Hace algunos años, las campañas políticas eran día de fiesta para los medios, porque tanto personas que apoyaban a candidatos como partidos invertían dinero en publicidad; esto fue después de darnos cuenta que las campañas se ganan con ideas, pero no del tipo “voy a exigir 3 de 3 en todos mis colaboradores” sino ideas publicitarias, es decir, las campañas políticas se ganan igual que el posicionamiento de la CocaCola light o del Volkswagen Jetta: con una buena campaña publicitaria.

Antiguamente el que tenía más dinero y más patrocinadores podía comprar más publicidad y contratar mejores asesores, por lo tanto el IFE intervino en pro de la igualdad: se regularon las cosas tratando de que todos los partidos tuvieran la misma exposición en la radio y tv, los mismos metros cuadrados de propaganda impresa, los mismos kilómetros cuadrados de volantes y espectaculares, el mismo número de tortas y refrescos para sus acarreados. Hasta ahí está bien, es una forma de forzar cierta equidad en las campañas.

Pero decidieron nuestras autoridades el caso de la radio de una manera curiosa: eliminaron la contratación directa de publicidad por parte de los partidos políticos, y en su lugar el IFE-INE ahora envía las órdenes de transmisión a las radiodifusoras con los spots producidos por los partidos políticos, en los cuales el público mexicano se extasía oyendo palabras que debieron haber sido pronunciadas por Shakespeare o por Cervantes.

Para la radio, recibir las órdenes del INE o de los partidos políticos sería lo mismo, el problema es que el INE no paga: con cargo al “tiempo oficial”, los radiodifusores tienen que transmitir todo el año una serie de spots insufribles en donde se alaba un país inexistente, y en épocas de campañas taladran nuestros oídos con nombres de antiguos y futuros pillos como si los mexicanos viviéramos en un círculo del infierno que no alcanzó a describir Dante. Como resultado, los mexicanos soportamos los spots y las radios no cobran. El argumento oficial es que la radio tiene que “retribuir” la concesión, cosa que ya hacen con impuestos y con el refrendo de concesiones, que en una ciudad como Aguascalientes cuesta tres millones de pesos.

Podría suceder que ahora las radiodifusoras no cobran pero el país se está ahorrando el costo de esa publicidad, es decir, les rebajaron el presupuesto a los partidos políticos. No es así: la cifra oficial es de $11,900 millones que los mexicanos pondremos en el bolsillo de los partidos políticos en 2018.

Para los partidos, la noticia de que el INE se encargaría de distribuir su propaganda fue estupenda, porque el INE les hace el trabajo, el INE vigila que se cumpla, y el INE se encarga de no pagar el radiodifusor. Para el partido, esto significa que dispone de una cantidad libre para invertirla en otros gastos de campaña, y aquí está la antepenúltima de mis críticas: ese dinero dado a los partidos era invertido en tiempo-aire de la radio, pagando a negocios establecidos y conservando su circulación dentro de la economía formal; ahora que se puede emplear para otras cosas, se usará en mantas, acarreados, sobornar a ciudadanos para que voten (la última tarifa que escuché fueron $1,000 pesos por voto, que no le den menos), tortas, refrescos, etc. Aparte del uso detestable que representa pagar por el voto, está el hecho de que todo ese presupuesto se va a la economía informal, uno de los grandes problemas económicos del país, en donde se calcula que el 23.6% del PIB y el 57.9% del empleo están generados por la economía informal.[1]

Juzgando por esta decisión, SAT no cobra suficientes impuestos y tenemos demasiada gente en la economía informal en parte gracias a la misma clase política que lo fomenta. Se necesita no tener vergüenza para con una mano predicar que todos debemos pagar impuestos, y con la otra autorizar que los partidos dispongan de un dinero del que no dan cuenta y además se lo gastan en lo que quieran; no es necesario aclarar de quién es la desvergüenza, pero podemos investigar si fue desvergüenza o fue otra cosa.

Hace unos días viajó Carlos Loret de Mola a Oaxaca, reportó que no se veía la ayuda federal por el sismo, y la diputada Nallely Hernández García (PVEM-OAX) contestó al periodista en un twitter[2] insultándolo con palabrotas, diciéndole que no sabía nada, que daba inf falsa (sic) y sugiriendo que se incorporara a una gira del gobernador para conocer el trabajo; también había una falta de ortografía, el insigne “haber” en vez de “a ver”. Este twitter es notable porque reúne en su brevedad a varias infamias:

  1. Insulto soez (“pobre pend…”)
  2. Falta de ortografía
  3. Perversión del lenguaje (“inf falsa”, “…no conoce q se incorpore”)
  4. Ataque gratuito (Loret no sabe nada)
  5. Equiparar el formar parte del séquito del gobernador en una gira con el trabajo verdadero.

Juzgando a la clase política por este caso, la alternativa de la que hablo no es falta de vergüenza, sin exceso de estiércol en el cerebro de los diputados.

[1] http://www.eluniversal.com.mx/articulo/cartera/economia/2016/12/13/economia-informal-genero-el-236-del-pib-y-579-de-empleo-en-2015

[2] Si Trump lo hace, ¿por qué yo no?