(primero de una serie de artículos sobre el tema)

1-Mahoma

La fecha oficial del inicio del Islam es el año 622 después de Cristo: se recuerda el momento en que el profeta Mahoma salió de La Meca, donde sus ideas habían generado el rencor de la clase gobernante, y huyó a Medina, unos 300 km al norte, donde lo habían invitado a fungir como mediador entre los grupos que vivían ahí. Esta acción se conoce como la Héjira, es el año 0 para los musulmanes, y señala el principio oficial de la religión del Islam.

Mahoma nació en La Meca el año 570, quedó huérfano desde niño y fue educado por un tío. Entró a trabajar joven con una viuda rica, Jadiya, 15 años mayor que él; se casó con ella, tuvieron varios hijos y una vida feliz como pareja. Mahoma aplicó su inteligencia y su dedicación a mejorar los negocios de la esposa, y empezó a utilizar sus momentos libres para retirarse a una cueva cerca de la ciudad, donde recibió revelaciones: sentía que Dios le hablaba a través del arcángel Gabriel, pero su mensaje era confuso, y solamente alcanzaba a distinguir la orden “¡recita!”; preguntaba qué recitar, y volvía a recibir la orden. Al final sintió que se formaban adentro de él palabras de una grandeza terrible: Recita en el nombre de tu Señor, el Creador; creó a los humanos de una gota de sangre; ¡recita! ; Porque tu señor es lo más hermoso; Él, que enseñó a los humanos con la pluma; enseñó a los humanos lo que no conocían.

El acto de “recitar” se convirtió en un ícono de la cultura islámica: se reúne aquí la veneración al Dios único, la sumisión del humano ante la Divinidad, y la veneración del Islam por la lengua árabe. Ellos consideran que el árabe es la lengua más perfecta y la más hermosa; llegan a decir que fue dada por Dios al hombre. Para los lingüistas es un idioma del grupo semita, emparentada con el hebreo. La recitación del nombre de Dios, Alah, se repite varias veces al día en todo musulmán, cuando se postra en dirección a La Meca y reza de acuerdo a las enseñanzas del Profeta.

Después de las apariciones en la cueva, Mahoma empezó a predicar entre la gente de La Meca y a ganar adeptos para su causa, que era un rompimiento con las tradiciones del lugar. El punto central era el monoteísmo estricto que predicó Mahoma, oponiéndose a las diversas prácticas religiosas que se celebraban en La Meca, un centro de peregrinación de muchas creencias, donde la gente llegaba para adorar a sus respectivos dioses; esta actividad era una fuente de riqueza para la ciudad, y cuando Mahoma dijo que solamente hay un Dios, Alah, atacaba no únicamente las creencias de mucha gente, sino la fuente de ingresos del grupo dominante de la ciudad. Se generaron fricciones, amenazaron a Mahoma, y esa fue una de las razones de que huyera a Medina. No huyó solo, sino con un grupo de familias que se habían convertido a su nueva fe, y que empezaron a guardar en su memoria las palabras que les transmitía el Profeta, las que declaraba que se las había revelado directamente Dios: estas revelaciones, almacenadas en la memoria de sus seguidores, constituyeron después el Corán.

Mahoma instaló en Medina una sociedad teocrática, donde él era la cabeza y las leyes eran la Revelación dada por Dios al profeta. Una noche viajó en forma milagrosa hasta Jerusalén y después vio los cielos y habló allá con los anteriores profetas: Abraham, Moisés y Jesús. Mahoma reconoció las afinidades entre el Islam y las religiones judía y cristiana, y él fue declarado el último de los profetas, el número 124. Los islámicos consideran que los cristianos y los judíos son pueblos del libro, reconociendo el origen y las tradiciones comunes, y tuvieron en esa época consideraciones especiales con ellos en Medina: se les permitió vivir en la ciudad pagando un tributo, privilegio que no fue dado a los demás pueblos, paganos: con éstos, la opción era convertirse al Islam o irse a vivir a otro lado.

El Islam nació en Arabia: una superficie enorme (más de 3 millones de km2) que es principalmente desierto, poblada por pequeñas comunidades que aprendieron a viajar en el desierto con camellos, y que se dedicaban a facilitar el transporte de mercancías hacia y desde Asia. Una civilización nómada difícilmente crea un legado cultural importante y prácticamente no deja construcciones; su misma forma de vivir, siempre pendientes de la amenaza del desierto y siempre con el temor de ser atacados, había formado durante siglos a gentes belicosas, organizadas en forma patriarcal, y acostumbradas a resolver sus diferencias mediante el uso de la fuerza. Mahoma fue un producto de estas circunstancias, y las superó: en Medina organizó a toda la ciudad en torno a su persona y a sus enseñanzas, y cuando las circunstancias fueron propicias o cuando fue necesario, participó como guerrero. Atacaron una caravana que iba a La Meca; los de esa ciudad organizaron un ejército para atacar a Medina, pero la batalla de Badr (año 624) se selló la derrota de los mecanos. Ese fue el inicio del poder islámico. En los años siguiente conquistaron La Meca, abolieron los centros de adoración politeístas que había ahí, y dejaron uno solo, en torno a la Kaaba, una piedra negra que todavía se conserva y que es el centro espiritual del Islam.

El Profeta acrecentó su poder personal, pero no su fortuna. Fue, como Jesús, un profeta pobre, desinteresado en los bienes materiales, cosiéndose su propia ropa y dispuesto a ayudar a sus semejantes. Su esposa Jadiya murió en 619; hasta ese momento había sido la única esposa, pero después se casó Mahoma con varias mujeres, legalizando con su ejemplo la poligamia y creando para el Islam posterior dos problemas: primero, que la sumisión de la mujer al hombre representada por la poligamia puso a la mujer en un lugar de menor importancia que al hombre, y con este hecho, impidió o hizo más difícil el desenvolvimiento de las potencialidades de la mujer (para todo grupo social, descartar o disminuir las potencialidades del 50% de sus miembros es inconveniente); segundo, las críticas que esta disparidad ha generado en otras sociedades, principalmente modernas. Es quizá entendible la poligamia en una sociedad en donde los hombres se iban a la guerra y no regresaban, dejando viudas; pero a medida que la guerra ha dejado de ser un elemento cotidiano en casi todas las sociedades, ese argumento deja de existir. La personalidad de Mahoma y su capacidad de liderazgo unificaron al pequeño mundo islámico del año 0 después de la Héjira y lo mantuvieron así durante el resto de su vida, diez años más. Cuando murió el año 632, el Islam era un poder consolidado en la mitad occidental de Arabia, al menos tan consolidado como podía ser en una región de naturaleza hostil, habitado por nómadas y que podía ser sujeto de invasiones por muchos lados.

2-Años de conquista

La comunidad islámica, todavía pequeña, pudo mantenerse unida en la designación del sucesor de Mahoma: eligieron a Abu Bakr, que había sido su amigo más cercano. Su forma de gobierno dio la tónica de los siguientes siglos: el Islam avanzaría mediante las conquistas; a los pueblos conquistados se les daría la oportunidad de convertirse al Islam, y en el caso de los cristianos y judíos, de permanecer en el lugar pagando un tributo. El Islam se convirtió en una fuerza aglutinante de todos los pueblos árabes, que unieron su fuerza bajo el poder de la nueva fe y se lanzaron a conquistar todo a su alrededor. En 638 conquistaron Siria y Palestina; en 642 dieron por terminados mil años de Impero Persa; en 698 habían tomado la costa norte de África, y en 711 llegaron hasta España. En menos de un siglo habían alcanzado una superficie mayor que la que llegó a tener el Imperio Romano. Los musulmanes ven en estos avances una prueba de la mano de Dios, pero los historiadores se empeñan por encontrar otras explicaciones.

Por ejemplo, el carácter pragmático de sus conquistas: “¿eres cristiano y no quieres convertirte? No hay problema, páganos un tributo.” Para el hombre conquistado era un alivio que lo dejaran con vida, y un regalo que además le permitieran vivir ahí mismo; pero el asunto no despreciable de ahorrarse el tributo hizo que muchos cristianos abrazaran el Islam, principalmente en el norte de África, que había sido la cuna de uno de los grandes doctores de la Iglesia (San Agustín) y tenía en el siglo VII importantes comunidades cristianas en toda la región, antigua parte del Imperio Romano; sin embargo, después de la conquista árabe, el cristianismo fue prácticamente borrado de la faz africana. Los que persistieron en sus creencias, sobre todo en las zonas fronterizas del avance musulmán, como España, aprendieron en el curso de los siglos a vivir una coexistencia pacífica de religiones que el mundo no ha vuelto a ver. Hay una historia que vale la pena conocer. En el siglo X el rey Sancho el Gordo estaba en el trono de León, al norte de España. Le molestaba su gordura y la mofa que hacían de él, así que decidió visitar a un doctor judío llamado Hisdai ibn Shaprur que vivía en Córdoba, ciudad que estaba regida por el musulmán Abdul Rahman. Sancho viajó a Córdoba, se hospedó con Abdul mientras el médico judío lo atendía, y regresó esbelto a su tierra, con un tratado de amistad firmado con el gobernante islámico; esta pequeña historia nos muestra la fase amable y posible, pero desgraciadamente escasa, de amistad entre religiones.

Internamente el Islam vivió las luchas por el poder que han vivido absolutamente todos los pueblos. Pudieron ponerse de acuerdo para nombrar a los dos primeros Califas: Abu Bakr y Omar, pero la concordia terminó ahí. En el año 642, cuando murió Omar, tenían dos candidatos a califa: Alí (yerno del Profeta) y Othmán. Alí ya había sido candidato y había perdido las dos elecciones anteriores, y consideraba que esta vez era el adecuado, tanto por su relación como Mahoma como por su ejemplo de vida, pero cuando eligieron a Othmán aceptó la decisión. Doce años después Othman fue asesinado en unos disturbios y finalmente Alí fue elegido, pero las circunstancias no eran favorables. Aunque no participó en el levantamiento ni en la muerte de Othman, se tuvo que enfrentar a una situación imposible: ¿quién había sido el asesino, cuando se produjo un linchamiento? ¿Qué medidas tomar? Cualquiera que fuese la respuesta, Alí iba a quedar mal; primero, la dificultad de hallar a los verdaderos ejecutores, y que la gente creyera que efectivamente eran los culpables; luego, hacerles justicia también a los asesinos, que se habían levantado contra Othman porque ellos mismos habían sido víctimas de injusticia. Alí corrió a todos los funcionarios del antiguo régimen y nombró a sus propias gentes, pero en ninguna parte se improvisan los gobernantes, y así, continuaron los problemas. La esposa más joven del Profeta, Ayesha, dirigió un levantamiento y ella misma encabezó su ejército contra Alí. Y así, los musulmanes se vieron enfrentados a la situación de que, a pesar de las enseñanzas del Profeta de que debía reinar paz, concordia y cooperación entre la comunidad islámica, en ese momento estaban en guerra el yerno del Profeta contra la esposa del Profeta. Ganó Alí en la Batalla del Camello (Ayesha dirigió sus tropas montada en un camello), pero perdió todo el Islam, porque perdió su unidad.

Después de eso, ya nada fue igual. Un colaborador de Othman llamado Muawiya, había huido a Damasco cuando la revuelta, y empezó una labor de proselitismo en esa región, contando su versión del asesinato de Othman y declarándose a sí mismo el verdadero Califa. Rehusó someterse a Alí, entraron en guerra y las tropas de Alí fueron confundidas con una estratagema: los soldados de Muawiya pusieron páginas del Corán en la punta de sus lanzas, marcharon recitando, y exhortaron a Alí a conversar la paz; los íconos del Islam (el Corán y la recitación) lo convencieron de que había que sentarse a negociar. La propuesta fue que los dos quedarían como califas, dividiendo automáticamente al Islam, porque no puede haber dos cabezas de un grupo. Hubo mucho descontento, y Alí fue finalmente asesinado. Sus seguidores iniciaron una de las dos ramas principales del Islam, los Shiitas; la otra, la más numerosa, es la de los Sunnitas.

Los primeros cuatro Califas (Abu Bakr, Omar, Othman, Alí) fueron ejemplo vivo de las enseñanzas del profeta: vivieron sencillamente, tenían contacto directo con el pueblo, atendían los asuntos administrativos, y encabezaban personalmente la guerra. Como evolución de cualquier grupo social, a medida que fue creciendo se convirtió en imposible el contacto directo del jefe con sus súbitos, y la experiencia de los dos últimos, asesinados, hizo que de aquí en adelante los Califas gobernaran como el resto de los gobernantes del mundo: en un palacio, aislados del pueblo, gobernando a través de terceros, y aprovechando su posición privilegiada en su propio beneficio. Muawiya inauguró la dinastía de los Umayas, que fueron más bien reyes en el sentido usual del término, que califas como lo fueron los primeros cuatro. El Islam fue a partir de ese momento, durante varios siglos, una religión en la que la cabeza usó en su provecho su situación privilegiada, en vez de usarla para beneficio de la comunidad: los califas dejaron de ser la gente sencilla que recorría el pueblo a pie y se remendaba su ropa, y empezaron a vivir rodeados de lujo e inaccesibles a la mayoría de la gente. Esta fue la versión islámica de uno de los sucesos más importantes en la historia del Cristianismo, cuando el emperador Constantino declaró que la religión oficial de Roma era el Cristianismo. Los cristianos pasaron de perseguidos a gobernantes, y con el tiempo, a perseguidores. El poder corrompe inclusive a las religiones, como lo dijo Jesús: “nadie puede servir a dos señores: Dios y las riquezas”.

jlgs / El Heraldo de Ags. / 11.6.2011