Mi padre contaba una anécdota de los tiempos en que Pascual Ortiz Rubio era presidente de México, durante Maximato: había un letrero frente al Castillo de Chapultepec que diciendo

Aquí vive el Presidente
El que manda, vive enfrente.

Plutarco Elías Calles, autollamado Jefe Máximo de la Revolución, tuvo la inteligencia y el poder de convocatoria para reunir a todo los generalotes que aún guerreaban con entusiasmo su revolución particular, y convencerlos de pelar cívicamente, es decir dentro de un partido político y no por las armas. Conocemos el resto de la historia: se fundó el PNR, antepasado del PRI, y desde 1929 los gobernadores y presidentes de este país han salido de un proceso electoral y no de la fuerza de las armas. Calles mangoneó el gobierno durante un tiempo, pero vivió en México hasta que cambió su residencia a San Diego, California, porque llegó un presidente fuerte que decidió exiliarlo.

La historia de nuestra así llamada democracia ha sido muy accidentada, como lo muestran las pocas líneas anteriores y como lo prueban los recuerdos de cualquiera que estuvo despierto en julio del año 2000. Yo crecí en una generación que descreyó de la democracia porque entonces todos sabíamos que las decisiones estatales se tomaban en Palacio de Gobierno y las federales en Los Pinos; los profesores del Marista nos hablaban de un lugar mítico en donde sí se respetaban las decisiones del pueblo (Estados Unidos) pero también nos advertían que existían lugares a un centímetro existencial del infierno, donde no se respetaba al pueblo, mucho menos sus decisiones (Cuba). Curiosamente, esos tres países de que hablo eran democracias.

Mis abundantes años me habían preparado, entonces, para cualquier sorpresa en materia de democracia. ¿Que ahora sí van a contar los votos en México? Adelante, me alegro. ¿Que la Suprema Corte de Justicia decide en favor de Bush? Una prueba más que pasa la democracia norteamericana. ¿Que los británicos deciden en plebiscito valer más solos que acompañados de los países del continente? Ha hablado la sabiduría todopoderosa del pueblo. ¿Que aunque cuenten los votos en México, nuestro voto no cuenta porque los políticos mexicanos estudiaron intensivamente a Darwin y evolucionaron a partir del 2000 para sobrevivir y seguir medrando? No importa, también el IFE evolucionó y ahora contamos con el INE. Mis años me prepararon para tiempos en que los peruanos eligen a un japonés, los londinenses a un musulmán y los norteamericanos a un negro; para maestros en relaciones públicas como Juan Pablo II, aunque encubrieran al padre Marcel; para papas como el actual, que en nombre se asemeja a San Francisco y en espíritu a Jesús[1]; para todo, prácticamente todo lo que puede acontecer en el mundo, excepto lo que pasa ahora en Estados Unidos.

En tiempos de Alfonsín circulaba un chiste en Argentina: ¿en qué se parecen Estados Unidos y Argentina? En Estados Unidos cualquier ciudadano puede ser presidente, en Argentina, cualquier tarugo lo es. Pero el caso argentino se justificaba porque apenas habían salido de la dictadura militar, en cambio en Norteamérica tienen siglo y medio de paz y de gobiernos democráticos; si aceptamos que la experiencia les ha enseñado algo, podemos esperar que con el tiempo vayan mejorando. Y si no es la experiencia, al menos que sea la dignidad, y que ese 50%+ del electorado que representan las mujeres se enojen cuando escuchan a un candidato decir “Grab’em by the pussy” y no voten por él; o los norteamericanos de ascendencia mexicana, a quienes nos tachó de viciosos y violadores, o cualquiera de los grupos que insultó Trump durante su campaña. Sin embargo, no fue así y en esa versión tan particular que tienen allá de democracia, resultó electo Trump.

“El puesto le enseñará a callarse y dará un poco de sensatez a sus palabras”, pensé yo el 9 de noviembre, pero no fue así. Entrando en funciones, uno de sus primeros actos fue retirar a Estados Unidos del TPP (Trans-Pacific Partnership, Alianza del Pacífico), que todavía agrupa a Canadá, Japón, Australia, México, Nueva Zelanda, Perú, Malasia, Singapur y Vietnam. Esta organización promueve el libre comercio entre los países signatarios, y la ausencia de China en ella es una clara señal del interés de EEUU en crear un grupo económico fuerte en el Pacífico para contrarrestar la influencia china; saliendo del TPP, fue como dejar a la deriva a la organización e invitar a China, el competidor económico más fuerte que tiene EEUU, a entrar al relevo y a llenar el hueco dejado por los norteamericanos. En otras palabras, es un acto de suicidio económico.

En días pasados va el presidente con los mineros del carbón y simbólicamente, junto a ellos, señala el desmantelamiento de las provisiones tomadas por Obama en beneficio del medio ambiente y contra el calentamiento global. Ningún ganador y dos grandes perdedores surgen de este paso. El primer perdedor es el mundo, porque el calentamiento global es un hecho sustentado por cientos de estudios científicos y por la experiencia del día con día: simplemente, con los muchos kilómetros cuadrados que se han pavimentado o construido en Aguascalientes en los últimos cincuenta años, toda esa superficie ya no permite que el agua penetre al subsuelo y recargue el manto friático, por lo tanto tenemos menos agua, por lo tanto habrá en un futuro menos cultivos y más terreno desértico. O consideremos el terrible smog que hay en Pekín, o las inundaciones que con frecuencia creciente se dan en las ciudades de Florida, o los 65,000 km2 que ha perdido la superficie del Mar Aral, 95% de lo que medía en 1960, o el rompimiento de glaciares gigantescos en los Polos. Cualquiera excepto el ciego o el estúpido puede darse cuenta. El segundo gran perdedor son los Estados Unidos, porque la vuelta al carbón es un regreso al pasado, a una tecnología que ya está superada por otras como el gas natural y las energías renovables, y si los Estados Unidos abrazan el carbón, están dejando el campo libre para que los chinos, los alemanes, los australianos todo el mundo avance en esas otras tecnologías mientras ellos se aferran a una visión utópica y estúpida de America First, sin tomar en cuenta que ya no estamos en 1950, cuando Estados Unidos era el país que efectivamente guiaba a la orquesta económica mundial.

La democracia norteamericana no me impresiona mucho, principalmente desde que vi en tv a George W. Bush hablar del “eje del mal” y la necesidad de atacar a Iraq para colocar en lugar de Saddan a un gobierno “con valores democráticos”; tampoco creo en ella porque una serie de medidas de la Suprema Corte de Justicia han habilitado a las grandes corporaciones a competir contra los individuos en materia electoral, permitiendo la aportación económica de esas organizaciones a las campañas como si fueran individuos: no sé qué estaban pensando los jueces cuando opinaron que la Primera Enmienda (garantía de libre expresión) puede expresarse con un cheque de millones de dólares que aporte un fabricante de armas para favorecer que ciertos candidatos lleguen a senadores, lo que resultará que tendrán en el bolsillo a esos senadores y dictarán leyes favorables a sus padrinos. A pesar de todo antecedente, pensaba yo en el instinto de conservación durante las elecciones de noviembre: los individuos y las empresas colocarán como presidente a alguien que proteja a unos o a otros, en última instancia, será presidente quien efectivamente defienda a los Estados Unidos.

Me equivoqué. Tienen ahora de presidente a alguien que ya insultó a los mexicanos y a los primeros ministros de Inglaterra, Alemania y Austrialia; a alguien que no sabe convertir en ley un proyecto de su partido cultivado durante siete años; a alguien que retira subsidios a ciencias y artes; a alguien a vuelve a las tecnologías del pasado, como en el caso del carbón. El presidente-dictador era adecuado aquí en tiempos de Echeverría, pero en un país con mayor tradición democrática y en donde existe una razonable división de poderes, el presidente debe ser el Gran Conciliador, no el Gran Insultador.

Hay dos luces al final del túnel, afortunadamente para el mundo. Los republicanos han resultado buenos para quejarse y muy malos para gobernar, como muestra el fiasco del Trumpcare; se quedaron con la idea de ser el partido de oposición. Y van dos reveses que impone el poder judicial a las órdenes de Trump de bloquear el ingreso a ciudadanos de ciertos países musulmanes. La primera luz es una incompetencia que puede ser momentánea y los republicanos podrían eventualmente aprender a negociar entre sí y a gobernar. La segunda luz es mucho más importante, porque habla de un tercer poder, el judicial, que está mostrando que posee independencia y sabe resistir órdenes mal emitidas, aunque sean de su presidente. De los tres poderes, Trump tiene dos en la bolsa (ejecutivo y legislativo), al menos en teoría, porque ambas Cámaras son republicanas; falta ver si el tacto de pata de elefante que tiene Trump consigue forjar las alianzas necesarias para tener de su parte a los legisladores. El tercer poder, el que queda todavía independiente, en mi opinión seguirá independiente porque los jueces son en general personas mucho más preparadas que los senadores y diputados, ya que llegan al cargo federal o a la SCJ después de años de ejercer el oficio y de demostrar que saben hacerlo. Además, para variar también Trump ha insultado a los jueces, empezando por el de Seattle que impuso moratoria a su primer bloqueo a la inmigración; un ignorante universal ha insultado a profesional del derecho, ¿cambiará su opinión el juez?

La democracia, siendo un producto de los humanos en constante movimiento, tiene un fin previsible en Estados Unidos para este embrollo: cuando Trump termine su período, o antes, si los republicanos concluyen que es preferible sacrificar la siguiente presidencia que continuar con un inepto absoluto en el poder, y le aplican impeachment. En México, no sé qué sucederá: a pesar de los continuos descalabros que ha sufrido el país en este gobierno federal, el PRI está completamente dispuesto a pelear Edomex y enseguida la elección de 2018, lo que nos habla de que la caballada está flaca, verdaderamente flaca. Por otro lado, ¿de qué país salió esta caballada, qué nacionalidad tienen los candidatos a puestos de elección en México? Son mexicanos, nosotros los producimos, no deberíamos quejarnos tanto sino producir mejores políticos.

Pero aún no me repongo de la sorpresa de noviembre. Cierto que los alemanes eligieron a Hitler y nosotros trajimos de nuevo al poder a Santa Anna como seis veces, pero eso no cuenta, eso es nada más Historia. ¿O sí cuenta? Después de todo, ahí podríamos aprender que Nixon llegó a la presidencia después de boicotear el término de la Guerra de Vietnam, que Robespierre instauró el poder en nombre del pueblo, que Mussolini fue aclamado al principio y su cadáver terminó exhibido y escupido por la muchedumbre, que Augusto Gómez Villanueva quería la grande y despreció la gubernatura de Aguascalientes, quedándose sin la grande y sin la chica. Dicen que Julio César, conocedor del alma humana, estaba enterado de los rumores en el ejército porque todas las noches hacía presentarse a un soldado que le contaba los últimos chistes acerca de él, como este en forma de verso:

Ciudadanos, vigilad a vuestras mujeres: traemos a un adúltero calvo
Ha fornicado en Galia con el oro que tomó prestado de Roma.

A Díaz Ordaz, que estaba muy feo pero celebraba los chistes a su costa, se le acercó un día un periodista y le dice: “Señor Presidente, por ahí dicen que usted tiene dos caras, ¿es cierto?” Díaz Ordaz responde:

“¿Usted cree que si yo tuviera dos caras, andaría con ésta por la calle?”

Quizá sí convenga estudiar Historia, en materia de humanos nada está escrito.

 

PD El autor agradece a Yolanda Martínez Márquez su intolerable presión para terminar mi sabático.

[1] El papa es elegido mediante el voto de los cardenales, por lo tanto existe democracia en la religión católica.


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Rey por equivocación — 1 comentario

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