor de antigüedades se convirtió en el conde de Palikao.

Este libro deja más incógnitas que información, pero pienso que ese es el mérito de las buenas obras: llenar algunos huecos en nuestra información y hacernos conscientes de que hay mucho más por aprender. Como un estímulo para México y Latinoamérica, el libro está traducido al español.

Ficha:

José Fréches
Érase una vez China – de la Antigüedad al siglo XXI
Colección Gran Austral
Espasa Calpe, Madrid 2006.
443 páginas.