1- Los Habsburgo.

Hacia 1530 se decía del poder de Carlos V que en sus dominios no se ponía el sol, porque abarcaban partes que estaban repartidas a lo ancho de la Tierra; medido de esa manera, era el imperio más grande del mundo, mayor que el que llegaron a conquistar los mongoles, mucho mayor que cualquier potencia europea. Sin embargo, era un imperio demasiado extendido, heterogéneo en raza, idioma y religión, que se creó por un matrimonio bien planeado pero mal avenido, que se desintegró a los pocos años de su creación y dejó a España con una carga de problemas que la debilitaron y que terminaron por reducirla al rango de segunda potencia en 1659.

Carlos era de la familia de los Habsburgo, que habían gobernado Austria por varias generaciones y se las habían arreglado para ser elegidos emperadores del Sacro Imperio Romano Germánico, un anacronismo para designar los restos del imperio de Carlomagno, que comprendía Austria, Bohemia, Moravia (regiones de Checoslovaquia), algunos reinos y principados de Alemania, la región del norte de Italia, el reino de Nápoles y los Países Bajos. El emperador era elegido por los Electores del imperio, cuando moría el monarca anterior. El abuelo de Carlos V, el emperador Maximiliano I de Austria, casó a su hijo Felipe con la hija de los Reyes Católicos Fernando e Isabel, y de esta manera aseguró para su descendencia cuando menos los reinos de Austria, más las dos reinos españoles de Castilla y Aragón, que eran las herencias de Isabel y Fernando, y que se habían unido en un solo reino cuando se casaron. El heredero de tantos reinos no sería Felipe el Hermoso (hijo de Maximiliano) ni Juana de Castilla (hija de Fernando e Isabel) sino el hijo que después tendrían, Carlos V. Este matrimonio fue muy desgraciado, por las infidelidades de Felipe el Hermoso y porque el marido intentó usurpar los poderes de Juana. Duró solamente diez años porque Felipe murió de tifo, pero para entonces la reina Isabel también había muerto y el viudo, Fernando de Aragón, trató de usurpar la herencia que correspondía a su hija Juana y a sus nietos. Juana vivió una vida muy difícil y además le hicieron correr rumores de locura, precisamente para poder utilizar un recurso legal y dejarla fuera del poder.

Carlos V nació en 1500 y heredó el trono de España en 1516, cuando murió su padre Felipe el Hermoso, y el de Austria en 1519, cuando murió su abuelo Maximiliano, que dejó vacante también el puesto de emperador. Se reunieron los electores y mediante los recursos normales en cualquier elección (apoyo de un grupo económico importante, los banqueros Fugger; promesas, amenazas y sobornos repartidos con sabiduría), Carlos fue nombrado emperador. Se convirtió en el monarca del reino más poderoso de Europa, más las inmensas posesiones en América que le heredaron sus abuelos Fernando e Isabel: desde California y Texas hasta la Patagonia, exceptuando Brasil, todo era suyo, de ahí vino el dicho que mencioné.

Carlos V fue señor de tantas tierras por un período corto, menos de cuarenta años; en 1556 abdicó al título de Emperador y conservó nada más sus propiedades españolas y americanas. En parte por razones de salud y en parte porque sus dominios eran demasiado extensos, tomó la determinación de dejar a su hermano Fernando el reino de Austria y el apoyo necesario para que fuera nombrado emperador. Sin embargo, en los años que gobernó en ambas partes, se vio el verdadero poder de Carlos V (fue incapaz de acabar con la Reforma Protestante mediante la guerra), el resto de los reinos europeos vieron la conveniencia de aliarse para no caer en manos de los Habsburgo, las guerras que asolaron Europa hasta 1650 terminaron por debilitar al que empezó más fuerte (el imperio de Carlos V), y España acabó malgastando en guerras en donde no tenía gran cosa que ganar las riquezas de Castilla y la plata de las Américas.

 

2-Grandezas y debilidades del imperio de Carlos V.

Una leyenda asociada a la fundación de Cartago, una ciudad al norte de África que formó una nación poderosa, de donde salió Aníbal, el general que pasó con sus elefantes a través de los Alpes para conquistar Roma, nos dice que a la reina Dido le ofrecieron los fenicios, de donde ella provenía, la oportunidad de crear una ciudad sobre una superficie tan grande como ella pudiera abarcar, estirando la piel de un caballo. Escogió la playa como uno de los límites de su ciudad, y estiró la piel formando un semicírculo para conseguir la mayor superficie. Muchos años después se ha podido demostrar, mediante una herramienta matemática que se llama Cálculo de Variaciones, que precisamente el círculo es la superficie que tiene mayor área, considerando un perímetro fijo. Para entenderlo, imagine usted un cuadrado de lado 1, y por lo tanto de área 1, con perímetro 4 (= 4 x 1). Sin embargo, si recortamos los lados verticales a 0.5, y aumentamos los horizontales a 1.5, tendremos el mismo perímetro (0.5 + 0.5 + 1.5 + 1.5), pero en este caso el área es 1.5 x 0.5 = 0.75; si nos quedáramos con altura 0.25 y largo 1.75, el perímetro permanece invariable y el área se reduce aún más, a 1.75 x 0.25 = 0.4375, y así sucesivamente.

La relación entre el Cálculo de Variaciones y el Imperio de Carlos V radica en que el Imperio se formó al revés de Cartago: en vez de maximizar el terreno y minimizar la frontera, el imperio consistía en una serie de terrenos separados entre sí, con reinos hostiles en medio, con una frontera inmensa que había que defender, y siendo la envidia y el objeto de los deseos de todos los vecinos y los que se sentían amenazados por los Habsburgo. Medido en terreno y en habitantes, este imperio era el mayor del mundo, y con esa frontera tan vasta, el más amenazado. Inclusive una gran potencia como EEUU tiene sus puntos flacos, como lo prueba el ataque japonés a su propiedad, Pearl Harbor en 1942. Mucho más que los EEUU (que es una superficie muy compacta), el imperio de los Habsburgo estaba demasiado estirado, con hoyos en medio, y era difícil de defender.

La fuente de riqueza de ese imperio también era discutible. Por ejemplo, las posesiones que tenía en Alemania no tributaban directamente al Imperio, sino que tenía que solicitar el Emperador aprobación de las dietas locales para poder obtener dinero. La verdadera fuente de poder era el reino de Castilla, que era económicamente fuerte y el rey podía con relativa facilidad imponer contribuciones o buscar manera de obtener dinero. La segunda fuente de poder fue el oro y la plata de América, que se utilizó en gran parte para financiar guerras en el norte de Europa.

El imperio era grande y heterogéneo: se hablaba el español, francés, alemán, checo, húngaro, italiano, náhuatl y las demás lenguas indígenas de América. Esta diversidad de lenguas era producto de una gran variedad de razas, mentalidades, historias, intereses y expectativas. Los Reyes Católicos batallaron, y España batalla todavía, para hacer sentir a Cataluña como parte de España; imagine usted los problemas que representaría para Carlos V su deseo de hacer sentir a todos sus súbditos como parte de un mismo imperio, caminando todos en la misma dirección: sencillamente, imposible. Para terminar de fastidiar el asunto, en 1517 empezó la Reforma Protestante en Alemania, como una oposición a los abusos por parte de la Iglesia Católica, a la que se unieron, tanto por convicción como por conveniencia, algunos príncipes de Alemania y los reinos del norte de Europa, y el terreno del cristianismo quedó dividido en dos, católicos y protestantes.

 

3-Europa dividida por la religión.

Con los años hemos desarrollado respeto (o tolerancia) con respecto a las creencias ajenas, pero en el siglo XVI las cosas se tomaban más a pecho. No podía ser de otra manera, porque se tocaba el dinero, que no tiene país ni religión: la Iglesia dejaba de recaudar lo que se quedaba con los príncipes alemanes, quienes aprovecharon el viaje para quedarse con algunas cuantas abadías y propiedades de la Iglesia, algunos países se aliaron con el Papa y a otros les convino enfrentarlo, y el resto permanecieron a la expectativa para ver por dónde soplaba el viento.

Carlos V era un católico ferviente que tomó partido decidido por la defensa del catolicismo. Con la religión protestante como un motivo adicional para protestar contra el Imperio, muchas provincias del norte de Europa se declararon protestantes y empezó una serie de guerras que diezmaron la población de Europa y terminaron más de un siglo después, en 1659, con millones de muertos, Europa empobrecida y Alemania devastada. Los Países Bajos se partieron en la región protestante, al norte, y la católica al sur. España se vio sometida a una enorme presión financiera puesto que tenía que mantener el ejército ahí, en una guerra que se extendió durante muchos años y que el resultado final fue agotamiento para España y una independencia relativa para los Países Bajos: ellos no alcanzaron a conquistar casi nada en América pero vieron en el comercio y en la banca una fuente de riquezas alternativas. De hecho, la plata de la Nueva España llegó a parar, en su mayoría, en manos de los banqueros de Amsterdam, a quienes los reyes españoles tenían que recurrir, una y otra vez, para hacer frente a la falta de recursos para financiar las múltiples guerras en que  estaban metidos.

En un artículo aparte (https://jlgs.com.mx/articulos/historia/raison-detat/) he analizado con más detalle al que fue el ganador definitivo después de estas guerras de agotamiento, sin vencedor, que se libraron en Europa durante 150 años. En 1624 subió al puesto de Primer Ministro de Francia el Cardenal Richelieu, quien controló con mucha inteligencia y pragmatismo los asuntos de su país hasta su muerte en 1642. Como gobernante en un país católico la lógica cristiana diría que Francia debería alinearse con España, Austria y el Papado en su lucha contra los países protestantes durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648); sin embargo, hacerlo así hubiera representado favorecer a los Habsburgo, que gobernaban todavía en España y en Austria, y someter a Francia a la presión de verse encerrada por dominios Habsburgos. Richelieu analizó que lo que le convenía era atizar la guerra, aliarse con los protestantes, aunque él mismo fuera un Cardenal, y así lo hizo, primero financiando a los suecos y daneses, y al final, entrando  abiertamente Francia en la contienda.

 

4-España dividida en muchos frentes.

España tenía muchas propiedades y muchos lugares que defender, por ejemplo las numerosas costas que daban al Mediterráneo (España, Cerdeña, Sicilia, Italia) que despertaban la codicia de los piratas del norte de Africa y de los barcos de Turquía. Como consecuencia, se vio en la necesidad de crear y mantener una flota de guerra (además del ejército en tierra en Europa del norte), y contribuyó con sus propios avances a la carrera armamentista para producir más y mejores barcos: más grandes, con más cañones, de más largo alcance, más mástiles, etc. España fue el financiero principal de la flota cristiana en la Batalla de Lepanto (1571), donde los cristianos derrotaron a los turcos, en una batalla que no fue definitiva pero que sí representó enorme costo para ambos lados. Ahí fue donde Miguel de Cervantes perdió un brazo.

El costo de tantas guerras provocó que España se declarara varias veces en bancarrota, con los problemas generales que atraviesan los países cuando se quedan sin dinero: emiten más moneda que no está respaldada en plata ni en oro, piden prestado más y a mayor interés, inventan nuevos impuestos, los monarcas venden sus propiedades, cuando pueden y su religión se los permite expropian los bienes de la Iglesia (como en algunos principados alemanes, en Inglaterra bajo Enrique VIII y en México bajo Juárez), y venden privilegios o monopolios que deberían corresponder solamente al Estado. No hay manera de que un país se mantenga fuerte y próspero, y en muchos casos ni siquiera como país, si las autoridades gastan más de lo que reciben.

Todos los países europeos terminaron agotados después de siglo y medio de guerras, pero el gran perdedor fue España. Muy pronto se vio que el grandioso imperio de Carlos V era fruto de un matrimonio de conveniencia y no de una identidad como país, cuando él renunció al título austríaco y se lo pasó a su hermano Fernando. España siguió siendo fuerte y poderosa, y si tomamos en cuenta sus posesiones en América, era el país más grande del mundo. Pero por obra de la convicción católica inquebrantable de Carlos V y su hijo Felipe II, España se vio metida en guerras en territorios muy lejanos en donde tenía poco que ganar y mucho que perder; hubiera sido más prudente dejar que los alemanes decidieran por ellos mismos sus asuntos religiosos y sacrificar la región de los Países Bajos, quedándose nada más con España y con las propiedades en Italia, pero no era políticamente correcto porque hubiera representado un deshonor, tanto para el ego del rey como para su prestigio entre sus súbditos. El resultado es que España vivió más de un siglo envuelta en guerras en todas partes, financiándolas con los impuestos recaudados en Castilla y con el oro y la plata de la Nueva España.

A partir de la Paz de los Pirineos (1659) cuando España y Francia saldaron sus diferencias, empezó un período de dos siglos en que Francia fue la potencia dominante en Europa. Entre 1871 y 1940 fue Alemania el país más fuerte, luego fue Rusia hasta 1991, actualmente los europeos occidentales están luchando por trabajar unidos, y lo que sucederá en adelante no lo conozco, pero por lo pronto no se ve posibilidad de que España recupere el nivel que tenía bajo Carlos V.


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