A lo largo de ocho temporadas, Jack Bauer salvó al mundo, o en su defecto a los Estados Unidos, o en su defecto a la Presidencia, hasta que la Presidenta, incapaz de negarse a su conciencia, dio por terminada la serie. En el camino hubo golpes, persecuciones, torturas, suicidios, un poco de romance que siempre terminó mal, y una mezcla de hombre de todos los días con superhombre, Jack Bauer.

La serie completa se ajustó a un formato de 24 episodios en cada temporada, cada episodio narraba una hora en tiempo real, y fueron en total ocho días de una de las series con la mayor cantidad de violencia que se han producido. Esta es una de las críticas más fuertes que se le han hecho, que presenta escenas de violencia cruda, de tormento y de asesinato realizadas por igual por los malos de la película que por el héroe; los críticos han querido ver en esto una apología de la violencia, pero yo creo que la serie no trata de justificar la violencia, sino muestra con una perspectiva más sincera la realidad de lo que sucede cuando un país grande y fuerte enfrenta amenazas; en este sentido, 24 horas es una de las series más honestas que yo conozco.

Para empezar, a lo largo de la serie hay ambigüedad con respecto al bien y al mal; no es como otras (Bones, CSI, The Mentalist) en donde los buenos son exactamente los personajes principales de la serie, lo que está bien es lo que ellos hacen, y los demás son las víctimas, los malos o cuando menos los tontos, por ejemplo las otras agencias del orden con las que los protagonistas tienen que colaborar. 24 Horas intenta hacer close up al alma de algunos de los protagonistas, como el Presidente Charles Logan, quien fue desenmascarado en una de las temporadas anteriores por Jack Bauer y tuvo que dejar la presidencia, pero no lo pueden meter a la cárcel porque mancharía a la institución de la presidencia y es condenado al exilio en un pequeño rancho de algunos cientos de acres. El actor que representa a Logan (Gregory Itzin) es probablemente la mejor actuación de toda la serie, un político dispuesto a hacer lo que sea necesario para escalar en el poder y para obtener algo de gloria, como en la 8ª temporada: sus actitudes, la manera de hablar, los tics que sistemáticamente utiliza cuando está con alguien, todo convence de que el espectador está ante un personaje ruin que de una manera u otra, como Lady Macbeth, lleva consigo y atraerá la desgracia a todos los que lo rodean.

El Presidente Logan se reúne en esta serie con villanos de varias nacionalidades, las que ahora están de moda para representar el papel de malos: naturalmente los árabes, los rusos, grupos políticos y empresarios dentro de EEUU, narcotraficantes, y un grupo disidente en una república africana inventada.

En la última temporada, 24 Horas toman como villano al grupo favorito, los árabes. Inventan una República Islámica de Kamistán que tiene un presidente idealista, Omar Hassan, quien está dispuesto a apoyar el proceso de paz que ha buscado durante su mandato la Presidenta Allison Taylor (actuada por Cherry Jones), pero los servicios de inteligencia descubren una posible amenaza que naturalmente, va a dar a la puerta de Jack Bauer, y contra su voluntad, pero siempre pretendiendo el bien y el honor, se enrola en la trama hasta el final. La amenaza consiste en sembrar una bomba nuclear sucia (no una explosión nuclear, sino materiales radioactivos dispersados por una explosión de TNT) en Nueva York, y está conducida por un grupo opositor al presidente Hassan; al final se descubre que los rusos y el ex – presidente Logan también están detrás de este asunto. Los productores tratan la fantasía con justicia, ya que presentan entonces en ambos lados, villanos y héroes, buenos y malos; los héroes siempre se cuestionan su quehacer (como la Presidenta Taylor) y los malos nunca, son malos al 100%; esta es probablemente la única señal de maniqueísmo que se ve en la serie.

La serie es realista porque presenta a los máximos dirigentes en las situaciones imposibles a que se enfrentan los que detentan el poder. Por ejemplo, los terroristas islámicos están dispuestos a entregar su bomba sucia a cambio del Presidente Hassan: ¿qué hacer en este caso? ¿Hacer cuentas de una vida vs. 500,000? ¿Negociar con los terroristas? Los asesores de la presidenta la presionan para uno y para otro lado, ella duda, y el guión resuelve el dilema permitiendo que Hassan se entere que su vida equivaldría a cientos de miles, y decide él mismo entregarse; los terroristas cumplen su palabra y revelan la ubicación de la bomba, y la temporada está a punto de terminar cuando todavía faltan cuatro horas para juntar 24.

La primera vez que la vi, juzgué que se les había agotado el ingenio a los guionistas y rellenaron las horas que faltaban con pequeñas intrigas y politiquería; la segunda vez la miré con más atención y concluí que esas cuatro horas son lo más interesante de toda la serie, las ocho temporadas incluidas.

La temporada 8 gira en torno a un inverosímil acuerdo de paz que ha impulsado la Presidenta Taylor, que se firmará en la sede de la ONU. Ella ha luchado mucho, al igual que el Presidente Carter en los setentas para reunir en la misma mesa a árabes y judíos, y todo está echado a perder después de que Hassan se entrega a los terroristas y es juzgado en una corte islámica y sentenciado al degüello; esa república ha perdido al presidente y estalla la guerra civil. Sin embargo, hay simpatizantes de Hassan que creen que su viuda es la indicada para dirigir el país, y naturalmente ella se sacrifica y acepta el reto. Superado este obstáculo, el embajador ruso (que no parece ruso, sino inglés, posiblemente porque el actor Graham McTavish es escocés) empieza a rondar el escenario y a presentar sus dudas sobre el acuerdo de paz a la Presidenta, y entonces todo el proyecto está a punto de venirse abajo otra vez porque sin los rusos no podría salir adelante. Ahí aparece providencialmente el ex presidente Charles Logan, recomendado por uno de los asesores de la presidenta, y ofrece sus servicios de buena voluntad para jalar algunos hilos y empujar el asunto para que vuelva a la dirección correcta. Los hijos que jala Logan son los de Rusia, que está detrás de todo esto y no había tenido de mandar al embajador con dudas sobre el proceso de paz, porque confiaban los rusos que con la bomba sucia bastaría para estropear el asunto. Logan ejerce el arte para el que está más dotado, la intriga, y amenaza al Presidente Ruso Subarov de desenmascarar su participación con los rebeldes islámicos si no va a Nueva York a para firmar el acuerdo de paz. Subarov hace sus cálculos y decide sacrificar a los peones islámicos para no enemistarse con Taylor, y accede a viajar. Todo saldría bien si el secreto pudiera ser guardado, pero para eso está Jack Bauer.

El desenlace de la serie es interesante, y es una de las razones por las que yo la considero honesta. Jack Bauer está terriblemente dolido y resentido porque un francotirador ha asesinado a René Walker, agente del FBI que había aparecido junto a él en la temporada 7, y terminan amándose como sería posible amar en medio de una guerra. Una vez muerta ella, Bauer se olvida de los Estados Unidos, de su patriotismo, se inunda de rabia y de sed de venganza y se dedica a seguirle la pista al asesino, al que finalmente encuentra, acorrala, amarra contra una columna y destripa (literalmente), averiguando que es un agente ruso, que depende del embajador ruso, y que los rusos están detrás de los terroristas islámicos y que el ex – presidente Logan estaba enterado desde antes, pero como no tenía nada que ganar, no dio aviso, y ahora que sí tiene algo que ganar, ofrece sus servicios. El mensaje llega a la presidenta Taylor en los momentos críticos anteriores al acuerdo, que ya se estaba tambaleando porque la viuda Hassan había descubierto la participación rusa detrás de los terroristas en su país, y dudaba entre su rabia personal de compartir la firma con los instigadores del fin de su esposo, o sacrificar su persona y su molestia, y aceptar la paz.

Y así, al final, todo queda en manos de Taylor: ha juntado todas las piezas de información y sabe que los rusos estuvieron detrás de los terroristas y de la bomba sucia, que Logan estaba enterado pero que no hizo nada, que por culpa de ellos murió el presidente Hassan y que ahora tendría que poner su cara diplomática frente al mundo, junto al presidente ruso y la viuda Hassan.

En la vida real, el presidente de EEUU firmaría el acuerdo. En 24 Horas, Taylor se rehúsa con la pluma fuente en la mano, da por terminada la conferencia de paz sin haber firmado la paz, y se dispone a entregar su renuncia y a asumir las consecuencias de haber solapado a Logan. Logan se suicida, Jack Bauer es rescatado de los esbirros de Logan que iban a matarlo, y la serie termina.

Con dos excepciones, en mi opinión la serie es realista desde el punto de vista que narra lo que harían (o han hecho) las personas encargadas de la seguridad de EEUU: muertes, amenazas, torturas, intervenciones telefónicas, intrigas, traiciones, sobornos, engaños: a lo largo de toda la Historia (elimine usted gentilmente los teléfonos desde 1910 para atrás) han sido los ingredientes de cada día en las luchas por el poder en todo el mundo. Es cierto que ya tenemos suficiente violencia en la TV como para todavía ver que Jack Bauer destripa al matón ruso Pavel Tokarev (interpretado por Joel Bissonnette; incidentalmente, Tokarev es una pistola rusa, y no creo que sea coincidencia), y si alguien quiere criticar la serie por esos motivos, estoy de acuerdo.

El primer detalle irreal es la decisión final de la Presidenta de cancelar el acuerdo de paz, basada en motivos de conciencia. Llegado a ese nivel de poder, la mayoría de las decisiones que toma un gobernante pueden verse como una elección de a quién ayudar y a quién perjudicar; el poder es tan complejo, porque complejos son los intereses humanos, que entre todos los ciudadanos nos encargamos de poner a la consideración del gobernante, en cada decisión, intereses tan encontrados, que le hacemos imposible una decisión fácil, e inevitable una decisión cuestionable. Creo que el presidente Echeverría ha sido el único que, en un gesto heroico e inútil, siguió los dictados de su conciencia cuando el golpe de estado contra Salvador Allende. El poder llega cubierto de compromisos, y no es posible librarse de ellos.

La otra razón irreal es probablemente un lapsus de los guionistas, que piensan que lo importante en una conferencia de paz es la participación norteamericana, y los demás son actores de relleno. O probablemente es un cálculo deliberado de que el espectador promedio de series de TV es estúpido y nunca se va a preguntar cuáles eran los países beligerantes, como para juntarlos en una conferencia de paz. En 1978 el Presidente Carter juntó a los judíos y a los egipcios, que habían estado en guerra desde 1967, para que firmaran la paz, y probablemente este episodio real sirvió de inspiración a los guionistas, pero se les olvidó juntar los judíos, o al que haya sido el enemigo de la República Islámica de Kamistán. Esta es la única vez que yo he visto que se hable de un acuerdo de paz en donde hay un solo contendiente. ¿Con quién peleaba?

Como todos los productos exitosos, esta serie tiene sus partidarios y sus detractores. Superficialmente, la serie es entrenamiento puro mediante el recurso de la acción intensa, la intriga y la violencia explícita. Pero la serie admite otra lectura, algo parecido a la sorpresa que me llevé cuando descubrí, gracias al libro Para leer al Pato Donald (Ariel Dorfman y Armand Mattelart, Siglo XXI Editores), que aquellos monitos de mi infancia, tan simpáticos, estaban cargados de ideología[1]. Porque al igual que Supermán, Capitán América, las innumerables películas de guerra norteamericanas, Batman y CSI, también 24 Horas tiene ese ingrediente que después de dos siglos y medio está totalmente asimilado a la cultura norteamericana: los EEUU son diferentes al resto del mundo y son mejores, que ellos llaman American Exceptionalism. Pero al contrario de esos otros ejemplos, 24 Horas invita a reflexionar también en los problemas inherentes al ejercicio del poder.


[1] Si usted duda de que haya carga ideológica en el Pato Donald, lo invito a recordar el episodio donde Rico Mac Pato sufre un golpe en la cabeza y se vuelve malvado, pero sigue siendo un genio; en el resto del episodio se vuelve un aliado de los Chicos Malos, los controla y logran ejecutar robos maestros, hasta que otro golpe lo vuelve a la normalidad. La moraleja es que Mac Pato era un genio bueno, aunque nadara, literalmente, en dinero.

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