La democracia tiene sus inconvenientes, como cualquier otra forma de gobierno; uno de ellos es un problema de percepción. Se habla de democracia en una forma tan amplia y tan elogiosa, tratan de vendernos tantas ideas en nombre de ella, que el ciudadano termina por sentir, por pensar o por estar convencido que la democracia es el mejor de los gobiernos y que “participando democráticamente” todos los ciudadanos lograremos la felicidad o al menos un estadío ligeramente inferior.
Otra percepción es que “participar en la democracia” significa permiso para decir y hacer lo que sea. El ciudadano experimentó desagrado ante el artículo que leyó en el periódico, entra al foro de internet correspondiente y manifiesta su molestia con insultos, agresiones, declarando que el autor es poco menos que un renacuajo y recordando a la familia de todos los que no piensan como él; en toda su participación no hay un solo argumento.
Un ingrediente importante en esa felicidad que esperamos de la democracia es que todos vamos a estar contentos, ya que ante cualquier problema social debería existir una solución que satisficiera a todos, y si acaso no se encuentra esa solución, el culpable designado es el gobierno.
Con estos antecedentes, la ciudad de México se encuentra crucificada por marchas, plantones y mítines casi todos los días del año; junto con el pronóstico del tiempo y los indicadores de tráfico, actualmente los helicópteros de noticias informan dónde están las marchas que  van a obstaculizar el tráfico, sugiriendo vías alternas y recordando a los capitalinos que la única solución completa es mudarse a otra ciudad. Todo esto sucede dentro del cacareado ejercicio de las libertades democráticas, en donde un grupo de manifestantes, hoy en día los pseudomaestros del CNTE, protestan por un asunto en donde el Gobierno debería, según ellos, actuar de tal o cual manera.
Yo creo que efectivamente tenemos derecho a expresar nuestra opinión, y predico con el ejemplo en mi columna; creo además que esta libertad de expresión es un bien no apreciado de nuestro país, porque cuando comento lo que escribo a mis amistades en Rusia me preguntan si “me permiten” hacerlo; yo creo que no “me permiten” sino que ejerzo un derecho, pero la cuestión es que ese derecho es inexistente en otros lugares –como en China – y es una libertad que no apreciamos los mexicanos.
Porque todo derecho al ejercicio de la libertad personal debe tomar en cuenta a las demás personas. El respeto al derecho ajeno es la paz, frase atribuida a Benito Juárez: contiene esta otra verdad: la libertad de uno termina donde empieza la libertad del otro; ambas redacciones expresan que todos nos debemos respeto unos a otros.
El CNTE y una variedad muy amplia de grupos no demuestran ese respeto, desquiciando el tráfico y ocasionando un sinnúmero de problemas a los capitalinos con el pretexto de protestar. ¿Qué vale más: ese derecho a protestar o la fluidez de las calles de la ciudad? Mis clientes en el DF tienen empleados que hacen entre 1.5 y 2.5 horas cada día para ir al trabajo y otro tanto para regresar a casa; son cuatro horas diarias en promedio desperdiciadas miserablemente en transporte. ¿Cuánto aumenta este tiempo a causa de los plantones o manifestaciones? Esos trabajadores son tan respetables como los individuos que se escudan en el CNTE para presionar al gobierno y para desquiciar la ciudad, pero la democracia tiene un valor tan alto que en su nombre se puede protestar de cualquier forma, crucificando a los capitalinos.
No podemos esperar que la democracia nos resuelva todos los problemas; al contrario, una democracia malentendida –este abuso del derecho a la libre expresión- agrava los problemas del DF y deja pendiente, y también agravado, el deber primario de todo maestro: dar clases.
Afortunadamente existe el Gobierno: si alguien viola la ley, si alguien destroza la vía pública o rompe vidrios de establecimientos, si un grupo causa un incremento diario de algunos millones de horas-hombre en el transporte de los capitalinos, a ese alguien le tiene que poner un alto el gobierno.
Pero al gobierno le ha dado parálisis por análisis: lo piensan y lo meditan, se pasan la papa caliente entre el GDF y el Gobierno Federal, no se deciden, ya les dio permiso de usar la fuerza la CNDH y ni aún así toman medidas para resolver el problema; en cambio ceden a esas pretensiones de “diálogo” que en opinión de todos los capitalinos que conozco no es diálogo sino chantaje. En vez de actuar como autoridad se anuncia la decisión vergonzosa de mover la fecha, lugar y hora del Informe Presidencial. Pero recordemos:
  1. Es imposible darle gusto a todo mundo.
  2. Es muy fácil causarle disgusto a todo mundo.
  3. Existen grupos a los que nunca se les podrá dar gusto.
Yo creo que el Informe Presidencial es el acto político más importante en la vida pública de México, y que el Presidente Peña Nieto debería celebrarlo en el Congreso.

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