Hace más de dos años un lector me sugirió escribir sobre el Tratado Guadalupe Hidalgo, que dio por terminada la guerra entre México y Estados Unidos (1847), cediendo nuestro país todos los territorios del norte; acepté la sugerencia  y empiezo ahora a saldar esa deuda, con la intención de cubrir en algunos artículos los antecedentes y las circunstancias que hicieron posible ese desenlace, porque el problema de perder Texas, Nuevo México y California no puede entenderse sin mirar todo el contexto que dio origen a esa guerra; el Tratado es una parte importante de esta historia, pero una parte minúscula comparada con todo lo que llevó a nuestros países a firmarlo.

 

La población y superficie de Estados Unidos y México a principios del S. XIX eran así:

México

Estados Unidos

Población en 1790

4.8

3.9

Población en 1800

5.1

5.2

Población en 1820

5.9

9.6

Superficie en 1800

4

2

Población, en millones; superficie, en millones de km2

 

Juzgando más por estos parámetros importantes, podríamos pensar que la fortaleza de ambos países era comparable a principios del siglo XIX. Pero bajo esta igualdad aparente se esconden muchísimas desigualdades, casi todas desfavorables a México. La primera apareció en 1803 cuando EEUU dobló su superficie comprando Luisiana a los franceses[1], terreno de calidad inmejorable para asentamientos humanos, agricultura, comercio y transporte a través del Mississippi.

¿Por qué adquirió EEUU la Luisiana y no lo hizo la Nueva España? Hay algo de perversidad contra México en esta historia, puesto que tanto uno como otro tenían territorios adyacentes a la Luisiana, ambos podrían haberse interesado en ella, pero a los franceses, que estaban en guerra contra Inglaterra y contra España, no les convenía favorecer a la Nueva España (colonia de España) pero en cambio sí a EEUU (recién liberado de Inglaterra), porque de esa manera debilitaba al enemigo más fuerte de Francia, que era Inglaterra. Así de simple. Aunque la Nueva España tuviera el dinero y quisiera comprarla, Napoleón no le hubiera vendido Luisiana. Una vez que se cruzó este umbral, Estados Unidos entró a la liga de las Grandes Potencias, ahí siguen ellos y aquí estamos nosotros.

Pero inclusive esta operación no estaba predeterminada, por ejemplo en el caso de que Norteamérica fuera todavía colonia de Inglaterra en 1803; en ese caso, Francia no les hubiera vendido nada. En turno, podemos preguntarnos ahora por qué Estados Unidos conquistó su independencia antes que México, puesto que la Nueva España tenía un siglo más de existencia; las razones de este adelanto son también válidas para explicar la pérdida de Texas, las veremos ahora.

1-Los pueblos.

Las trece colonias que dieron origen a Norteamérica eran un grupo homogéneo en raza y religión, el idioma predominante era el inglés, y todos los colonos eran esencialmente iguales porque no llegaron con títulos nobiliarios ni con prebendas del rey que pusieran a unos encima de otros. El país de origen era principalmente Inglaterra, un lugar en donde habían avanzado mucho para sacudirse la herencia medieval del absolutismo real y del dominio de la religión en la vida pública; habían impuesto la Carta Magna al rey en 1214, disponían de Cámaras que legislaban, y existía un corpus legal que daba garantías al súbdito del país. Inglaterra fue el origen de teorías económicas revolucionarias y de muchos científicos que lograron grandes progresos. Consciente que el crecimiento de su país estaría en el comercio y la actividad económica, desarrollaron una flota que llegó a dominar los mares. En resumen, era un país que se movía por las iniciativas de sus ciudadanos, el rey tenía un papel controlado por las cámaras, había libertad religiosa y entre la clase media que había surgido, todos eran iguales y triunfaba el más capaz.

Los colonos que llegaron a Norteamérica heredaron esta cultura: vinieron al nuevo mundo a buscar tierras para trabajarlas[2]. Formaron una comunidad de hombre libres, iguales entre sí, el trabajo de cada quien se consideró el valor más importante, tenían tanta tierra como quisieran cultivar o reservar para su ganado, y se juzgaban inter pares, es decir por medio de un jurado, de acuerdo al derecho anglosajón; dependían de la corona inglesa, pero ya que Norteamérica no producía oro ni plata, el rey no tenía puesta tanta atención en ella y los dejaba hacer las cosas a su gusto. En mi opinión la parte más importante fue que eran homogéneos racialmente, en idioma y en religión cristiana, y que llegaron a América no como quien busca un tesoro sino como quien quiere tierras para trabajarlas.

En cambio México fue desde la Conquista un hervidero de razas con idiomas, religiones y culturas diferentes. Predominó la raza blanca, pero lo hizo al modo español y católico: los conquistadores vieron en los indios materia humana para que trabajara para ellos, los frailes vieron almas que convertir al cristianismo. Los españoles llegaron armados con derechos definidos por privilegios heredados y con las prebendas que el rey les otorgaba; desde el palacio de El Escorial, Carlos V y Felipe II distribuían a su criterio las tierras de la Nueva España entre sus favoritos o recomendados. España era un país que se aferró a la monarquía absoluta de la casa de los Borbones; se consideraba que las diferencias sociales habían sido dadas por Dios (o por el rey, en su defecto) y la Iglesia Católica jugó un papel importante en la vida pública y privada de España durante siglos; por ejemplo, Felipe II se empeñó en la guerras de religión libradas en el norte de Europa, no le alcanzó la plata extraída en América y a causa de eso el país entró en bancarrota. Los ingleses habían inventado el liberalismo y dejaban y alentaban a los individuos a emprender actividad comercial, y en cambio España siguió la política de hacer intervenir al Estado en toda actividad económica, regulando y dirigiendo (o entorpeciendo, según se quiera ver). En Inglaterra las decisiones individuales contaban cada vez más, en España la voluntad por excelencia era la del rey. Con estos diferentes bagajes culturales, los ingleses que emigraban a América no le hacían el feo a labrar la tierra, pero los españoles que llegaban buscaban la manera de obtener una concesión real; los títulos significaban poco en Norteamérica y eran todo en México: tierras o minas o aduanas.

Los ingleses encontraron poca población nativa en ese gran territorio: no eran muy abundantes, no estaban organizados, vivían dispersos en pequeños grupos, tenían costumbres nómadas primitivas comparadas con las europeas y con las de los indios de México; no podían oponer gran resistencia y los ingleses adoptaron la política de acabar con los indios, concediendo poco o ningún valor a sus vidas ni a sus culturas. Aquí, los españoles se encontraron con grandes culturas que tenían una organización vieja y compleja, que habían logrado progresos en arquitectura y en urbanismo, como la red de canales que estaba en el Valle de México. Los indios opusieron resistencia, fueron aniquilados militarmente y después diezmados por las enfermedades traídas de Europa, para las que los nativos no habían desarrollado inmunidad; entre guerras y epidemias, murieron indios por millones. Una vez que sometieron a los indios, los conquistadores intentaron incorporarlos a su civilización como ciudadanos de segunda, lo que creó un problema permanente para conquistadores y dominados.

Hallar tierra en Norteamérica era cuestión de talar algunas hectáreas de un bosque, construir una casa y reservar el resto para cultivos o ganado; se podía hacer así porque casi todo estaba deshabitado y en casi cualquier dirección se podía avanzar sobre terreno plano; en la Nueva España tuvieron que tomar en cuenta los asentamientos humanos que ya existían, y ahí aparecían las autoridades para tratar de regular el asunto. Como resultado, Norteamérica creció al principio como un país de granjeros, los yeomen de Jefferson, en los que él creía que estaba el futuro de su patria; en la Nueva España las ciudades concentraron más población. La propiedad de la tierra estaba mejor distribuida en Norteamérica, casi el 80% de los hombres adultos poseían alguna; al contrario en México, la tierra estaba concentrada en unas pocas manos privadas, y en las de la Iglesia.

La postura española de civilizar a los indios produjo un régimen paternalista en donde se les permitió vivir, pero en condiciones subordinadas a los europeos. Aproximadamente el 60% de la población eran indígenas, 18% españoles y sus hijos, y 22% eran mestizos, la mezcla de españoles con indios. No existió la esclavitud, pero en cambio se tenía una sociedad de castas en donde no había manera, siendo indio o mestizo, de llegar a formar parte de los círculos privilegiados.

La diferencia principal entre los pueblos en uno y otro lado era, en resumen: en Norteamérica cualquier persona podía avanzar y progresar hasta los mejores puestos, porque no había impedimentos de clase; en la Nueva España, los de abajo estaban condenados a ser siempre los de abajo, y los que dominaban, lo hicieran bien o mal, seguirían siendo de la clase dominante.

2-El terreno.

Las trece colonias inglesas estaban ubicadas junto al mar, en una franja de terreno que tenía una frontera al Oeste porque no había quien colonizara más allá, no porque el lugar les opusiera límites al avance. Todo esa tierra, extendida en todas en todas direcciones excepto hacia el mar, permitía avanzar ininterrumpidamente, crear nuevas ciudades, granjas y pueblos; el terreno era relativamente plano, con muchos ríos, algunos buenos para la navegación varios kilómetros adentro. Por el contrario, México fue un país de contrastes físicos desde el principio: una franja de tierra plana pegada al Golfo, que fue prontamente ignorada porque los españoles querían llegar al oro de los aztecas; luego la Sierra Madre Oriental, y más allá el Altiplano, donde siempre han estado las principales ciudades. El Altiplano es propicio alrededor de México, pero más al norte se va volviendo seco y desértico y no había mayor incentivo para establecerse ahí, excepto por las minas de San Luis y Zacatecas.

Estas diferencias crearon condiciones opuestas para el desarrollo de caminos y para el transporte, porque en México se atraviesan altas montañas y porque aquí no hay ríos navegables. Esto significó que el comercio y las comunicaciones se desarrollaron mucho más en Norteamérica, y este intercambio de personas, conocimientos y mercancías significó riqueza. Además, una vez que obtuvieron Luisiana, podían navegar miles de kilómetros tierra adentro y acarrear mercancías desde Minnesota hasta Nueva Orleans navegando el Mississippi, el medio de transporte más barato de todos. Creo que la razón principal por las que Rusia tardó siglos en colonizar Siberia fue precisamente porque no existe ahí un río que corra de Este a Oeste que una Siberia con Moscú, ahí todos los ríos corren en la dirección “equivocada”, de Norte a Sur[3]. Este alejamiento de la capital permitió que para los rusos Siberia fuera un lugar de destierro; en cambio, para los norteamericanos el Oeste fue un polo de atracción.

Esta homogeneidad del terreno favoreció una mejor distribución de la riqueza, porque el terreno estaba ahí, fértil y esperando, para cualquiera que quisiera trabajar; repetidos éxitos como nación y la convicción de que habían dejado detrás a una Europa emproblemada contribuyeron a crear el mito del excepcionalismo norteamericano, de que ellos eran y son (?) mejores que resto de los pueblos. México tuvo en cambio el opuesto de estas condiciones naturales, lo que contribuyó a la desproporción entre la riqueza de estos dos países.

Por ejemplo, las dificultades en el transporte hacían que las regiones buscaran la autosuficiencia en vez de comerciar con otros lugares: llevar provisiones de Xalapa a la Ciudad de México por los malos caminos de entonces significaba riesgos y gastos que consumirían todas las utilidades. Estas condiciones favorecieron el aislamiento y el atraso, puesto que se dejó que el resto del mundo avanzara mientras México seguía como estaba en el siglo XVII.

3-Gobierno

Las trece colonias eran esencialmente comunidades autogobernadas, que se bastaban a sí mismas, no requerían otra cosa de la Corona sino que los dejaran en paz, y administraban la justicia por el método anglosajón, ser juzgados por jurado; todos se consideraban iguales en derechos; como consecuencia, también se vio como cosa natural la libertad religiosa. En cambio en México había una explícita pirámide social con los españoles arriba, luego los criollos, luego los mestizos y al final los indios. La punta de la pirámide estaba en Madrid, con el Rey, y la lejanía del poder último provocó una madeja de legislaciones que en donde casi cualquier asunto podía convertirse en un embrollo, como los que narra mi hermano Jesús en los artículos que he reseñado[4]; los asuntos en la Nueva España, como ahora, tenían que resolverse por compadrazgo, influyentismo, soborno o intimidación. Existía una sola religión autorizada, ayudada fraternalmente por la Inquisición para que nadie se fuera a descarriar. Esta circunstancia de tener una religión oficial y prohibidas las demás, se quedó grabada en nuestros genes y ha producido en el curso de nuestra historia otras perversiones, como el clericalismo y el anticlericalismo durante el siglo XIX, y la persecución religiosa de Calles en 1929; incidentalmente, creo que las razones de fondo en esos tres casos eran luchas de poder y no cuestiones religiosas, como creo que ha sucedido en todas las guerras de religión que ha habido en el mundo.

Los norteamericanos desarrollaron desde el principio una tradición democrática, eligiendo a los dirigentes en cada comunidad; en cambio en México, los nombramientos venían de España, junto con el intento de la Corona de controlar toda la vida de sus colonias, en particular el aspecto económico. El Rey, para hacer valer su poder, concedía los mejores puestos a sus leales, por ejemplo la codiciada aduana de Veracruz; creo que esto nos creó una mentalidad de que la riqueza y el bienestar nos llegan como dones de más arriba, en vez de pensar como lo hicieron los norteamericanos desde el principio: la riqueza y el bienestar consistían en tener unas cuantas hectáreas y hacerlas producir con el propio trabajo, no con el trabajo de los indios.

4-Independencia.

En Estados Unidos se dio principalmente por motivos económicos, ya que los colonos no querían aceptar los impuestos que les impuso la Corona para solventar sus gastos en guerras europeas. Los organizadores del movimiento cristalizaron sus opiniones en dos documentos que reflejaron acertadamente el sentir de las Colonias y que son, todavía hoy, modelos a imitar: la Declaración de Independencia, y la Constitución. Fueron elaborados por personas como Thomas Jefferson, quienes creían en Dios pero no favorecían ninguna religión en particular; su concepción era deísta, una creencia en Dios como ser supremo y creador, pero que se mantiene al margen de los acontecimientos humanos. Desde su creación, los Estados Unidos han practicado la tolerancia religiosa y se han ahorrado guerras y luchas con motivo de religión. La Constitución previó adecuadamente una distribución del poder entre las ramas ejecutiva, legislativa y judicial, y este documento continúa vigente, con unas pocas enmiendas, considerando que tiene más de doscientos años de existencia.

La guerra de independencia norteamericana duró siete años y a partir de ese momento el país ha dirimido sus diferencias en la arena política, con excepción de la Guerra de Secesión, que pudo ser porque los constituyentes cometieron un error histórico: por presiones de algunos Estados permitieron la esclavitud, en violación abierta de lo establecido en la Declaración de Independencia, donde se aceptaba que todos los hombres eran iguales.

En México también había resentimientos contra la corona española, pero eran tantos y además se les juntaban los muchísimos resentimientos internos, que el país se paralizó en su avance, como enredado en una madeja de rencores. Internamente los problemas se daban, principalmente, a nivel de agravios y rencores entre los cuatro grupos: los peninsulares detentaban los cargos mejores, se beneficiaban y oprimían al resto de la población; los criollos eran superiores a mestizos e indios, pero resentían que las mejores posiciones las ocuparan siempre los nacidos en España; los mestizos no podían llegar a cargos públicos y tenían que contentarse con trabajos artesanales, pero se consolaban pensando que eran mejores que los indios; finalmente, los indígenas eran oprimidos por todos, se les atendía paternalistamente y no se les dejaba crecer, y sentían odio y rencor contra todas las otras clases sociales. Las clases dominantes, que eran menores en número, sentían miedo de las clases bajas, a las que identificaron con muchos títulos despectivos: léperos, raza, chusma, turba. El miedo era, en particular, por el pensamiento de que los oprimidos pudieran levantarse, quitarlos de sus posiciones, destruir su modo de vida y seguramente tomar represalias contra sus personas. Este crisol de sentimientos encontrados contrasta con las relaciones planas que se daban en las colonias inglesas, compuestas por un grupo homogéneo en donde todos se consideraban iguales.

En México, el rey español era lo que mantenía unido el tejido social; la independencia no fue lanzada por los criollos, a pesar de que de buena gana se hubieran librado del rey, porque temían que al quitar la figura del rey, la Nueva España caería en manos de la chusma y la anarquía resultante, y los criollos y españoles serían las primeras víctimas, que fue más o menos lo que pasó una vez consumada la Independencia. Con estos temores a futuro, juntados con los temores presentes a la chusma, a las clases dominantes les dio “parálisis por análisis” y no tomaron la iniciativa.

El 16 de septiembre de 1810 apareció el cura Hidalgo convocando a las clases bajas a levantarse en armas contra el gobierno; el grito de guerra fue “viva la Virgen de Guadalupe, mueran los gachupines”. Consiguieron algunos triunfos, pero el ejército realista los fue dominando, los persiguió, y finalmente fusilaron a Hidalgo en Chihuahua en 1811. Después de eso la lucha armada languideció y se diluyó durante muchos años, hasta 1821. Habían pasado muchas cosas en España y el prestigio del rey ya no era el mismo que en 1800: la invasión napoleónica, las Cortes de Cádiz, la abdicación y regreso de Fernando VII; los criollos veían un poder central disminuido y sintieron que tenían que tomar la iniciativa. Uno de ellos era Agustín de Iturbide, oficial realista y conservador, que había luchado contra los insurgentes; habló con sus amigos, convocó al jefe rebelde Vicente Guerrero y lo convenció de que se unieran para derrocar al gobierno. Lanzaron juntos el Plan de Iguala (24.2.1821) que efectivamente pretendía librarse de la tutela española, pero que era un compromiso entre las distintas clases sociales alrededor de las llamadas tres garantías: religión, independencia, unión. La última significaba que por decreto ya no existirían problemas entre los cuatro grupos principales en que se dividía la sociedad mexicana, y esta condición, paradójicamente puesto que hablaba de unión, llevaba el germen de la discordia y preparaba todos los problemas que México vivió en el siglo XIX: se pretendía que ya no hubiera problemas de clases, pero dejando todas las cosas como estaban, es decir: los criollos seguirían gobernando, los mestizos e indios cargando con el peso del trabajo y de la opresión, y respetando los fueros que protegían tanto al ejército como a la iglesia. En otras palabras, los criollos se apoderaron de la lucha de independencia y la consumaron, aprovechando el descontento de las bases, para dejar las cosas como estaban, simplemente cambiando de gobernante.

Iturbide consiguió atraer a los oficiales criollos porque los españoles habían cometido un error. Al prolongarse la guerra, desconfiaban más y más de todo mundo, en particular de las filas de los soldados, casi todos indígenas; pidieron que vinieran tropas españolas, y a estos recién llegados les tocaban los mejores puestos en el ejército. Los veteranos que llevaban años combatiendo a los rebeldes se sintieron agraviados al verse rebasados por recién llegados, y vieron que esto se debía a una desconfianza de las autoridades de cualquiera que no fuera español, y que eso no tenía remedio. Iturbide les ofreció una salida al problema, y la tomaron.

La guerra de independencia se consumó sin batallas contra España, pero sin resolver los problemas de origen. Iturbide cometió un error político y dejó que se convocara un Congreso de corte liberal; éste quería disminuir al ejército, que era la base de poder de Iturbide; oportunamente la turba y el ejército se agolparon para proclamar emperador a Iturbide, el congreso cedió y empezó el Imperio.

El 1 de enero de 1923 aparece en escena Santa Ana, sublevándose en Veracruz; dos meses después, Iturbide abdica. México se queda sin rey, sin gobierno y sin solucionar ningún problema de fondo.

5-Opiniones.

Un visitante francés en los Estados Unidos, Alexis de Tocqueville escribió hacia 1830:

Ninguna novedad me impactó más durante mi estancia aquí, que la igualdad de condiciones. Fue muy sencillo ver cómo este simple hecho tuvo influencia en el curso de la sociedad.

Alexander von Humboldt escribió de nuestro país hacia 1800:

México es el país de la desigualdad. En ninguna otra parte existe tan temible diferencia en la distribución de fortuna, civilización, cultivo del suelo y población.

Mariano Otero escribió hacia 1848:

En México no hay, ni existe la posibilidad de desarrollar un espíritu nacional, puesto que no hay Nación.

Como el objetivo de estos artículos es entender mejor el resultado de la guerra entre Estados Unidos y México, será conveniente considerar un opinión sobre un asunto más concreto, los obstáculos con que se encontró México para desarrollarse económicamente, ya que economía y capacidad militar van de la mano.

El historiador John Coatsworth escribió en 1960 su estudio Los obstáculos al desarrollo económico en el siglo XIX, en donde encontró cuatro problemas principales:

  1. La administración española hizo un mal manejo de la economía durante la Colonia.
  2. La tierra estaba mal repartida, porque grandes extensiones estaban unas pocas manos y los campesinos, en estas condiciones, no tenían perspectivas de mejoría.
  3. La Iglesia Católica concentró en ella grandes riquezas que fueron empleadas en su propio beneficio y no se hicieron circular en la economía, para que este movimiento generara nuevas riquezas.
  4. Mal transporte. Las condiciones del terreno y la ausencia de ríos navegables dificultaron la creación de una red adecuada de caminos, esto dificultaba las comunicaciones, producía aislamiento de las comunidades, poco intercambio de mercancías, poco movimiento económico.

[3] George Friedman: The Next Decade.

[4]https://jlgs.com.mx/resenas/hoy-como-ayer-resena-de-un-articulo-de-jesus-gomez-serrano/ y https://jlgs.com.mx/articulos/aguascalientes/ciudad-viva/


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