Casi cinco años después de iniciar el gobierno de su itinerante república, recibimos ahora de Andrés Manuel López Obrador el proyecto MORENA, donde AMLO tiene el valor de plantear a la opinión pública en un documento de 50 puntos, una serie de deficiencias, problemas, vicios y carencias que aquejan a nuestro país. Yo le reconozco el valor de poner el dedo en la llaga, y lamentablemente miro con pesimismo el futuro inmediato, puesto que estoy seguro que ni un solo de los demás aspirantes a la Presidencia de la República seguirá este ejemplo ni va a tener el valor cívico de plantear problemas tan trascendentes como los que plantea AMLO.

Lamentablemente, ese es el único mérito del documento que analicé: presentar la cruda verdad. El caso de México es semejante al de una persona que se siente muy mal y va con el doctor: “usted tiene alto el colesterol, el riñón izquierdo no funciona y el derecho tiene una calcificación, su corazón padece de arritmias y está muy excedido de peso”. El paciente  se espanta todavía más, y pregunta al médico qué hacer. “Vamos a bajar el colesterol, en Houston le pueden poner otro riñón, quitaremos la calcificación, se me había olvidado decirle que su corazón está crecido y por lo tanto no puede hacer ejercicio para bajar de peso; pero a la mejor en Cardiología tienen un corazón que no usen y sea compatible con usted”. El médico tuvo el valor de decirle al enfermo la verdad, con estudios en la mano. Pero al preguntarle la forma de resolver sus problemas, le da soluciones imposibles. ¿Cómo voy a bajar el colesterol? Ni siquiera tengo visa, ¿cómo me podrían operar en Houston? ¿Cómo me va a quitar la calcificación? ¿En cardiología tienen guardado un corazón para ver quién lo quiere? ¡No se burle de mí!

AMLO ha actuado como el médico de la anécdota. Ha señalado puntos absolutamente importantes y totalmente irrebatibles: no se respetan las leyes, estamos fregados con estos vecinos, nuestro federalismo es deficiente, hay monopolios en TV y en teléfonos, padecemos corrupción, el gobierno es corrupto, ineficiente y carísimo, el petróleo se exporta barato y se importa cara la gasolina, necesitamos más investigación científica, los bancos son abusivos, hay desempleo, no tenemos buenas vías de comunicación, los jóvenes no tienen oportunidades adecuadas para educación y trabajo, el campo está abandonado y destruido, padecemos violencia, inseguridad e injusticia, etc. El doctor López Obrador ha dicho la verdad, y se ha quedado corto: por ejemplo, yo añado que nuestros niveles educativos están por los suelos, y pongo (una vez más) el dedo en la llaga de que nos estamos quedando sin agua y sin aprovechar la que cae del cielo. Como dicen los ingleses, “no podría estar más de acuerdo”.

Pero hasta ahí llega mi coincidencia con López Obrador. Ha hecho un diagnóstico que más parece una lista de inconformidades levantada en una asamblea que un proyecto político, y dice que va a solucionar esos problemas, pero no dice cómo. Nada más dice que los va a solucionar. Esto me recuerda un chiste que oí hace tiempo. ¿Sabe usted cuáles son los métodos para resolver la situación de México? El científico, el milagroso y el mero mero. El método científico es que la Virgen de Guadalupe venga y nos pregunte a cada uno cuánto necesitamos (incluyendo presupuesto para obras públicas, deuda externa y vacaciones) y a cada quien nos extienda un cheque por lo pedido. El método milagroso consiste en que todos los mexicanos nos pongamos a trabajar y nos dejemos de pleitos. El mero mero, el summa cum laude de todos los métodos, es el propuesto por López Obrador en sus 50 puntos.

Por ejemplo, el punto 14 habla de la corrupción, y empieza así: “Limpiaremos al gobierno de corrupción. Lo haremos de arriba abajo como se limpian las escaleras…” Parece que el autor no recuerda o no leyó la Biblia, que nos trae una historia relacionada: Dios avisa al patriarca Abraham que va a descargar su furia en Sodoma, porque la ciudad está llena de pecado. Abraham le pide clemencia, y ofrece presentarle 50 hombres justos que vivan en Sodoma. Dios acepta, pero Abraham no puede presentarle 50 justos, y pide clemencia si puede presentar 45. Dios acepta, pero tampoco hay 45 justos, y así van bajando el número hasta llegar a 10, que tampoco puede juntar porque los únicos justos eran Lot y sus hijos, y no sumaban 10. Al fracasar la negociación, Dios ordena por medio de sus ángeles a Lot abandonar la ciudad con sus hijos, y envía el fuego a consumir la ciudad.  (Génesis, cap. 18). Hay dos preguntas mías a ese ángel justiciero que es López Obrador: 1) ¿de dónde va a sacar los miles de justos que se requieren para gobernar un país? 2) ¿Cree AMLO que el gobierno es corrupto y el pueblo es justo? En otras palabras, ¿la corrupción está nada más del lado del gobierno? Si sobornan a los jurados en una licitación para aumentar 419 millones el precio, ¿la empresa que ofrece el soborno es justa, pero los jurados son corruptos? Si alguien se pone a mano con un motociclista para que no le levante infracción, ¿nada más el policía es corrupto? La corrupción es un cáncer que está metido en la sociedad, y tan culpable es el que acepta soborno, como el que lo da. ¿No vio AMLO La ley de Herodes? Magnífica instantánea de nuestra realidad, cómo se convierte en corrupto el que era idealista, cuando le ofrecen un buen puesto.

Otro ejemplo: el punto 8 y la relación con EEUU. Después del bla bla bla (“se fincará en el respeto a la soberanía y en la cooperación…”) entra en materia y dice que nuestra frontera será “sin militarización, intervencionismo, ni muros que nos dividan y confronten.” Desgraciadamente para México, Estados Unidos no fue consultado. ¿Cómo le va a hacer AMLO para que tumben el muro que ya levantaron? ¿Se considera con el suficiente carisma para convencer a la gobernadora de Arizona Janice K. Brewer y al sheriff Joe Arpaio de que cambien su actitud a los mexicanos? Todavía con EEUU, el punto 49 dice que “se solicitará con firmeza… prohibir la venta de armas destinadas a México”. Recordemos que el año pasado estuvo el Presidente Calderón en Washington, mencionó el tema, y le dijeron muy clara y muy respetuosamente que la Segunda Enmienda a su Constitución permite que cualquier norteamericano posea armas, y que eso es asunto interno de EEUU. ¿Planea AMLO enmendar la Segunda Enmienda?

Tratando de agrupar las ideas de AMLO, encuentro en muchos puntos insistencia en la democracia: un gobierno del pueblo y para el pueblo (punto 1),  el pueblo pone y el pueblo quita (punto 4), democratizar los medios de comunicación (punto 10), etc. En mi opinión, se está sobrevalorando la democracia. La democracia al estilo México nos proporciona tres meses de circo y seis años de desgobierno: el circo son las campañas, las promesas, cuando los suspirantes se acuerdan que yo me llamo José Luis, me hablan de tú, y dicen que me quieren mucho. Los seis años de desgobierno sirven para que el ganador se lave la afrenta de haber tenido que darse baños de pueblo, de decirle a todo mundo que le va a componer la vida, de hacer tantas promesas que solamente podrán ser almacenadas en www.wikipromesas.com.mx, y para dedicarse finalmente a lo que le interesa: los negocios y escalar en el poder. Si el ciudadano pone en una balanza lo que le da y lo que le quita la democracia, el negocio está en quiebra, y es mejor cerrarlo. Con estos antecedentes, AMLO nos quiere dar todavía más medicina de democracia, por ejemplo al pretender someter a revocación de mandato al presidente, mediante plebiscito: esto ya no es medicina, es un purgante para que internamente nos vaciemos de democracia. En este país, la democracia, al menos como ha sido manejada por los gobiernos desde 1929 a la fecha, es simplemente un procedimiento para poner ahí al frente a personas que en su inmensa mayoría quedan muy por debajo de las expectativas.

Hay un asunto que brilla por su ausencia en el proyecto: los recursos. Casi todo el documento es un desatino de promesas que no hacen referencia alguna al costo de la promesa y la forma de financiarla. Caminos, puertos, refinerías, universidades, apoyo a las PyMEs, radios y tv locales y regionales, aumento al salario mínimo por encima de la inflación, “crecimiento a partir del impulso a las actividades productivas”, integrar la cadena productiva del petróleo, no vender petróleo crudo al extranjero, crear bancos regionales, 1 millón de viviendas por año, sembrar 1 millón de hectáreas maderables, etc. Todos esos puntos son importantes, pero planteados de esa manera, sin referencia al recurso financiero, el documento deja de ser un proyecto político y se convierte en una Carta al Niño Dios. En ese caso, permítame contribuir, y yo le añado que nos vamos a convertir en potencia pesquera, puesto que tenemos un litoral mayor que el de Estados Unidos, y por favor vote por mí para presidente.

En cuanto a análisis duro del documento (distinguir sueños de realidades), puedo decir lo que ya escribí. Me queda hacer dos conjeturas acerca de por qué AMLO ha publicado bajo su amparo este proyecto. Todos los proyectos, al igual que todos los novios, hacen algunas promesas que no van a cumplir; no todas, nada más algunas. El problema que yo veo aquí es que todas las promesas son descabelladas, tan descabelladas como la Ciudad de Dios de San Agustín y la Utopía de Santo Tomás Moro: como para querer colarse AMLO en esa lista de santos, en el punto 43 dice “vamos a establecer el Estado de Bienestar”, haga de cuenta usted la promesa de Cristo al Buen Ladrón, crucificado junto a Él: “hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Jamás, en todos mis años y en todas mis lecturas, he visto que ningún político haga una promesa de este calibre. La alternativa que me queda es pensar que el proyecto supone como base un pueblo suficientemente estúpido para que no vaya a preguntarle nunca al de la promesa “¿y cómo le va a hacer?”

Tengo otra conjetura, más política (por tanto, más cínica) y más realista. Hace unos meses leí un “si yo hubiera” de AMLO. En esa ocasión se refería a los problemas económicos de México, los comparó con Brasil (que ha logrado muchos avances últimamente) y declaró “si yo fuera presidente, tendríamos un desarrollo semejante al de Brasil”. En eso estoy de acuerdo; es más, se queda corto, porque si yo, JLGS, fuera presidente, ya estaríamos por encima de EEUU y de China juntos. Lástima para México, yo no soy presidente. Mi conjetura política es que AMLO sabe que no va a ser presidente, y se dedica desde ahora a elaborar planes fantásticos de redención nacional, para podérselos restregar en la cara a cualquiera que salga electo en 2012, y que no se los van a poder contradecir, porque el hubiera no existe. Y así, pronostico que durante algunos años tendremos varias ocurrencias de AMLO iniciadas con las palabras sacramentales “si yo hubiera sido presidente…”

PD El documento analizado puede verse en

http://regeneracion.mx/files/Regeneraci%C3%B3n%20PDF/regeneracion15.pdf

jlgs / El Heraldo de Ags. / 29.4.2011