Frank Dikötter
Mao’s Great Famine (la gran hambruna de Mao)
Walker & Company, New York, 2010
420 páginas.
Un país con régimen dictatorial puede ser visto como un laboratorio en donde el dictador realiza los experimentos sociales que desea. Aunque usualmente los que suben al poder y quedan como dictadores empezaron con buenas intenciones de mejorar al país, con el tiempo, los problemas que tienen que afrontar para mantenerse en el país, las dificultades con otros países y los favores que tienen que conceder, terminan solitarios, aislados del mundo y gobernando el país siguiendo lo que al final no distingue entre impulsos, caprichos, generosidad y venganza.
Este fue el caso de Mao, a diez años de haber terminado la Guerra Civil. Consiguió la paz y un país unido por el odio al antiguo régimen y la vocación por la reconstrucción, se consiguieron algunos objetivos, pero la presión directa por parte de los soviéticos y el deseo de hacer quedar bien a China ante el mundo impulsaron a Mao a plantear objetivos más ambiciosos para el país. Mezcla de guerrillero, poeta, líder y místico, con los años Mao perdió piso y la realidad era lo que estaba en su cabeza, ni siquiera lo que le informaban sus colaboradores cercanos, siempre pendientes de decir las cosas en forma que no molestaran al Líder. Mao declaró la guerra a la Naturaleza, puso a todos los campesinos a fabricar acero, decidió desviar los ríos, hacer presas enormes apilando piedras y tierra, exterminar los gorriones que acababan con las cosechas, crear canales de trazo ortogonal y no siguiendo el contorno del terreno. Todo salió mal: la Naturaleza se vengó, el material producido por los campesinos en sus hornos era de más mala calidad que el desperdicio de las fundiciones, las presas reventaron, los ríos nuevos arrastraron piedra y lodo que levantó el cauce y los hizo desbordarse, los gorriones desaparecieron y dejaron el campo libre a los insectos aún más depredadores, los canales ortogonales se desbordaron y anegaron todo alrededor.
No se trataba de obras de apariencia, sino de trabajos que afectaban lo más básico que puede tener un país: los campos de los que se alimenta. Como resultado, las cosechas fueron malas, se perdieron, hubo desbasto, hubo muertes por decenas de millones.
Dikötter hace una narración de estas ideas absurdas, de cómo la figura de Mao impedía que levantaran la mano –ni siquiera para protestar: simplemente para proponer alternativas- cómo se echó mano de la milicia y del ejército para aplastar todo signo de inconformidad, cómo se ignoraron las señales y cómo fue que el primer jerarca que se atrevió a hablar, Liu Shaoqi, fue removido del poder y vino a terminar sus días en la cárcel, negado de asistencia médica.
El autor se tomó años para investigar en fuentes originales para poder documentar y armar su trabajo. Ocupa un puesto académico en la Universidad de Hong Kong; este libro recibió el Samuel Johnson Prize en 2011, otorgado por la BBC a la mejor obra que no es ficción.

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