1-Cómo distinguir un buen gobierno.

Leemos en el Contrato Social (libro 3º, IX: de los rasgos de un buen gobierno) que no es posible establecer definitivamente cuál es el mejor gobierno, pero que sí hay signos cuya presencia indique un buen gobierno; la señal elegida es “el número de individuos y su población”, con el comentario de que comparando dos gobiernos “en igualdad de circunstancias” es mejor aquel en que el número de sus ciudadanos pueblan y se multiplican más. El comentario del autor Jean Jacques Rousseau es por un lado cierto, por otro anacrónico; cierto porque hay demasiadas formas de gobierno y las ventajas de uno serán deficiencias del otro; anacrónico, porque en el siglo XXI la población ha crecido y sigue creciendo, a pesar de los gobiernos y gracias a la medicina y los avances tecnológicos. En 1762 que fue publicado el Contrato Social, Europa tenía cercano el recuerdo de muchas guerras y vigentes todavía las luchas entre las diferentes naciones y coaliciones por hacerse del poder predominante en Europa, que diezmaban a la población e impedían avanzar en otras áreas como medicina, alimentación y salud pública; cuando escribió su obra, Rousseau estaba diciendo verdades.

Pero hoy ya no es así. Si aún fuera cierto esto que dijo Rousseau, los mejores gobernantes serían Marcelo Ebrard, Naoki Inose (gobernador de Tokio) y Yu Zhengsheng (jefe del Partido Comunista Chino en Shangai), al frente de las ciudades más pobladas del planeta; sin embargo los mexicanos sabemos que el DF es una ciudad muy grande, sumamente emproblemada y enormemente subsidiada. El reto de los gobernantes modernos es dar o facilitar otras formas de bienestar a los ciudadanos, porque el crecimiento poblacional, sin guerras y sin hambrunas en la mayor parte del planeta, y con los avances de medicina, es algo que se tiene garantizado. El reto ahora es más bien a la inversa, orientar a los ciudadanos sobre la conveniencia de planificar la familia y tener un número reducido de hijos, tanto por la atención que cada familia es capaz de dar a sus pequeños, como por la conveniencia social de mitigar el crecimiento global y darle una racionalidad al crecimiento de muchas ciudades en el mundo.

Mencionaré dos consecuencias negativas del exagerado crecimiento en la población en un país como México.

2-Crecimiento de las ciudades.

La primera es el desmesurado crecimiento de la mayoría de las ciudades. Esto también es consecuencia de la emigración del campo a la ciudad que se ha dado en todas partes en el último siglo, puesto que los nuevos métodos de cultivo, mecanizados, y la ayuda de fertilizantes y semillas mejoradas han aumentado la producción por hectárea, y por otro lado, la ciudad representa la atracción de todo lo moderno: cines, teatros, avenidas con luces, tiendas, escuelas; el campo tuvo un auge forzoso durante muchos siglos, y un auge romántico entre los europeos alrededor de 1800 (en parte gracias a Rousseau y a Johann von Goethe), pero poco a poco, la ciudad ha seducido a una buena parte de la humanidad y al menos en México, nadie se acuerda del romanticismo asociado al contacto con la Naturaleza, excepto quizá los boy-scouts.

Las ciudades del tamaño de México y su área metropolitana crean una serie de problemas que hacen insostenible la vida a la larga, tanto para el individuo como para las autoridades. Cuando yo vivía ahí, en los ocios forzados que me daban los semáforos al ir y regresar al trabajo reflexionaba sobre el tiempo que empleaba en transporte, una actividad muy “pasiva” en el mejor de los casos, y desgastante y peligrosa en muchas ocasiones. Mi condición no era tan severa, ya que utilizaba unos 40 minutos en cada viaje, totalizando 1 hora 20 minutos diarios. Pero hacía la cuenta de lo que eso sumaba a la semana, al mes y al año: 80 minutos diarios x 230 días hábiles = 18400 minutos al año = 12.77 días al año. Calculando una vida útil de 35 años, yo hubiera estado sentado al volante a lo largo de mi vida de trabajo 447 días, más o menos 1 año y 3 meses. Esto no consideraba otros momentos al volante, por ejemplo para ir al cine o al supermercado, y posiblemente hubiera llegado a 2 años completos al volante en 35 años de trabajo. Mis 40 minutos de transporte al trabajo son actualmente un sueño de casi cualquier capitalino; la mayoría ocupa hora y media, posiblemente más. Hago la cuenta de que esas personas usarán quizá 5 años completos manejando o subidos en el camión, a lo largo de su vida útil. Eso no es vida, en mi opinión.

Las autoridades buscan maneras de paliar esta situación, que son aspirinas a un canceroso: ejes viales, dos (quizá tres) pisos en algunas vías rápidas, túneles, puentes, más líneas del metro. Todas mejoran un poco la situación, pero no la solucionan de fondo, simplemente porque no existe solución al problema de transporte para una metrópolis con 25 millones que nunca fue planeada, y ciertamente no fue pensada por nadie para albergar a tanta gente. La única alternativa para la ciudad de México es que se salga la mitad de su población a vivir en otras partes.

Por otro lado, la mayoría de las ciudades medias de este país tienen problemas asociados al crecimiento. Conozco personalmente los embotellamientos de Guadalajara, Monterrey, Culiacán, Toluca, Querétaro, Saltillo, Morelia, Oaxaca, Xalapa, Cuernavaca, Puebla; estas dos últimas convierten a la autopista que pasa en medio de ellas en un estacionamiento a las horas pico. Unas pocas como Chihuahua mantienen todavía cierta fluidez en su tráfico, pero a la larga no hay manera de sostener el crecimiento que observamos. Otro problema asociado al crecimiento de la ciudad es el incremento en la cantidad de agua potable necesaria, que en la mayoría del país es un problema crítico acerca del cual se habla mucho pero no se hace gran cosa; en mi pueblo toda el agua potable viene del subsuelo, el manto friático baja, pero nuestras autoridades orgullosamente extienden la ciudad hasta el tercer anillo.

Otra consecuencia negativa del crecimiento de las ciudades es que vuelve flojos a los gobernantes, porque les da un método muy sencillo para enriquecerse: la especulación inmobiliaria. Todo es cuestión de decidir por dónde va a crecer la ciudad, mandar a sus agentes a comprar baratos los terrenos por esa zona, y luego que suben de valor por el trazado de calles y avenidas, se tiene hecho el negocio. Me parece difícil para cualquier gobernador que resista ese cañonazo de $50,000, como decía mi general Obregón. Si los gobernadores no tuvieran ese recurso a su disposición, tendrían que ser más creativos al momento de buscar el dinero.

3-Educación.

La segunda consecuencia tiene que ver con educación y trabajo, porque la demanda educativa ha crecido por encima de la capacidad social de atenderla, y de buenas oportunidades de trabajo para los jóvenes, mejor ni hablamos.

Simplemente, existen escuelas y universidades patito porque existe una enorme demanda educativa. Las instituciones ya consagradas miran esto con alivio porque les bajan la presión para recibir estudiantes. Al haber tantos jóvenes que quieren ingresar a la universidad, no falta un mesías que tenga la brillante idea de eliminar los exámenes de admisión y declarar que para todo joven que lo desee, su simple deseo se equipara al  derecho a ingresar a una universidad. La vieja recomendación a las familias de “tener los hijos que puedan criar, mantener y educar” es aplicable a la sociedad en su conjunto: una sociedad no debería producir un número de jóvenes mayor a la capacidad educativa de esa sociedad, porque entonces aparecen universidades patito, carreras patito, títulos patito, y todo revienta al momento de obtener un trabajo, porque no hay trabajos patito. Los problemas de la juventud para ingresar a la universidad y conseguir trabajo después, al no resolverse adecuadamente, crean también un sinfín de problemas sociales, pero es un tema que rebasa el objetivo del artículo y no lo tocaré aquí.

4-Conclusión.

Aunque el Contrato Social es una obra vigente en su conjunto y en gran parte de su contenido, en lo que se refiere a crecimiento de la población es un anacronismo. Una de las señales de un buen gobierno es que informe, fomente y facilite en los ciudadanos una cultura de responsabilidad (tanto familiar como social) con respecto al número de hijos que cada matrimonio debe tener.

Nota. Me informa mi editor Alejandro Franco que en Magadan, Rusia oriental, la población ha bajado de 151,000 en 1989 a 96,000 en 2010. Ahí sí aplica todavía el pensamiento de Rousseau, y el reto de sus gobernantes es volver atractivo para vivir el lugar, a pesar del clima tan áspero. También me comenta que usualmente las “Marías” traen cuatro o más hijos con ellas, señal de que los problemas asociados a muchos hijos, falta de educación y pobreza están íntimamente ligados.