Una vez me fui en bicicleta con Paco Larrión desde nuestro departamento en Coyoacán hasta uno de los pueblos que están allá por donde se regresa el viento, que es otra manera de decir que ya no me acuerdo del nombre. Fueron unos 40 kilómetros de un camino plano y muy interesante, porque se atraviesa el sur del DF, pasa uno por Xochimilco y parte del trayecto es junto a los canales, sus invernaderos flotantes y sus trajineras. Ese día salimos temprano, porque era la primera vez que intentaríamos el recorrido y calculábamos varias horas. La ruta en el mapa era hacia el sur primero, y luego hacia el oeste. Jóvenes y con sensación de aventura, nos entreteníamos viendo el paisaje y comentando de lo que veíamos. Pasando Xochimilco ya íbamos un poco cansados y para mala suerte, con el viento de frente. Cualquiera que haya andado en bicicleta contra el viento sabe lo difícil que es avanzar así. Maldecíamos nuestra mala suerte pero nos animábamos pensando que al regreso el viento nos empujaría y nos ayudaría. En aquel pueblo olvidamos recorrimos caminando sus calles, comimos algo y saboreamos unas deliciosas nieves de frutas; descansamos mirando a la gente en la plaza, y después del mediodía iniciamos el regreso, con la convicción de que el viento nos ayudaría. Pero no. El viento, otra vez, estaba de frente. Miramos a los Volcanes para ver si los teníamos del lado que tenían que estar, confirmamos que la ruta era esa, y el viento afirmó que quería seguir jugando en contra nuestra. Bromeábamos algunos días con los compañeros de la universidad sobre la maldición del viento en contra, y olvidamos el asunto.

Muchos años después, para recuperar al menos el recuerdo de la juventud perdida, he agarrado la costumbre de irme al mediodía a la casa en bicicleta, y regresar así después de comer. Hay días que nada más batallo con la edad y con las lomitas que tengo que subir, porque el aire me hace favor de no soplar para ningún lado. Pero la mayoría de las veces sucede que cuando voy a mi casa tengo el viento en contra, y cuando regreso, también lo tengo en contra, como si el viento la hubiera agarrado contra mí, aunque nunca he hablado mal de él. En diciembre todavía no me preocupaba mucho, pero se acerca febrero y seguramente usted conoce el dicho “febrero loco, y marzo otro poco”, que se refiere a las ventoleras que nos afligen en estos meses. Me puse a pensar en qué podría ser la causa de este fenómeno, porque lo acepto como broma de la Naturaleza una vez, y pero cuando hay repetitividad, la misma Naturaleza nos está indicando que hay una relación de causa y efecto.

Las semejanzas entre el caso de Xochimilco y el de Aguascalientes son básicamente tres: 1) terreno plano, 2) el viaje redondo es Oriente – Poniente – Oriente, 3) la primera parte del viaje es antes de la comida, la segunda después. No tomo en cuenta como posibles causas del fenómeno a la bicicleta ni al color de mis calcetines, sino los tres que creo son relevantes. Hace unas semanas vi un documental sobre los huracanes, y ahí explican de dónde saca el huracán su energía destructora. Piense usted que un huracán, que llega con enorme fuerza y barriendo con vientos fortísimos y con agua a cántaros, es como un motor, que para que funcione, tiene que sacar su energía de algún lado. La historia de los huracanes es básicamente la siguiente: en el mar, en alguna zona extensa y sin nubes, el sol empieza a calentar el aire que está ahí, y el aire caliente sube por gravedad, igual que los globos llenos de gas. Si la zona es muy extensa y el calentamiento del aire es suficientemente grande, entonces se forma una gran columna de aire caliente que va subiendo, y el aire más frío que estaba alrededor de ese sitio se mueve hacia los lugares que antes ocupaba el aire caliente. Pero en la tierra existe un efecto llamado Coriolis, que es el que hace que el agua del excusado se desaloje formando un remolino que siempre es de izquierda a derecha, contrario a las manecillas del reloj; en el hemisferio sur es de derecha a izquierda. Esto hace que el aire frío que se mueve hacia la zona donde antes estaba el aire caliente no lo haga simplemente como flechas que se acercan a un centro, sino como un remolino, exactamente igual al agua que se va por el fondo de una pila. ¿Ha visto usted fotografías de los huracanes, vistos desde arriba? Invariablemente son una espiral, que representan las nubes ya cargadas de agua que se están moviendo dando vueltas alrededor del centro del huracán.

En terreno firme no se pueden formar huracanes, simplemente porque no hay agua para cargar las nubes; aquí se forman ventoleras, esos remolinos que vienen cargados de polvo y de basura que a veces se nos atraviesan en el camino. Pero el calentamiento del aire por efecto del sol sí se da, aquí y en todas partes. Como estamos acostumbrados a observar nada más los cambios de temperatura, no le prestamos atención al viento hasta que empezamos a andar en bicicleta. El sol calienta el aire, pero lo hace más fuerte al mediodía que en la madrugada. Ahora bien, la madrugada de nosotros es el mediodía de alguna otra zona más al Oriente, lo que nos dice que la zona en donde el sol está calentando el aire con más fuerza, digamos hacia las 2 de la tarde, es una zona que se está moviendo de Oriente a Poniente. Esa zona móvil que está caliente, al igual que la historia de los huracanes, tiene aire caliente que se mueve hacia arriba y obliga al aire que está a los lados a moverse hacia los lugares que deja vacío el aire caliente. A la hora que salgo de mi oficina al mediodía, la zona de aire más caliente está al Oriente de mí, hacia San Luis Potosí, y el viento lo tengo en contra porque acude hacia esa zona, detrás de mí, para ocupar el lugar dejado vacío por el aire caliente. Llegando a la casa como, ve un capítulo de Dr. House, hago mi siesta reglamentaria, y durante ese tiempo la zona de aire caliente se sigue moviendo hacia el Poniente (siguiendo la ruta del sol), pasa por mi casa y se va más para allá, hacia el rumbo de Calvillo que es por donde se pone el sol. Cuando regreso en bicicleta, tengo otra vez la zona de aire caliente a mis espaldas, y otra vez, el aire que se estrella en mi cara se burla de mí porque me empeño en renegar de él como si fuera una maldición, cuando simplemente es un fenómeno físico.

En la clase de Pepito, pregunta la maestra de Física a los alumnos por ejemplos del efecto Doppler. Naturalmente, la mayoría estudiantes, que no les interesa la física y que en ese momento están enviando mensajes por su celulares, sólo alcanzan a oír con una oreja y a contestar al unísono: “¿Dopple… qué? Pero todavía queda algún despistado que se anima a proponer el ejemplo de la ambulancia, que cuando se acerca a uno con la sirena encendida produce un sonido, cuando cruza enfrente de nosotros cambia el sonido, y al final se aleja emitiendo un chillido más bajo. “Muy bien, ese es el ejemplo clásico de efecto Doppler. ¿Alguien conoce otro ejemplo?” El segundo alumno despistado, que acaba de leer “Una historia del tiempo aún más breve” de Stephen Hawkins, se adorna ante la selecta y reducida concurrencia que no está enviando mensajes, y les explica que las estrellas que están en las orillas del Universo emiten una luz que está corrida hacia el rojo, es decir, se nos presenta con una frecuencia más baja por la velocidad relativa entre esas estrellas y nosotros. La maestra aprueba el ejemplo y pregunta si alguien más conoce uno. Con temor se decide a preguntarle a Pepito, que desde hacía rato quería responder, ya que su celular está descompuesto. “La misma ambulancia del primer ejemplo, pero de noche y con la sirena apagada.” Se hace un silencio respetuoso, hasta los celulares dejan de traquetear. La maestra alza la voz de la ignorancia general y le pide que se explique. “Muy fácil, este ejemplo es una combinación de los dos anteriores. Cuando la ambulancia viene hacia nosotros, vemos una luz blanca que se acerca. Una vez que ha pasado la ambulancia y se aleja, vemos una luz roja.”

¿Se ha preguntado usted por qué baja el sonido de una ambulancia una vez que ha cruzado frente a nosotros? ¿Qué relación tiene ese fenómeno con el hecho de que cuando vamos en un coche y está lloviendo, siempre cae más agua en el parabrisas que en el vidrio trasero? La explicación más simple es que al avanzar el coche, este movimiento hace que el parabrisas salga al encuentro de la lluvia, es decir que la lluvia que simplemente caía verticalmente del cielo cuando el coche está parado, al moverse el coche es exactamente como si la lluvia se moviera hacia el coche, amontonándose las gotas frente al parabrisas. O imagine una cola de gente que está haciendo fila para subirse al camión, a lo largo de la banqueta, y usted camina por la banqueta a lo largo de esa fila. Caminando, usted probablemente podrá pasar junto a 10 personas cada 10 segundos. Ahora imagine que usted va corriendo por la banqueta: en ese caso, usted pasará junto a 30 personas cada 10 segundos. Ahora imagine que usted está parado y es la cola la que se mueve: si camina, pasarán junto a usted 10 personas cada 10 segundos, y si la cola está corriendo, pasarán 30 personas cada 10 segundos. Esto explica el movimiento relativo entre dos objetos: el coche y las gotas de lluvia, usted y la fila de gente, el sonido de la ambulancia y sus oídos. ¿Por qué el tono de la sirena es agudo cuando se acerca? Porque el sonido, que son ondas en el aire semejantes a las olas del mar, se agolpan en sus oídos, y usted recibe más “ondas” por cada segundo. Cuando la ambulancia se aleja, las ondas llegan a usted con menor velocidad, porque la ambulancia las produce moviéndose y alejándose. Entre paréntesis, esta es una de las tonterías que deberían evitar las películas que representan batallas entre naves espaciales: no debería haber ruido, porque en el espacio vacío, no hay aire, y el aire es el medio por el que circula el sonido.

¿En qué se diferencian las naciones fuertes de las débiles? Esa es una pregunta capciosa, diría Pepito a la maestra de Física. ¿Será porque tienen más dinero? Pues sí, pero ¿por qué tienen más dinero? ¿Será porque son muchos? ¿Será porque tienen un territorio muy grande? ¿Será porque tienen muchas riquezas naturales? Todo contribuye, pero ninguna es una respuesta concluyente. Por ejemplo, Inglaterra y Alemania y Francia son países poderosos, y todos caben adentro de la superficie de México, que no es poderoso. La India es un país numerosísimo, y no es poderoso. Argentina y México tienen muchísimas riquezas naturales, y no son poderosos. Suiza es un poco menos extensa que estado de Quintana Roo, y ya sabe usted el dinero que hay en sus bancos. ¿Qué distingue a los países del G8 de los del resto del mundo? En mi opinión, hay dos factores muy importantes: las ganas que tienen su gente de trabajar, y su amor por la ciencia. ¿Por qué fueron los europeos los que conquistaron y colonizaron América, y no los Asiáticos? Una de las razones, naturalmente, es la distancia. Pero la razón fundamental fueron los descubrimientos científicos, que fueron mucho más abundantes en Europa que en otras partes del mundo. Hernán Cortés conquistó México con una pequeña tropa de 200 soldados y ayudado por los tlaxcaltecas. Sin tratar de comparar el valor de aquellas civilizaciones en conflicto, asunto sinfín y peligroso, los europeos opusieron sus armas de fuego a las lanzas y las flechas de los mexicas, igual que los colonizadores ingleses con los indios de Norteamérica.

Algunos países conservan su interés por los descubrimientos, así como algunas personas viven perpetuamente preguntándose el por qué de las cosas. Los países que destinan una parte importante de su presupuesto a apoyar la educación, el conocimiento y la investigación científica, son los que consiguen a la vuelta de los años superar sus dificultades y convertirse en naciones fuertes. Vea usted el ejemplo de Japón y Alemania, destruidos hace 65 años y ahora miembros del G8. Rásquele, búsquele por donde sea, y se dará cuenta que la nación que decide que ya sabe lo suficiente, o que prohíbe este tipo de avances, o que se desinteresa de la investigación y del conocimiento, termina siendo rebasada y arrollada por las que sí le dan valor a la ciencia. Hay un caso interesantísimo en la Historia de una gran civilización, que llevaba algunos siglos con una tendencia superior al conocimiento, y que por cuestiones religiosas dejó de interesarse en conocer más; siglos después, sus descendientes viven en regiones catalogadas como del tercer mundo. Me refiero a la civilización árabe, que es un proyecto para otro artículo.

Para terminar, tengo dos preguntas. ¿Conoce usted a algún becario del CONACYT? Pero antes de que le echemos la culpa al gobierno de que no apoya la ciencia y no da becas suficientes, también le pregunto: ¿conoce usted a alguien que haya solicitado beca en el CONACYT? Si el gobierno no da becas para apoyar a estudiantes de ciencia, es culpa del gobierno. Pero si somos nosotros, los ciudadanos, quienes no nos interesamos por obtenerlas, ¿también es culpa del gobierno? México es todos nosotros, no nada más el gobierno.

jlgs, El Heraldo de Aguascalientes, 29.1.2011