Utilizar al gobierno para enriquecerse es algo tan viejo como la Historia, pero en nuestros tiempos republicanos el gobierno y la riqueza personal se consideran, oficialmente, separados. Esta versión de la verdad es bastante limitada, porque toca sólo al individuo que llega al gobierno, vigilando que no se enriquezca en el camino; la complejidad de la vida moderna ha creado un sinfín de oportunidades de creación de riqueza, en las que el gobierno tiene una gran participación. Dos muy importantes son analizadas aquí.

1-Drogas.

Un artículo en TheGuardian[1] me sugirió una forma encubierta de participación del gobierno para hacer negocios. A los norteamericanos les gusta ser el número uno, y también tienen el primer lugar en uso y abuso de drogas, por ejemplo 33,000 muertos por sobredosis en 2015. Sin embargo, la versión oficial con respecto a este hecho tan incómodo es señalar a los afganos y mexicanos que producen heroína en sus países y después la exportan a EEUU, causando de esa manera muerte, enfermedades y desolación al inocente pueblo norteamericano, siempre respetuoso de las leyes, en especial de la 2ª Enmienda. Hay otra versión del asunto, que complementa la oficial, y en donde todos los actores del juego son norteamericanos.

La cultura hedonista atiende el dolor y las miserias de esta vida, tratando de suprimirlas: si hay dolor de cabeza, para eso está la aspirina, si no funciona entonces un sedalmerck, si el dolor persiste, tome vicodin. Contra el cansancio, la depresión y la falta de entusiasmo también hay pastillas. Si uno está gordo, se puede tomar algún medicamento que suprima el hambre y en caso extremo, someterse al bypass gástrico. En resumen, la solución a los problemas tiene que venir de afuera en vez de construir una solución personal, desde adentro, por ejemplo haciendo ejercicio regularmente para mantener la salud. Las personas que empezaron con aspirina para el dolor de cuello terminan tomando regularmente opiáceos suministrados como medicamento. De los 33,00 muertos en 2015, la mitad fue a causa de analgésicos, no fue cocaína vendida en envoltorios de plástico. Estos analgésicos son medicinas producidas por los laboratorios, que entraron al mercado norteamericano porque los médicos las prescribieron a alguien; una vez entregadas en la farmacia, las pastillas pueden cambiar de manos, ingresando al mercado negro, y finalmente llegan a los adictos o a las personas que están en camino de serlo, porque la pastilla les quitó el dolor pero les creó dependencia.

Los doctores que prescriben analgésicos lo hacen por varias razones. Una es que efectivamente esas pastillas quitan casi cualquier dolor, otra es que resulta más sencillo recetar una pastilla que convencer al paciente de cambiar de vida, y otra es porque reciben estímulos de los laboratorios: les pagan viajes, conferencias y congresos. Como resultado en los Estados Unidos se consume el 80% de la producción mundial de analgésicos, aunque ahí vive nada más el 5% de la población mundial. Los que tenían un dolor de cabeza terminan siendo adictos, perdiendo el control de su adicción y de su vida, recurriendo a cualquier medio para obtener más droga (en bolsita o de marca), llenan las clínicas y los hospitales, luego las cárceles, donde el problema deja de ser un drama personal con nombre y apellido, y se convierte en estadísticas que pueden ser “interpretadas”, es decir atribuir el origen del problema al chivo expiatorio que sea conveniente.

Las instituciones de salud proporcionan información a los legisladores sobre el problema (las cárceles ya no se quejan tanto porque hay muchas cárceles privadas y necesitan prisioneros) e intentan convencer a sus representantes de que es un problema de salud, pero hay otros puntos de vista: no es de salud, es policiaco. En particular, a los laboratorios les resulta muy conveniente que en EEUU exista ese consumo de analgésicos, y quieren conservar su negocio. Ellos también ven a sus delegados, personas que son oficialmente senadores y diputados, pero que en la práctica están en manos de la enorme lista de lobbies de la industria; los fabricantes de armas dan a sus delegados dinero para campañas, pero tienen que apoyar y si es necesario crear otra 2ª Enmienda que autorice la posesión de tanques de guerra y aviones F16; el lobby judío vigila que EEUU siga apoyando a Israel; GM, Ford y Chrysler cuidan que no se les pase la mano a los legisladores con leyes anticontaminación; el lobby farmacéutico habla al oído de los legisladores y les susurra las palabras mágicas “la drogadicción debe combatirse con leyes contra los consumidores de droga, no contra los productores de droga como ellos, inocentes laboratorios”. Una y otra vez, las instituciones de salud informan al Congreso de casos de sobredosis y de historias donde el difunto empezó tomando sedalmerck con seudoefedrina, pero como decimos en México, dinero mata información, y el diputado termina convencido de la verdad del laboratorio.

El público necesita ser preparado adecuadamente, para eso existe la literatura médica y las noticias en donde los adictos realizan atrocidades para mantener su adicción, atrayendo la ira del respetable, quien los señala como culpables. En estas condiciones, la FDA (Food and Drug Administration) declara que es válido recetar indiscriminadamente analgésicos, el Congreso lo eleva a ley, y continúa el círculo donde unos pocos ganan (legisladores, cárceles privadas y laboratorios) y muchos miles pierden, los adictos.

2-Guerra.

Otro aspecto de la vida moderna en donde el gobierno fomenta el negocio es la guerra. Antiguamente se hacía la guerra para obtener territorio, esclavos y riquezas, pero actualmente los dos primeros están prohibidos, y los antiguos conquistadores deben conformarse con:

  1. Controlar los negocios del país vencido.
  2. Vender armas.

Esta idea se ilustra con la historia del año 1990 cuando Irak invade Kuwait y se lo anexa, desatando la indignación mundial. Hay que observar que Kuwait es un país con fronteras dibujadas principalmente por Inglaterra, que ha sido parte de Turquía, de Arabia Saudita y es codiciado por Iraq, ya que geográficamente es una salida natural al mar (Golfo Pérsico) para Iraq. El destino de Kuwait como manzana de la discordia se selló en 1938, cuando se descubrieron enormes reservas de petróleo.

La invasión de Iraq a Kuwait en 1990 fue analizada por funcionarios del gobierno conservador de Margaret Thatcher, y empezaron a circular memoranda entre ellos viendo lo que podían hacer. Alan Clark, a cargo de “servicios de exportación en defensa”, consideró que la invasión representaba una oportunidad sin paralelo para su oficina, y elaboró una lista de clientes posibles: UAE, Egipto, Abu Dhabi, Bahrain, Arabia Saudita, Jordan y Omán, todos los países árabes con los que Inglaterra tenía buena relación. En un comunicado a Thatcher, Clark sugería “compartir inteligencia” con ellos, es decir avisarles que habría guerra en un futuro y que les convenía estar preparados; sugería actuar rápidamente para que no se les adelantaran otros países como Francia, y visitó a varios Estados del Golfo. El Ministro de Estado de la Commonwealth, William Waldegrave, contribuyó a la discusión observando juiciosamente que no había que insistir demasiado en los abusos humanos por parte de Saddan Hussein, ya que después serían ellos mismos cuestionados por haber hecho negocios con él, porque Inglaterra le había vendido armas a Hussein. Al año siguiente estalló la Guerra del Golfo, cuando Inglaterra se unió entusiasmada a EEUU para atacar al Eje del Mal versión 1991, y los países que se proveyeron de armas oportunamente, siguiendo el consejo de Clark, no tuvieron que pagarlas a precios incrementados por la ley de la oferta y la demanda: en 1991 había guerra y los precios de tanques, aviones y proyectiles tenían que subir.

El negocio de la venta de armas a Saddan antes de 1990 puso en aprietos a Alan Clark, porque lo llamaron a declarar en el juicio Matrix Churchill, una empresa investigada por venta de armas a Iraq, donde Clark había participado. Cuando lo cuestionaron respondió que él había estado “economical with the actualité”, o sea, había defendido los intereses económicos de Inglaterra en el momento, aunque fuera mediante venta de armas a dictadores. Se vio con claridad que la empresa había actuado con la bendición del gobierno y el juicio se colapsó; el público se indignó y exigió que hubiera más transparencia en los negocios fomentados por el gobierno, lo cual tuvo éxito, ya que actualmente sabemos que en 2016 el Reino Unido vendió seis billones de libras en armas, el 9% del mercado global. ¿Los ingleses querían transparencia? Ya están informados.

La situación que ha prevalecido en los países del Golfo Pérsico durante desde 1918 es la siguiente:

  1. Dividir una región grande en muchos países con fronteras arbitrarias y potencialmente conflictivas.
  2. Hacer negocios con todos los países de la región.
  3. Vender armas a todos.
  4. Esperar a que haya un pleito entre ellos.
  5. Aprovechar el pleito, que incrementará la demanda de armas, para vender más.
  6. Controlar el resultado de cualquier guerra local.
  7. Volver al paso 2.
  8. Actitud permanente: impedir que cualquier país de la región se vuelva hegemónico.

Desde el punto de vista económico, esto es exactamente un modelo de negocio para los gobiernos de las potencias. El asunto del gran consumo de drogas en EEUU es otro modelo de negocio:

  1. Las farmacéuticas producen en grandes cantidades opiáceos etiquetados como analgésicos.
  2. Se crea y difunde literatura médica declarando “para cada padecimiento, una píldora”.
  3. Las farmacéuticas estimulan a los doctores con viajes y congresos a prescribir analgésicos.
  4. Los pacientes se acostumbran a obtener recetas de analgésicos, consumen una parte y la otra llega al mercado negro.
  5. La mayor oferta de píldoras crea mayor narcodependencia, y los hospitales e instituciones de salud se ven inundados de adictos y sobredosis.
  6. Hay más delitos, las cárceles se llenan.
  7. Los adictos no tienen acceso directo a congresistas, pero las instituciones de salud sí. Por su parte las cárceles y las farmacéuticas también tienen acceso, mediante sus respectivos lobbies que ayudan a los legisladores a reelegirse.
  8. Los argumentos de carceleros y laboratorios son más convincentes y los congresistas legislan para permitir una circulación liberal de opiáceos en el mercado, y también emiten otras leyes en donde se criminalice al adicto.
  9. Las farmacéuticas producen más píldoras, y se reinicia el ciclo.

Aunque el objetivo oficial del gobierno es el bienestar público, el ingenio humano ha conseguido alterar este concepto y convertir al gobierno, parcialmente, en un modelo de negocio.

[1] https://www.theguardian.com/commentisfree/2017/aug/13/dont-blame-addicts-for-americas-opioid-crisis-real-culprits


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